EN LA MONTAÑA, LEJOS DEL RELATIVISMO


 

 

“Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo”, lo  dijo Nietzsche pero tomamos la cita en un libro de Jordán B. Peterson 12 REGLAS PARA VIVIR (un antídoto al caos).

Una obra lejos del relativismo. En otras palabras, retirado del eclecticismo disolvente, tan practicado en estos tiempos.

Una practica que pronto se pierde

Dibujo tomado del libro

La psiquiatría en la vida diaria

de Fritz Redlich,1968
 
En tiempos pasados la ciudad europea era el baluarte contra la incertidumbre de “allá afuera”. Altas murallas, almenadas, muros de tres metros de espesor,  cuatro puertas  que se cerraban al caer la tarde y un diseño en su arquitectura, de varios espacios interiores , para detener al enemigo en caso de que este ya hubiera podido penetra la primera muralla.

México-Tenochtitlán, en medio del gran lago, con puentes  retirables en cada tramo de las calzadas llegada la noche, para en caso de ser atacada la ciudad por los bandidos.

“cinco siglos después”, como dicen las películas de Hollywood, eso ya no sirve de nada, el relativismo que penetra toda muralla está en la mente misma de las personas. La era de la distracción pasa sobre Los valores de bondad, ética y verdad.

 Emerson lo vio desde su siglo diecinueve y le llamó “la filosofía del mercader” o también: “especulación sin altura”

Caminar por el sólo placer de caminar

En la foto A.A.A. y L.B.P.
 Extremo norte de la sierra de Samalayuca,
norte del estado de  Chihuahua, México.
Enfrente mil kilómetros de llanura desértica para recorrer.
Foto de Armando Altamira G.
Es el precio por habernos alejado de los panoramas naturales. Pasar una noche bajo el pedazo de firmamento, que le toca sobre su tienda de campaña, hace pensar más que un sermón en la Iglesia o la terapia con el psiquiatra.

No hay misterio en esto o bola de cristal. El caso es que muchos virus patógenos, por razón natural, o física, mueren bajo la acción del frío, el sol, la nieve o el viento. Eso ya casi no existe en la ciudad moderna, tan cómoda, tan abrigada, tan surtida, tan corrompida. “La corrupción es la principal causa de la desigualdad social y económica, por la corrupción se desató la violencia y la inseguridad" dijo este día el actual presidente de México.

¿Virus patógenos?

Todos los países del planeta, sin distinción, son ricos en recursos naturales: minerales, petróleo, madera, agua, pero algo sucede que abundan los pueblos pobres.

"No preguntes, dice Thoreau, cómo se elabora la mantequilla para tu pan. Se te revolvería el estómago si lo supieras" 

En otros países,  hasta la categoría de “pobres”, está ya  mejor  en las estadísticas de la precariedad. Es obvio que   el mundo material sensible está ya  por arriba del mundo inteligible de las ideas eternas.

A.A.A. vagando entre los lahares(4,200 m.s.n.m.)
 de la vertiente oeste del Pico de Orizaba(5,700m),
 México. Sólo vagando. Un arte ya casi olvidado.
Foto de Armando Altamira G.
Lo relativo es haber  perdido la brújula existencial. Unas cuantas palabras del libro de Peterson nos da  la perspectiva de cómo  fue pensada esta valiosa obra:

“Define quién eres. Refina tu personalidad. Elige tu destino y expresa tu Ser. Como el gran filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche observó tan brillantemente: Quien tiene un porqué para vivir encontrará casi siempre el cómo”.

Los que pueden orientar al pueblo, sirviéndose del GPS cultural, son los intelectuales pero, otro gran pensador norteamericano, Henry David Thoreau, no tiene mucha fe en que esto pueda ocurrir. Anota al respecto:

“No conozco ningún intelectual que sea tan abierto y verdaderamente liberal como para que se pueda hablar con libertad en su presencia. La mayoría de ellos se esfuerza por llegar enseguida  a una posición a favor o en contra de alguna institución en la que tiene algún interés; es decir, adoptan un punto de vista particular, no universal. Continuamente observan las cosas del mundo bajo su propio techo, cuando es el cielo lo que deberían contemplar sin obstáculos. Yo digo que es necesario quitar las telarañas y lavar las ventanas.”(H.D.T. Desobediencia civil)

Thoreau, es el clásico prototipo del alpinista. Piensa en los grandes valores que ha conquistado la ciudad, y guarda celosamente, la sociedad. En verdad, grandes valores y abundantes.

 Pero también señala, sin que le tiemble la mano, todos esos virus patógenos que han proliferado como resultado de no frecuentar más el campo en plan de caminar. Sólo por el placer de caminar en el sendero.

En algunos países, al sur de la frontera, se dan casos de raptos de mujeres en plena luz del día, y entre la aglomeración de la gente y la vigilancia  de la policía, para venderlas a los prostíbulos. O bien secuestran a la gente, la despedazan y la preparan  para comerla como si se tratar del más delicioso filete de pescado, etc. (¿increíble, no? No es amarillismo.Busquen en los medios de estos días, está documentado en Internet). Antes esto eran notas de excepción en los medios, ahora ya todo eso es relativo, por la frecuencia con que sucede.

José Flores en la primera travesía
al desierto de Altar, Sonora, México
(en su meridiano 130´50).
Nunca fue seguro que alcanzaría las aguas del Golfo
 de California pero,
¡regresó para contarlo!
Foto de Armando Altamira G.
 
Justamente horrorizados, los pueblos buscan un lugar en el planeta donde todavía se respeten las leyes y la corrupción sea, al menos, incipiente.

De ahí que las caravanas de migrantes, ilegales,  se den en todos los paralelos y meridianos del planeta. Prefieren morir en el intento que ser devorados por  ese relativismo disolvente y caníbal.

Thoreau da la pauta para volver a encontrar los valores universales, como normas de convivencia del ser humano, positiva y validas en sociedad: caminar, sudar la camiseta. Así de sencillo.
“A través de mi vida, yo solamente me he encontrado con una o dos personas capaces de entender el arte de caminar, sautering, de andar a pie, y que tuviera el don, por así decirlo, de saber pasear”

Emerson también dice que caminar por el bosque es un arte
y, si tenemos  suerte, hasta podemos perdernos por media hora.
En la Sierra de Pachuca. Hgo. México.
Foto de Omar Altamira A.17/3/2019
 






Pero el mismo Thoreau lo señala: ya no hay quien camine por ejercicio terapéutico:

“A través de mi vida, yo solamente me he encontrado con una o dos personas capaces de entender el arte de caminar, sautering, de andar a pie, y que tuviera el don, por así decirlo, de saber pasear”

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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