MARK TWAIN SIEMPRE ACTUAL

 


 En su obra Huckleberry Fin, describe:

1-Lo que se conocería siglo y medio más tarde como El Síndrome de Estocolmo.

2-Un pasaje familiar de los negros en tiempo de su esclavitud.

3- La perversión e inanidad de los reyes.

Huckleberry Finn, el niño, vagabundo, mentirosamente fabulador, y Jim negro esclavo, están en una balsa deslizándose sobre las aguas del Misisipi. Van en busca de la libertad.

Huck (huérfano de madre y con un padre alcohólico que cada día le da  golpiza y lo envía a conseguir dinero para seguir bebiendo). Huye de casa de la tía Sally que le da cobijo  y se propone educarlo. Que no ande descalzo, se cepille los dientes, no diga groserías, no fume puro ni pipa, que se bañe…Son cosas imposibles de cumplir para Huck.

Jim es un negro esclavo que vive bien en la casa de su amo pero, se entera que lo van a vender. El comprador de esclavos ha pasado varias veces por la casa tratando de ponerse de acuerdo del precio.

Una noche se escapa. Coinciden en el río, piden “prestada “ una balsa y se van río abajo. A lo largo de la obra una gran amistad va surgiendo entre el niño blanco y el adulto negro. Una situación moral muy complicada la Huck que siente que traiciona a los suyos y en varias ocasiones está a punto de   denunciarlo y cobrar la recompensa que se daba por los esclavos que escapaban, pero en último momento no puede hacerlo.



                                 Jim y Huck

                                       tomado de Internet


Viven varias aventuras en las que se apoyan para comer o para librarse que los atrapen y regresen con sus dueños.

Antes, cuando Huck aún estaba en casa de la tía Sally, se le ocurre forma una banda de asaltantes y asesinos. Reúne un grupo de niños y, en el fondo de la cueva, hacen el juramento de silencio. El que diga algo de lo  aquí se trama o se hace lo matamos. ¿Están de acuerdo? ¡Si! Un niño llorando dice que le da miedo y mejor se va con su mamá.

¿Concretamente, qué vamos a hacer Huck, pregunta uno de la banda? ¡Vamos a matar y a robar, aunque sean familias!

¿También a las mujeres matamos? Pregunta otro. No a las mujeres las traemos a la cueva y las tratamos como a unas damas, las respetamos y que se sientan a gusto, con atenciones. Con el tiempo, se enamorarán de ti y ellas mismas ya no quieren regresar a sus casas.

Esto fue escrito casi a dos siglos antes de lo que se conocería como el Síndrome de Estocolmo.

No sabemos qué fue de ellos ya grandes. Por lo pronto la banda se disolvió porque lo único que mataba era saltamontes, gusanos, pájaros y  ranas.

 ¿Fue algo que en adelante los hizo respetar a toda criatura de la naturaleza? ¿O fue, a la manera de un curso propedéutico, lo que los convertirían, ya grandes en bandidos y asesinos? Twain no lo dice.

A su vez Jim le explica a Huck cuáles son las metas de su vida. Cuando lleguemos a uno de los estados libres voy a trabajar y juntar dinero y regresaré a comprar a mi mujer que está de esclava en la casa del hacendado. Luego, entre los dos juntaremos dinero y vamos a comprar a nuestros dos niños que están de esclavos en otra hacienda.

 En dos párrafos Twain nos dice todo lo de La Cabaña del Tío Tom y la guerra de secesión que estalló en Estados Unidos.

Sin clemencia, Twain asegura de la realeza que está compuesta de  parásitos a costa del pueblo: “todos los reyes son prácticamente unos sinvergüenzas; eso es lo que son, que yo sepa…Lo único que te digo es que los reyes son reyes y hay que dejarles un margen. Así en bloque, son bastante gentuza. Es por como los crían.”

 


                                          Marck Twain


Con una redacción amena, dentro del panorama de niños, Faulkner  dice que a Twain que se considera “el padre de la literatura norteamericana”.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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