PARA ENTENDER A QUETZALCOATL


 

La filosofía debería ser un esfuerzo para trascender la condición humana, Bergson.

Es por el modo occidental que entenderíamos a Quetzalcóatl, no por el pensamiento mexica o náhuatl.

Quetzalcóatl dios, no Quetzalcóatl rey de Tula.

Ahora estamos más identificados con la escritura alfabética y no  con la ideográfica, que es  la manera de expresarse en mexica.

Mexica, mexicano, vino a ser sinónimo de náhuatl, a  partir del siglo diecinueve, para más de cincuenta etnias originarias del país.

Vírgula voz.
 
Ahora ya no sabemos leer el símbolo de los códices mexicanos. Su iconografía  nos resulta por demás extraña. Huicholes y otomís en el centro del país, kikapoo en el norte, mayas en el sureste… conservan su adjetivo gentilicio pero el genérico es mexicano.

No es lugar aquí para explicar por qué  todas las etnias llevan el gentilicio de la etnia que perdió la guerra en el siglo dieciséis. El Estadio de futbol más grande de la ciudad de México se llama Azteca, los deportistas de natación, futbol, esgrima que van a competir al extranjero se les llama y se autonombran aztecas, mexicanos.

Quetzalcóatl, eso sí todos lo saben, significa Serpiente Emplumada, como decir serpiente divina, o deidad, dios, con plumas.

Avatar de la gran diosa, primordial, Chicomecoatl
A los personajes divinos del cristianismo, dios, los arcángeles, los ángeles y noúmenos de todos los grados, se les señala su divinidad mediante la aureola que rodea su representación, especialmente en derredor de la cabeza. Los mismo a los humanos divinizados, o santos o vírgenes. La virgen María, san Agustín, san Francisco.

 A los seres divinos mexicas se les representa con plumas. No a ellos sino a sus avatares; Tezcatlipoca: coyote, Huitzilopochtli: colibrí, Coatlicue: falda de serpientes. Se les conoce más como nahual, que como avatar. 

Estos avatares son los que han hecho caer, a no pocos intelectuales, en el error que en el México precristiano se practicaba la zoolatría, como en el antiguo Egipto. Sólo son avatares. Como la paloma representa al Espíritu Santo del cristianismo. La paloma no es el Espíritu Santo, sólo su avatar. El perro de san Juan Bosco, el cordero, Jesús. El sátiro barbudo, con patas de chivo, no es el dios Dioniso, sólo su avatar.

Viene a relación lo anterior porque el pensamiento náhuatl logró así, mediante  la figura del avatar, lo que en el pensamiento occidental llevan veinticinco siglos de abstracciones, buscando la manera de fundir lo humano con lo divino. O de remontar lo humano, valga decir, lo material, lo biológico, con lo divino. Lo que se ha escrito sobre esto llenaría de libros el mar Mediterráneo. Platón, Aristóteles, Demócrito, Kant…

Héroe cultural le llama el laicismo. Es parte del tironeo filosófico occidental que se conoce como ejercicio dialéctico.

La tradición religiosa del México precristiano lo considera dios. Precisamente la figura de Quetzalcóatl, la deidad considerada sabia  y espiritual, funde vitalidad y materialidad que se encuentran integradas, fundidas, en los poetas nahuas y principalmente en Nezahualcóyotl.
Águila solar, avatar de Tezcatlipoca
 

En todo caso es el anhelo de ir más allá de su condición puramente bilógica, como quiera llamársele.

Un filósofo moderno, Bergson, es señalado como el que dio con la clave del misterio, del anhelo de trascendencia del humano. La clave se llama intuición. Nada nuevo pero Bergson le dio una aplicación y proyección muy singular.

La manera de fundir el análisis, es decir, la ciencia, con la metafísica para acceder, o para ascender, a la teología.

La tarea de reconciliar la razón con la fe, de acortar la distancia entre creación y evolución que, se intuye, alguna  vez será una sola cosa. La vida, que se manifiesta en el devenir, dejará lejos la rancia polémica.

Manuel García Morente, que hace  la introducción de la filosofía de Bergson, lo explica de esta manera. Un solo párrafo da la idea en qué semblante se desarrolla el pensamiento de Bergson:

“La ciencia y la metafísica se reúnen, pues, en la intuición. Una filosofía verdaderamente intuitiva  realizaría la tan apetecida unión de la metafísica y la ciencia. Al mismo tiempo que constituiría la metafísica en ciencia positiva (es decir progresiva e indefinidamente perfectible, llevaría las ciencias positivas a adquirir  conciencia de su verdadera significación, con frecuencia muy superior a lo que ellas se imaginan”.

Henry Bergson, Introducción a la metafísica.

Quetzalcóatl no escribió algo, como Jesús tampoco escribió algo. El pensamiento cristiano lo conocemos por los escritos de los apóstoles. Quetzalcóatl habló por medio de la vírgula voz y el mejor exponente, de su pensamiento, hasta donde conocemos, es Nezahualcóyotl, quien fundió en una sola persona, Quetzalcóatl, lo que en occidente se conoce como filosofía y teología.

Fray Bernardino de Sahagún, muy escueto en su descripción de Quetzalcóatl, en su gran obra Historia general de las cosas de la Nueva España, dice lo mismo, una deidad que limpia lo sucio de la tierra para que lleguen los dioses de la lluvia y los hombres tengan una vida feliz:

“Decían que barría  el camino a los dioses del agua y estos adivinaban porque antes que comienzan las aguas hay grande vientos y polvos, y por esto decían que Quetzalcóatl, dios de los vientos, barría los caminos a los dioses de las lluvias para que viniese a llover.”

“No para siempre en la tierra” dice Nezahualcóyotl.

“No te alejes mucho de la playa porque el capitán de la nave  puede dar la orden de partir en cualquier momento” dice Epicteto.

¿Después de la tierra? Está el Tlalocan, donde las flores nunca se marchitan.

El Tlalocan.Tepantitla, Teotihuacán
Donde las flores nunca se marchitan.
Al igual que la divinidad,
los habitantes de Tepantitla se
comunican por medio de la
vírgula voz.
¿El capitán puede dar la orden de partir? ¿Para dónde?

Para Phtia, donde los humanos viven sin los requerimientos del cuerpo, y donde Sócrates ya se ha reunido con otros filósofos.

Nietzsche y otros antropocentristas, ya  se dieron por vencidos: no hay que buscar debajo de las piedras lo que no existe, dice aquel.

Bergson al igual que Platón, cree  haber encontrado  la llave que abra la puerta de la mítica Avalón, o del fantástico Shangri –la, entre las montañas del Tíbet.

En todo caso, reitera Bergson,  “la filosofía debería ser un esfuerzo  para trascender la condición humana.”

 

Subir el análisis es salirse de la ortodoxia académica y de los lugares comunes populares.

La humanidad divina de Jesús no podía ir hasta el fondo del error, a manera didáctica, como cualquier humano. Es un hombre perfecto. Ni siquiera su molde materno fue todo lo humano que todos los hombres tienen, sino algo especial, único. Y el asno en el que entraría  a Jerusalén nadie lo había montado. Todo era una humanidad poco humana.

Prometeo sufrió el castigo del Olimpo, no porque hubiese traído la luz a los humanos, como dice el lugar común de la leyenda, sino porque sobreprotegió a la humanidad impidiéndole que se liberara de las tinieblas por ella misma.

Quetzalcóatl no envía a su avatar o, como dirían  los novelistas, a su alter ego, a salvar  mediante su sacrificio. Es Quetzalcóatl  mismo, ni siquiera su nagual, el que se sacrifica para establecer un prototipo de salvación por su esfuerzo personal. Sócrates siguió exactamente el mismo modo de Quetzalcóatl. Hasta ahí la semejanza.

Quetzalcóatl procede al igual que el humano demasiado humano, como vil y peligrosa serpiente. Desde el fango, desde la porquería moral, establece el ejemplo de la superación y finalmente emprende el vuelo.

Quetzalcóatl, este bello y sabio Apolo, ha sido engañado   en Tula por Tezcatlipoca y, por un día, Quetzalcóatl se convierte en el disipador Dioniso (Sólo por un día porque en México el dios del vino, o pulque, es Ome Tochtli).

Como sea, entre tanto tiene lugar el interminable  tironeo de los filósofos occidentales, con sus sistemas y teorías, la figura de la Serpiente Emplumada remonta ya el vuelo.
Mictlantecuhtli (dios tutelar del inframundo-cielo) y
Quetzalcóatl como Ehecatl, dios del viento.

Una interpretación libre sería, para el caso
que nos ocupa, que si Ehecatl no envía  su soplo divino,
pronto veríamos a Mictlantecuhtli.
Tan cierto como que si
los puntos IMECAS no bajan, estamos fritos,
muy fritos,de las vías respiratorias.

Tomado de un camiseta cuya firma va al pie
de la figura.

NOTA
Es una referencia lo de Quetzalcóatl a los valores esenciales de la humanidad. Pero tiene su aplicación en la vida común de todos los días. Cuando escribimos estas nota, la ultima semana de marzo del 2019,se declaró la contingencia ambiental fase 1 en la ciudad de México porque los vientos (Quetzalcóatl como Ehecatl es el dios de los vientos), que corren sobre la capital, eran someros y los contaminantes del aire se dispararon más allá de los 100 puntos IMECA. El caos pierde su tensión cuando Ehecatl vuelve a recorrer el valle.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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