Vivir, más que durar.
Hunapu e Ixbalanqué van por la vida jugando a la pelota en el
camino al Xibalbá: viven. Drácula, cuando llega el día, se mete a su sarcófago.
Le tiene miedo al sol.
Para no morir Drácula chupa la sangre de los humanos porque sólo de
esa manera puede durar más tiempo con vida.
El sarcófago de Drácula es la
metáfora de la ciudad moderna, en la medida que ésta nos aparta de los bosques de las montañas. Vivimos lejos del sol.
Centros de investigación
gerontológica se afanan en prolongar la vida humana en
muchos países. La esperanza de vida en el mundo, en 1950, era de 47 años, en el
2020 de 72 años, según la División de
población de la ONU en 1996.
La prolongación de la longevidad es obvia.
¿Qué segmento de esta línea fue de
humanos en vigencia? ¡El resto estuvo caracterizado con visitas harto frecuentes a los centros de salud!
Con el natural imparable decaimiento del humano
varias son las inquietudes que surgen. ¿Es loable estirar la liga más allá de
su resistencia propia? ¿Prolongar mundialmente la longevidad hace una humanidad mejor? ¿O sólo llena de viejos, más
viejos, el planeta y las salas de espera
de los hospitales?
El filósofo marsellés, Jean Wahl,
anota en su obra El camino del filósofo, hablando
de la causalidad, que “el efecto no contiene nada más que lo que contiene la causa, y viceversa.”
HUEHUETEOTL DIOS DEL TIEMPO DE LA CULTURA DE CUICUILCO ¿PARA QUÉ RETRASAR LO INEVITABLE'? |
El Dr. Whitaker, de la universidad de
Pensilvania, se hizo esta pregunta: “Si el envejecimiento es un proceso
natural, todos estos recortes, suturas y remiendos de la cirugía, ¿no son
entonces un método antinatural para retrasar lo inevitable?”
National Geographic Vol. 6, N°1,
enero 2000
El promedio de vida de los romanos en
los viejos tiempos era de 22 años. En la actualidad el promedio en Japón es de
80 años, en México de 72, en Canadá de 79, en Uganda de 41… Factores
ambientales, sociológicos, políticos y económicos nunca
vistos.
Pero cada vez se lee menos a Homero, a
Cervantes a Goethe, a Emerson, al Popol Vuh… ¿Eso es vivir?
Estos estudios del encanecimiento son vistos en una cajita
de Petri. En otras palabras, observar la conducta del individuo en ambientes de la ciudad, bajo condiciones
de vida poco naturales.
Por contraste habría que emprender
estos mismos estudios con gente del campo, de comunidades rurales. Ella vive en
el valle, en el campo. No en las cotas altas, como los alpinistas, pero su
contacto con los elementos naturales atmosféricos son cotidianos.
Los estudios que toman en cuenta la
disminución de calorías, y genes de longevidad, se refieren a gente que vive en
la ciudad, al abrigo de los fenómenos naturales. La ciudad, insistimos, es como una cajita de Petri para los
investigadores de la senectud.
La escalada de salón, y los estudios sobre gerontología,
tiene algo en común: ambos se desarrollan bajo condiciones de invernadero,
artificiales muy cuidadas.
Hay diferencia en una flor de
invernadero, que en una flor de los altos bosques, a merced de los vientos, la
lluvia y los diferentes cambios de temperatura que se registran durante las 24
horas del día y el fenómeno atmosférico de las diferentes cotas que tanto
golpea a los alpinistas.
Músculos, tendones y ligamentos se
ejercitan naturalmente en una ascensión, y esos mismos, pero de manera
diferente, en el descenso.206 huesos del cuerpo humano, moviéndose
coordinadamente, es algo extraordinario, por más inconscientes que estemos de
ello.
Todos hacemos en la taza del WC sentados en
los 90 grados. Perdimos ya la habilidad de flexionarnos hasta la posición de
cuclillas, rebasada cierta edad. ¿No nos cree?, ¡haga la prueba ahora mismo y
verá lo que dicen sus rodillas!
Así fuimos atrofiando nuestras facultades fiscas y mentales. La gente está
cada vez más lejos de la cultura y los ciudadanos tienen miedo de ir más allá
de la última calle de la ciudad.
Seguir el sendero obliga a no
perderlo de vista. Y esto ya es un ejercicio para la mente que ayuda contra la
senilidad, caso contrario en las personas que se retraen en sí mismas.
Y, si, como dice Thoreau, tenemos la
suerte de perdernos en el bosque siquiera por media hora, todos nuestros
sistemas se ponen alerta en la tarea de reencontrar el sendero. ¡Muy diferente
que adormilarse frente al televisor!
El “síndrome del vecino indeseable”
es producto de vivir en el ambiente
masificado de la ciudad, por lo que perdimos el valor inmenso de la armonía con
el prójimo.
Una de los aspectos positivos que
recibe la mente, al
dejar atrás la soledad de las
montañas y descender al valle, es la calidez de la gente, a través de su trato social y psicológico.
Nos damos cuenta del error: por tres
o cuatro rufianes, ponemos la misma etiqueta al pueblo entero. Y todo esto es también un ejercicio de la mente en el proceso de envejecimiento. No contra el
envejecimiento sino en el estiramiento de la liga hasta donde fue programada.
La expresión contra el envejecimiento, muy
empleada, es una idea del todo
desafortunada.
Inactividad y mala nutrición es la
versión moderna de suicidarse. Morir antes de tiempo, según la esperanza de
vida al nacer de ese país.
La ciencia estudia desde hace un
siglo cantidad de registros de gente que
voluntariamente aceptó someterse a experimentos de laboratorio del
envejecimiento.
Hay a la fecha numerosos estudios
pero, como dicen algunos connotados genetistas y gerontólogos, “apenas estamos
en el comienzo de la investigación”. Otros aseguran que ninguna hormona posee
la clave de la eterna juventud.
Lucrecio al describir, con entusiasmo
y firmeza, fenómenos atmosféricos de cielo, mar y tierra, hace más de veinte
siglos, decía, no obstante, con la probidad de los científicos de ahora:
“estamos indecisos sobre muchos fenómenos que vemos.”
¿Cuál entonces es el promedio real,
no “estirado”, de vida para los
habitantes de un país? Los años con vida de los padres, que llevan una vida
normal, es una señal del tiempo que
vivirá el individuo en el proceso de encanecimiento, pues se refiere a la herencia.
Un recurso empírico, ciertamente, pero que se aproxima más que otros a la
realidad. Sino intervienen la dulce vida, el sedentarismo y las grasas saturadas que reducen la “luz” en
las arterias, el abuelito puede ser una referencia de cuántos años viviremos.
La ciencia apunta a prolongar la vida en buenas condiciones
de la gente, tanto con la medicina correctiva como con la preventiva, al tiempo
que políticos y economistas se horrorizan de tener que “cargar” con una
población longeva cada año más numerosa.
Malas condiciones de vida, de empleo, de
alimentarse, de educación, del aire contaminado y la inseguridad en las calles,
impiden que se llegue a edad prolongada con calidad. Dicho de otro modo, los
gerontólogos se afanan en subir una escalera eléctrica que tira hacia abajo…
Lucrecio habla de un todo.
Ojalá pudiéramos entender que no
podemos vivir siempre entre montañas, como lo entiende un alpinista. Esto sería
una abstracción. Nos falta el calor de la gente y las comodidades de la
tecnología.
Pero de la misma manera entender que es
una abstracción vivir siempre en la ciudad alejados de las montañas que es, en
otras palabras, la Naturaleza natural.
Nos falta el contacto con los cielos
cargados de sol, nubes amenazantes, vientos, atardeceres
tempestuosos y amaneceres tal vez románticos.
Mejor que esperar el turno en las
salas masificadas de los hospitales y clínicas.
Los campeones deportivos de laboratorio
(el famoso doping) es una imagen nada
alentadora. Ahora tenemos poblaciones que llegan a los cien años, o más,
con el pastillero en las manos…
Los sistemas de adaptación de la
mente, a los panoramas subjetivos que inspiran la noche entre los bosques, y
las mañanas acampando al pie de los glaciares, son tan importantes como los del
cuerpo. En contrario, los tejidos se aflojan prematuramente y la mente se
reblandece.
No por vocación masoquista sino porque eso
hace funcionar nuestros sistemas de adaptación a las diversas condiciones que
encontramos en el campo, todo lo cual provoca que nuestros procesos de encanecimiento
sean conforme a como están programados naturalmente.
Con frecuencia encontramos la
expresión de los genetistas de “estamos
programados para esto. Para esto si para esto otro no”.
¿Pero quién programa esas “escaleras retorcidas”
de genes?
Aventuramos una expresión que parecerá retrógrada la luz
de la ciencia: Dejemos que la Naturaleza, o el cielo, sigan programando esas “escaleras de genes”. Visto
está que cuándo los humanos nos metemos a manipular virus y genes en el laboratorio nos llevamos sustos del tamaño del planeta.
El Popol Vuh dice que los dioses
quichés “manejan” todo eso. Los cristianos aseguran que el cielo, Lucrecio
insiste en que son los átomos lisos y redondos, y Homero, lo dijo antes que
nadie, son los dioses del Olimpo los que deciden esto o aquello. Mejor dicho,
sus diosas sugieren lo que los dioses deben hacer… ¡Esto se oye mejor! Habla de
la fuerza de la biología femenina que tanto asusta a nuestro narcisismo
masculino.
La ciencia moderna del siglo
veintiuno lleva a cabo grandes (y costosísimas) investigaciones de consultorio,
y de laboratorio, sobre esto del envejecimiento humano, pero sus más connotados nombres, con toda
probidad, siguen diciendo: “Apenas
estamos en el comienzo de la investigación.”
Por lo pronto (lo decimos como gente
a la que le gusta caminar por los bosques): sólo queda volver a una de las
cuatro causas que decía Aristóteles, con el ejemplo del mármol y la estatua: la causa eficiente.
¿Causa eficiente? ¿Qué es eso? En
otras palabras: agarrar la mochila y caminar por los bosques altos (antes que
la sierra metálica los desaparezca) y los glaciares (antes que la cultura
industrial los extinga por completo) y
los vientos (antes que para siempre tengamos que usar cubre bocas con un
ventiladorcito en la nariz proveedor de oxigeno).
Por la tarde levantaremos la tienda y
regresaremos al valle, o mañana o la semana que sigue. Así es como entendemos
el modo dialectico de vivir: La ciudad y la montaña, la montaña y la ciudad.
Sólo Drácula le tenía miedo al sol,
al viento, a la lluvia y al bello amanecer.
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