Hacer hijos empieza por un
beso y termina treinta años después
cuando egresan de la academia.
Montaigne dice que así, de sencillo,
sucede con los escritos…
Montaigne dijo cosas
imperecederas, vulgares y esenciales, pero las expuso tan llanas y entendibles que difícilmente los filósofos le hacen un lugarcito en la
mesa junto a ellos.
Toma de El Pais
Sería raro encontrar en sus Ensayos un
tecnicismo de los que se estilan en filosofía.
Decía encontrar a la superfluidad siempre superflua…Para que Max
Scheler, por ejemplo, diga esto, hay que descifrar varias cuartillas…
Montaigne no es complejo en
sus exposiciones y escribe lo que piensa
mientras recorre grandes distancias montado en su caballo. Estamos hablando de
su siglo dieciséis.
De pie ante las ruinas de Roma, lugar que amó
profundamente, contempló de cerca la eternidad y, por contraste, la fugacidad.
Escribía para el día, sin
pretensiones de trascendencia, y el resultado es que después de siglos lo
seguimos leyendo. “Yo escribo mi libro para
pocos hombres y para pocos años,” dice Montaigne:
“Si hubiera tratado de una materia más
durable, habría sido preciso emplear para él un lenguaje más firme. Al contar con la variación continua
que el (siglo) nuestro experimentó hasta
hoy, ¿quién puede creer que su forma
actual esté en uso de aquí a cincuenta años.”
Hablando de sus
“inmediateces”, de sus fincas, de sus criados, de sus indolencias, de sus
incapacidades ante la vida, de sus inclinaciones para viajar y de su modo
escéptico para tratar infinidad de cosas, nos habla de valores absolutos. Del
humo de todas las latitudes y todos los tiempos.
Montaigne escribe, como antes
escribieron Séneca, Marco Aurelio y
Plutarco, y como después de él escribirán Schopenhauer y el mismo Nietzsche,
con una prosa tan sencilla y entendible para todos y con modos de exponer las
ideas accesibles para todos.
Si estamos de acuerdo con las
ideas de estos, o no, es otra cosa pero eso no quita que su prosa sea elegante
y accesible para el común de nosotros.
De Séneca dice: “Su
instrucción es la flor de la filosofía y las ideas las representa de una manera
sencilla y pertinente.”
“Si no fueran absolutos lo
valores, ¿qué serían?-se pregunta Manuel García Morente en su valiosa obra
Lecciones preliminares de filosofía-. Tendrían que ser relativos.¿ Y qué
significa ser relativos? Significa ser valor para unos individuos y para otros
no.”
Con sus “sencilleces“Montaigne
nos está relatando, como si fuera una amena novela, lo que es el imperativo
categórico kantiano: para todos y para siempre. Por más que él diga que sólo
escribe para cincuenta años.
En sus múltiples modos de
comportarse la gente, o las locas maneras de gobernar de algunos Estados, siempre habrá gente con la
suficiente información para entender lo que está sucediendo más allá de la
parafernalia de los partidos políticos: “vemos las cosas porque suceden, no
suceden a causa de que nosotros las veamos.”
Montaigne, en términos de
escribir, no es de los que ponen la carreta delante de los bueyes. Por más que
siente gusto en declararse autodidacta sabe que, para escribir, hay que leer.
Sin prejuicios es necesario leer de todo y sin dejar de lado a los autores jóvenes.
Pero como la vida es tan corta
y en el mundo hay mucho que leer, y tanto que escribir, se inclina en no
distraer tiempo y sí acogerse a la tradición cultural: “Apenas leo los nuevos
porque los antiguos me parecen más sólidos y sustanciosos.” Menciona a sus
autores favoritos como Diógenes Laercio, Séneca, Plutarco, Salustio…
En lo que sigue Montaigne
ofrece la diferencia de lo que es hacer
niños de lo que es procrear. Formar de manera integral lo primero y lo
segundo sólo un biológico vaginismo.
Como todo empieza en la niñez,
se dirige a la “señora” (a la madre universal, educadora por si): “Estimo,
señora, que la mayor y primera dificultad de
la ciencia humana se encuentra en
la acertada dirección y educación de los niños, de la misma forma que en
la agricultura las labores que anteceden a la plantación son sencillas y
carecen de dificultad. Pero en seguida que la planta ha arraigado, aparecen
diversos procedimientos más bien difíciles, para que la misma se desarrolle. Lo
propio ocurre con los hombres: plantarlos no es difícil, pero, enseguida que
tienen vida, son muchos los cuidados y
trabajos que se necesitan para nutrirlos y desarrollarlos.”
¿Cómo conocer que el fruto va
en la dirección correcta? Montaigne lo dice: “todo lo que a nuestros ojos se
presenta resulta libro suficiente.”
MONTAIGNE“Michel Eyquem de
Montaigne (Castillo de Montaigne, Saint-Michel-de-Montaigne, cerca de Burdeos,
28 de febrero de 1533 - ibíd., 13 de septiembre de 1592) fue un filósofo,
escritor, humanista, moralista y políticofrancés del Renacimiento, autor de los
Ensayos, y creador del género literario conocido en la Edad Moderna como
ensayo.”Wikipedia