Historia de la Conquista de México de W. H. Prescott


"Los europeos y sus descendientes culturales en América tienen una nefasta historia de destrucción de culturas aborígenes en nombre del cristianismo y de la Ilustración."

James Rachels, Introducción a la filosofía moral


Ficha bibliográfica:




Historia de la Conquista de México
Autor: William H. Prescott
Editorial Porrúa, 31 de marzo de 2000
“Serie Sepan cuantos…” Núm. 150
770 Págs.
Traducida al castellano por Don José María González de la Vega
Anotada por Don Lucas Alamán
Con notas críticas y esclarecimientos de Don José Fernando Ramírez
Prólogo, notas y apéndices: Juan A. Ortega y Medina

Europa y la expansión del mundo (1415-1715)
Autor: J. H .Parry
Fondo de Cultura Económica México- Buenos aires
25 abril 1952
236 Págs.
Versión española de María Teresa Fernández


El Sueño Mexicano o el pensamiento interrumpido
Autor: J.M.Le Clézio
Fondo de Cultura Económica
Octubre 2008
278 Págs.


La expulsión de los españoles de México (1821-1828)
Autor: Harold D. Sims
Fondo de Cultura Económica,Secretaria de Educación Publica,Lecturas Mexicanas Número 78, 1974
W.H. Prescott escribiendo la epopeya de los aztecas


El trabajo de Prescott nos da una idea  que el mundo indígena en realidad implosionó en el siglo dieciséis. El pueblo azteca era de una mentalidad tan dominadora (ahora diríamos de “primer mundo”) que los otros pueblos vivían atemorizados ante su presencia.  “Los aztecas eran una raza fiera y brutal”, dice el historiador Prescott. Todos acabaron jurando obediencia al rey de España antes que  al tlatoani azteca. Desde el principio se dieron cuenta que su cultura, su arquitectura y su cronovisión, terminarían. Y lo aceptaron. Parry, otro historiador, dice  refiriéndose a los españoles: “Tenían la ayuda de un gran número de indios aliados que, ignorando lo que les ocurriera a las ranas que pidieron rey, atacaban alegremente a sus antiguos señores o rivales”. En cambio Le Clézio en El sueño mexicano (FCE, 2008) dice que los aztecas hicieron la guerra increíble: “Para impedir la destrucción de sus creencias y de sus valores tradicionales”.

 ¿Por qué España no se quedó para siempre en México, conseguida la conquista, como sí lo hicieron los ingleses en Estados Unidos o los árabes en España durante ocho siglos? Parry nos explica las condiciones adversas que prevalecían en el exterior, con piratas y corsarios, y que España no pudo resolver. Y Prescott nos relata a detalle el proceso defectuoso de la conquista  de México,  realizada por los españoles, y que la corona de España tampoco pudo resolver. Los colonizadores en América, tanto españoles como ingleses, poco caso hacían de las leyes que al respecto expedían los centros de poder en Europa.

 No hay que olvidar que el siglo dieciséis fue el tiempo en el que, gracias a sus exploraciones y dominios de los mares, los países de la Europa central, España, Portugal, Inglaterra, Francia  y Holanda, se repartieron el mundo tanto hacia el Occidente, como al Oriente. Firmaban tratados y se intercambiaban extensas regiones geográficas con todo y habitantes.


  Apenas un siglo más tarde, de la toma de México-Tenochtitlán, en 1600, varios países de Europa central ya estaban efectuando una presión muy fuerte sobre España tanto comercial como militar e ideológicamente, con sus barcos y goletas de guerra y sus cristianismos liberales. El espíritu del siglo diecisiete en Europa era unirse Inglaterra con Holanda para desbaratar el poderío español en América. Ese tratado nunca llegó a firmarse pero el borrador de dicho documento, citado por Parry,  da idea del ambiente político en esa época: “se quitarían sus posesiones a españoles y portugueses, y todo el mundo colonial sería dividido, quedándose  Holanda con Brasil y el Oriente, e Inglaterra con el resto de América. Era pues, urgente, que España  hiciera un cambio radical en las relaciones de colonialistas y colonizados en México. Pero no se hizo, no se supo cómo, no se pudo o no se quiso. Se dejó pasar el momento y la cuenta regresiva para España en América empezó a funcionar

Un continente que se le va de las manos es para pensar en la historia que se repite en los grandes y chicos imperios,desde Etruria,Grecia, Roma...España pudo haber hecho un continente inexpugnable para ella, por los siglos de los siglos,con haber elevado las condiciones económicas,sociales y culturales de los indoamericanos. Con una explotación racional de los recursos naturales para los indoamericanos,no sólo para la metrópoli,con haber cambiado la fórmula solidaridad en lugar de explotación. Era para pensar que con América España perdía Europa.Un precio demasiado elevado. La masa que estaba fermentando desde entonces no era para hacer un  pastel sino una revolución.

Tres siglos más tarde,en 1827,los mexicanos estarían haciendo la revolución,política y armada, para quitar a los españoles de los puestos de mando (ver a Harold D. Sims) y lograr su expulsión de México.

Ni siquiera se necesitaba una mente privilegiada para conocer, con mucha anticipación, el desenlace. Un siglo más tarde, después de la conquista, aparecerían en el norte del continente las “Nuevas”. Nueva Inglaterra, Nueva Francia, Nueva Holanda, y la ya existente América portuguesa, también enemiga de España. La primera mitad del siglo diecisiete conoció una verdadera guerra de guerrillas navales que saqueaban impunemente  a los  galeones españoles cargados con oro, plata y especies que se dirigirá a España.




El Coatepantli de México-Tenochtitlán. Una sección del mismo visto desde el NW. La piramide del lado izquierdo es el templo dedicado a Tlaloc-Huitzilopochtli.  Conocido ahora  comoTemplo Mayor. El Coatepantli estaba cercado en derrredor  con la barda en forma de serpiente que se ve en el primer plano. Todo en medio de una laguna de unos cincuenta por sesenta kilómetros. Para llegar a esta ciudad era por calzadas construidas en medio del agua, de unos veinte metros de ancho.


Impunemente porque España no disponía ni con mucho de un potencial de guerra marítimo para hacer frente a holandeses, ingleses, franceses,  portugueses y aun a africanos. Estos barcos piratas  eran, irónicamente, el equivalente a los barquichuelos  construidos por Cortés para sitiar a México- Tenochtitlán. Ahora piratas y corsarios, legales e ilegales, sitiaban en alta mar a la Nueva España. Parry: “El Atlántico del Norte estaba infestado de piratas, no sólo los proscritos filibusteros del Caribe, ni sólo los corsarios holandeses y franceses de tiempo de guerra, sino también las poderosas flotas sostenidas por los sultanes del norte de África al objeto de pillar las naves europeas”. Y esto que prevalecía en el Atlántico Norte funcionaría también en el Golfo de México,  el Mar Caribe y Océano Atlántico abierto.

A la postre, este  pensamiento de apoyar mucho la economía en sus colonias de América, ocasionaría el decaimiento de España misma. Fue un peligroso pensamiento que los ingleses evitarían con todo espíritu previsor en sus colonias en el norte de América. Parry cita  un trabajo escrito por Evelyn: “…el número excesivo de nuestras colonias americanas, de donde tan pocos regresan… que con el tiempo nos dejará sin gente, como ahora está España, y nos pondrá en peligro de ruina como las Indias han puesto a España”.

La política tan apresurada, llevada por los conquistadores españoles, de apoderarse del oro y mano de obra de esclavos en México, contrasta con las políticas que seguirían  Inglaterra y Francia en el norte del continente apenas un siglo más tarde. Éstas empezarían casi siempre como factorías comerciales,  no como fuerza conquistadora. Ingleses y franceses comerciaban con los indios, pieles y maderas. Los españoles eran románticos soñadores de escudos heráldicos. Los puritanos, en cambio, eran financieros. El resultado fue que dos siglos más tarde estos estaban bien  posesionados  en el Nuevo Mundo mientras que España se debilitaba en América día con día de manera irreversible.

Como en el modelo fractal, así fue la historia continental en América de España con relación de algunas fortunas de los grandes hacendados en la región de la hacienda de Hueyapan, noreste de Pachuca, ahora estado de Hidalgo, que ilustran el proceso de los españoles de poder político y fortuna de la colonia en México. 

 Por ejemplo, la del terrateniente Tello, citado por Edith Boortein Couturier, en su obra La hacienda de Hueyapan 1550-1936:" ...La historia de la familia Tello en el siglo XVIII ilustra que la primera generación acumulaba la propiedad, la siguiente generación era capaz de conservarla, pero era probable que la tercera la perdiera.

Relata otro caso similar al referirse a las familias Escorcia y Regla, de la misma región: "La historia de ambas familias repitió el ritmo de desarrollo familiar que establecieron  los Escorcia, donde el fundador de la familia invirtió el dinero y adquirió el poder. La segunda generación de la familia conservó las propiedades y la tercera generación comenzó a perderlas.

De la familia Regla dice: "Al igual que los Escorcia y los Tello, la segunda generación de los Regla había sido capas de conservar íntegro el patrimonio, mientras que la tercera generación la había comenzado a perder."

Por lo pronto España era, como  escribió Baltasar Gracián:

"Oh, España,
 Belona de dos mundos fiel
te aprecia,
y armada teme la nación extraña."


Y lo que Prescott nos relata, hacia el interior, es un principio de conquista sobre bases falsas que pronto se descubriría. Cortés les aseguraba a los indios que, a partir del día en que  aceptaran pelear a su lado, contra los aztecas, pasarían a ser súbditos del emperador español con igualdad de derechos que los españoles. Pero ya  el 14 de agosto de 1521, el día siguiente de consumada la conquista, con la toma de Tlatelolco, esos mismos indios, vencedores de los aztecas, fueron repartidos como esclavos.


Los españoles se informaron del tributo que los pueblos entregaban a los aztecas y enseguida les exigirían lo mismo, además de un tráfico de esclavos al estilo del Viejo Mundo. Pero no sólo eso. En parte Parry comete una equivocación al asegurar, lo mismo que decía Cortés, que los indios tenían los mismos derechos de los españoles: “Los indios eran súbditos de la corona de Castilla y tenían derecho a la protección”. Esto era cierto en la letra pero no en la práctica. Sucedía lo contrario con los esclavos negros comprados por España  a los traficantes holandeses, ingleses, franceses y portugueses. Al menos en México los esclavos negros tenían un estatus más alto que los indios. Los negros eran una inversión monetaria que el español hacía. Nadie, sino él, podía disponer de su vida y a menudo los negros llegaron a ser administradores del hacendado. Esta situación de intocabilidad daría pie a muchos abusos cometidos por los esclavos negros en contra de las comunidades indígenas.

 La ciencia social y la teoría psicoanalítica todavía no nos dicen de qué manera los países de ese tiempo, de la expansión europea, llegaron a un arreglo con su conciencia. Los pueblos religiosos tienen como censor al cielo y los pueblos laicos tienen encima la figura punitiva del superego. Tuvo que ser un arreglo de emergencia para poder vivir después de comerciar con unos cuatrocientos millones de esclavos indígenas y negros durante siglos. Fue el mayor genocidio que ha conocido la humanidad.

 Los indios vencedores de los aztecas ahora descubrían de qué lado había estado la derrota. Los aztecas pelearon hasta el final como pueblo guerrero que siempre fue. Pero los aliados de Cortés habían sido vencidos por la astucia del español. De inmediato empezaron en México tanto la inconformidad silenciosa como los disturbios callejeros. De ahí que el dominio español en México no pudo pasar de tres siglos. Pudo haberse quedado más tiempo, o para siempre, incluso. Pero el principio en Ceutla, como veremos, había sido el primer paso en falso. Tan grave para la corona española como  para la Iglesia católica. Cuando llegaron los españoles, en el siglo dieciséis, no se les tomaba como conquistadores sino como libertadores. De ahí su fácil e increíble avance.

Los tlaxcaltecas y cempoaltecas alimentaban a su ejército,  llenaban sus alforjas de oro y plata y de sus cuellos colgaban sartas de diamantes auténticos, les regalaban a sus hijas y los alojaban en los mejores aposentos. A una sola orden de los españoles, miles de indios se arrojaban y morían bajo las lanzas de los aztecas.

En algunos pueblos, allende las altas montañas nevadas, al este del Valle de México, sería con el tiempo  una especie de orgullo al declararse la "cuna del mestizaje".

Diferente en el norte del país donde los  chichimecas retardaron por cien años el avance de los españoles que seguían avanzando a la  búsqueda de los yacimientos de oro y plata: Zacatecas, Guanajuato, Parral, etc... Aquí el "derecho de pernada", como se conocería la imposición que toda mujer casadera, antes de la boda tenía que acostarse con el hacendado, fue  impuesto pero no aceptado. Andando el tiempo los norteños se cobrarían esto contra los españoles dueños de haciendas con una crueldad que mejor no mencionarla aquí.

No es rara en la historia mundial que se de la   dualidad del "enemigo-amigo"o el "invasor-salvador". Dos ejemplos.
Piensese en la facilidad con la que entró el ejercito de Napoléon a España.En el principio como aliados penetraban y se movían con facilidad por las ciudades.Estaba lejos aun el 2 de Mayo.Así como Murat jugaba con Fernando VII así Cortés con los tlaxcaltecas y cempoaltecas.

El otro caso es lo que se conoce como la "Expedición Punitiva". Los norteamericanos penetrando el territorio mexicano, con todas las facilidades dadas por  gobierno de Venustiano Carranza, para que persiguieran y apresaran a Pancho Villa. Como todo eso derivó hacia el pensamiento de anexión total del teritorio mexicano, por parte de Washington, después hubo que recurrir a la confrontación militar, como hicieron los españoles con los franceses de Napolén.

El caso mencionado de España todavía no era una nación  pero ya existía el espiritu de unidad en el pueblo y el invasor no duró una década para ser expulsado. En Mesoamerica no había tal unidad y el invasor duraría los mencionados tres siglos.

Para asegurarse de esta situación de incondicionales, los europeos de  siglo dieciséis en todas partes, tanto los holandeses entre Filipinas y Nueva Guinea como en las lejanas islas Molucas, los españoles en México y en Perú, buscaban de inmediato a los inconformes. Al que se sentía el heredero desplazado  le daban su apoyo en contra del que ejercía el poder.


En Texcoco lo encontraron en la pugna interna de la familia Ixtlilxochitl. En Tlaxcala en la familia de Xicotencatl. De esa manera  tenían ya de entrada a una enorme parte del pueblo para que luchara decidida y  gratuitamente a su lado. Estos habitantes resentidos eran voluntarios gratuitos, no  guerreros profesionales con exigencia de paga. Cuando volteaban la cara  ambos parientes antagonistas ya tenían  encima a un amo, ajustándoles los grilletes en los tobillos. Parry dice refiriéndose a los bantamanos de Java: “Aunque fuertes, belicosos  y civilizados, demostraron no poder luchar con la compañía holandesa con su organización estable, su falta de pleitos sucesorios y su inexorable espíritu de lucro. Constantemente inquietados por intrigas de harem y guerras de sucesión, todos los príncipes indonesios pedían muy pronto a los holandeses que intervinieran en sus querellas; cada servicio así prestado por los holandeses, era recompensado con concesiones comerciales que fortalecían el dominio de la compañía sobre el mar circunvecino”. Todos estos países europeos de ese tiempo jugaban las mismas cartas de intriga. Todo esto se repetiría en Cempoala y Tlaxcala.

 La pregunta regresa: ¿Por qué nada más tres siglos?
Las travesías españolas por el Atlántico y los viajes de exploración, a partir de la isla  Cuba, en el  siglo dieciséis se trataban, efectivamente, de una conquista para apropiarse de todo lo que encontraran. Empero, esta conquista estaba pensada por el gobierno español con otro ritmo. Un poco al estilo de Fray Bartolomé de Las Casas. Con el tiempo suficiente para ir mostrando las ventajas tecnológicas, culturales y religiosas del Viejo Mundo que en el Nuevo eran desconocidas. La imprenta, la rueda, la pólvora... Sobre todo la labor religiosa necesitaba de ese ejercicio dialéctico en el que intervienen dos posiciones y van confrontando sus argumentos a través de la palabra. Como sucedió en los primeros años del cristianismo con el mundo griego. O con los mismos aztecas, cuando los religiosos de la conquista trataban de convertirlos, aquellos respondían que sus dioses siempre habían estado a su lado y no había argumento para cambiar.

Pero el 26 de marzo de 1519, que era Domingo de Ramos, día que tuvo lugar el primer encuentro armado en Ceutla, en que los tabasqueños presentaron un valeroso combate no obstante la superioridad de las armas de guerra de los españoles, se decidió qué tipo de conquista iba a tener lugar. Deslumbrados por el oro, los conquistadores cargaron frenéticamente  con toda su artillería y en breve tiempo el triunfo estuvo de su lado. Después de una carnicería, miles de indígenas fueron obligados, espada en mano, a aceptar la nueva religión. Durante tres siglos esa fue la tónica: violencia y religión impuesta. Y hoguera para el que persistiera en su ancestral religión indígena.

La persecución a muerte que los grupos extremistas religiosos hacen contra la Iglesia de Cristo, en el siglo veintiuno, en el Medio Oriente, así como también  los regímenes políticos totalitarios actuales en América, nos dan una idea cercana de la persecución también implacable que soldados y  religiosos emprendieron en el siglo dieciséis en contra la religión de Tezcatlipoca. 

Todavía estaba muy lejos el 13 de febrero, del 2016, en que el Papa Francisco diría, en San Cristóbal de las Casas, Chiapas: " México necesita de sus culturas indígenas."


La absoluta ignorancia que los nuevos conversos tenían del cristianismo redundaba en que, en estas precipitadas conversiones, adoraban por igual a la cruz que a un caballo. Prescott relata la conversión de los indios de la isla del Petén. Tuvo lugar cuando la expedición de Cortés a Honduras, en la cual los españoles ahorcarían a Cuauhtémoc. Llegado el ejército  a esta isla  sus habitantes pronto se convirtieron, sin oponer resistencia, al cristianismo, con la consecuente destrucción de los ídolos. Cuando la expedición siguió hacía  Honduras dejó en la isla un caballo que se encontraba herido. No distinguiendo para nada de qué se trataba la nueva religión, los nativos creyeron que el caballo era una  divinidad recomendada por los españoles. Y le rendían culto como a una divinidad. Esto duró al menos hasta 1618, año en que volvieron a visitar la isla dos frailes franciscanos. 88 años vivieron en la creencia que el caballo era el símbolo del cristianismo, no la cruz. En pleno siglo veintiuno tampoco habría que ir tan lejos para constatar que persiste la veneración al caballo que trajeron los españoles. En la plaza de las Tres Culturas, Tlaltelolco, en pleno corazón de la Ciudad de México, se venera en el templo de lugar, a un Santiago apóstol montado en su blanco caballo, espada en alto, destacando sobre una confusa multitud de indios asustados.

El protestantismo en México, para el siglo veintiuno, ha proliferado. No por la supuesta conspiración, procedente de Estados Unidos, con base en lo que  un presidente de esa nación dijo en el siglo diecinueve, que los Estados Unidos no podrían avanzar más hacia el sur del continente en tanto el catolicismo fuera mayoritario en México.


La causa de fondo, como veremos más adelante, por lo que el protestantismo ha aumentado en México, es precisamente por esa falta de dialéctica religiosa de que careció cuando la conquista.

El mito es el más profundo de los símbolos. Es una realidad que la clase social que desconoce sus mitos, y ya sea por imposición, o por ignorancia, cultiva mitos ajenos, los resultados, de creencia y de practica, son mediocres.El mito encierra la cosa en sí, a lo que existe por sí. En su gran obra Paideia, Werner Jaeger apunta  que "toda clase social posee su propio tesoro de mitos."


La  sospecha de Fray Bernardino de Sahagún, que lo motivó a escribir su gran obra, en el siglo dieciséis, sigue vigente en el siglo veintiuno en México: Le rezan a la cruz de Jesucristo pero en realidad están adorando a la cruz de Quetzalcóatl. Y Carl Jung en el siglo veinte lo confirmaría: El mito vive perenne en el inconsciente colectivo del pueblo.


 
Aquí es  valedero ,al menos para México,el dicho popular de que "de un católico ignorante de su religión, sale un protestante".

Así  como los holandeses en Batavia prohibieron todo culto público que no fuese el de la iglesia protestante holandesa, con inquisición holandesa y todo, contra toda señal de catolicismo, así los españoles prohibieron durante tres siglos otro culto que no fuera el catolicismo romano, con inquisición española contra todo peligro de contaminación protestante. La legislación española y la Iglesia católica salvaguardaban mucho a los indios en el terreno religioso, pero de todas maneras  los conquistadores los quemaban vivos bajo la acusación de idolatría. San Miguel Arcángel, el general de los ejércitos celestes, fue ocupando los lugares de los dioses mexicas. En el cerro Cuatlapanga, Tlaxcala, o Coatlinchan, donde se esculpía desde la civilización teotihuacana el gran monolito dedicado a una deidad del agua (ahora en Chapultepec), en la cumbre de la montaña San Miguel, Desierto de los Leones, en la cumbre de la pirámide de Cholula…

¿Cómo olvidar un mundo fenoménico, generatriz y mágico cerca de los dioses, entre los vientos, las tormentas, las montañas nevadas y los días soleados, donde los hombres eran  semi dioses, en realidad, toda vez que se afanaban en conserva la obra que los dioses habían hecho. Después tener que vivir bajo la culpa del cristianismo de una pareja que comete una falta quién sabe dónde.

Los dioses mexicas no se peleaban entre sí, se complementaban. Ahora en el catolicismo hay dos fuerzas metafísicas en conflicto, el Mal y el Bien.

 Los crueles aztecas mataban en nombre de un dios de la guerra. Los  cristianos mataban (5 mil asesinados en un solo día en Cholula de población civil indefensa , niños,mujeres y ancianos), robaban,  explotaban y esclavizaban, en nombre de un dios del amor. ¿Cómo entender todo esto? No lo entendían, sólo fingían.

Se dio el fenómeno de un cristianismo romano y un cristianismo  romano en México.Dicho de otro modo se refiere de cómo el mundo indígena absorvió el cristianismo hasta fundirlo en un sincretismo con la religión de Tezcatlipoca.A tal punto que se puede hablar de un cristianismo mexicano.Pero no se piense en un sisma con Roma,al estilo del cristianismo ingles de Enrique VIII. El pueblo mexicano, en un noventa por ciento, sería católico. Porque un Nuevo Testamento, sin el etnicismo que subyace en el inconsciente colectivo del mexicano, sólo sería un texto utilitario, laico, como cualquier protestantismo, sin magia ni espiritualidad como lo entiende la cronovisión mesoamericana.

Cuando el oro indio, enviado por Cortés, empezó a llenar las arcas del gobierno español, todos en la corte comprendieron que la conquista había agarrado otro ritmo. Esta discordancia en la manera de llevar a cabo la conquista, sería confirmada más adelante, cuando españoles y tlaxcaltecas pelearon contra  los de Tepeaca. Perdida la batalla por estos, fueron repartidos entre los aliados como esclavos ante escribano.

Fue en Tepeaca donde por primera vez, en lo que sería Nueva España, se oficializó (ante notario) la esclavitud y marcó con hierro candente el rostro de  los prisioneros. Esta actitud no fue autorizada por la corona de España. Prescott dice en el libro V, capítulo VI: “La sentencia, sin embargo, no fue confirmada por la corona, que como la Legislación colonial demuestra claramente, estaba siempre en pugna con la avaricia y la codicia de los conquistadores”.

Parry se refiere a esta situación: “La conversión por la espada fue repudiada en el siglo dieciséis tanto por los teólogos como por los gobernantes rectos… En las colonias de las potencias católicas del siglo dieciséis, al periodo de la guerra de cruzada y de pillaje siguió un periodo de serio y profundo fervor misionero. En la América española sobre todo, la Iglesia se esforzó no sólo en convertir sino en enseñar a los indios, y en reclutar y preparar un clero indígena culto”.

 Pero lo que marcó a los indios de México fue la violencia de los conquistadores, no el mensaje de paz de los misioneros.

Manuel García Morente, a quien consideramos, y queremos, como un gran pensador español del siglo veinte, se entusiasma demasiado al definir la hispanidad en el Nuevo Mundo con estas palabras: "La expansión española en Ultramar no fue propiamente una colonización, ni siquiera un esfuerzo de tipo imperialista. Fue ya en su origen mismo un parto, el parto de una madre llena de fecundidad vital."
Estudios y ensayos

Madre singular que destruye, esclaviza y se lleva su oro durante trescientos años, en México  recuerda, a muchos mexicanos, a Medea, la de Eurípides.

 Miguel León- Portilla al ser investido recientemente( enero de 2010) con el grado de Doctor Honoris Causa por la Universidad Complutense de Madrid dijo que "no ha habido otra potencia colonizadora en las americas que,como España, haya tenido tantos varones de gran pensamiento y acciones. Ni portugal, Inglaterra, Francia u Holanda". Destacó a Anton de Montesinos, quien en sus sermones denunció y condenó las tropelías en contra de los indios; Bartolomé de las Casas, que escribió y luchó en defensa sobre todo de los indígenas de México y Guatemala; Domingo de Santo Tomás y Alonso de la Vercruz, así como Vasco de quiroga, y Bernardino de Sahagún, precursor de la antropología en el nuevo mundo"(Gaceta UNAM del 2 de febrero de 20010, Pág. 6). Y si lo dice un académico mexicano  que ha hecho 23 doctorados, en ese disciplina  científica, y con una creación literaria prolífica, entre ellos la formidable Filosofía Nahuatl,hay que creerle.

El día que en San Juan de Ulúa cayó el último bastión de España en México, en noviembre de 1825, todo el país, o casi todo, en efecto, era católico. El sueño de Hernán Cortés y de Roma.

 Pero era  un catolicismo de superficie, con una muy ligera capa de cristianismo. En una escala inmensa ignora el pueblo lo que pudiéramos llamar la “Declaración de Principios” de la Iglesia, que son los Sacramentos. Pocos saben cómo sostener estos principios frente a los obsesivos lectores bíblicos del cristianismo liberal procedente de Estados Unidos. Un rencor que vive en el inconsciente colectivo del pueblo mexicano lo lleva masivamente  al templo católico, por costumbre impuesta,  pero no por convicción.

Ese inconsciente colectivo también  le dice al mexicano que las losas de andesita y de  tezontle rojo y negro de los templos cristianos  son las mismas  con las que estuvieron construidas las pirámides - templos de sus dioses,  que los templos cristianos están asentados en las mismas bases de sus pirámides,  que los templos cristianos, al menos los del siglo dieciséis, están orientados este-oeste que es la orientación geográfica-mitológica de la religión de Tlaloc-Tezcatlipoca,   que las vendedoras de artesanías y víveres que ofrecen sus mercancías  a la entrada del templo cristiano era como lo hacían antes   en las proximidades de la base de las pirámides.No es raro ver que   los mexicanos que tienen formación histórica  de manera consciente toquen esas losas.


Sectores reducidos profundizan responsablemente, en México, en los principios y practica del "cristianismo de Cristo". La mayoría  es de una practica mecánica superficial.


Es el resultado inconsciente de haber obligado, cinturón en mano, como  veremos más adelante que hacía Cortés, asistir a la celebración dominical del Sacramento. Y es famosa la costumbre de Pedro de Alvarado de hacer morir a los indios rebeldes, después de la conquista, en las fauces de los perros.

Hernán Cortés fue, para las creencias religiosas de los pueblos de Anáhuac, lo que el emperador Diocleciano para el cristianismo en el principio del siglo cuarto de nuestra era. Para los que no tengan información histórica de esta época, trascribimos lo siguiente:

"La catedral de Nicomedia fue arrasada (24 de febrero de 303). Se promulgó un edicto “para derribar todos los templos hasta sus cimientos y destruir con fuego las Sagradas Escrituras, y recomendando que quienes se encontraban en puestos de honor fueran degradados si perseveraban en su adhesión al cristianismo” (Eusebio, Op. Cit. VIII, II). Tres decretos ulteriores (303-304) señalaron las etapas de incremento en la crueldad de la persecución: el primero ordenaba que los obispos, presbíteros y diáconos fueran puestos en prisión; el segundo, que los mismos fueran torturados y forzados por cualquier medio a sacrificar a los ídolos; el tercero incluía tanto a los laicos como al clero). Eusebio y las Actas de los Mártires dan testimonio de la enorme crueldad con que estos edictos eran puestos en vigor y del gran número de los que sufrieron por la fe. En ellos podemos leer, incluso, acerca de la masacre de toda una población que decidió declararse cristiana"
Fragmento  tomado de la Enciclopedia Católica-Internet.


Diocleciano es recordado como el más cruel perseguidor del  cristianismo. Por un acto idéntico de destrucción y terror, en contra de la religión de Tezcatlipoca, Cortés es tenido como el más grande personaje, casi para ser elevado a los altares por la Iglesia ( de la misma estatura histórica que Constantino), por haber  impuesto el cristianismo en México.

Fuera del tiempo y del espacio, la divinidad se manifiesta por igual en todos los pueblos del planeta, sin importar continentes y épocas. Esos pueblos van a vivir  la divinidad según su circunstancia, para emplear una frase de Ortega y Gasset.

El Doctor Angélico, el gran dominico Santo Tomás de Aquino, el considerado por algunos filósofos católicos (Manuel García Morente) en el mismo nivel filosófico de Platón, Aristóteles y San Agustín, ya había puesto en claro los conceptos de unívocos, equívocos y análogos. Pero no le hicieron caso. O no lo habían leído. Tomás es del siglo trece.


Tomás no sólo encontró analogía, sino hasta identidad, en el paganismo de Aristóteles con el del cristianismo (según la circunstancia y manera de simbolizar de cada pensador). Por esta tan adelantada manera de pensar, de Santo Tomás, la inquisición anduvo tras él por algún tiempo.


Imposible para los frailes considerar identidad, de la divinidad representada por los ídolos con la cruz (sólo símbolos dentro de la fenomenología para invocar a la divinidad).


Tampoco pudieron aplicar, siquiera, la palabra analogía. Y se aferraron en el término equivocidad.


 Para los frailes no había ninguna identidad ni analogía, sólo equivocidad. Y el indio que permanecía en su religión original, si era descubierto, acaba en la hoguera.


El Quemadero, a un lado de la alameda central, en la capital, fue originalmente para los que siguieron creyendo en Tezcatlipoca, y luego le siguieron los judíos.


 


 


 


 


 


 
 
 
Los quemaban o los marcaban en la cara
con fuego.
En la ilustración un tlaxcalteca y un español
marcan a un azteca
 

 

 

 

 

 







"Nadie es capaz de amar a alguien porque se lo manden" percibió Kant con toda claridad porque se convierte en un imperativo que niega toda adultez y toda libertad al ser humano. Inmoral porque, sabido es,  sin libertad de decisión todo queda en entredicho. 

 La practica del "aperreamiento" arrojaría desde el principio, y para la posteridad,  un catolicismo de superficie que, junto con el magro conocimiento de la cultura occidental y de la cultura náhuatl, en los mexicanos, sería campo fértil donde se alimentarían en abundancia los cristianismos heterodoxos.
 
"Porque siempre deja alguna amargura la piedad cuando emplea el rigor", le dice Beatriz a Dante.

Wallestein, el personaje de Schiller, se refiere al sentimiento que anida en los habitantes de una nación que fueron obligados por la fuerza a aceptar una religión ajena  a su modo de ser: "¿Puede acaso olvidar el hijo que acosaron a su padre  con perros para que fuera a la iglesia?"

"El amor no puede ser mandado", dice Max Scheler en su Ética.

Y agrega: "Fundamentar el amor en el respeto de una ley "que ordena el amor"-  respeto además de la pura "ley",con independencia de la persona que establece la ley- es el colmo del absurdo a que ha llegado el racionalismo de la Ética...El que afirma respetar una ley solamente porque es tal ley y porque tiene la forma imperativa,hallase situado,en realidad,más lejos de lo que se imagina del objeto de su respeto."

(capítulo segundo:El valor y el deber ser, página. 318 de la edición Caparrós Editores, Madrid, España, 2001).

Primero la obediencia y después la comprensión. Cientos de miles de indios conversos en los primeros años cuando, en realidad, pocos frailes habían aprendido el náhuatl y los indios en su totalidad no sabían una palabra de español.

Kierkegaard, en Mi punto de vista, intenta hacer distinción entre  cristiandad y cristianismo (se refiere a los de su Iglesia luterana, en su tiempo, pero vale igual para el caso de los supuestos conversos indios de Anáhuac). De la primera anota. "¿Qué significa el que todos esos miles y miles se llama a sí mismos  cristianos como cosa corriente?¡Esos hombre innumerables, cuya mayor parte, según es posible juzgar, viven en categorías completamente ajenas al Cristianismo." 

No importaba que no comprendieran, lo que urgía era que obedecieran. De esa manera se aprendió hacer la señal de la cruz de la nueva religión en tanto el ethos indio quedaba incólume. Muchas veces lo advirtieron los ilustres frailes como Sahagún y Diego Durán, cuando alertaban al clero: "¡Están fingiendo!"

Fray Bernardino de Sahagún, el más grande de nuestros historiadores de la conquista española, se lamenta ya de este fingimiento de los indios en los años inmediatos  que siguieron de la caída de México-Tenochtitlán:

"Cerca de los otros sacramentos, como fue el de la confesión, y comunión, ha habido tanta dificultad en ponerlos en el camino derecho de ellos, que aun ahora hay muy pocos que vayan vía recta a recibir estos sacramentos, lo cual nos da gran fatiga, y mucho conocimiento de lo poco que han aprovechado en el cristianismo."

Ahí mismo, en el párrafo siguiente, relata cómo los españoles y religiosos organizaba grupos de sus indios  aliados para sorprender a los que de noche seguían con sus ritos ancestrales a Tezcatlipoca, Tláloc y a su gran diosa Chicomecoatl. Los llevaban como prisioneros, los castigaban durante días hasta que declaraban apartarse de lo de antes y ser cristianos:

"prendíanlos a todos y atabanlos y llevabanlos al monasterio, donde los castigaban y hacían penitencia, y los enseñaban la doctrina cristiana y los hacían ir a maitines a media noche y, se azotaban, y esto por algunas semanas..."

El ecumenismo religioso de los dioses mexicas está consignado y fuera de duda. El intolerable fue el cristianismo. 

En Tabasco se echaron los dados para que, a la postre, tanto España como la Iglesia no contaran con bases  imperecederas en México y en el continente. Cempoala y Tlaxcala ahora prefieren no hablar de España y en su lugar festejan ruidosamente el 15 de septiembre de cada año. Y el gran aporte cultural que España ha hecho al mundo, en México no es particularmente buscado por el pueblo, salvo en los círculos de estudios superiores. Se frecuenta, sobre todo, la literatura alemana, francesa, inglesa, rusa, noruega, estadounidense y suramericana. A los mexicanos, por ejemplo, les cuesta mucho esfuerzo leer el Quijote de la Mancha y en cambio están familiarizados con La Ilíada de Homero o La Divina Comedia de Dante.


Prescott pregunta si la dominación española en México en realidad fue una conquista o sólo una invasión que duró tres siglos.  Ya en los días de la conquista Bernal Díaz del Castillo se refiere a esta conducta equivocada de Cortés  de implantar la nueva religión: “Más de una vez puso en peligro su vida y su fortuna y aún el éxito de sus empresas, por la manera impolítica y prematura con que quería lograr la conversión de los indios”. Cayo, otro historiador citado por Prescott, y refiriéndose a Cortés, dice que: “Después de la conquista mandó que todos los domingos y fiestas de guardar se asistiese a la explicación de las Escrituras so pena de ser azotados”.
 

La fe no se impone de ninguna manera. Si así se hace se obtendrá un fingimiento. “No es posible imponer por la fuerza de la razón la fe-dice Karl Jasper en su obra La filosofía- menos que nada por medio de las ciencias, pero tampoco por medios de la filosofía” Y poner a la razón por delante, como hace Jasper, es tener una actitud ecléctica, de dialogo. Pero imponer la fe empelando metidos punitivos es una historia que no queda cerrada, sino pendiente para dirimirse en situaciones más favorables al ahora vencido.

 
Cortés hacía esto no porque fuera llevado por la idea de evangelizar para la salvación de las almas, como lo entiende el cristianismo. Tenía claridad que una vez que el espíritu de la nueva religión penetrara las almas, la disposición guerrera del azteca, se debilitara y no sería ya motivo de preocupación para España.
 
La disposición de los frailes era diferente y llamaba con auténtico celo cristiano al azteca a convertirse. Un diálogo de la novela de Jaime Cárdenas Rodríguez nos da idea de como en la realidad pudieron suceder las cosas. La exhortación de los frailes sería en este tono:
 
"Dejen las armas, hijos míos. Tantos errores, pecados y muertes pueden llevar sus almas al infierno. Vuelvan por el buen camino, por el camino de Dios, de la paz, del perdón! ¡Regresen al camino de la bondad y del amor al prójimo! ¡Háganse cristianos. Cristo es el camino, es la humildad, el perdón, la salvación!" 
 
Asimismo, la respuesta de los aztecas sería como aparece en la misma novela: "Los de nosotros que han hecho la paz con ustedes. Ahora son esclavos, son humillados, son "cristianos vejados."
 
Las creencias expresadas en mitos,leyendas y tradiciones,perviven después de las conquistas armadas,debido a que la nueva idea fue impuesta,no sublimada mediante categorías morales,tal como Max Scheler  dice en su Ética: " La orden que emana de este acto  (bien sea expresada en forma concreta,o en forma general-la norma-) es la que hace posible la definición de lo "bueno" y lo "malo", gracias al contenido de la orden.Todos los modos de variación en el juicio de valor moral-tanto en el individuo como a través de la historia- son solamente una expresión simbólica de la victoria de una voluntad sobre las otras voluntades, y nunca es un progreso en el conocimiento moral lo que cambia la conducta,sino tan sólo una práctica nueva, la cual hace que otros objetivos distintos de la voluntad sean llamados buenos o malos." (cursivas y guiones son del original)

Historia de la Conquista de México fue editada  en Londres en 1843 y en México en 1844 dos veces este mismo año. Su autor es un cuidadoso historiador de formación académica, de vuelos culturales a semejanza de su contemporáneo Washington Irving, autor de Relatos de la Alambra. Para escribir su portentosa historia Prescott leyó cuanto relato encontró de la conquista del siglo dieciséis y de los siglos posteriores. Y aún tuvo la fortuna de poder encontrar acceso a los archivos históricos, hasta entonces inaccesibles, del gobierno español. Incurrió en algunas imprecisiones, por carecer de otras publicaciones que no estaban a su alcance en el tiempo que él escribió, pero que en la edición de  1970, de la colección “Sepan Cuantos…”, de Porrúa, son aclaradas con notas de Lucas Alamán y de José Fernando Ramírez.

La prueba de fuego que Prescott  pasa, sobradamente, como historiador, es su reconocimiento que hace de los frailes de la conquista. Prescott en lo personal es un celoso calvinista. Pero en ningún momento escatima méritos al celo evangelizador de aquellos frailes franciscanos y dominicos que llegaron a México desde el primer tercio del siglo dieciséis. Y, por el contrario, en materia de historia se apoya en ellos abundantemente.

La obra de Prescott contiene información que no es fácil encontrar en historias de otros autores sobre el mismo asunto. Por ejemplo, la esposa de Cuahutemoc, después de la conquista, se casó tres veces con españoles. La descendencia de Moctezuma fue cuidadosamente protegida por Hernán Cortés quien a su vez la recomendó al gobierno español y éste nunca la desamparó.  Las dos viudas de Moctezuma también se casaron con españoles. Una no tuvo descendencia.

 Visto con detenimiento, que es una de las virtudes del trabajo de Prescott, vemos que Moctezuma  en realidad ayudó a la conquista española mucho más que los  tlaxcaltecas, cempoaltecas, otomis y que la misma Malinche.  Aparte de varios defectos tácticos y psicológicos, solamente apuntaremos uno: Moctezuma permitió que tres mil tlaxcaltecas y casi mil españoles, vivieran durante medio año dentro de México - Tenochtitlán antes de declararse formalmente la guerra. Esto quiere decir que durante seis meses el pueblo azteca estuvo alimentando a toda esta población extraña y enemiga y agotando sus capacidades de resistencia alimenticia para el sitio que después tendría lugar. Por eso la Corona española siempre benefició a la descendencia de Moctezuma, como jamás hizo ni siquiera con los tlaxcaltecas, sus incondicionales.

Prescott confiesa  que escribir  la conquista del Coatepantli (ahora “Zócalo”)  fue la obra cumbre de su vida, como historiador. Reconoce en Hernán Cortés  su delirio por el oro, sus ambiciones, su genio para decir mentiras (a su mismo emperador le escribe buscando la redacción de hacerle creer que en las batallas contra los aztecas ha perdido dos dedos de una mano. Uno de sus capitanes anota que “tiene los mismos que trajo de Castilla”). También Prescott se detiene en relatar  sus innecesarias matanzas masivas. Pero en ningún momento le resta a Cortés su  lugar como un héroe que entra por mérito propio y verdadero en los terrenos de la leyenda. Para  Prescott,  Cortés es el prototipo del caballero medieval aventurero y conquistador de la talla de Roldán, el Cid o Julio Cesar.

Esas mentiras han puesto a Cortés como historiador no confiable del todo.Las fuentes indiscutibles del siglo dieciséis, para la historia  de México,  son Fray Bernardino de Sahagún,Fray Diego Durán,Bernal Díaz del Castillo y, después, Hernán Cortés.

En este primer tercio del siglo veintiuno el francésChristian Duverger ( diario El País, de España, 15/06/13,suplemento cultural Babelia, Pág.12) ha querido pasar a Cortés al tercer lugar diciendo que Cortés es el autor de Historia Verdadera de la conquista de la Nueva España, con el seudónimo de Bernal Díaz del Castillo. Es decir que Bernal Díaz no existió y que Cortés es el autor de Cartas de relación y de la Historia verdadera. Buen aporte para la literatura de café.

Se dice, por el mundo, que Shakespeare y Cervantes fueron la  misma persona, y que Séneca fue convertido al cristianismo por San Pablo. Después de esto ya se puede decir cualquier cosa sin el menor recato. En el mundo ecléctico disolvente de la cultura cualquiera puede  decir que Cardenio es el autor de Don Quijote de la Mancha y de Hamlet...Siempre habrá alguien que se la crea.

En literatura es fundamental la composición lírica, pero decir que Cortés escribió la Verdadera Historia, ¿y no Bernal,equivale a decir que Avellaneda escribió el auténtico Quijote...

Goethe dice que cuando escribía poesía escribía como Goethe,cuando escribía novela escribía como Goethe, cuando escribía ensayó escribía como Goethe...

Son cuestiones fundamentales que van más allá del  supuesto cambio en el estilo de  escribir. En sus Cartas Cortés dice mentiras a su rey. Bernal, en cambio, siempre se ha tenido, por historiadores y antropólogos, como una fuente digna de crédito. Duverger no repara en valores vitales y "valores de civilización" o en juicios analíticos y juicios sintéticos.

Prescott es un estudioso de academia,culto y particularmente analitico.Y sin duda  el más grande panegirista de Cortés. Pero en ninguna parte de la obra que aquí comentamos menciona la mínima sospecha o argumento documentado que  eso de la doble autoría  hubiera sido posible.

Todavía Cortés mentiría a su emperador más tarde  al proporcionarle los elementos para su escudo de armas. Contiene éste tres flechas. Cada una, dice, corresponde a un rey azteca que,defendiendo a México- Tenochtitlán, fue derrotado por el español. Hay aquí dos inexactitudes. El único que perdió la guerra, como veremos, fue Cuauhtémoc. Mocterzuma, aunque se mostró diplomático, con los invasores,es creencia que fue muerto por los mismos aztecas como castigo de portarse como político, irresponsable y medroso, en un momento que debía hacer la guerra. Y la mayor inexactitud  es en lo que se refiere a Cuitlahuac. Ël fue precisamente el que infringió la derrota a Cortés en lo que fue la noche que los españoles y tlaxcaltecas intentaron huir subrepticiamente de México-Tenochtitlán y que los tlaxcaltecas llaman: "La noche triste".  Cuitlahuac moriría en breve, contaminado por la viruela que trajeron los auropeos, y contra lo que los habitantes de   Mesaomerica no tenían defensas naturales , pero nunca fue derrotado.


El  decidido panegírico de Prescott, empero,  no le hace cerrar los ojos. Prescott es claro en el sentido que las armas modernas de los españoles, pólvora, cañones, mosquetes,caballos y gérmenes patógenos, salvaron en numerosas ocasiones a los conquistadores y sus aliados indígenas del desastre definitivo a manos de los aztecas. Cortés y Bernal Díaz mencionan esta circunstancia pero con el menor énfasis posible. Prescott, en cambio, lo destaca. Cuando esto sucede los españoles de la conquista hacen recaer la victoria no tanto en las armas de fuego sino en un deu ex machina. Esta intervención divina se llama  Santiago Apóstol.  Cabalgaba entre las nubes montado en su caballo blanco y trastocaba la derrota en victoria. Siguen el tratamiento bíblico que cuando el pueblo elegido pierde una batalla  Dios estaba enojado y se ausentaba negándoles así su apoyo. Si la batalla se ganaba  Dios se había reconciliado con el pueblo. No se admiten los méritos guerreros de los enemigos y en su lugar ponen a una divinidad caprichosa. De la misma manera Santiago Apóstol se hacía presente o desaparecía…

Monumento a Cristobal Colón, y a los frailes evangelizadores de la conquista, en el Paseo de la Reforma, de la ciudad de México. Hasta ahora ha resistido los numerosos intentos de ser derribado por organizaciones no gubernamentales.








Viñetas aparecidas por  Internet en el  mes de octubre de 2020.
Ante la amenaza de grupos feministas que derribarían este monumento,  "el día de la raza", el gobierno de la Ciudad de México optó por quitarlo "para su restauración" 

Relata los increíbles trabajos de los españoles dirigiendo a sus aliados indios trasportando, desde Tlaxcala, barcos pequeños a través de las altas montañas. Cemopoaltecas y tlaxcaltecas  van cuidando, diez mil indios  y diez mil indios, los flancos de la caravana que lleva tan preciosa carga para sitiar a México-Tenochtitlán por agua y no vayan a ser sorprendidos por los aztecas antes de llegar al Valle de México. Cruzan ríos al estilo de los ejércitos romanos de Cesar, suben montañas nevadas para demostrar que, en efecto, los españoles son lo dioses anunciados por las tradiciones mexicas. Escribe cartas a su emperador Carlos V, como hacía Cesar en su tiempo.  Y  en la batalla con los  aztecas, españoles y caballos van muriendo y, con toda sagacidad, Cortés ordena que los entierren de noche para que los indios sus aliados no descubran que no son dioses y también mueren. Navegan ríos caudalosos y, como Cesar, construyen puentes como nunca se les hubiera ocurrido a los indios.

Pero  lo que le impulsó a escribir esta historia, dice Prescott, sobre las historias de la conquista del Perú y el resto  del continente indoamericano, fue la increíble defensa que el pueblo azteca hizo de México- Tenochtitlán. Su apología de Hernán Cortés no lo ciega. Relata con detalle lo que sucedió la noche del 1 de julio de 1520 en la calzada México- Tacuba. Los historiadores hablan de esta fecha como de pasada, sobre todo los españoles. Prescott se detiene. Murieron seguramente centenares de aztecas en esa sola noche, pero también 660 españoles y 5 mil tlaxcaltecas a manos de los aztecas. Todo esto en un espacio de no más de cuatro kilómetros por veinte metros. Las cifras son un promedio porque  difieren mucho. Cortés dice que 150 españoles y 2 mil tlaxcaltecas. Juan Cano, uno de los caballeros que componían el ejército español y que estuvo en esa huida, dice que murieron mil 170 españoles y ocho mil tlaxcaltecas.


Sobre todo Prescott relata con detenimiento lo que sucedería en esa otra fecha, ya dentro del sitio final y que es (poco) conocida como”Puente Cuitada”.Los españoles y ciento cincuenta mil indígenas aliados atacaron simultáneamente en tres frentes en dirección a Tlatelolco con todo el peso de su artillería y su coraje pues el sitio ya se les empezaba a revertir. Los aztecas contraatacaron con tal peso en los tres frentes que el mismo Cortés fue derribado y llevado hacia el sacrificio, del que escapó gracias a la intervención de sus capitanes y sus aliados. Puesto de nuevo sobre su caballo, muy mal herido en la cabeza, tuvo que escapar hacia posiciones seguras y con él los tres frentes de sitiadores también retrocedieron para salvar la vida. Fue tanto el desastre, y tan hábil estratagema desplegada por Cuahutemoc, que cientos de aliados empezaron a  abandonar a los españoles. Cortés tuvo que llevar a cabo otras acciones de guerra en tierras lejanas al Valle de México para reestablecer su prestigio militar y hacer que sus aliados regresaran a su lado.

En la obra de Prescott Cuauhtémoc (de apenas unos veintitantos años de edad) no es el rey improvisado de los aztecas que va a durar hasta que todo  se derrumbe, tal como lo describen los historiadores, como si estuviera viendo el desastre desde la seguridad de su palacio. Todo lo contrario, dirige día con día la guerra e introduce mecanismos psicológicos de terror entre los aliados indígenas de los españoles.  A cuanto español agarran vivo lo sacrifican en lo alto del “Templo Mayor”, haciendo ostentación de crueldad, le sacan el corazón y el cuerpo se lo comen (aunque confiesan que no les gusta la carne de españoles pues “es demasiado amarga”). Al español que salvó a Cortés en Puente Cuitada lo mantuvieron con vida durante dieciocho días, en lo alto del Templo Mayor, bajo las peores torturas con la idea que sus gritos de terror fueran escuchados por los sitiadores. Cumplió la idea su cometido pues Bernal Díaz anota en su historia que era un martirio espantoso estar oyendo a su compatriota. Y cuanto intento de rescatarlo hicieron, desde su campamento de sitiadores, a la sazón en lo que ahora es San Antonio Abad, calzada de Tlalpan, fue repelido por los sitiados.

Después Cuauhtemoc hace arrojar por las noches en el campo español las cabezas de los sacrificados y, dicen los mismos  soldados españoles que escribieron esta guerra, esto nos ponía a temblar pensando que podríamos acabar de la misma manera: sacrificados en lo alto de la pirámide  y los restos en una cazuela de pozole. Cientos de españoles, en efecto, terminaron de esa forma. Luego Cuahutemoc enviaba otras cabezas de españoles  a las provincias lejanas para demostrar a los pueblos, que habían abandonado su alianza con los aztecas, que los españoles y sus caballos no eran ningunos dioses como ellos decían.

Ese grupo reducido de españoles  a los que se refieren los historiadores españoles  o los historiadores  ya colonizados en realidad no era tan reducido.Morían cientos de españoles y siempre seguían en pie otros cientos más de españoles. La explicación es que de una manera o de otra seguían llegando españoles de Cuba o de Santo Domingo y se sumaban a los que ya estaban en campaña. La idea del oro azteca ya se había extendido por las islas y aun en España  y todos se apresuraban a llegar a México-Tenochtitlán  para el botín.De ahí que el corolario va a ser el tormento de Chauhtemoc y otros defensores de la capital azteca para obligarlos a revelar el  supuesto  sitio donde estaban escondidas tales riquezas. Riquezas que, por cierto, los tlaxcaltecas sólo las mirarían de lejos. Los españoles ni siquiera los dejaron acercarse a ellas.

Después tendría lugar la sobrehumana defensa de los coatepantlis (el del Zócalo y el de Tlatelolco)    contra el sito impuesto por miles de aliados de Cortés a lo largo de setenta y tres días. Otros historiadores dan noventa y tres días. La diferencia estriba en que los cronistas no se ponen de acuerdo en el día en que empezó el sitio. Los españoles persiguiendo el oro,  los aztecas defendiendo la magia y los indígenas aliados de los españoles huyendo del terror que tenían a los aztecas. Cortés dice que en el penúltimo día de combate perecieron cuarenta mil personas y al día siguiente, el 13 de agosto de 1521, una cifra semejante.
México-Tenochtitlán
Con los siglos ha conocido varios nombres: capital de la Nueva España, México, "Zócalo", etc.

Recientemente: "Ciudad de México", donde "México" ha pasado a ser un atributo y "Ciudad" el sujeto.

Para los mexicanos  será siempre  México-Tenochtitlán.

Maqueta del Museo Nacional de Antropología e Historia.
Foto de Omar Altamira Areyán.


 El final de México-Tenochtitlán puede imaginarlo el lector moderno como la leyenda  dice que quedó arrasada la Troya de Homero, Cartago por los romanos, el Jerusalén del año 30, el Berlín de mayo de 1945 e Hiroshima de este  mismo año. Como dice Prescott, no quedó piedra sobre piedra. Los aztecas sobrevivientes fueron expulsados de su hermosa isla, “tan bella como ninguno de nosotros había conocido algo semejante en otras partes del mundo”, escribe Bernal Díaz del Castillo.

Al final hay al menos cinco grandes incongruencias de la conquista en el trabajo de Prescott.1) La república de Tlaxcala era  soberana en tiempo de los aztecas. Aparte del odio que abrigaba contra los mexicanos, no tenía motivo para entrar en la guerra. ¡Era libre! Esta fue la gran lección del joven Xicotencatl que pagó con su vida al decir: “Esta no es la guerra de Tlaxcala”. Después en la Colonia Tlaxcala ya no fue libre. Pasó a ser una etnia tributaria más de la corona española. 2) La bella y majestuosa capital colonial de la Nueva España no se fundó en Tlaxcala, la gran aliada de Cortés, sino precisamente en el lugar donde estaba el Coatepantli de los aztecas. 3) Absolutamente todas las etnias que contribuyeron a borrar del mapa a los odiados mexicanos, incluidos cempoaltecas, tlaxcaltecas y otomis, al lograrse la independencia de España en el siglo diecinueve, pasaron a llamarse “mexicanos”. Imagine el lector que un pueblo que gana la guerra después se llame como los que la perdieron. Por ejemplo, los norteamericanos, vencedores de la segunda guerra mundial, ahora se llamaran alemanes.4) Bartolomé de Las Casas no pudo salvar a los indios de la explotación colonial. 

Pero la Iglesia en México, merced a ese sincretismo violento, guarda en su seno mucho de la cultura mexicana en lo que se refiere a idioma, magia y arquitectura. En la medida que el cristianismo liberal de los Estados Unidos siga avanzando hacia el sur,  el legado cultural prehispánico irá desapareciendo para siempre dentro del pueblo. Sólo quedará en los centros de investigación como disciplina académica. 5) Solamente el pueblo azteca logró ascender a la cauda de la religión solar al morir peleando como requisito para lograr ese propósito. La mayoría del mundo indígena, en cambio,  se fue en pos de otros cielos mediante una religión que ni siquiera entendían…

A su sacratísima diosa Matlalcueye,centenaria y profundamente adorada en la alta montaña (4,461 m.s.n.m.), del mismo nombre, cercana a la ciudad de  Tlaxcala, simplemente le dieron la espalda, la derribaron y en su lugar pusieron la virgen que les indicaron los españoles.

Todavía dentro del siglo de la conquista los españoles empezaron el proceso de ir despojando de sus tierras a los tlaxcaltecas. En su lugar levantaron haciendas y ranchos.Los indios que se iban quedando sin tierras, y desarraigados ya de sus ancestrales lugares, se fueron a mendingar hacia las poblaciones grandes. 

El paso de los virreyes,del puerto de Veracruz,hacia México-Tenochtitlán,  exigía del gobierno de Tlaxcala, todavía autónomo,grandes cantidades de dinero para "gastos de viaje del representante del rey de España".Al tiempo que  subían más los impuestos.

Era parte de la manera "occidental", ya no indígena, de cómo los españoles fueron acabando,lenta pero incontenible,con la libertad y la relativa prosperidad de la nación tlaxcalteca.

A cambio les otorgaban cosas de relumbrón como reconocer su bandera y escudo. O bien dejarlos montar los caballos,cosa que a los mexicanos se les tuvo por prohibido durante muchos tiempo.  

Durante toda la Colonia Tlaxcala fue beneficiada con cierta autonomía por parte de España, como "nación".

A los aztecas, y a sus aliados, se le reprimió de la manera más brutal como esclavos despojados de toda pertenencia y sellados, en algunos momentos, con hierro candente en el rostro. Como se hace con los pueblos antes soberanos para que no vuelva a levantar cabeza. 

Se hizo así porque el pueblo azteca se había hecho depositario de la gran cultura ancestral de los pueblos nahuas.La había conservado y a su vez enriquecido. Es decir era un pueblo que había desarrollado la inteligencia de los "pueblos de punta", para decirlo de algún modo.

Con los aliados de los españoles se llevó a cabo otro tipo de esclavitud,el que les negaba la mayoría de edad como personas,según señala Max Scheler: "Se puede, sí,"cuidar" del esclavo;puede, incluso,éste ser colmado de beneficios.Más no puede ser "amado",por ejemplo,  sino tan sólo gozado o usado."

Prescott destaca un duelo soterrado entre Cortés y Cuahutémoc que no mencionan los historiadores. Al final se peleaban la posteridad. Cortés pensando ya en el escudo de armas que  le dará su soberano al regresar a España por la conquista de México. Cuauhtémoc cuidando que no se le escape su oportunidad de formar parte del séquito solar a dónde van los aztecas después de morir valientemente en el combate. Cortés hace inauditos, reiterados, astutos y casi desesperados  esfuerzos porque Cuahutemoc se rinda. Pero Cuauhtemoc no es el decrépito Mexicatzin de Tlaxcala ni el afeminado Moctezuma de México. ¿Cómo explicar ante la posteridad que disponiendo de  ciento cincuenta mil aliados indios, todo el armamento moderno  y las tácticas de guerra europea, carabelas para atacar por agua, víveres y agua en abundancia para beber, no lo ha podido vencer a más de noventa días del sitio?


Tlalteloloco.Plaza de las Tres Culturas. Se ve parte del Coatepantli. La construcción más grande es la piramide mayor del lugar. En la actualidad tiene un cuerpo más arriba.El templo cristiano es donde se venera a Santiago Apostol y a su blanco caballo.

En México-Tenochtitlán todo se está cayendo pero Cuauhtémoc  rechaza cualquier  ofrecimiento de paz. El historiador Lorenzana (citado por Prescott) escribe: “Guatemotzin estaba dispuesto a morir en su puesto; pero  no tendría ninguna entrevista con el jefe español”.  Bernal Díaz escribe que a una de las reiteradas ofertas de paz, hechas por Cortés, Cuauhtémoc dijo así a los jefes  aztecas cuando ya estaba todo definitivamente perdido: “De aquí en adelante ninguno que estime su vida hable de rendirse. Al fin muramos como guerreros”. Ya no se peleaban  el resultado de la guerra sino el juicio  del pueblo a través de la historia. Cortés insiste que Cuauhtémoc se rinda. No quiere héroes que le disputen la posteridad. Cuauhtémoc jamás se rinde. Fue hecho prisionero, torturado y finalmente ahorcado, pero no se rindió. El resultado lo conocemos. Durante cinco siglos los huesos de Cortés fueron patológicamente escondidos mientras que los restos de Cuauhtémoc han sido frenéticamente buscados. Prescott formula una apreciación sintética del sentir del pueblo mexicano y es la obsesión que se ha puesto para ocultar los restos de Cortés y por otra parte el afán que se ha desplegado siempre hacia Cuauhtémoc. 

En materia de historia todos nos apoyamos en un autor pero, ¿quién sale garante por ese autor? Otro autor en el que se apoyó nuestro autor. Y así hasta el infinito. Lo más seguro en tan maleable materia es la sanción que al respecto han hecho los siglos. Y en la moderna ciudad de México, como ya lo apuntaba Humboldt al principio del siglo diecinueve, según dice el mismo Prescott, no hay un solo monumento a Cortés: “Se puede atravesar  la América española, desde Buenos Aires hasta Monterrey, y no se encontrará en parte alguna, ningún monumento nacional erigido por la gratitud pública a la memoria de Cristóbal Colón o Fernando Cortés”.

Constantino fue elevado a la santidad por la Iglesia Católica por haber facilitado la propagación del cristianismo en el continente europeo por medio del imperio romano. Hernán Cortés hizo lo mismo en América respecto del cristianismo. Pero aquí nadie osaría llamarlo santo. Ni aun en las ceremonias públicas, y celebraciones del Evangelio, ningún sacerdote se atreve siquiera a mencionarlo.  Y durante casi dos siglos sus restos óseos fueron traídos y llevados  subrepticiamente de España a Coyoacán, como él lo dispuso, y de aquí vueltos a ocultarse, temiendo la ira del pueblo. Todo con tanto sigilo que a la fecha nadie podría asegurar el lugar en el que se encuentran.¿Están en Coyoacán o  en Tlaxcala? Cortés dispuso en  su testamento que sus cenizas fueran llevadas a Coyoacán: “Encarga que a la iglesia de este convento, situada en su ciudad favorita, sean transportados y sepultados en ella sus huesos, de donde quiera que muera”. Esta iglesia es San Juan Bautista. Los que conocen el templo de San Juan B autista, de Coyoacán, saben que a la izquierda de la entrada está una gran cripta  funeraria que reza que ahí se encuentran los restos de una persona muerta cuando la guerra cristera 1936-1939. Pero los que saben de la historia se hacen la siguiente pregunta ¿no serán los restos de Hernán Cortés? ¿O acaso están en La Conchita, viejo templo a una cuadras de ahí?

Es probable que Cortés, que según refieren algunos historiadores, no era ajeno a la cultura, conocía de hechos históricos y hasta le daba por escribir poemas, se inspirara para pedir se erigiera un gran templo en Coyoacán, en el lugar de la pirámide de Tezcatlipoca, dios de la guerra, en el hecho histórico que en la ciudad de Florencia, en la que se veneraba a Marte, dios de la guerra, fuera substituida la estatua de este dios pagano por la de San Juan Bautista.

Es probable que Diego Rivera haya intentado presentar, en esta pintura que hizo de Cortés (izquierda y del lado derecho Pedro de Alvarado), el sentimiento del pueblo mexicano hacia el conquistador,contrahecho y victima de las peores enfermedades.
Detalle de la pintura mural en el Palacio Nacional, lugar de asiento del palacio de     Moctezuma y posteriormente de Cortés.

  Prescott escribe: “La caja que contenía los huesos de don Fernando, que había permanecido depositada en la iglesia de San Francisco de Texcoco desde que vino de Sevilla, fue conducida secretamente a México y expuesta durante nueve días. De ahí se le llevó al convento de San Francisco (actual calle Madero) en donde se hizo el solemne funeral… La traslación que después se hizo de los huesos de don Fernando a la iglesia del hospital de Jesús, posterior ocultación de ellos… en el año de 1562 fue trasladado por disposición de su hijo don Martín, a la nueva España; no como él lo encargó en su testamento, a Coyoacán, sino al convento de San Francisco de Texcoco, donde fue sepultado al lado de su hija y su madre doña Catalina Pizarro. En 1629 los restos mortales de Cortés fueron removidos otra vez, y a la muerte de don Pedro, Cuarto Marqués del Valle, las autoridades de México decidieron transferirlos  a la iglesia de San Francisco de la capital… Más  aún allí no se dejaron reposar con quietud sus huesos, porque en 1794 fueron trasladados otra vez al hospital de Jesús Nazareno”.

Le Clézio en el Pensamiento interrumpido, habla de cenizas de Cortés, no de huesos.

En cambio, ni siquiera el monumento a Cuhitlauac (Paseo de la Reforma, cerca de Tlatelolco), tío de Cuauhtemoc, y que fue el artífice de la “Noche Triste” contra los españoles y tlaxcaltecas, fue tan cuidadosamente, soberbiamente, logrado como el de Cuauhtémoc. Ahora en la confluencia del Paseo de la Reforma y Avenida de los Insurgentes. Más aun, ningún historiador ha logrado hasta ahora que el pueblo mexicano vea en Cuahutemoc el villano de la historia.
Monumento a Cuahutemoc y a los héroes de la defensa de Méxcio-Tenochtitlán /avenida de los Insurgentes y Paseo de la Reforma, ciudad de México/

Aunque la guerra religiosa no ocupa un lugar central en la obra de Prescott, el tema es omnipresente en su historia. No bastaba Santiago apóstol y su blanco caballo para vencer a Huitzilopochtli. El apóstol tuvo que hacer alianza con Camaxtle, dios de la guerra de los tlaxcaltecas. Pero aún así no era suficiente. Con frecuencia Cortés invocaba, al entrar en combate contra los aztecas, a San Pedro (según Díaz del Castillo era el santo de  devoción del conquistador), a San Juan Bautista y a la Virgen de los Remedios. Cinco contra uno.


En el Palacio Legislativo de México el nombre de Cuauhtemoc está grabado incluso sobre los de Nezahualcoyotl y de Miguel Hidalgo (foto de 22 septiembre de 2010)

 En el plazo inmediato venció la alianza Santiago- Camaxtle y todos los dioses indígenas, incluido Camaxtle, desaparecieron del panorama religioso.  Más en ese mismo siglo, poco tiempo después de la toma de México- Tenochtitlán, todavía en los tiempos de Zumárraga (1468-1548), primer obispo de México, una deidad de los mexicanos empezó a eclipsar de manera irreversible los nombres divinos invocados por los viejos conquistadores. La insospechada fuerza de esta divinidad emanaba en el hecho que no procedía de países lejanos. Ni siquiera tenía origen humano, como sí lo tenía la Santísima Virgen María. ¡Poseía poder autónomo! Con ella no se puede hablar de asunción sino de ascensión. Una y otra vez se había manifestado en las montañas del Tepeyac, muy cerca de México- Tenochtitlán. El preclaro fray Bernardino de Sahagún se dio cuenta de este  potencial religioso, tan identificado por los mexicanos, y que nada tenía que ver con las Sagdas Escrituras. Shagún fue de los primeros en prevenir contra el nuevo culto. En efecto, había nacido al margen de las Sagradas Escrituras y alertaba que era necesario tener cuidado con él. Pero también ya era tarde.  Coatlicue, pasando por Tonantzin, ahora se llamaba Guadalupe.


Los españoles tienen su obelisco del 2 de Mayo y los mexicanos el monumento a Cuauhtemoc. Ambos hablan de la libertad.



Acercamiento al nombre de Cuauhtemoc en la Cámara de Diputados


Prescott escribe en el libro I, capítulo VI, que, todavía dos siglos más tarde, cuando el culto se ha arraigado profundamente, se siguen haciendo esfuerzos desesperados en contra de esta deidad. De esto da muestra la singular atracción que por las cosas indígenas sentía Lorenzo Boturini Benaduci, ciudadano italiano, y que permaneció en México ocho años: “solicitó a Roma una bula que autorizase la coronación de la sagrada imagen de Guadalupe, cuya bula, aunque fue sancionada, por la audiencia de Nueva España, nunca se aprobó por el Consejo de Indias”. Todo lo contrario, como respuesta a semejante atrevimiento, Boturini fue arrestado y encarcelado. Y casi todas sus abundantes pertenencias, de las cosas precolombinas que había rescatado y pensaba donar al gobierno de Nueva España, serían destruidas.



 Los nombres sagrados del cristianismo, invocados por los viejos conquistadores, hacia el final de ese mismo siglo de la conquista, ya eran historia.  Boturini soñaba que Guadalupe fuera la “reina de México”, por eso solicitó de Roma su coronación( de ahí viene que algunas reprsentaciones de Guadalupe tengan una corona). Cinco siglos más tarde el Papa Juan Pablo II declaró a Guadalupe “reina de del continente americano”.
Tonantzin, diosa anterior a la conquista (grabado tomado de la revista Arqueología Mexicana,Vol.IV-Núm.20). En las montañas del Tepeyac se adoraban a varias deidades femeninas. De ellas es Tonantzín la que va perdurar.

 La diosa primordial es Chicomecoatl, su sublimación a través de las diferentes civilizaciones, de la cultura náhuatl, es Coatlicue- Coyolxauhqui -Tonantzin- Guadalupe.

Llámese como se llama, y sin importar la figura que adopte en las diferentes etnias mexicas, todas son Chicomecoatl.
Como ahora  en el cristianismo todas las vírgenes que tengan un niño, o sin él, son María, la madre de Jesucristo.

Lo que revela la presencia de Chicomecoatl es el número 7 que se repite en cada uno de los extremos de la víbora que rodean la cabeza de Tonantzin.  Chicomecoatl quiere decir 7- víbora. (7= madre tierra y víbora= el maíz que brota de la tierra)

Es una sublimación histórica con el actual nombre de Guadalupe (no la Guadalupe de España sino la Guadalupe de México).  Su vigoroso culto motivó fuertes resistencias de parte de la Iglesia católica romana, del siglo dieciséis.

Pero es desde el terrerno intelectual, tanto del laicizmo como del cristianismo protestante, que se han elaborado sendos trabajos en el sentido que fue de España donde se trajo a esta diosa. De España se trajo el nombre, Guadalupe, pero no la diosa.

Tonantzin, como se anotó arriba, tiene sus origenes en otra deidad más antigua que  es Chicomecoatl. La diosa primordial de los mexicanos. Era el estandarte de la etnia mexica cuando salió de la legendaria Chicomostoc.

No obstante todo este contexto de desorientación, el culto a Coatlicue- Tonantzín-Guadalupe, crece. En la tercera semana de julio del 2011  una peregrinación, anual, de cien mil personas que, a pie, procedentes de Queretaro (cerca de quinientos kilómetros) llegaron a la Basilica del Tepeyac, en su mayoría compuesta por mujeres. El 11- 12 de diciembre, del 2012, los noticieros televisivos informaron una concurrencia de siete millones de pereginos que llegaron a la Basilica de Guadalupe.

En el grabado se ve el panorama montañoso y, a la izquierda, señalada con la letra A, el lugar donde se erigió a Tonantzín su Basilica. Es de notar que la figura de Tonantzin  tiene, en la parte superior, una serpiente, en forma de media luna. La serpiente (Quetzalcoatl) es la deidad sacratísima de la religión nahuatl. Esta presencia de la serpiente, en el cristianismo,equivale precisamente al mismo diablo.  Fue sublimada por una media luna a los pies de Guadalupe,  sostenida por angelitos.

Chicomecoatl
 la diosa fundamental desde el legendario  Chicomostoc.

Las diferentes y sucesivas etnias la conservaron
como la madre generatriz ( su etimología náhuatl es: siete serpiente:
la tierra  de donde brota el maíz) con sus nombres diversos de la leyenda de
Coatlicue:
Chicomecoatl-Coatlicue, Coyohauqi-Tonantzin-Guadalupe de México.

Lleva, en lo alto su penacho, la particularidad  de la siete mazorcas

Mueso Nacional de Antropología e Historia. Sala Mexica.
Foto de Omar Altamira Areyán





Otra representación de Chicomecoatl

Mueso Nacional de Antropología e Historia. Sala Mexica.
Foto de Omar Altamira Areyán
 


Con no menos empeño de borrar el culto de Chicomecoatl Coatlicue-Tonantzin-Guadalupe- Coyohauqui, como lo había intentado la propia  Iglesia catolica de los primeros tiempos de la colonia,la laicidad oficial mexicana, de los años treintas,del siglo veinte (es un episodio muy documentado y muy conocido)depositó e hizo explotar dinamita a los pies de la imagen de la diosa-vírgen.



Cuahutemoc.Este busto se encuentra en el lado oeste del coatepantili de México-Tenochtitlan (foto  febrero de 2012).Su mirada es en dirección hacia el Templo Mayor, de Huitzilopochtli.


 El ardiente panegírico que Prescott hace a Hernán Cortés, a lo largo de más de setecientas páginas, en muchos aspectos bien fundamentado, no le hace que le  tiemble la pluma cuando, a su juicio, compara  la actitud de Cortés y la de Cuauhtémoc. Ambos con destinos semejantes a Aquiles y a Héctor, de la Ilíada, en el sitio de Troya: “Entre todos los nombres de los príncipes bárbaros, no hay uno que merezca ser colocado en el catálogo de la fama antes del de Cuauhtemoctzin... Nadie rehusara su admiración a la intrépida resolución con que defendió la ciudad, hasta que no quedó piedra sobre piedra; en esta ocasión nuestras simpatías están inevitablemente en favor del rudo jefe luchando por la libertad de su patria, que no por el de su civilizado y afortunado antagonista”.

No siempre la victoria o la derrota la causan los ejércitos,como es la idea dominante. Margaret Mitchell, en su novela Lo que el viento se llevó, se refiere a la Guerra Civil de los Estados Unidos en el siglo diecinueve  como el campus en el que, en ocasiones, la derrota  se debió no a los cañonazos de los yanquis sino al hambre, a los piojos y a la disentería que padecían los ejércitos del sur.

España tendría, en la última semana de marzo del 2020, 3,400 muertos por coronavirus y 47,000 infectados. Sólo una muy lejana idea de lo que los pueblos indios náhuatl  padecieron, debido a los virus patógenos de los españoles para los que los habitantes del continente indígena no tenían defensas naturales.

En la derrota de los aztecas, y la casi extinción de los pueblos de Anáhuac ( se considera una población de quince millones de la que sólo quedó medio millón) se debió a estos virus patógenos, la viruela, principalmente).

En tal decaimiento no fue posible organizar una resistencia suficiente  y españoles, y los tlaxcaltecas por delante como sus incondicionales aliados, aplastaron cuanto conato de rebelión aislada iría teniendo lugar.

 

NOTA PUBLICADA EN INTRNET EL 04 ABRIL DEL 2019
“A nombre del gobierno de Cataluña, el consejero en jefe de Exteriores catalán, Alfred Bosch, condenó este jueves “los abusos cometidos contra los pueblos indígenas del continente americano durante la Conquista'.
En el pleno del parlamento español, Bosch aseguró que la conquista de América fue “quizá el proceso más mortífero de la historia de la humanidad” y que, por lo tanto, no se puede ignorar.
“Unas palabras a los pueblos indígenas de las Américas, a los países del continente Americano y en concreto también a una persona que lo ha solicitado, al presidente de los Estados Unidos de México, Andrés Manuel López Obrador. Que vaya por delante nuestra condena a los abusos cometidos contra las poblaciones y los pueblos originarios de América y de las Américas porque debemos condenar y deplorar la muerte de millones de personas y la desaparición de culturas enteras”, dijo Bosch.
A favor de pedir perdón. Este jueves el representante del gobierno Catalán dijo condenar todos los actos cometidos durante la conquista en México. Este jueves el representante del gobierno Catalán dijo condenar todos los actos cometidos durante la conquista en México.
El representante del gobierno catalán sostuvo que “el genocidio colonial, la conquista de América y todo lo que se deriva es verdad” y aseguró que la llegada de los europeos al continente supuso una 'destrucción cultural masiva' y que la población indígena pasara de 60 millones a 6'.”

Hasta donde da la investigación, un solo busto, pequeño, se ha tolerado de Cortés y este se encuentra en el Hospital de  Jesús, fundado por el conquistador. Este lugar, se dice, nunca ha  cerrado sus puertas sosteniendoa través de los siglos el servico con el que fue creado.
Retrato de Hernán Cortés. Foto tomada del libro La ciudad de Veracruz, por Leonardo Pasquel, Editorial Citlatepetl, 1960.




Coatlicue (la de la falda de serpientes), antiquisima diosa mexicana. Sala Mexica, Museo Nacional de Antropología e Historia), Chapultepec, Cd de México. La monumental escultura, de creación mexica, estaba colocada en la esquina sureste del Coatepantli azteca (ahora "zocalo" de la capital mexicana). En ese lugar hay  una placa conmemorativa, en pleno asfalto de la calle). Foto del mes de julio del 2011).
 Coatlicue es una síntesis del pensamiento mesoamericano: la vida, la muerte,la sabiduría,lo trascendente, lo inmediato y perecedero.Sus garras de aguila  aferran su pesada mole  a la tierra en tanto sus manos, sus laterales cabezas de aguilas, están en la región del  cielo.


Placa del busto de Cuauhtemoc.


 Sin esa defensa que los aztecas hicieron de sus coatepantlis, anota Prescott, no habría escrito esta historia. Ni siquiera hablaríamos de una historia. Sólo un simple relato de una banda de forajidos españoles con armas modernas sojuzgando a  asustados campesinos semisalvajes. “Turba desenfrenada de aventureros”, dice Prescott en el libro VII capítulo V. No habría valido el esfuerzo. Pero el pueblo azteca, antes de sucumbir, dimensionó todo hasta elevarlo al nivel de las grandes epopeyas de la historia y de la leyenda universal.

El genio de W. H. Prescott, como historiador, estriba en que supo ver que la mejor apología del vencido es tomando en cuenta la cantidad y calidad de fuerzas del vencedor.

Sólo Prescott pudo lograr, a través de 728 páginas (en nuestra edición) de hacer la apología de Hernán Cortés, como guerrero sagáz, estratega y valiente,hacer,a la vez, la más grande apología de Cuauhtémoc.

La propaganda de posguerra, que denigra al vencido,en realidad está denigrando al vencedor. Prescott,reiteramos, de ninguna manera quería denigrar a Cortés. pero, como hemos visto más arriba, a Cuauhtémoc le reconoce más mérito que al conquistador.

el que conoce la obra de Prescott sabe que evitó, con toda precaución, la sarta de abstracciones históricas mañosas que caracterizan a los sendos trabajos de los últimos tres siglos de la historia mundial. En otras palabras, su método dialéctico criticó donde había que criticar y reconoció cuando hubo que reconocer.

Si todo un mundo de hombres valientes, fuertes,inteligentes, con recursos bélicos modernos e ilimitados,se unió contra Cuauhtémoc y su muy reducido, pueblo, es evidente que Cuauhtémoc solo valía lo que todos ellos juntos.

Al conocer esto, reitera Prescott, fue cuando agarré la pluma y me puse a escribir sobre la conquista de México.
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Finalmente queremos anotar una especie de digresión  del origen del modo en que los mexicanos, en la actualidad del siglo veintiuno, dicen "perro" a cada uno de sus hijos. Es para llamarlos de manera cariñosa que les dicen "escuincle". Escuincle en náhuatl quiere decir perro. Se han buscado N explicaciones, por historiadores y sociólogos, y aun desde la psicología, a semejante despropósito. ¿Cómo los mexicanos, tan cariñosos con sus hijos, les llaman perros? Fue en la guerra de la conquista española que empezó esta costumbre. Y la clave nos la da el mismo Prescott. Este historiador dice que Cortés usó, con frecuencia, para referirse al coraje de los aztecas, la expresión "Estos perros aztecas" o también "Estos perros mexicas". La palabra describe la fiereza que el conquistador veía en la actitud de los mexicas para defender sus coatepantli, su civilización y la cultura de sus ancestros. Los mexicas de la generación de la guerra empezaron a llamar a sus niños "escuincle" como una manera de decirle valiente, valioso, fuerte, etc.(Francisco Javier  Clavijero dice en su Historia Antigua de México que los aztecas llevaban a sus niños a que presenciaran los combates con sus enemigos, a manera de cursos propedéuticos, y de esa manera ir haciendo en ellos  una mentalidad de guerreros).Ahora pocos saben que escuincle (escuintli) en náhuatl es perro. Y los pocos enterados tampoco tienen claro por qué usan esa palabra con sus niños que parecería una ofensa. Y la expresión se quedó fijada para siempre en el espíritu de los mexicanos de origen indio. Los mexicanos de origen extranjero no usan este modo con sus hijos. Las generaciones pasaron y el idioma español se hizo la manera oficial en la medida que el náhuatl se redujo. Y el "escuincle", aplicado a sus niños, se volvió algo indescifrable. Si bien, en rigor, esa palabra y ese modo sería exclusivo de los descendientes de los mexicas, y no del resto del mundo náhuatl que, como vimos más arriba, se puso al servicio incondicional de los españoles. Y el asunto se complica porque ahora, por ley. todos, "tirios y troyanos", tenemos el gentilicio de mexicanos



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El continente indio no murió. De la Tierra de Fuego hasta Alaska el totemismo sigue vivo.  Y más fuerte que antes, del siglo dieciséis, por las pruebas de disolución a las que ha sido sometido, tales como la conquista espiritual, la moderna tecnología de guerra y los virus patógenos para los que no se tenían inmunidad, la tribu sigue.


Henry Bergson, como pocos pensadores occidentales, supo ver en el totemismo una enorme fuerza de integración social. Y, sometido aprueba, el totemismo impide la desintegración del grupo. La tribu vive una filosofía perenne en desarrollo, no una cuestión estática.

Por razones históricas, y necesidades del mercado de trabajo, hay una amplia convivencia con el modelo de la ciudad industrial occidental. Sus hijos juegan ahora en la fábrica, lo mismo que en la política, la cultura y la academia. Y aun en la religión impuesta del catolicismo romano, a la que consideran la gran síntesis de la filosofía con la teología.

El pensamiento occidental juega a absorber el pensamiento indio para desaparecerlo, el pensamiento indio juega a absorber la cultura occidental para enriquecer la suya  propia.

El tótem, como Coatlicue, la diosa azteca, no sólo es un destino espiritual. Coatlicue hunde sus raíces en la tierra. Como la Scarlett O´Hara de Margaret Mitchell cuando exclama: “La tierra en que se vive  y de la que vive es como una madre. Es lo único que justifica que se trabaje, se luche y se muere por ella.”

Las tribus indias americanas siguen encontrando al Absoluto por medio de la danza mágica y la representación del tótem.



Bergson escribió en Las dos fuentes de la moral y de la religión: “La religión tribal es vista en primer lugar como una reacción defensiva contra el disolvente poder de la inteligencia. Abandonada a sí misma la inteligencia aconsejaría primariamente el egoísmo, la naturaleza, vigilante, crea una salvaguarda con las costumbres sagradas.”





4 comentarios:

  1. Perfecto me encanto. Solo hay un comentario que no me gusto, cuando se dice que Moctezuma era un afeminado. Hay que tener mas cuidado con ese tipo de comentarios, pues Moctezuma hizo todo lo que creyo mejor para salvar su cultura y a su pueblo, segun lo dictava su tradicion. El fue el Señor de Señores Huey Tlatoani. Y hay que referirse a el con el debido respeto.
    Tita Cabrera. depilacion1@hotmail.com

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  2. Es un texto no muy distante a las pròximidades de lo que fuè.

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  3. Moctezuma no hizo todo lo necesario y lo de afeminado lo dijeron su hermano Cuitlahuac y su sobrino Cuauhtémoc, junto con todo su pueblo, dejémonos de ídolos de barro, Moctezuma era un fanático cobarde, que le entregó a Cortés el imperio en bandeja de oro, los verdaderos héroes fueron Cuitláhuac y Cuauhtémoc, enterarnos no nos haría mal.

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    1. Es una historia a la vez que interesante llena de cultura que pone en alto a Mexico y sus verdaderos heroes.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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