“Yo devengo”, son dos palabras que
propone Wahl para pensar en la permanencia y en la destrucción.
Yo soy yo pero
también devengo, experimento cambio.
La destrucción del hombre y su
reconstrucción. A través de las experiencias de la vida real, sin dejar de ser
él.
Así como era en la placenta antes de
nacer, así será en la primera hora de “ingresar” al ataúd. La vida lo formó a
través de indicarle cómo es el estilo de
la sociedad. La madre genética lo hizo como lo hizo y el mundo lo hizo como él
se dejó hacer.
La permanencia y el devenir o
movimiento. Algunos pensadores dicen que hay puro verbo. En otras palabras,
sólo movimiento de las cosas. Casi siempre muy lento, como el hielo del glaciar
que se desliza hacia el valle. Otros que a ese río de hielo le falta el cauce, el sujeto, lo permanente.
En alpinismo el pragmático goza con
el esfuerzo psicofísico de la ascensión y la praxis de ir resolviendo los
problemas técnicos de la escalada. El otro, como se llame, además de lo
anterior, mira el paisaje y se dice: “Esto seguirá siendo así, de amanecerse y atardecerse bellos, por siglos y siglos
después que yo haya partido”
Es un viejo y muy interesante debate de los
filósofos. Empezó con Platón y con Epicuro, sino es que desde los Presocráticos.
Por eso se dice que en tanto el científico ya llegó a la luna, o más allá, la
filosofía sigue donde la dejó Platón
hace veinticuatro siglos.
Veinticuatro siglos de seguidores y de
críticos. Pero como el bumerang que
parece perderse en las nubes y siempre lo vemos que está de vuelta.
El pensamiento del hombre común es
que vamos hacia la destrucción final, expresada con la frase “nacemos y
morimos”. O como los valentones después de ingerir medio litro de tequila:
“para morir nacimos”.
Pensadores como Kierkegaard y
Nietzsche, tan distintos en el fondo pues uno es un pensador religioso y el
otro se detiene en lo finito. Sin embargo ambos prefieren la fórmula: “Nacemos
para vivir.”
Nietzsche, en Aurora, se afana porque el hombre no muera por la preocupación de
la enfermedad, antes que de la enfermedad.
El fondo de este pensamiento es el de
una destrucción parcial para después continuar.
Wahl:
“La vida va siempre hacia la vida y
sólo puede concebir la muerte como una destrucción parcial o, a veces, una
destrucción total, para el individuo finito, necesaria para una construcción
concebida como posterior.”
Jean Wahl, Introducción a la filosofía. Fondo de Cultura Económica, México,
1988
En el ejercicio del alpinismo que el individuo desarrolla el Devenir. Dibujo tomado del Libro Técnica Alpina. de Manuel Sanchez y Armando Altamira. Editado por la UNAM 1978 |
La conclusión es que el mundo tiene
una razón de ser. La vida se desarrolla bajo la lógica de un proyecto, un
Devenir para bien.
De no ser así, para no caer en un
mecanicismo fatal, nosotros podemos darle una razón de ser. O ambas cosas.
Mejor ambas cosas, y así alejarnos de la abstracción, de la secta cultural.
Una escalada no es competencia con la
montaña, como se cree en la literatura alpina y en la poesía. Es una
experiencia contra mis miedos y mis limitaciones físicas. A esa lucha se le
llama Devenir, movimiento a partir del sujeto, a partir de mi yo.
Podemos ir más allá, con Lucrecio,
que dice algo que se acerca a la Creación, no tanto a la Evolución: “No han
sido formados nuestro miembros para servicio nuestro: los usamos porque hechos
nos los hemos encontrado: la vista no nació antes que los ojos.”
Tito Lucrecio Caro, De la naturaleza de las cosas, Colección
Austral número 1403, Espasa Calpe, S. A. Madrid, 1969.
Es la vieja, y siempre renovada, discusión de
los finitos y los infinitos, de los evolucionistas y de los creacionistas.
Para nuestro asunto, lo que nos interesa es que aquí también está presente el Sujeto y
el Devenir.
Hay hedonistas, y sacerdotes del atomismo, que juran que
morimos físicamente pero esos átomos jamás mueren: “La materia es eterna”.
Pero también hay la magia, el mito,
la leyenda, la metafísica, que aseguran, como dice Wahl, que morimos
parcialmente para después seguir, pues la belleza es eterna, independientemente
de mi yo.
Como dicen en mi aldea de Tlamatzinco:
la misma gata pero revolcada.
El Ser y el Devenir o movimiento. El
río siempre fluye pero el hombre, parado sobre el puente, es el que se da
cuenta de su permanencia y que el agua del río
pasa.
Como la madre ancianita que ve a su hijo de
sesenta años lleno ya de arrugas, calvo y panzón, pero tal cual, en su manera
de ser, como ella lo trajo al mundo.
Para esta metáfora del río, de la
escalada o de la madre, se necesita una disposición de ver que hay valores
temporales y valores eternos. Sin
excluirse unos de los otros.
Que los abstraccionistas resuelvan
quién fue primero, ¿el huevo o la gallina? Nosotros no excluimos. Con la
mochila al hombro, y sudando mientras remontamos la pendiente, no hay lugar
para exquisiteces de literatos.
Sólo una cosa: nacemos para vivir,
¿si no para qué tanto correr y ganar la carrera frente al ovulo?
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