Schiller y Juana de Arco

Es probable que en la historia no haya una piedra de contradicción(  Julio Cesar,Napoléon,  Moctezuma, Adolfo Hitler, Santa Anna) como lo es Juana de Arco.

El asunto es la guerra que sostiene Francia contra Inglaterra. Relata del peor momento pues el territorio francés  ha sido dominado en buena parte, los ejércitos están desmoralizados, la economía precaria y la corte actúa de manera como si estuviera en una fiesta y no en una guerra.

Estamos en Domremy, Francia, de  1412 -  1431)  Nació Juana  en el seno de una familia campesina. La historia  transcurre durante el sangriento conflicto enmarcado en la guerra de los Cien Años que enfrentó al delfín Carlos, primogénito de Carlos VI de Francia, con Enrique VI de Inglaterra por el trono francés, y que provocó la ocupación de buena parte del norte de Francia por las tropas inglesas y borgoñonas.

Es el tiempo en que en su aldea Juana cuidaba rebaños de “un modo nunca visto” dice Schiller (La Doncellas de Orleáns, Federico Schiller, editorial Porrúa, México, prólogo de Alfredo S. Barca, octubre 2004).Y así será más tarde, cuando luche en contra del inglés que invade su tierra francesa: “De un modo nunca visto”.


Al leer la lucha de Juana en los libros no causa mayor sorpresa pues en los libros hasta las fantasías llegan a ser asuntos comunes. Pero si llevamos este asunto al terreno de la realidad resulta del todo imposible. Aun el más escéptico  tiene que aceptar que aquí la causalidad fue alterada.

Se presenta ante los altos mandos del ejercito y les dice a los comandantes franceses y al rey:”Yo voy a dirigir sus ejércitos y vamos a ganar la guerra”. Nadie lo hace y menos una muchacha campesina. Ni siquiera un soldado raso la dejaría siquiera franquear las puertas del campo militar.  Ahora imagine alguien  a una jovencita campesina, no importa de cual país se trate, analfabeta y sin zapatos, según la presentan así algunos grabados, y ajena por completa a la vida de la ciudad y sobre todo a la vida castrense, que es el contexto donde va a actuar.

Y, sin embargo, todo eso sucedió en la realidad. Talbot, el general de los ingleses, más tarde exclamará incrédulo: “ ¿Habrá de arrebatarme una mujer mi fama de gran capitán?”

Alguna ciencia del comportamiento humano se sale con suma facilidad al declarar que era esquizofrénica: escuchaba voces o veía imágenes de una Virgen que le hablaba comunicándole su misión, no de santidad, sino de guerra.


 Su controvertida existencia dio pie para diversas interpretaciones: frígida, lesbiana…Una mujer que hace hazañas de los mismos hombres, o que incluso los rebasa, el juicio es que se parece a los hombres. Esto dicho por los hombres tiene la intención de  una inmensurable ofensa de género. Una mujer no puede tener acceso a la región de los inmortales, mejor enviarla al rincón oscuro  de las patologías. Las mujeres, como decía el mismo  Tibaldo de Arco, el padre de Juana, son para el matrimonio. La lectura que entonces se le daba al matrimonio era por demás desvalorizada. No de educadora de sus hijos y de la humanidad sino de simple  e instintiva sierva del hombre.

Esto sucedió en plena Edad Media en la cual había la creencia muy arraigada que sólo las brujas podían ir más allá del pensamiento lógico que se maneja bajo las leyes de la causa y el efecto. Tal es el volar o trasformarse en alguna figura de animal…Al final la condenaron a morir en la hoguera bajo el cargo de hechicera. Todos fueron responsables de tal sentencia. Los príncipes que se hacían la guerra acabaron dándose el abrazo de reconciliación dejando los campos sembrados de cadáveres de soldados de ambos bandos. A la postre Juana ya era un estrobo  hasta de los propios a los que defendía, de su rey, su reina, sus generales  y enemigos y aun la misma Iglesia. Desconcertados, unos por haber sido derrotados, sus generales franceses por haber sido rebasados y la Iglesia misma por no haber creído en su momento que era enviada del cielo. Por si algo le faltara a la sentencia de Juana, siglos más tarde los movimientos feministas siguen sin reivindicarla. Tardíamente Roma lo hizo y la elevó a los altares.

Algo más imposible, y de lo que se ha agarrado la psicología, es del todo inabordable para el humano y es el control de  la feminidad. Las pulsiones son inconscientes y ella las lleva a la superficie. Alfredo S. Barca lo dice en su prólogo”: el drama intimo  radica en la sofocación de la feminidad de Juana, en su renuncia  al amor y a la maternidad y, en suma, a su destino de mujer, para realizar la gran gesta que el cielo le impone” Juana misma repite lo que la Virgen le dice: “ Ve a dar testimonio de mí en la tierra. Revestirás tus miembros  de metal, y cubrirás de acero tu delicado pecho. Jamás arderá en tu pecho la llama del amor humano, ni vivarás en ti ilícitos deseos, más yo te haré ilustre en la guerra entre las demás mujeres”.Más adelante Montgomery, un guerrero inglés, se siente atraído por Juana pero ésta lo para en seco: “No invoques mi sexo; no me llames mujer. Como el espíritu inmaterial, sin lazo alguno con la tierra, no tengo sexo; bajo esta armadura  no late un corazón”.  Juana es consciente de  sus limitaciones humanas y en el campo de la guerra que desconoce por completo. Pero  siente que ha sido señalada por el cielo para enfrentar a los ingleses invasores y salvar a Francia. En una   de sus arengas se refiere  a sí misma: “con ella estará el Señor, el Dios de los ejércitos, que elegirá para mostrarse la más tímida de sus criaturas, y se glorificará en una flaca doncella, porque Él es todopoderoso”.

¿Cuántos políticos han actuado de semejante manera al sentir que tiene una misión que cumplir? ¡Cuántos investigadores científicos lo ha  sentido tras del microscopio!. Poetas, escritores o los van Gog o los Modigliani…

¿Es diferente el estado de ánimo de Juana que el del militar moderno que va a la guerra para el que sólo importa luchar?. Para lograr ese estado de ánimo, necesario para la guerra,  se ha olvidado de todo. Para defender los valores en los que cree ha dejado atrás su matrimonio, sus hijos, su sexo, su cordura, su porvenir, su seguridad. Su vida misma va en prenda.¡Todo! En la medida que se olvide de todo eso podrá salir victorioso y, tal vez pueda regresar! Los que han quedado en la seguridad podrán ponerle todas las etiquetas pero él habrá vencido, o no. O tal vez habrá caído, como Juana, en las garras del enemigo y lo ate en el poste de la hoguera. Como lo hicieron con Juana. Nadie más que un soldado, sea de la bandera que sea, puede comprender mejor la actitud de Juana.



Este relato guarda aun otro imposible y otra historia. Schiller es protestante. Logra con su genio de filósofo, poeta e historiador, una obra maestra de un personaje de la Iglesia de Roma. Cuando pensó presentar su obra los conocidos le recomendaban que no lo hiciera en la parte de Alemania donde la población protestante es mayoritaria sobre la católica. Pero él se empeñó que así fuera. El éxito de la representación fue de tal medida abrumadora que, cuenta alguien que asistió esa ocasión al teatro de Leipzig: “Cae el telón y un grito de júbilo atruena el recinto ¡Viva Schiller! La orquesta tiene que secundarlo con trompetas y tambores, hasta que por fin se levanta  la conmovedora figura  del autor para inclinarse agradecido ante la platea, visiblemente emocionado. De nuevo estalla el júbilo, al que sólo ponen fin  la reaparición de Talbot (el general inglés) y el hecho de que se recogiera el telón. La gran plaza frente al teatro y el espacio hasta la puerta de Ranstadt quedaron colmados por la multitud apretujada. Cuando salió Schiller  se le abrió de inmediato  una senda. Los hombres se quitaron los sombreros y así pasó el poeta, llevando de la mano  su hijito Carlos, entre la multitud de sus admiradores descubiertos, en tanto que por detrás los padres alzaban  a sus hijos diciéndoles: “Ese es”.Nunca, cometa otro testigo de la escena, un poeta, ni siquiera un príncipe o un monarca han sido recibidos de manera semejante”. 

Sta. Juana de Arco en Notre Dame, donde fue beatificada.
“En 1456, Juana de Arco fue rehabilitada solemnemente por el papa Calixto III, a instancias de Carlos VII, quien promovió la revisión del proceso. Considerada una mártir y convertida en el símbolo de la unidad francesa, fue beatificada en 1909 y canonizada en 1920, año en que Francia la proclamó su patrona”.

Parece que Juana de Arco es una "santa de guerra" protectora de Francia. Así como una nación tiene "guías seglares  de tiempos de guerra" y otros "guías seglares  de tiempos de   reconstrucción", así Juana volvió a aparecer, de alguna manera, en el tiempo de la jubilosa  posguerra de Francia  contra Alemania. Pero una posguerra jubilosa que anunciaba otro periodo de guerra para Francia más intenso que el que acaba de pasar... Más de un francés debió de voltear sus ruegos hacia Juana...



Irónicamente algunos franceses han disiminuido la figura de la francesa Juana, libertadora de Francia. Y otros, ingleses, enemigos históricos  de Francia, le han  hecho decididos panegíricos. El francés Anatole France, figura destacada de la cultura francesa, la ha llevado al plano psiquiatrico de una muchacha nerviosa al punto de una acusada neurosis con serios desarreglos hormonales. G.H.Chestertón, gran pensador de la cultura inglesa, tiene el siguiente reconocimiento de Juana, en refutación directa a Anatole France:      (Ortodoxia,Eitorial Purrua, México,Serie Sepan Cuantos,2007, Pág 35): " No temía (Juana)a un ejercito,mientras que Nietzsche, por lo que sabemos,pudo tener miedo a una vaca.Tolstoy solamente alabó al campesino;ella fue campesina.Nietzsche alabó al guerrero;ella fue guerrero.Ella, los derrotó a ambos en sus propios ideales antagónicos;fue más dulce que el uno y más violenta que el otro. No obstante,fue una persona perfectamente practica que hizo algo, en tanto que ellos, son feroces especuladores que no hicieron nada... Juana de Arco  no se turbó en la encrucijada ni rechazando todas las sendas como Tolstoy ni aceptandolas  todas como Nietzsche."

 Y otro de los  reconocimientos, tal vez el más grande por tratarse de un  pensador alemán de la talla de Schiller,fue la  tragedia escrita en su memoria: La Doncella de Orleáns"



Schiller publicó La Doncella de Orleáns en 1802.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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