PETRONIO, ENCANTADORA PROPIEDAD PRIVADA


 

Es útil y buena la propiedad privada porque alguien se siente responsable de ella, dice Santo Tomás de Aquino.

Y se es responsable sólo si tiene propiedad privada.

El que no tiene propiedad privada  es susceptible que vaya por la   calle tirando basura y pintarrajeando casas, templos, edificios de la autoridad civil, de la universidad y de las instalaciones deportivas. Sólo la fosa común, de los cementerios, se escapa de los pintarrajeadores, pero no las tumbas de particulares.

El tema de los pintarrajeadores de casas ajenas es un asunto filosófico para tomar en cuenta. Se va buscando ser en el mundo. Como el deportista, como el académico, como el político. Todos van buscando ser.

A través de la resistencia de los propietarios, que diez o treinta veces al año repintan sus casas para borrar el grafiti, se adquiere el sentimiento de ser: “La existencia es, por una parte, lo que nos resiste, y, por otra, el esfuerzo que ejercitamos sobre lo que resiste.”(Jean Wahl, Introducción a la filosofía)

Pero a la vez es  la acumulación ilícita donde la propiedad privada es mala. El potentado Trimalción, en la obra del poeta romano Petronio, no sabe ya a cuánto llega su fortuna. Alguien le dice que su palacio de Pompeya acaba de ser destruido por el volcán. Sorprendido suspende por un momento su ingesta de vino y su atracón de comida en aquel célebre banquete en el que se encuentra, se endereza un poco y dice extrañado: “No recuerdo haber tenido una propiedad en Pompeya.” Pero tampoco le importa. Lo que en ese momento le quita el sueño es comprar la isla de Sicilia “Para ampliar un poco más mis propiedades.”

Vista a través de las generaciones, empero, la propiedad privada es una Fata Morgana. Morgana sería un buen nombre para el globo terráqueo.

 Hay más certeza de poseer el cielo espiritual, que seguridad en ser propietario en el planeta Tierra.

A la postre nadie es propietario de este rancho global. Sólo somos sus temporales albaceas. Semidioses, se dice en el Popol Vuh, si cumplimos con la tarea de cuidar la creación de los dioses.

Parado sobre las ruinas de Roma, Séneca hace la reflexión que de todos aquellos grandes hombres que dio el imperio, y que a su vez hicieron el imperio, guerreros, héroes, administradores, así como de sus portentosos teatros, palacios, baños y  estadios, no queda nada. Sólo proyectos académicos para la arqueología.

Sólo la poesía ha sobrevivido, será porque ésta no se mide con el tiempo atómico.

Asimismo Ur, la portentosa ciudad de los caldeos, dueña del mundo de su tiempo, no se veía piedra sobre piedra y por muchos siglos, al menos cincuenta, nadie supo dónde había quedado.

Del famoso y sacratísimo monte Teocuicani, de los aztecas, sobre la vertiente sur del Popocatépetl, México, por cinco siglos se le perdió a la arqueología.

Un ejemplo más. Las haciendas de México, surgidas en el siglo dieciséis,  bastiones del poderío español en América. Desde ahí dirigían la explotación de las minas y controlaban a las poblaciones indígenas. Algunas ganaderas, como en el norte del país, otras agrícolas y otras más, como en el caso de las del Estado de Hidalgo, hicieron inmensas fortunas y poderío con la industria del maguey, lo que se conoce como “haciendas pulqueras”. Ejemplo Hacienda de Paula, cerca de Tenayuca. En la actualidad casi todas esas haciendas son puras ruinas, paredes y techos colapsados.

Ni siquiera nos pertenecen aquellos postreros dos metros. Pasados siete años, que dice la ley, nos sacan para meter a otro.

Solo los superempresarios, como Trimalción, pueden trascender más allá del día de su muerte. Trimalción dispuso, en su testamento, que pagaría a su administrador para que cuidara que sobre su tumba nadie se fuera a cagar.sic

PETRONIO
“Cayo o Tito Petronio Árbitro (en latín Gaius Petronius Arbiter), nacido en algún momento entre los años 14 y 27 en Massalia (actual Marsella) y fallecido ca. del año 65 y 66 en Cumas, fue un escritor y político romano, que vivió durante el reinado del emperador Nerón.

Existe una breve biografía sobre este autor en los Anales del historiadorTácito, y otras hipótesis menores sobre su identidad. El propio Tácito,Plutarco y Plinio el Viejo describieron a Petronio como elegantiae arbiter(también expresado arbiter elegantiarum), "árbitro de la elegancia" en la corte de Nerón.” WIKIPEDIA

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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