EL CAMPAMENTO BASE EN EXPEDICIÓN ALPINA Y EL TANGO CAMBALACHE


 

El Campamento Base, de la expedición alpina, es a semejanza fiel del matrimonio en la cultura de la Helade y en las  52 etnias mexicanas: sólido.

Todo el que ha participado en el ascenso a  altas montañas, desprovistas de refugios establecidos, y que amerite todo un trabajo de expedición, con instalación progresiva de campamentos de altura, sabe lo que significa  el Campamento Base.  Éste debe estar conformado de tal manera que sea imbatible  en caso que se presente la tormenta.

 
 
Instalación de campamentos de altura
 a partir del campamento base.
 
Del libro Técnica Alpina de
Manuel Sánchez y Armando Altamira
Editado por Actividades
Deportivas de la UNAM
 
El Campamento Base mal puesto es como un matrimonio mal puesto, la primera tormenta lo barre.

Las obras de los tres grandes trágicos de la comedia griega: Sófocles, Eurípides y Esquilo, nos ilustran, con sus dramas inmortales, que algo grande, la unidad de la familia,  se quebró.

 La dimensión de la tragedia esta’ en relación del valor que se vino abajo. Hace poco el papa Francisco hablaba de la enseñanza que nos puede brindar el mal. Aprender, desde el molde negativo, vivido o presenciado, la riqueza del lado positivo de ese molde. Eso es lo que nos enseñan las obras de los trágicos griegos.

En el liberalismo moderno no hay Campamento Base. Su filosofía de consumo y deshecho nos facilita, en las ventas de garaje, cambiar la gabardina vieja por una nueva. Y en  el garaje de más allá se encuentra, tanto  para él como  para ella, la gabardina nueva por otra más nueva. Es un siempre empezar de cero con ausencia total del Campamento Base.

“¿Qué libertad le ofrece el último de los radicalismos al corazón?- escribe Santayana, filósofo estadunidense de nuestros tiempos-.La libertad del divorcio, el divorcio oneroso, con perjurios miserables y escándalo público, probablemente para volver a casarse en seguida hasta el siguiente divorcio”.

Jorge Santayana, La ironía del liberalismo (1921)

Por tradición precristiana  familiar mexica, y por lo que de cultura grecorromana   tenemos en América, a partir del siglo dieciséis, el matrimonio  es una institución ancestral. Es una Campamento Base bien instalado. Algunos antecedentes.

Electra arriesga su vida por sepultar el cadáver de su hermano y evitar que se arroje a la playa, donde será devorado por   perros y  aves de rapiña, según ha decretado el poder de la ciudad.

 Deyanira, mujer de Heracles, hace supremo esfuerzo por mantener en buenas condiciones su matrimonio monógamo.

La vocación, y regla establecida, del matrimonio monógamo, es demostrada de la manera más cruel por Medea al sacrificar a sus hijos como el  recurso más efectivo que pudo encontrar esta mujer para castigar la conducta extramatrimonial de su marido.

Edipo enloquece al darse cuenta que ha cometido un incesto      casándose  inadvertidamente con su madre.

 Penélope debe esperar durante años el regreso de Odiseo, su esposo. Esta mujer lucha contra los asedios de los pretendientes y lucha contra sus mismos deseos.

Los raros casos de matrimonio múltiple, en las familias étnicas mexicanas, confirman el modo tradicional de la familia monogámica.

Todo esto, el Campamento Base, para conseguir un fin. Alcanzar la expedición la cumbre de la montaña.

El matrimonio monogámico tradicional realizado en individuos con valores trascendentales, en lo individual, y positivos para la sociedad.

 Estas “cosas de los antiguos” daban risa hace un siglo, ahora se ha dejado de reír. Toda clase de policías y tanquetas del ejército tratan  poner orden en las calles mundiales del liberalismo moderno.

En 1934 Santos Discépalo metió toda la filosofía escéptica, pero fiel reflejo de lo que es el liberalismo moderno, en un tango formidable  que recuerda todos los niveles del infierno  que Virgilio le mostró a Dante : Cambalache.

En síntesis. Desde el Campamento Base los alpinistas pueden salir y alcanzar la cumbre. Si hay mal tiempo, regresan a la  base a reparar fuerzas para luego intentarlo de nuevo.

 
                                                Si hay mal tiempo, regresan a la  base
                                    a reparar fuerzas para luego intentarlo de nuevo
                                                                      Op. Cit.

Desde el hogar tradicional salen él, ella, los hijos y los nietos, a seguir  realizándose en lo académico, en lo laboral y en lo social. Si hay reveses regresan al hogar a reparar fuerzas e intentarlo cuantas veces sea necesario.

Pero, ojo, lo que queda dicho en un caso, o en el otro, sólo son aspectos prácticos, técnicos, fenoménicos.

La verdadera  efectividad del Campamento Base alpino está en la armonía que prevalezca entre sus integrantes. El resultado será excelente, mediocre o acabará en desastre.

Desde hace siglos los filósofos
han sostenido  que no hay malos en el mundo,
lo que  hay son enfermos.
Op.Cit.
Lo mismo para el metafórico Campamento Base del hogar. Si no hay armonía seguiremos cantando Cambalache.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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