El estilo literario, de Murry


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Título: El estilo literario
Autor: J. Middleton Murry
Editorial: Fondo de Cultura Económica, México
Fecha 1975
148 páginas.

Hay expresiones crueles para los que escriben. Sepan escribir o no. Nietzsche es implacable. A los mejores escritores les dice  “escritores que aprendieron  a escribir leyendo periódicos”. Schopenhauer no se queda atrás. Flaubert, más moderado, se lamenta de que “se escriben libros sin preocuparse de las frases”. Murry, el autor de este libro, se refiere con elegancia y sin misericordia  a muchos de  los que escriben en los periódicos.

Para escribir libros se necesita ser culto y esto se logra a través de leer.  El periodista sólo necesita escribir la nota. Sin dejar de anotar que muchos escritores, novelistas, filósofos, para "aflojar la mano", empezaron por ser periodista.El mismo Murry fue en un tiempo periodista.

Luego llegan los “rebeldes del sistema”  que hacen gala de que la ortografía les importa un pepinillo. La sintaxis nadie sabe por dónde quedó. Y con frecuencia la filosofía que está detrás de la pluma, o de la computadora, no aparece por ningún lado.El abuso de los neologismos que, a la vuelta de medio siglo, ya se alejó de las raices griegas y latinas tanto que ya más parece un argot que un idioma.

En la calle de los libros usados encontramos el libro de  Murry. Su primera edición fue en ingles en 1922. La primera en español en 1951.Siguieron  incontables ediciones y reimpresiones. La nuestra, por el Fondo de Cultura Económica, es de 1976. En el último lustro de este siglo veintiuno hay excelentes y modernos libros de la materia que se  parecen   al que estamos comentando.

Una de las recomendaciones que hace el autor  es que para escribir hay que leer. Idea extraordinaria pues  México es un lugar donde abundan los escritores pero también es un país  en el que se leen dos libros de cultura al año…
Murry dice que el  estilo en la escritura  es la manera  de expresarse de cada individuo. A Jesús  lo han seguido  mucho con aquello de que al  individuo  se le conoce por sus obras. Schopenhauer anota que se le conoce por la manera en que habla. Murry dice que es como escribe.

“Estilo significa esa individualidad de expresión gracias a la cual reconocemos a un escritor. Muchos elementos intervienen  para formar esa individualidad…Todo lo que contribuye  a hacer reconocible lo que un hombre escribe se incluye  en su estilo” El estilo en la escritura  es una fusión de lo genético con lo social. Cómo es el individuo y la información que ha podido retener, procesar y plasmar. Si lee cotidianamente  su manera de escribir va a ser diferente a la de la persona que no lo hace. Murry anota tres cuestiones que intervienen en el estilo. Una es la peculiaridad personal, la técnica de exposición y la tercera la conquista de la literatura. Todos utilizamos el mismo lenguaje pero el estilo es único porque  empleamos ese lenguaje de una manera individual: “Un estilo tiene que ser individual porque es la expresión de una manera individual de sentir”.

En alguna parte Nietzsche dice que a la hora de sentarse a escribir  no es suficiente poner el papel sobre la mesa, agarrar el lápiz y haber qué se me ocurre. Para realizar ese acto de sentarse debe tener ya el pensamiento de lo que va a escribir. Desde su individualidad lo que ha vivido y lo que ha leído. A su vez, Murry escribe: “Pensamiento  es un término general que abarca intuiciones, convicciones, percepciones, y las emociones que las acompañan, antes de pasar por el proceso de expresión o exteriorización artística”. 

 Como quien dice hay que vivir la vida y también hay que leer la vida y finalmente hay que escribir la vida…
Donde se complica algo es cuando se trata de la originalidad de la escritura. Nuestro afán por la lectura es lo que recientemente Le Clézio dijo en el Museo Nacional de Antropología e Historia de la ciudad de México: hay que conquistar el mestizaje cultural.

Algo así como leer sin sufrimiento La Iliada y el Popol Vuh.

John Middleton Murry en Villa Isola Bella, Menton, Francia, 1920.
 Pero para la originalidad por  lo pronto hay dos caminos. Un absoluto empirismo que puede recordar a la mula de noria. La otra la recomendación de Schopenhauer, siguiendo a pensadores  de la antigüedad griega: dejar de leer. En el entendido que se ha leído mucho, para empezar a ser original…

Como sea, tal vez no sobre citar las palabras de Santa Teresa de Jesús: " Lee y conducirás, no leas y serás conducido".


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John Middleton Murry
(Peckham, 1889 - Londres, 1957) Crítico literario y periodista inglés. Desde muy joven, cuando ampliaba sus estudios clásicos en Oxford, colaboró, y más tarde dirigió (junto con Katherine Mansfield, con quien se casó en 1918), la revista Rhythm (1911-1913, que pasó a llamarse The Blue Review en sus últimos números). La revista estaba abierta a las corrientes de la literatura y de la pintura de vanguardia.
En 1916 publicó un ensayo sobre Dostoievski (1916); entre 1919 y 1921 asumió la dirección de la revista Athenaeum, y después fundó otra revista literaria, Adelphi (1923-1948). Publicó también un ensayo sobre Keats and Shakespeare (1925); un estudio sobre D. H. Lawrence, un escritor con quien se sentía muy ligado, Son of Woman - The Story of D. H. Lawrence (1931), y las obras sobre W. Blake (1932) y Swift (1954).

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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