El axioma de Tucídides

Tucídides (460-396? a.C)

Es la experiencia para prevenir y  sucede por el fenómeno de la repetición.
Julián Marías, moderno filósofo español, dice que nada se repite y la historia sigue una dirección lineal. Tucídides, pensador griego de la antigüedad, cinco siglos antes de Cristo, cree que muchas cosas se repiten y eso es la base de la experiencia, la cual nos permite prevenir.

El proceso completo es la experiencia y la prevención. Con frecuencia se tiene la experiencia pero no se previene. Un ejemplo personal es la borrachera que deja una resaca espantosa. Y para el otro fin de semana la experiencia se repite. No se cerró el axioma.  El año pasado se desbordaron los ríos y causó muertes pero no se puso remedio y este año se volvieron a desbordar los ríos. Tampoco se hizo caso del axioma.

Los griegos de la antigüedad creían que un hombre que ha vivido cuarenta años ya lo ha visto todo. Si se espera a vivir otros cuarenta asistirá a una repetición de los primeros cuarenta.

 Bastaría abrir la ventana exterior de nuestra casa para comprobar en septiembre que la historia, en este caso de  la atmosférica, se repite cada año.  En el verano de 2010 en México se  desbordaron los ríos del sureste y se desgajaron las laderas de las montañas habitadas. Fueron afectadas miles  de familias y cientos de personas murieron. Los anteriores  veranos mexicanos también fueron desastrosos. El axioma no se completa: hay experiencia de la repetición atmosférica pero no prevención  suficiente de la planeación humana.

La ciudad de La Plata,situada al sureste de Buenos Aires, República Argentina,y de unos 750,000 habitantes, fue devstada por las inundaciones que causaron 51 muertos.A la sazón los habitantes habían registrado ya tres inundaciones: el 27 de enero de 2002,el 3 de marzo de 2005 y en abril de 2013.Cientos de personas perdieron sus casas,automóviles y demás pertenencias.La gente dijo a los medios que "se han multiplicado los informes sobre la neecesidad de acometer obras de infraestructura.(Diario El País, de España,6 de abril, 2013,Pág.6). No se cierra el axioma.

Existen situaciones más complejas pero son la misma cosa. Cada año en septiembre recordamos en México los sismos de 1985. La celebración que hacemos de esta tragedia consiste en la inmensa muestra de solidaridad que el pueblo mostró en esa ocasión rescatando heridos y cadáveres. Pero se trata de una solidaridad emocional, no consciente.

 Si no toda la población, sí la mayoría va por la calle arrojando basura. Desde un pequeño papel, un envase de refresco, hasta bolsas que trajo de su casa para arrojarlas al camellón de la avenida o en la esquina de la calle. O es frecuente ver que sacan a sus perros para que hagan sus necesidades fisiológicas en la calle. Con el resultado que miles de toneladas obstruyen cada verano las coladeras del drenaje, sube el nivel del agua un metro o dos, se mete a las casas, los muebles empiezan a flotar, a deteriorarse y las familias, por miles, tienen  que refugiarse en los albergues que para el efecto abren los gobiernos y entre tanto los amigos de lo ajeno se llevan las pertenencias de las casas solas.

 Los gobiernos de los estados no desarrollan las  obras de infraestructura suficiente, los ríos vuelven a desbordarse y otra vez esperar que se declare zona de desastre para recibir los fondos de dinero correspondientes…  Hay devoción en  viajar en vehículo particular y no en trasporte público. Con el resultado que el incremento de la temperatura local, sumada a la global, desaparecen en la distancia la nieve de los glaciares de las altas montañas, ya no desciende el agua de descongelamiento de la nieve, mueren especies y los campos ya no producen

En las universidades hay cientos de académicos con treinta y cinco,  cuarenta o cincuenta años de laborar, con los mejores sueldos posibles para esa categorias, y no se jubilan. No dejan los lugares para ser ocupados por los jovenes egresados de esas mismas universidades que no encuentran oportundades de trabajo en niguna parte.

¿Esto es solidaridad? Las experiencias patológicas  a posteriori son muchas pero hay despilfarro de las mismas al permitir que se vuelvan a dar.




Tucídides  fue un político destacado de Atenas durante el periodo llamado siglo de Pericles (siglo V a. C.), que llegó a dirigir la facción conservadora o aristocrática, opuesta a la facción popular o democrática de Pericles. Jaeger  en Paideia dice que Tucídides empezó su “pesquisa” de datos que se repetían  a base de empirismo y de construcción lógica. A Tucídides  se le tiene como el creador de la ciencia política. Observaba que el fenómeno de la guerra se repite. Se refiere a la guerra de Troya cantada por Homero que es su modelo y también a la del Peloponeso.  El fenómeno bélico se repite pero la prevención ante tales acontecimientos es la que no se repite. Cada quien tira por su lado y es el factor que aprovecha el enemigo para ganar terreno. Tucídides, dice: “Temo más nuestras propias faltas que los golpes de nuestros enemigos”. Y agrega: “Ello es esencial para el político, pues sólo es posible una acción previsora y sujeta a plan, si en la vida humana, en determinadas condiciones, las mismas causas producen los mismos efectos. Esto es lo que hace posible una experiencia y con ello una cierta previsión del porvenir”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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