Las bacantes, de Eurípides

Las bacantes se considera la obra más destacada de este autor. Criterio subjetivo respecto de las otras 17 obras que nos han llegado de Eurípides. Alguien dijo que 18 tarros de cerveza, del mismo barril, y decidir que uno de esos es el mejor, es el campo donde se mueven los intereses intrínsecos de los críticos de  literatura...

Jugar a las vencidas con las drogas es un juego perdido de antemano. Es la metáfora de esta obra de teatro de Eurípides.  Desde la laicidad bien podría la ciencia médica sentenciar sin el menor temor a equivocarse.  Eurípides lo profetiza desde la religiosidad de los dioses olímpicos.

Sea el dulce vino de uva o el tabaco de aromáticas volutas, a la postre serán tan mortales que la morfina, la cocaína, el éxtasis, la estopa con thiner, etc. Pero aun esto no es lo peor de la lección de Las bacantes. Eurípides alerta contra el morir sin morir. Morir por consumir la droga es lógico, mediático. Pero matar a otro semejante, por efecto de la droga, es estar condenado a morir sin morir. Aun sin intención, por mero accidente involuntario, no lo olvidará.

Eurípides es de Grecia. Nacimiento: Salamina, 480 a. C.Defunción: Pella, 406 a. C.Dramaturgo clásico de la Antigua Grecia. Está considerado, junto a Sófocles y Esquilo, como uno de los grandes poetas trágicos de la época clásica. Eurípides fue un destacado del conocimiento, lo que le supuso no pocas críticas entre sus contemporáneos. Por defender la tradición, al estado y a las leyes, proliferaron sus críticos que, dicen algunos pensadores, no pueden darse sin que exista una tradición bien cimentada como la que cantaba Eurípides. En otras palabras, una tradición bien cimentada  producirá buenos críticos del sistema…
Obras de Eurípides:
Alcestis, Andrómaca, El Cíclope, Electra, Fenicias, Helena, Heracles, Hipólito, Hécuba, Ifigenia en Áulide, Ifigenia entre los Tauros, Ion, Las Bacantes, Los Heráclidas, Medea, Orestes, Suplicantes y Troyanas

El asunto de Las bacantes. Dionysos es el inventor del vino de la uva. Nació en la ciudad de Sardes. Nada tiene de raro que un dios nazca en algún pueblo. Jesús nació en Belem y Huitzilopochtli en Coatepec, estado de México, en el norte de la ciudad de México,en la falda oeste de la montaña El Chiquihuite. Por cierto ahora su bella piramide ha quedado copada por  calles en las que no son raras las cantinas. Y en general un ambiente nada acorde con el lugar donde nació el númen titular del gran impero azteca...

Dionysos es promotor del vino y de las relaciones sexuales. Baco es el dios del vino y Afrodita la diosa del amor.  Dionysos es el promotor, el activador de esas situaciones entre los humanos. Es el elón de la hidroquinona, diría un fotógrafo.  Hijo de  Semele y de Zeus. Tiene a las ménades, seres femeninos divinos estrechamente ligadas al vino,  que a su vez cuentan entre las mortales con sus seguidoras religiosas llamadas “bacantes”. Una especie de borrachas y prostitutas  sagradas. Dionysos  establece su culto en Tebas. Sería, entre otras cosas, el dios preferido de Nietzsche. Unas veces desinhibidas, las bacantes cantan, bailan y llevan a cabo toda clase de acciones.

Penteo,  rey de Tebas, se ha propuesto acabar con  las bacantes por considerarlas un peligro de disolución social por sus prácticas tan relajadas. Exclama: “Cansado estoy ya de sufrir las locuras de estas mujeres”.

 Dionysos decide acudir en defensa de sus bacantes. Para tal fin se ofrece llevar  a  Penteo al bosque del monte Citerón donde las bacantes acostumbras realizar sus bacanales. De esa manera le será fácil liquidarlas, le dice.

En otro momento Penteo cambia de táctica y se muestra dispuesto a dar mucho oro para que las mujeres sigan emborrachándose.
-¿Por qué es tan vehemente tu deseo?-pregunta Dionysos.
-Para observarlas agobiadas por el vicio con gran pesar suyo.

 Cuando llegan al lugar Dionysos  da la voz de alarma  a las bacantes y la orden que lo maten. Así se hace. La primera que obedece es Agave, la madre de Penteo, que es del número de las bacantes y está ebria. Le arranca  un brazo y las otras acaban de descuartizarlo. Sus restos los arrojan al barranco.

Cuando los efectos del vino han pasado, Agave, arrepentida, espantada de lo que ha hecho, debe cargar con el ineludible e insoportable dolor de vivir sin poder morir. Exclama: “No. ¡Que infortunada! Tengo en mis manos la cabeza de Penteo”.

Ante el horrible final (que ahora puede ser  la muerte propia por borrachera, asesinato bajo los efectos del alcohol,  un accidente mortal por manejar ebrio o un hígado cirrótico por la bebida), que pudieron las bacantes evitar a  priori, Dionysos puntualiza sin misericordia para Agave y sus seguidoras: “Tarde lo conoces, no cuando debías”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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