Shakespeare en el Sueño de una noche de verano




Shakespeare escribió dramas, históricas, tragedias y comedias. A este último género corresponde Sueño de una noche de verano.

Comedia cuyos personajes son tres parejas de enamorados que pronto contraerán nupcias. Ellas son Teseo e Hipólita, Demetrio y Elena, Lisandro y Hermia. Pero intervienen los duendes que, mediante el efecto de un ungüento mágico, que les untan en los párpados de los ojos, les hacen actuar de manera disparatada, respecto a como ellos son,  pretendiendo el amor de la pareja del otro y rechazar a la propia.

Se trata de un supremo enredo que parece divertido pero cuya metáfora viene a advertir que ese “ungüento” puede ser en realidad cualquier droga o estupefaciente que nos hará cometer los actos más disparatados. Cuando todo se aclara, Puck, el duende, exclama aliviado: “hemos tenido la suerte de escaparnos ahora del silbido de la serpiente”.

En esta obra hay personajes de la aristocracia, obreros, duendes y hadas. Mezclados todos en un divertido enredo bailando a la luz de una hoguera, en el interior de un viejo bosque de Atenas.
“Que brille la casa con luz indecisa junto
A la lumbre medio apagada.
Cada duende y espíritu encantado
Salte tan ligero como ave sobre zarzal.
Y siguiéndome después
Canten y dancen alegremente”.

Uno se enamora de otra y la otra quiere a un tercero. A la vez un duende se interesa por un humano y el hado por una mujer. Se requiere el ánimo necesario de leer disfrutando los parlamentos de cada personaje pero resignado apenas a entender algo. Tal parece que en esta comedia Shakespeare se propusiera, a semejanza de cómo luego lo haría Faulkner, seguir la técnica del relato policiaco. Deshacer el nudo de la trama pero no antes del final. 

Un personaje, que es tejedor y se llama Lanzadera, nos advierte: “He tenido un sueño…todas las facultades del hombre no bastarían a decir lo que es este sueño…Me ha parecido que era…Nadie en el mundo podría decir qué”.

Shakespeare nos lleva al ejercicio de armar el rompecabezas. Proporciona todas las piezas y nosotros tenemos que armar el juego. Teseo, otro personaje, dice: “Su discurso parecía una cadena deslabonada, pero todo en desorden” Y nos encontramos con expresiones tan obvias como enigmáticas como la que dice Píramo: “¡Dulce luna, gracias por tus rayos solares!”.

Teseo, rey de Atenas, e Hipólita se casarán  en cuatro días más. Este tiempo será de fiesta: “En medio de la pompa, el triunfo y los festines En el mismo lugar, pero en la dimensión metafísica, Oberón rey de las hadas, y Titania, reina de las hadas, también tienen sus situaciones de celos. Oberón extrae el jugo de un “tomillo silvestre” el cual luego de su aplicación, el que lo reciba estando dormido, al despertar lo primero que vea de “eso” quedará prendada. Por si algo faltara hay una compañía de cómicos que va por las poblaciones actuando y acabando de enredar todo con los personajes principales del relato.

Por el ungüento mágico Lisandro que antes amaba a Hermia ahora está loco por Elena. Y cuando Demetrio despierta a la primera que ve es a Elena y de ella se enamora locamente. Ahora Elena, a la que nadie buscaba ni quería, tiene a Lisandro y a Demetrio y ambos le juran amor. Ella les reprocha: “Llenarme de juramentos y ensalzarme más de lo que alcanza mi mérito, cuando estoy cierta que me aborrecen de todo corazón”.

Luego Puck, duende, frota con ese mismo líquido los parpados de Lisandro. Elena, que va siguiendo y “acosando” a Demetrio, llega hasta el lugar en donde duerme Lisandro. Este despierta y queda prendado de Elena. Y de tal modo que quiere dar muerte a Demetrio que imagina que quiere a Elena. Por Hermia ya no siente nada. Elena cree que Lisandro se burla de ella. Antes no la buscaba pero ahora si.

Finalmente Oberón, el rey de las hadas,  pone orden y al ver tanto desbarajuste ordena a Puck, el duendecillo, que vuelva verter, ya dormidos, el ungüento en los párpados de todos ellos. De esta manera todo regresa a la situación que la vida guardaba en el principio Titania vuelve a amara a Oberón, no al asno. Demetrio  queda con Elena y Lisandro con Hermia.  Extrañado, Demetrio, al recordarlas locuras del sueño, se hace la misma pregunta que los poetas aztecas y Calderón de la Barca: “¿Están bien seguros de que nos hallamos despiertos? Algo me dice que dormimos, que soñamos todavía”.

Como corolario Teseo, el rey de Atenas, platica con Hipólita, la reina, de lo extraño de todo lo que han vivido las parejas de enamorados: “Jamás podré dar crédito a esas antiguas fábulas ni a esas frivolidades feérricas. Dejemos a los amantes, a esas extravagantes fantasías que van más allá  de lo que la razón puede percibir”. Hipólita sólo  alcanza a responder: “Hay en ello más que imágenes de la fantasía”. 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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