José Ortega y Gasset en los años cincuentas |
- El dinero manda cuando faltan los principios. El omnipresente poder del dinero sólo tiene fuerza y mueve a la sociedad si los valores tradicionales y el universo de las ideas se ausentan, se hace el vacío que el poder del dinero se apresura a llenar.
-Vivir es un proceso que tiene lugar de dentro hacia afuera. No al revés.Por eso las causas y variaciones hay que buscarlas en el interior del organismo.
- La prole es descendiente de alguien pero de nada heredero.
José Ortega y Gasset pensaba, en 1937, en una homogeneidad de países europeos en la que fuera posible la diversidad. Cada quien con su nacionalismo dentro de una nación europea. O una sociedad única europea. Y puntualizaba: “Si Europa es “sólo” una pluralidad de naciones entonces los pacifistas ya pueden despedirse de sus aspiraciones de paz. Cada nación por su lado es como una bomba que más tarde o más temprano tendrá que explotar. Y cada periodo de paz en Europa no es otra cosa que países como bolas sobre la mesa de billar que chocarán unas contra otras “ y con efectos adyacentes (aliados) múltiples. Eso es la paz actual que sueñan los pacifistas: “Lo que solemos llamar así no es más que un estado de guerra mínima o latente…El pacifismo no se trata de evitar esta o aquella guerra sino en construir otra forma de convivencia humana que es la paz”.
Eran los días del comunismo y el nazismo. Ortega y Gasset cree que el comunismo en esa época era una flor extraña en Europa. “Porque los europeos gustan de la burguesía y han forjado su existencia en el individualismo”. Y ya con el nazismo a punto de comenzar la guerra, que pronto también se convertiría en mundial, es cuando escribe de la necesidad de una sociedad única europea, de la homogeneidad con diversidad. Porque, de lo contrario, se descubrirá que “No hay pueblo que, mirado desde otro, no resulte insoportable”.
Europa es la creadora del concepto de nacionalismo pero ahora debe inventar un gran bloque homogéneo a base de pluralismos: “Europa se ha hecho en forma de pequeñas naciones. En cierto modo la idea y el sentimiento ha sido su invención más característica. Y ahora se ve obligada a superarse a sí misma… El carácter unitario de la magnífica pluralidad europea es lo que yo llamaría la buena homogeneidad”.
Pero también advierte que nacionalismo no es un monolito hecho de una vez y para siempre. Esto significaría haber terminado el proceso ya sin el devenir: “ El carácter nacional se va haciendo y deshaciendo y rehaciendo en la historia”.
Sin embargo la guerra no es cuestión del estado de ánimo con el que un estadista se levantó esta mañana o porque su mujer lo hizo enojar durante el desayuno. La guerra, por extraño que parezca el asunto, dice, es un invento deseable porque busca remediar algo a lo que no se le ha dado solución. La verdadera enfermedad son los síntomas, no atendidos, que desembocan en el conflicto: “La guerra es un enorme esfuerzo que hacen los hombres para resolver ciertos conflictos. La guerra no es instinto sino un invento…El pacifismo está perdido y se convierte en nula beatería si no tiene presente que la guerra es una genial y formidable técnica de vida y para la vida”. Insiste: “Agarrar la bandera del pacifismo sin solucionar el problema deja intacto el problema que hay que resolver”.
Por el contrario fincar su solidez de homogeneidad, en la diversidad, en el esfuerzo propio, como individuo y como nación. No apostarles todo a los organismos internacionales que se erigen como árbitros de las naciones. Que más parecen surgidos de un conciliábulo de compadres que del concierto sano de las naciones. Se refiere en particular a la organización de su tiempo que era la Sociedad de las Naciones: “no puede esperarse remedio alguno de la Sociedad de las Naciones, según lo que fue y sigue siendo, instituto anti histórico que un maldiciente podría suponer inventado de un club, cuyos miembros principales fuesen míster Pickwick, Monsieur Homais y congéneres”.
Y lo que corresponde al título de este trabajo, La rebelión de las masas, en la definición del autor el hombre masa, nada tiene que ver con el número sino con su actitud ante la vida. Es activo o es indolente. Individuos con estas características s e encuentran en todas la capas o niveles de las sociedades: “llamamos masa a este modo de ser hombre, no tanto porque sea multitudinario sino porque es inerte”.
La rebelión consistiría en no atender obligaciones y sí exigir derechos.
“Nacido en una familia madrileña acomodada perteneciente al círculo de la alta burguesía del lugar, entre 1891 y 1897 estudiaría en el Colegio jesuita San Estanislao de Kostka en Málaga. Su abuelo materno gallego, Eduardo Gasset y Artime, había fundado el periódico El Imparcial, que más tarde su padre, José Ortega Munilla, pasaría a dirigir.
Así, cabe destacar que Ortega y Gasset se crió en un ambiente culto, muy vinculado al mundo del periodismo y la política. Su etapa universitaria comienza con su incorporación a los estudios de la Universidad de Deusto, Bilbao (1897–1898) y prosigue en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Central de Madrid (1898–1904).
Doctor en Filosofía de la Universidad de Madrid (1904) con su obra Los terrores del año mil. Crítica de una leyenda. Entre 1905 y 1907 realizó estudios en Alemania: Leipzig, Núremberg, Colonia, Berlín y, sobre todo, Marburgo. En esta última, se vio influido por el neokantismo de Hermann Cohen y Paul Natorp, entre otros”.Wikipedia
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