Que
los gobernantes sea filósofos…
El
pueblo se acerca al árbol que le brinda más sombra. Esta metáfora no
gustaba a H. D. Thoreau. El pueblo no necesita de
ninguna sombra, más que la propia.
A condición que lo gobernantes de ese pueblo
sean filósofos...Para que gobiernen con sabiduría y permitan el libre y sano
desarrollo de los individuos. Sino lo alientan para alcanzar tales metas, al
menos que tengan la necesaria sabiduría que no lo estorben:
Ni lugar en las aulas universitarias, ni seguras fuentes de empleo, ni seguridad en las calles, son tres de las cien maneras de estorbar.
Ni lugar en las aulas universitarias, ni seguras fuentes de empleo, ni seguridad en las calles, son tres de las cien maneras de estorbar.
Entre
la ley y la justicia Thoreau se decide por la segunda. La ley la hacen pocos, y
no siempre en beneficio de todos.
“Yo
creo que deberíamos ser hombres primero y ciudadanos después. Lo deseable no es
cultivar el respeto por la ley, sino más
bien por la justicia.”
H. D. Thoreau Desobediencia civil. El capítulo
tiene, en nuestra edición, el mismo título de la obra.
Thoreau
no es un nihilista ni tampoco un anarquista. No está contra el gobierno. Lo que
busca, para todos, es el mejor gobierno.
Tampoco cortejaba a las mayorías para buscar su voto: "Un hombre prudente no dejará lo justo a merced del azar, ni deseará que prevalezca frente al poder de la mayoría. Hay muy poca virtud en la acción de las masas:"
De la misma manera no abogaba por la santidad sino por la humana normalidad. No quería entrar en el lugar común de erradicar a los malos de este planeta, sólo decía del corrupto:" al menos lavarse las manos de él." En otras palabras, empezar por el principio, poner el ejemplo. No perorar, sino actuar.
En el siglo veinte tuvieron lugar, al sur de la frontera, movimientos revolucionarios para quitar a dictadores que habían infectado la vida de la región. Lo lograron pero no se fueron llegado el tiempo de irse. En el siglo veintiuno, ya convertidos a su vez en dictadores , el pueblo ha entendido que es cuento de nunca acabar.
Lo que ahora hacen esos pueblos es reunirse al amanecer en la plaza publica, pero no para emprender otra revolución y cambiar a los gobiernos.
Se reúnen para agruparse en caravanas de emigrados irregulares y empezara desplazarse hacia el norte, donde les han dicho que vive Fata Morgana.
Muchos no llegarán, sucumbirán a manos de los corruptos regionales a lo largo del trayecto. Pero otros sí llegarán.
Tampoco cortejaba a las mayorías para buscar su voto: "Un hombre prudente no dejará lo justo a merced del azar, ni deseará que prevalezca frente al poder de la mayoría. Hay muy poca virtud en la acción de las masas:"
De la misma manera no abogaba por la santidad sino por la humana normalidad. No quería entrar en el lugar común de erradicar a los malos de este planeta, sólo decía del corrupto:" al menos lavarse las manos de él." En otras palabras, empezar por el principio, poner el ejemplo. No perorar, sino actuar.
En el siglo veinte tuvieron lugar, al sur de la frontera, movimientos revolucionarios para quitar a dictadores que habían infectado la vida de la región. Lo lograron pero no se fueron llegado el tiempo de irse. En el siglo veintiuno, ya convertidos a su vez en dictadores , el pueblo ha entendido que es cuento de nunca acabar.
Lo que ahora hacen esos pueblos es reunirse al amanecer en la plaza publica, pero no para emprender otra revolución y cambiar a los gobiernos.
Se reúnen para agruparse en caravanas de emigrados irregulares y empezara desplazarse hacia el norte, donde les han dicho que vive Fata Morgana.
Muchos no llegarán, sucumbirán a manos de los corruptos regionales a lo largo del trayecto. Pero otros sí llegarán.
Platón
tampoco abogaba por la desaparición del Estado, del gobierno. Al pedir que los
gobernantes fueras filósofos quedaba implícita su aceptación.
A
Platón se le encuentra donde menos lo
esperamos, como un reborde en el piso que nos hace tropezar cuando creemos que
caminamos bien.
La
justicia tiene el fundamento de la conciencia. Para el mejor gobierno se necesita
actuar con conciencia. Pero esta requiere sabiduría, como la entendían los griegos,
que es virtud, valores de calidad: Thoreau: “Un sociedad formada por hombres
conscientes es una sociedad con conciencia.”
Los
griegos resumían todo esto en una sola palabra: paideia. Educación. Educación no tanto de aula sino de cultivar esos valores
de calidad. Ser filósofos, ser sabios, es decir, virtuosos.
En
este punto de la virtud Aristóteles
coincide con su maestro Platón. En su Gran
Ética, capítulo V, anota que “Cuando la virtud se hace mayor en grado, ella
hará al hombre cada vez mejor, en lugar de hacerlo cada vez
peor.”
A
veinticinco siglos de Platón, la distancia no se acortó, parece que la utopía
se hizo más utópica.
Las grandes
e interminable caravanas de migrantes ilegales se desplazan de un país a otro
país y de un continente a otro
continente.
Dibujo tomado de El País 28 de julio 2018 |
Tienen
conciencia de la sabiduría y de la virtud,
pero no la encuentran en su lugar de origen. Van huyendo de la “ley” que no
beneficia a todos.
Platón
(su túnica) quedó muy atrás en el tiempo pero sigue siendo inalcanzable en sus
ideas. Es decir, nadie ha logrado ponerlas en práctica: que los políticos sean
filósofos. ¿A quién se le ocurre? ¡A Platón!
Pero
no es ningún galimatías. Lo que quiso decir es que si la meta en la vida es la
felicidad se requiere actuar en consecuencia: “Cuando los hombres estén
preparados, ese será el tipo de gobierno que tendrán”, esto también lo dijo
Thoreau.
Para
eso se necesita sabiduría. Una de tantas definiciones que corren de los
filósofos es que, son amantes de la sabiduría, buscan la sabiduría. Tal vez nunca la
encuentren, pero en tanto se busca, se está
ya en la sabiduría.
Como
el alpinista con su mochila al hombro, camino de la cumbre. Ya está haciendo
alpinismo desde el momento que en casa
empieza a preparar su mochila.
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