SÓFOCLES EN LA LEYENDA DE HÉRCULES



Es didáctica como todas las obras de Sófocles que han llegado  hasta nosotros.

Lo que  a Hércules sucede es porque Zeus, su padre, lo permite. Ningún mortal tenía el poder contra Hércules. Es el hijo del Dios del Olimpo.

Lo mismo con Jesús. Se habla  que Judas entregó a Jesús y que en consecuencia fue por Judas por quien Jesús murió. El Sanedrín judío, señalado expresamente en la Biblia como el responsable de la muerte de Jesús, y Roma, como el ejecutor de la sentencia, tampoco tenían el poder sobre Jesús.

 Sólo el Padre del cielo pudo entregar a su hijo. Una tarea filosófica-teológica ya resuelta desde hace 20 siglo cuando escuchamos en la celebración de la Eucaristía: "Dios amó tanto a la humanidad que entregó a su hijo". De donde se sigue la figura del Cordero Pascual.

Se dice  que Sófocles escribió muchas obras para el teatro, pero los hombres y el tiempo sólo supieron conservar siete.

El hombre que lo conquista todo, todo lo esclaviza,  roba lo  que pertenece a otros, somete a mujeres hasta la servidumbre sexual. Así fue Heracles, el que conquistaba reinos y  mataba  seres fabulosos.

Y al final, tan impedido e inútil,   que clama porque alguien se apiade de él y le quite la vida para así poder escapar del dolor.

Como esos grandes políticos u hombres de empresa que, en su momento, fueron dueños del mundo pero que, al final, tuvieron que ser llevados y traídos por la enfermera al retrete en una silla de ruedas.

"Percibo lo secreto, lo oculto:
¡Oh vosotros señores!
Así somos, somos mortales,
De cuatro en cuatro nosotros los hombres,
Todos habremos de irnos,
Todos habremos de morir en la Tierra…"
Nezahualcoyotl

  Así un día Hércules exclamará: “Mira, miren  todos: este cuerpo infeliz, miren  sus dolencias, vean su estado de aniquilamiento.”

La nodriza de Deyanira dice algo para reflexionar. Los que en nuestra comodidad del día no estamos conscientes, hasta haberlo perdido, y creemos que así será siempre: “No existe el mañana sino para aquel que ha pasado el día  de hoy sin infortunio.”

Heracles, es un héroe de leyenda, un semidiós, hijo del enamoradizo Zeus y  de la mortal Alcmena.

En el trascurso de una de sus correrías de depredador (eso son casi todos los héroes de la leyenda) Hércules pide a Eurito,  monarca del reino de Ecalia, a su hija Yola. Eurito  niega dársela y Hércules, en respuesta, le hace la guerra hasta destruirlo.

Se lleva cautiva a Yolo, de la que se ha enamorado. Sigue en sus correrías de depredador. Pero envía por delante a Licas, su mensajero conduciendo un grupo de mujeres cautivas a su palacio en Traquis, junto con tesoros robados como botín.
Venus helenística
 






“Va a ser Hércules para mí, un esposo de nombre, para ella, un esposo que ejerce sus funciones de varón”

 
 
Deyanira, su esposa, les da la bienvenida y se compadece de aquellas mujeres que, un día antes, eran señoras en sus palacios y ahora reducidas a servidoras de toda  clase, incluida la sexual:

“En tierra ajena, sin padres ni amigos. Fueron acaso de padres  libres: se ven ahora destinadas a ser esclavas.”

En particular fija su atención en la cautiva Yolo y presiente que esa joven ha cautivado el corazón de hércules. Aun así la trata con respeto.

Yolo es una figura en derredor de la cual se desarrolla todo el drama. Pero no apunta en todo el texto una sola palabra ni emprende acción alguna. Sólo está ahí.

Como una montaña en la cual se desarrollan toda clase de pasiones de escaladores por conquistarla. Pero por completo al margen, en su escala geológica, a los fugaces humanos.

En su lugar las jovencitas que componen el coro de Traquis, las traquinias, interviene en el desarrollo de los acontecimientos,  unas veces cerca o con relación a ellos, y otras hablando  con ausencia de lo que acontece en palacio.

Con instinto de mujer, ese instinto que, en combinación con inteligencia, Bergson llamara intuición, Deyanira se apresura a reafirmar los lazos conyugales con su esposo Hércules.

Toda una enseñanza para los siglos. No la emprende contra la supuesta rival en amores (como hacen las comadres del mercado que se agarran de las trenzas o los compadres de la cantina que les da por tirar balazos), sino que se apresura a subir de nivel su modo de ser como mujer y esposa, al pensar:

“Va a ser Hércules para mí, un esposo de nombre, para ella, un esposo que ejerce sus funciones de varón”

Dice algo que corrobora lo que otros estudiosos han dicho. Es de la remota Hélade de donde viene para los pueblos del mundo, en lo que se llama área occidental,  o cultura occidental, la institución del matrimonio monógamo, la familia, el hogar.

Exclama Deyanira cuando las circunstancias de la guerra  han arrojado al interior del matrimonio a otra mujer. “¿Hay mujer que lo sufra? ¿Cuál, cual es la que quisiera compartir con otra al mismo esposo?”

Con la intención de avivar la fogata del amor Deyanira le envía a Hércules,con Licas, el mensajero, una capa a la que ha untado un bálsamo misterios que una vez el Centauro Neso le dio asegurando que era para despertar e intensificar el amor.

La actividad del Centauro Neso era ayudar a cruzar el río a los viajeros. Heracles y su esposa necesitan alcanzar la otra margen del rio. Primero lleva a Deyanira. En la travesía Neso no resiste la tentación y la toca de manera obscena. Deyanira grita. La oye Hércules. El hijo de Zeus prepara su arco y arroja una flecha envenenada que hiere de muerte a Neso.

Moribundo, el Centauro le dice a Deyanira que guarde parte de su sangre y la utilice como filtro para el amor. Ella lo cree.

Hércules recibe la capa que le lleva Licas, se la pone y empieza a morir abrasado. El supuesto elixir en realidad era veneno.

La noticia llega a Deyanira y comprende la intención de venganza de Neso. De la cual ella, de manera inocente, ha sido la ejecutora. No resiste ser la causa de la muerte de su esposo y se quita la vida.

Moribundo, Hércules cree que su esposa ha querido asesinarlo. Le pide a su hijo Hilo le lleve a Deyanira para matarla.

Hilo le aclara que la intención era  en realidad un propósito de reavivar su amor:

 “Quería cautivar tu amor con un filtro cuando vio que traías otra esposa y le falló su intento: fue engañada.”

Como Jesús, Hércules es hijo de Dios y de una mortal.

Como Jesús, en la hora de la agonía sobre la cruz, Hércules también levantó los ojos al cielo y pedir a la deidad: “Oh, deidad favorable hermana de Zeus, dame el descanso, dame la paz final…”

Al retirarse el coro de las traquinias, dice: “Pero nada  de esto ha sucedido sin intervención de Zeus”.

Una de las últimas disposiciones que Hércules hace a su hijo es que lo lleve  a la cumbre más alta de la montaña Etna, donde habita su padre Zeus. Que deposite su cadáver sobre leña y le prenda fuego.

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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