La filosofía se ocupa de la
vida del ser humano y la religión de su alma. Pero tanto aquella como ésta lo
presumen enfermo.
Convencido de su
antropocentrismo, amo y señor del universo, pero está enfermo. No está enfermo,
pero él se siente enfermo. Humanidad urgida del auxilio de las ciencias de
psicología y psiquiatría.
Desde la niñez vive en tensión por la figura
de un final del mundo apocalíptico lleno de brujas y demonios que lo precipitan
en el abismo ardiente atizado siempre por Dite. Se pregunta ¿Por qué tuvo que
nacer y ahora se pregunta por qué tiene que morir?
Los que estudian estas cuestiones tienen por
cierto que el infierno es estar impedido del amor de Dios. ¿Por qué no
alcanzó él también ese amor de Dios? ¡Necesita un abogado que hable por él en
el cielo!
La intención que antecede a la
idea de la salvación es que el hombre está perdido, enfermo del cuerpo y
del alma.
Por la tarde el merolico en la
plaza, teléfono portátil a todo volumen, enumera al menos diez enfermedades que
padecemos, empezando por el mal sabor de boca al despertarnos por la mañana, el
cáncer de colon, callos en los pies… No que están en potencia, sino que ya
padecemos.
Felizmente él tiene el remedio
con unas pildoras, en combinación con un ungüento que hay que dejar serenar por
las noches. Píldoras que tan solo cuestan 15 pesos ( “menos de la mitad de un
euro”, dice).
Khayyam
Dueño de una elocuencia, digna de estar ocupando un lugar en la Cámara de
Legisladores, convence a la mitad de la concurrencia que se apresura a comprar
las píldoras salvadoras.
Aristóteles, a semejanza del
merólico de la plaza, desacredita a idealistas y matemáticos para poder vender
su sistema que sí salva de una existencia
doliente (Metafísica).
Religiones y filosofías
quieren curar al hombre tanto en su cuerpo como en su alma. Religiones altamente espirituales en el pasado
ahora ya casi racionalismo puro y filosofías audazmente espirituales.
Desierto de Altar, México
Hombres estresados que han
dejado de reír porque creencias
angustiosas llenan su pensamiento aun estando dormidos. Se despiertan sudando
en el silencio de la noche buscando con desesperación el fármaco relajante.
Con una copa de vino en la
mano al amanecer, observando cómo el viento se lleva las arenas del desierto, Khayyam
compone una de sus rubaiyat, en la que considera
la incongruencia del llamado pecado que
tanto mueve la conciencia:
Pretender que el
humilde devuelva en oro el plomo
que a él le han
arrojado, exigirle que pague
Una deuda que nunca
con nadie ha contraído
Es comercio de usura
al que nadie está obligado
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