El positivismo se atrinchera
en su abstracción del todo en el medir, pesar y comprobar. El romanticismo
busca la aprehensión de lo absoluto.
La otra realidad, aparte de
las ocurrencias mencionadas, son los programas hueros de la televisión, la
propaganda con técnica de conflicto que se hacen algunos artistas, los pleitos
de las familias de la realeza que, fuera de su establishment, nadie conoce ni conocerá y, por si algo faltara,
las cínicas y mercenarias fake news
llenando los canales de la televisión, radio y redes sociales.
Diez minutos viendo canales de televisión para decidirse por la fantástica realidad
de los novelistas.
¿Y la gente pobre (noventa por
ciento de la población mundial) que no tiene para comprar tarjetas de programas
televisivas seleccionadas?
Virgilio y Dante están listos
para guiarlos en un tour por los
mismísimos infiernos del estrés.
“Como cuando volvemos a algún
sitio hermoso que conocimos de niños-escribe C. S. Lewis en La experiencia de
leer-.Apreciamos el paisaje con nuestros ojos de adultos, pero también
revivimos el placer, a menudo muy diferente que nos produjo cuando éramos
pequeños”.
C.S.Lewis
En cada etapa de mi vida he
pensado de manera diferente respecto de lo que Cervantes quiso decir. Los cien,
o tal vez más, ensayos que se han escrito analizando su obra, me dan la razón.
Cada quien ve la misma calle de diferente manera. ¡Y por la
tarde, esa misma calle le parecerá diferente a él mismo!
Lewis: “Por naturaleza, cada uno de nosotros
ve el mundo desde un punto de vista”.
El mismo autor de una obra,
según pasa el tiempo, va considerando otro modo de ver de cómo lo escribió por
primera vez. Los trabajos de filosofía son donde más se ve este fenómeno cuando
encontramos la expresión “En mi obra de juventud…”
Kant, en la segunda edición de
su Critica le agregó capítulos y le
quitó otros.
Luego están los dogmatistas que, a mi manera de ver una calle, me dicen
cómo debo de verla. Los filósofos escriben sendos trabajos enmendándole la
plana a lo que escribió Aristóteles y éste, a su vez, no pierde
renglón, al menos en su Metafísica, marcando lo que, a su modo de ver, cometió
Platón, etc.
De ahí que Oswald Spengler
escribió en La decadencia de occidente: “ Los posteriores se han originado en
transformación de los anteriores”.
Santayana, el filósofo estadounidense-español,
se refiere a las teorías filosóficas de todos los tiempos, incluida su obra,
como meras literaturas. En otras palabras, son trabajos liricos u ocurrencias
que cada quien tuvo (Santayana se auto consideraba como ”un filósofo
vejestorio”).
Lewis hace esta reflexión:
“¿Qué valor tiene, e incluso,
qué justificación puede tener, interesarse con tanto entusiasmo por unas
historias que narran cosas que nunca han sucedido, y participar indirectamente
de unos sentimientos que no nos interesaría en absoluto experimentar en nuestras
vidas? ¿Qué valor tiene concentrarse para imaginar cosas que nunca podrían
existir, como el paraíso terrenal de Dante…”
Como ir por primera vez a escalar una montaña.
Unos no sentirán nada interesante en esa acción y no volverán, se apoltronarán en la deliciosa ciudad industria, de los pantalones rotos,
celular en la mano y tatuajes en el trasero,
para ya nunca salir de ella.
Para otros puede ser una experiencia tan
trascendental y harán del alpinismo no su deporte ocasional sino su modo de
vida. Así dice Lewis, en esto de la lectura:
“Para una clase de personas la
primera lectura de una obra literaria suele ser una experiencia tan trascendental
que sólo admite comparación con las experiencias del amor, la religión o el
duelo. Su conciencia sufre un cambio muy profundo. Ya no son los mismos. En cambio,
los otros lectores no parecen experimentar nada semejante”.
¡Que locura esto de leer!
Estamos en la disyuntiva.
Navegamos en el mar encrespado
de las ideas de calidad de todos los tiempos o,
nos arrellenamos en el sofá,
comiendo palomitas viendo los programas hueros, en espera que Virgilio y Dante nos lleven en su próximo tour a la nada fresca mansión de Dite.
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