Caminar por los senderos de la media montaña.Valle del León Alado, Sierra de Pachuca, Hidalgo, México |
Sólo vivimos dos días, escribió alguien, y no merece la pena quemarlos de manera tan superficial Por muchas causas el individuo prefiere ver hacia afuera y no hacía su interior. Por eso hay críticos de tiempo completo o frecuentadores de la charla banal. La televisión, lo mismo que la radio, son inventos tecnológicos formidables donde la gente se abstrae de la realidad viendo o escuchando ochenta por ciento de comerciales, ocho por ciento de tonterías y el resto, hasta completar cien, de calidad. Y de manera insensible la televisión nos va moldeando. Hablamos como la televisión o comentamos el mundo de la televisión. No es error de la televisión sino nuestro porque la televisión está para vender, no para enseñar! El equívoco es nuestro.
Es en la filosofía donde se aprende de la vida pero antes donde se aprende de sí mismo. Lo primero es relativamente sencillo pero lo segundo solamente en la soledad dialogando con los maestros filósofos de todos los tiempos. Entre el barullo eso no es posible. El “metro”, ese invento encomiable de la tecnología, es sumamente agradable viajar en él pero en las horas “pico” es una ofensa que recibe la dignidad humana. Pero tampoco es responsabilidad del metro. Lo que sucede es que cada día nacen muchos humanos y los espacios se masifican hasta la absurdidad.
Thoerau y varios otros pensadores, y ahora casi todos los médicos, recomiendan que se camine en lugar de viajar en alguna clase de trasporte. Al menos, decimos nosotros, para las distancias comprendidas en los diez kilómetros. Volver al viejo arte da caminar por las calles, los parques de la colonia o por los caminos del bosque o los senderos de la media montaña. O subir pirámides. En México hay al menos treinta mil pirámides. En una palabra, irse hacia la soledad terapéutica. Si se encuentra exótica esta idea hay que recordar que hace dos mil quinientos años eso hacían los filósofos griegos peripatéticos. Pensaban y charlaban mientras iban caminando.
Caminar aun dentro de la ciudad que es donde más tiempo pasamos de nuestra vida. La ciudad es el invento maravilloso de la mujer para que la humanidad no perezca. El hombre por esto o por aquello tiene propensión centrífuga. En muchos aspectos, no sólo el geográfico. Un amigo mío su profesión es escribir biografías. Para escribir una biografía en ocasiones se necesita una investigación bibliográfica y hemerográfica de años. Pero cuando le preguntaba cosas de su vida apenas sabía cuestiones más allá de las que pondríamos al llenar la solicitud de la credencial para votar.
José ortega y Gasset es escéptico respecto de las ciencias de la conducta humana que hacían mucho ruido en el primer tercio del siglo pasado. Decía en cambio que la filosofía ha vivido con esos temas que llaman al hombre desde mucho siglo antes. Y Allan Percy, en Nietzsche para estresados, recomienda la filosofía como terapia. Y la mejor manera de hacer filosofía es caminando. Como hacían los peripatéticos.
Que pongamos filosofía en nuestras vidas porque “ninguna medicina conseguirá que una persona se conozca a sí misma…Si bien es cierto que hay personas que necesitan ser medicadas o incluso ser internadas en centros psiquiátricos, la inmensa mayoría de la población no está enferma. Sencillamente, pasa por un mal momento, y un poco de buena filosofía puede ser de gran ayuda para superar esos periodos de crisis”.
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