Las Traquinias, de Sófocles

Como en Otelo de Shakespeare, los celos en esta tragedia de Sófocles, Las Traquinias, son el leitmotiv de toda la obra. Y lo mismo que en aquel, los elementos de inquietud  son dichos por un tercero. Dice el Coro: “Los efectos de un funesto consejo” Licas es el que, sin razón aparente, o sin tener plena conciencia de sus palabras, es el que revela a  Deyanira el engaño de Hércules, su esposo. Licas, sin embargo, dice el Coro, sólo es un instrumento de la diosa Afrodita: “    Pero es claro que quien lo ha manejado todo es la Cipria (Afrodita) silenciosa ejecutora de sus trazas”.

Esta tragedia recibe su nombre por el Coro compuesto de 15 niñas de la ciudad griega de Traquina.


El autor:

Sófocles nació en Colona, hoy parte de Atenas (Grecia), en el año 496 a.C. Se crió en el seno de una familia de la aristocracia. Fue discípulo de Lampos y, quizá, del retórico Antifón. Asimismo se dedicó a la actuación y a la música. Como dramaturgo se dio a conocer hacia 468 a.C., teniendo 28 años, al vencer a Esquilo (gran dramaturgo griego) en la competición en honor a Dionisos. A partir de entonces comenzó una brillante carrera como escritor, en la que destacó su magnificente creatividad.
 Fue amigo de Pericles y Herodoto (considerado padre de la historiografía).
Por todo esto, además de por su brillante labor como escritor, obtuvo un éxito extraordinario entre sus conciudadanos, al igual que fortuna; y fue tratado como un héroe.
Sófocles llegó a escribir hasta 123 obras, pero sólo llegaron hasta la actualidad siete tragedias completas: Ayax (450 a.C.), Antígona (441 a.C.), Edipo Rey (430 a.C.), Las Traquinias (415 a.C.), Electra (413 a.C.), Filoctetes (409 a.C.) y Edipo en Colonna (401 a.C., publicada póstumamente). En 1911 se descubrió otra obra suya, a la cual sólo le falta la parte final: el drama satírico "Los sabuesos".                                                          
                                                                                                           

 El tema de Las Traquinias:
Hércules se ausenta de su hogar por largo tiempo debido a que anda haciendo la guerra y tras del consecuente acto de saqueo. Además antes de eso había caído esclavo de Onfale, “la bárbara”  Después ataca la ciudad de Ecalia donde es rey Eurito. Tras su destrucción  envía por delante parte  del botín. Un grupo de mujeres a las que ha hecho sus  esclavas. Entre ellas va una joven hermosa llamada Yola. Deyanira  acoge con humanidad a las esclavas lamentándose de su suerte.
                                                                                              

                                                               Sófocles

Y es aquí que Lica, un amigo de la familia, empieza a meter ideas a Deyanira. Hércules está locamente enamorado de Yola. No es cierto que haya estado de esclavo. Se tardó en regresar a casa porque pedía al rey Eurito a su hija Yola. Como éste no accedió a tal petición Hércules entró en guerra con los Lidios y así  fue que Hércules destruyó Ecalia.

 Yola para nada interviene personalmente en el desarrollo de la obra, ni habla ni acciona, ni para bien ni para mal ni nadie se dirige a ella. Pero es Deyanira que de pronto se hace esta reflexión: ahora hay en la casa dos esposas.

Nada de esto es cierto y Hércules es ajeno a todos estos acontecimientos desarrollados en el seno de su hogar, al que espera regresar pronto.

No existe la más mínima ofensa para Yola de parte de Deyanira.  Deyanira sólo piensa en cómo recuperar a Hércules.    Le envía una especie de abrigo o capa a la que ha untado un extraño brebaje.

Tiempo atrás el centauro Neso, el de negra crin, había pretendido a Deyanira. Hércules se dio cuenta y da muerte al centauro con un dardo envenenado. En agonía, Neso dice a Deyanira que guarde su sangre pues algún día le servirá. Cuando note que Hércules ya no la quiera unte su sangre a manera de  bálsamo mágico amoroso y Hércules regresara a ella.

Así lo hace cuando se presenta la situación de  Yola. Deyanira envía el manto como regalo a su esposo. Pero lejos de tratarse de un bálsamo amoroso la mezcla resulta ser un poderoso veneno que desintegrará la carne de Hércules, cuando se ponga el manto, hasta ocasionarle una horrible  muerte. De esa manera el centauro Neso se vengó de Hércules a través de Deyanira. Deyanira no puede soportar el inesperado resultado y se suicida.

Después viene una escena que puede tomarse como antecedente de la eutanasia. Incapaz de soportar los dolores que lo desgarran, Hércules le pide a su hijo Hilo que le de muerte y así dejará de sufrir. Por más que Hilo se resiste a ejecutar semejante acción contra su padre, Hércules lo obliga, bajo juramento ante Zeus, que le dará muerte y luego lo incinerará. Hilo logra zafarse en parte de tan cruel encargo y sólo  se compromete a vigilar y llevar a cabo parte del proceso.


A manera de final, la nodriza ( tal vez de los hijos de Deyanira y de Hércules) dice: “Así ha quedado el palacio; mentecato el que echa cuentas para dos días, o para más; no hay mañana para el que no acaba bien el día de hoy”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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