W. Stekel en La mujer frígida
Resumen:
La unidad amor-sexo es a lo que Stekel se refiere en su libro.
Visto por separado es el amor que toca a las puertas del corazón, en busca de los valores esenciales, pero con disposición de entregar parte de su yo.
El sexo es la dualidad vaginismo-falismo que la diosa Afrodita Polimia está dispuesta a facilitarnos, en cualquier vuelta de la esquina, con el único requisito de estar el solicitante dispuesto a incursionar en el solipsismo.
El amor es la negación del yo, casi por completo, frente a la otra persona para que entre ambos hagan posible en advenimiento de un nuevo ser: “El amor, es verdad, es el deseo de sumisión completa, el deseo de ser absorbido por el otro, de sumergirse en él para formar un nuevo individuo después de haber abandonado la propia identidad. El que ama deberá abandonar siempre una parte de su yo, de sus hábitos, de sus necesidades y de sus tendencias naturales”.
Esta intención muchas veces es barrida por las grandes olas que la vida suele levantar. Casi se necesita un milagro para que eso no suceda. En la mesa del juzgado civil los expedientes de solicitud de divorcio son más que los que solicitan casarse. Desde mucho antes había ya un divorcio emocional.
"Negociar" es el lenguaje sindical y político. Los "yo" y los "ego" son del terreno de Jung. Pero la dialéctica se emplea desde los Presocráticos. Dialogar, ceder algo o mucho ambas partes.
Los expedientes en conflicto no atendieron el lenguaje de los tiempos. En la práctica sindical se encontró el recurso de “negociación” y su lema, no escrito, es: “Más vale un mal arreglo que una declaración de guerra”.
Negociar es ceder exigencias de ambas partes. En cuestiones de amor y sexo lo que se cede es su yo. En contrapartida de su ego que lo quiere todo para sí a costa de la negación de la otra persona. Lo más peligros para la humanidad no es la amenaza nuclear sino el analfabetismo emocional de las parejas. Despojado el ser amado de su divinidad significa el comienzo de su depreciación y el final del amor.
La amenaza nuclear es un juego de niños, frente a la destrucción real, de cuando los narcisismos entran en combate.
Los amantes ahora son contendientes para imponerse frente al otro. Esta lucha puede convertirse en una o varias patologías como impotencia en el hombre o frigidez en la mujer. Dispaurenia llama Stekel a ese recurso de la mujer de decir no utilizado como arma en la lucha de los sexos.
De este combate de los sexos el individuo sale lastimado. Con frecuencia impedido para intentar de nuevo. Es cuando se encuentra susceptible de ser alcanzado por algún tipo de neurosis: “Vemos claramente que la Dispaurenia es una enfermedad social y que es un arma femenina en la lucha de los sexos. El problema de la Dispaurenia tiene contactos con el de la homosexualidad y el de todas las demás neurosis.”
Los pueblos refinados por la civilización, y puede pensarse en la ciencia, la cultura y la religión, están más impedidos. Los pueblos naturales son más prolíficos. Sus dos grandes recursos de saneamiento espiritual, para el creyente, y mental para el laico, son el confesionario y el sillín del psiquiatra.
En ambos casos hay el riesgo de presencias con escaso nivel de probidad. Stekel observa que la psiquiatría es un campo minado tanto para el psiquiatra como para los que acuden a él en busca de alivio.
El libro La mujer frígida, una psicopatología de la vida amorosa de la mujer, apareció publicado en la primera mitad del siglo pasado (1926). Era el tiempo en que unos psicólogos creían que la cura del enfermo se alcanzaba dando rienda suelta a sus instintos.
Otros psicólogos en cambio observaban que el libertino de todas maneras seguía neurótico. “Ha reprimido la religión y la moral, pero si ustedes descifran el lenguaje de sus sueños y de sus síntomas neuróticos, hallarán que sufre precisamente por la supresión del componente anagógico.”
Stekel se refiere al fenómeno o al recurso de la “trasferencia”. Buen método porque el enfermo trasfiere su enfermedad hacia el psiquiatra. Pero por eso mismo el enfermo no podía separarse ya de su psiquiatra. Los tratamientos eran prolongados. Y hubo psiquiatras que se aprovecharon de la situación para hacer de sus pacientes lo que se les veían en gana: “Estos últimos, desconociendo la psicosis oculta, hicieron del hombre normal un hombre casi loco”.
El sacerdote, que desde la antigüedad remota ha buscado el bienestar de sus semejantes hurgando en la conciencia de estos, cuenta con el recurso de remitir a Dios. El confesante trasfiere sus cosas al confesor y éste las trasfiere a Dios. El psiquiatra empero, es un laico que debe habérselas sólo con su ciencia ¡y con su humanidad!:
“La mayoría de los psicoanalistas, debo confesarlo francamente, son ellos mismos neuróticos; se someten al psicoanálisis para ser curados y tratan a su vez de curar a los demás sin tener derecho a obrar como guías de la salud ajena. Uno de los más grandes peligros del psicoanálisis es que es aplicado por hombres poco equilibrados, que sufren tal vez ellos mismos, imponiéndose como amos de almas extrañas. El número de las personas practicantes del psicoanálisis que se han suicidado es espantoso. El psicoanálisis no es un método con el cual se pueda jugar”.
El pueblo mexica, desde épocas remotas anteriores a la conquista española, tenía el recurso de la confesión ante el sacerdote (vease a Fray Bernardino de Sahgún) que remitía a Tlazolteotl las faltas confesadas. Cuando el mundo occidental conoció la existencia y los atributos de esta diosa quedó horrorizado. Tlazolteotl es "la comedora de inmundicias".
Era dificil imaginar una divididad que comiera escrementos. Debió pasar el tiempo y profundizar en el estudio de esta diosa para entender que no es otra cosa sino lo mismo por lo que Jesucristo murió...
Al final del camino el psiquiatra, lo mismo que el sacerdote, va a desempeñarse según sea él mismo. Hay médicos extraordinarios en la perspectiva de ayudar contra los males que aquejan a la humanidad, en contraste con otros colegas que son el negativo del molde. Lo mismo en la religión hay auténticos santos junto a demonios vestidos de frailes.
En esta materia tan delicada Stekel cita lo que su maestro Motnagel tenía la costumbre de decir: “Sólo un hombre bueno puede ser un buen médico”. El hombre es como es, decía Schopenhauer siguiendo a Aristóteles, y sus obras se van a ver reflejadas en la edificación o destrucción de los individuos que tratan. El equipo con que los dotó la academia lo van a emplear de una u otra manera, según él es.
"No puedes escapar de lo que realmente eres" le dijo el coronel a John-Rambo III
Emerson, en sus Ensayos, anota que: "Un hombre bueno está siempre en unión con sus obras y constituye la figura central de la esfera posible."
Máx Scheler dice que " la proposición de normas ideales como normas obligatorias es un acto que en sí mismo será bueno o malo,según la bondad esencial o maldad esencial de la persona que realiza ese acto...el valor positivo o negativo del contenido prototipico se determina según la esencia valiosa positiva o negativa de la persona que actúa de prototipo." (Ética, capítulo segundo)
Leibniz es de la misma opinión: " Todo depende de la aplicación o del mal uso de las cualidades que se poseea." (Nuevo tratado sobre el entendimiento humano)
Pero Stekel no corre a la pareja del paraíso y ahora se las arreglan como puedan. No les revela sus enfermedades y la abandona a su suerte. Despojado de su romanticismo el hombre o la mujer se encuentra sin brújula, y en medio de invisibles gérmenes patógenos, producto de su analfabetismo emocional.
Lo que hace en este libro Stekel es advertir, como en un enigma, que el terreno está sobradamente minado pero que al final hay una respuesta. La mujer (o el hombre) que busca mucho lo hace porque no ha encontrado “su amor”. Ha encontrado muchos amores pero no “su amor específico”.
El riesgo de la prolongada búsqueda del Príncipe Azul o de su Blanca Nieves puede ser la frigidez en la mujer o de la impotencia en el hombre. En cambio, “Donde el corazón y el cuerpo han encontrado su complemento, la lucha ha terminado”.
En especial los hombres somos los que padecemos el complejo de Blanca Nieves. Preguntaba San Agustín ¿ y si la mujer preguntara por la pureza del hombre?
Los matrimonios para siempre son los hombres que se casan con las virtudes y los defectos de su pareja, y viceversa.
La halitosis no sólo está en la boca de los hombres. La descalcificación de los huesos (sobre todo de las rodillas)no es exclusivo de los hombres...Los cambios hormonales, por la edad, hace que cada año, tanto hombres como mujeres, nos parezcamos menos al galán encantador rompe corazones de los veinte años. Esa realidad también hay incluirla en el paquete de los matrimonios para siempre.
Los matrimonios de repuesto, los que siguen buscando a su Blanca Nieves, son los que se casan nada más con las virtudes de la pareja...
En la actualidad esta situación se ha facilitado por las leyes de algunos países al dar entrada al "matrimonio exprés".En él la decisión del divorcio es unilateral, no acordado por ambos componentes del matrimonio. De esta manera los hombres tenemos la puerta abierta para seguir buscando a nuestra Banca Nieves, sin importar dejar atrás a madres solteras e hijos desprotegidos.
Stekel, al que luego seguirán zoólogos, pedagogos y sociólogos, termina así su célebre obra: “El primer deber de los padres es la educación de los hijos para le felicidad y la independencia. Los hijos no son ni el juguete de los padres, ni la realización de su necesidad de vivir, ni sucursales de su ambición insatisfecha. Los hijos significan la obligación de formar seres dichosos…Al decir libres quiero decir seres interiormente libres, que no han de ser neuróticos.”
Al final Stekel también se suicidó, se casó en dos ocasiones y tuvo dos hijos.
"Nacido en Bujon, Bucovina, escribió un libro titulado Auto-erotism: A Psychiatric Study of Onanism and Neurosis (Autoerotismo: un estudio psiquiátrico sobre onanismo y neurosis), publicado por primera vez en inglés en 1950. También es meritorio por acuñar el término parafilia en sustitución de "perversión".[3] Stekel contrastó lo que él llamó "fetichismo normal" de intereses extremos, "Solo llegan a ser patológicos cuando han empujado todo el amor objetal a un segundo plano y ellos mismos se apropian de la función de un objeto de amor, por ejemplo, cuando un amante se satisface por la posesión de un zapato de mujer y considera a la mujer como secundaria o aún inquietante y superflua" (p. 3).[3]
Su autobiografía fue también publicada en 1950. Stekel falleció en Londres por suicidio. Estuvo casado en dos ocasiones y dejó dos hijos.[4] Su mujer Hilda Binder Stekel murió en 1969.[5]Analizó, entre otros, a los psicoanalistas Otto Gross y A. S. Neill.Es citado en El guardián entre el centeno de J. D. Salinger diciendo, "La marca del hombre inmaduro es que quiere morir noblemente por una causa, mientras que la marca del hombre maduro es que quiere vivir humildemente por una" (p.188). Esta cita es también utilizada en el anime Ghost in the Shell.
También se ha especulado que Stekel era el analista tras el cual Italo Svevo modeló al narrador en su famosa La conciencia de Zen.
• Stekel W. (1911). Die Sprache des Traumes: Eine Darstellung der Symbolik und Deutung des Traumes in ihren Bezeihungen
• — (1911). Sexual Root of Kleptomania. J. Am. Inst. Crim. L. & Criminology
• — (1917). Nietzsche und Wagner, eine sexualpsychologische Studie zur Psychogenese des Freundschaftsgefühles und des Freundschaftsverrates
• — (1922). Compulsion and Doubt (Zwang und Zweifel). Liveright
• — (1922). The Homosexual Neuroses
• — (1926). Frigidity in women Vol. II. Grove Press
• —, Boltz O.H. (1927). Impotence in the Male: The Psychic Disorders of Sexual Function in the Male. Boni and Liveright
• —, Van Teslaar J.S. (1929). Peculiarites of Behavior: Wandering Mania, Dipsomania, Cleptomania, Pyromania and Allied Impulsive Disorders. H. Liveright
• — (1929). Sadism and Masochism: The Psychology of Hatred and Cruelty. Liveright
• — (1943). The Interpretation of Dreams: New Developments and Technique. Liveright
• —, Gutheil E. (1950). The Autobiography of Wilhelm Stekel. Liveright
• —, Boltz O.H. (1950). Technique of Analytical Psychotherapy. Liveright
• — (1961). Auto-erotism: a psychiatric study of masturbation and neurosis. Grove Press
• —, Boltz O.H. (1999 reprint). Conditions of Nervous Anxiety and Their Treatment
• — (2003 reprint). Bisexual Love. Fredonia" (Wikipedia)
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reseña de libros
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Justificación de la página
La idea es escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.
Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.
En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.
Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.
Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.
Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?
Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.
Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).
Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.
Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…
Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.
Muy buenoooo!!!!!!!!!!!!!!!!!!
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