Escalada La Torre Negra

 Vía Salazar – Méndez.

Hay más peligro en cruzar una calle de la ciudad que en escalar una pared de roca, nieve y hielo (hacer click en video al final de la nota)




Lleva este nombre en recuerdo de los dos escaladores que trazaron su primera: Heriberto Salazar y José Méndez (libro Alpinismo Mexicano, editorial ECLALSA, 1972).
José Méndez  fue el que realizó la segunda solitaria a la pared norte de  Benito Ramírez, en el Circo del Crestón, macizo de Las Monjas, Chico, Hidalgo.


Heriberto  Salazar escaló la norte de la Benito Ramírez, en Las Monjas, arriba de Chico Hidalgo, y El Colmillo, en la región de Los Frailes de Actopan, Hidalgo, entre otras.

Desde el punto donde se inicia la escalada de la Torre, a la cumbre, hay cerca de doscientos metros de desnivel. La ascensión se hace en cuerda sencilla. Fueron por el primer tercio de este tramo que se gana con suma facilidad. Después la pared se hace  vertical pero sin que sea necesario colocar algún clavo. Se reunieron hacia el centro de la pared,  en sentido vertical,  en el lugar conocido como La Cáscara.








 Izquerda: Salazar-Méndez
Derecha: Kalkach-Souza-Altamira

José Mendez Tejeda

Salim Kalkach


Subieron vertical durante otros ochenta metros. Sólo colocaron dos clavos. El terreno es poco consistente por la erosión. Después efectuaron una travesía horizontal hacia la derecha de todo un largo de cuerda. Colocaron otros dos clavos en este trayecto. Hacia el atardecer ganaron otros veinte metros sin obstáculo y llegaron a la cumbre. Aquí ambos tuvieron el mismo pensamiento: la pared se sube rápido o no se sube nunca. La dueña de la casa no está lejos. Tal es la característica de la roca constantemente castigada por las condiciones climáticas de la alta montaña.








Vía Kalkach-Souza-Altamira.

La cordada de Salim Kalkach,Alfredo Souza y Armando Altamira
Kalkach fue el que, junto con Manuel Gonzalez trazaron la primera a la norte de El Espejo, en Las Monjas, Chico, Hidalgo.Tambien hizo la primera  de la pared (norte) de la oeste del grupo de El León Alado, en el valle del mismo nombre,aariba de Chico, Hidalgo.

La ascensión tiene doscientos cuarenta metros de desnivel. Se sube enteramente libre. Se gana el vértice de una arista y luego avanzamos hasta llegar un poco antes del final, donde encontramos un tramo delicado en el que tuvimos que ir con mucha precaución. Después de eso quedamos situados al pie de la pared vertical.


Evolucionamos  unos metros hacia la derecha mientras subíamos. Volvimos a la izquierda hasta quedar situados al pie de una chimenea de unos quince metros de alto. Superado este lugar se llega al punto donde convergen las dos rutas y que es, cuando la pared se cubre de nieve, una franja que conduce directamente a la cumbre.
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Popocatepetl desde el NW. La pared triangular  del lado izquierdo es la Torre Negra(foto de Juan Antonio López) Gaceta UNAM 1 de marzo 2012

Torre Negra, en el angulo izquierdo inferior, tomada desde ciudad universitaria, Cd. de México.

Una última consideración (exclusivamente para novatos, los expertos no la necesitan) es la relativa a la aclimatación a las alturas. Este aspecto es algo  que golpea  y,  con tal fuerza, que el montañista debe dar marcha atrás (después de vomitar o desmayarse) y en ocasiones morir ahí mismo o en breve tiempo a consecuencias de lo mismo. En México ese asunto se le conoce como “mal de montaña”.Es el precio que pagamos por subir en pocas horas lo que debería llevarnos días.
Lo más propio es consultar a la ciencia médica del deporte respecto de este tema. Aquí damos una noticia sucinta del asunto. La intención es despertar el interés para que el individuo se documente más sobre este tema del mal de montaña.
Adolf Mokrejs, en su Guía practica del excursionismo II, (ediciones Roca, México, 1986, Pág. 112) dice que “El “mal de montaña o altura no es una enfermedad sino un indicio de que la aclimatación no ha tenido lugar”. Da enseguida unos datos. Se pueden dividir las diversas zonas de aclimatación. Abarcando cada una de ellas 1,500 metros de altura. Y exigiendo una semana de adaptación. Para la zona entre los 3,000 y los 4,500 se requiere una semana. Para la situada entre los 4,500 y los 6,000, dos semanas.
Es decir que para ir, de la Ciudad de México (2,200m.s, n. m.), a la cumbre del  Pico de Orizaba, necesitaríamos  ir subiendo, acercándonos,  gradualmente, de población en población, dos semanas. Como lo hacemos es en dos días. Uno de acercamiento y el otro para subir a su cumbre. Imagínese la tremenda deficiencia en nuestro modo de subir altas montañas. ¿Qué de raro tienen todos esos dramas originados por el mal de montañas que vemos con frecuencia?
Para subir al Popocatépetl, partiendo de la Ciudad de México, necesitaríamos una marcha de aproximación- aclimatación de  al menos una semana.  Lejos de eso,no es raro que salgamos en la mañana en automóvil de la ciudad, dos horas después estamos en Tlamacazcalco y tres horas más tarde en la cumbre del volcán. Cinco horas lo que necesitó una semana…



La cabecera norte de la cañada de Nexpayantla es el campus perfecto para los escaladores de la alta montaña. En el lado sur de la pared de la Torre Negra se encuentran numerosas aristasde roca,eventualmente cubiertas de nieve y hielo, con una consistencia la roca un tanto erosionada. Ideal para aprender, o reafirmar, escalar en ese tipo de terreno inconsistente. Las aristas obligan a ascender y descender de manera alternativa en el transcurso de una misma arista. O bien bajar hasta el fondo de esa cañada y volver a emprender el ascenso. Para esa manera tan alternativa de escalada y rappel se recomienda el modo que se ilustra en el dibujo.Con un simple movimiento se angancha la cuerda al mosquetón. (Diccionaro de la Montaña, Agustín Faus, Barcelona,España,1963)



4 comentarios:

  1. en qué fecha fue la inauguración de la vía Kalkach-Souza-Altamira?

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  2. Fue la última semana de 1956. Así lo consigno en el libro Alpinismo Mexicano ECLALSA,1972).Tiempo después Heriberto Salazar me escribió diciendome que yo había incurrido en un error en la publicación, en cuanto en la fecha. Él dice que fue en 1955.- Armando

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  3. marzo 27 de 1957 C.U. México df J.Méndes T. pared norte B. Ramirez

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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