“Existen ciertas exigencias…las
exigencias del ideal; ciertos principios a los cuales un hombre no puede
sustraerse sin que redunde en perjuicio de su alma” Hjalmar-Ibsen
Aristóteles gusta decir que el hombre
comparte ciertas funciones con el caballo (o el perro o el gato), pero nos
gusta creer que el caballo no piensa en Dios.
Este “simple detalle” es el que nos ha
ocupado en los siglos pasados en todos los paralelos del planeta, creer en Dios.
Aunque Aristóteles toma distancia de
por medio de su maestro Platón, en algunos temas, sigue hablando para los
pensadores de su tiempo, no para el común.
No hay que asustarse de palabras que
emplea en sus trabajos tales como dynamis, psyche, eidos, ergón, noux. No
quedan volando sino que se explican en el contexto.
Todo lo que aquí se diga, siguiendo a
Aristóteles, va en la perspectiva de la
educación de la humanidad, porque ese era la intención del filósofo.
La disyuntiva decimonónica de
Creación o Evolución es, en realidad, un viejo expediente lleno de polvo que
existe desde Empédocles y Aristóteles,
sin olvidar a sus antiquísimos pioneros
intelectuales conocidos como Presocráticos o Preplatónicos.
La transmigración de las almas, un alma habitando sucesivamente, en diferentes
cuerpos, y la teoría de la reminiscencia,
como vehículo pedagógico, para el hombre, es lo que trata Aristóteles cuando se
ocupa de la educación de los hombres.
En esos siglos, y hasta muy
recientemente, se hablaba explícitamente de hombres. Las mujeres quedaban incluidas
en el relato sólo de manera tácita.
Eso de la transmigración de las almas no es
posible, dice Aristóteles. No lo es porque el alma necesita un cuerpo que la
sustente, pero afín a ella.
“En realidad no sólo el alma en sí
misma es una unidad, sino que lo es también la criatura viviente en su conjunto,
cuerpo y alma unidos. Por lo tanto, las teorías de la trasmigración del alma a
diferentes cuerpos es absurda.”
No era una idea loca esto de la
trasmigración sino una manera de buscar cómo el conocimiento ya está latente en
una nueva criatura que nace. Le llevó
mucho tiempo a los filósofos de la Hélade ocuparse de este tema.
Los cuerpo finitos (fenecen) perecen
pero el alma, una misma alma, no, y es así como ésta va transmitiendo el conocimiento a través
de las generaciones, en cuerpos distintos.
A Aristóteles esta idea le parece absurda,
anotamos nosotros, como el símil de un mismo traje, perenne, que vistiera, a través
del tiempo, a cuerpos de diferentes estaturas,
igual a uno alto que a otro bajito, a un
flaco que a otro sobrado de kilos.
¡No!, dice Aristóteles, un alma para
un cuerpo: “Así, la psicología debe basarse en la biología…Es como si el cuerpo
fuese el instrumento mediante el cual se
expresara una vida o alma particular.”
Bergson anota en su obra La risa: “El cuerpo será entonces para
esa alma, lo que el traje para el cuerpo mismo, es decir, una materia inmóvil
colocada sobre una energía viviente”
Empédocles tiene una idea evolucionista
y según ésta todo mejorará para bien, con el tiempo, en tanto tenga la
disposición de adaptarse al medio. Es una evolución de abajo para arriba.
Empédocles |
Eso no va con la teoría de
Aristóteles del alma, el cual por su inmortalidad y sapiencia, enseña al cuerpo
finito. Una pedagogía que llega de arriba.
En otras palabras, el humano no tiene
que aprender, todo lo tiene en potencia y sólo queda desarrollarlo. Todo
conocimiento ya está dado a los humanos
por el cielo desde antes del comienzo de
los tiempos.
Según su circunstancia, dice Ortega.
Los indios descubrieron
(¿recordaron?) el cero y la posición numeral allá en la India y los olmecas
cuatro siglo antes en Ulman.
Ver Pensamiento matemático y astronómico en el México precolombino,
editado por el Instituto Politécnico Nacional, México, 1982, de Guillermo
Garcés Contreras.
Empédocles dice que es el hombre el
que se va abriendo camino, en la adquisición del conocimiento, a prueba, de error
y experimentación, consignación de resultados y su difusión.
Nos encontramos así que, desde la antigüedad,
no son cuestiones ociosas y aburridas del instituto de investigación
filosófica, como suele creerse. Mejor pensar que desde antiguo los pensadores
se han abocado al tema de la educación.
En este siglo veintiuno se levantan
las olas cuando un nuevo libro gratuito oficial de estudio, para las escuelas
públicas, es repartido en los salones.
Tanto laicismo como los
requerimientos morales universalmente válidos,
pugnan por tener mayor peso que el otro. No escuchan al otro como modo
heurístico de aumentar el conocimiento. A estos púgiles sobre el ring los conocemos
como Creación o como Evolución. Les gusta la abstracción, no la integración.
Sucede donde la sociedad no ha
madurado lo suficiente como para hacer suyas todas, todas, esas manifestaciones
culturales que, ya vimos, son parte de nuestra herencia cultural que viene de
muy lejos, con aquellos pensadores de la Hélade que la sintetizaban con una sola palabra: Paideia, educación.
Empédocles pensaba de una manera y
Aristóteles de otra, pero no antagónica. ¡Feliz país de aquellos tiempos! Y el
dialogo seguía en el Ágora enriqueciendo la Paideia.
En la actualidad en el mundo es
diferente.
La Paideia
acaba perdiéndose en la boruca de los fuegos cruzados de contenidos
insubstanciales. Y los filósofos se apresuran a
tomar notas en sus cuadernos de cómo las ciudades se convirtieron en
campos de guerra.
George Santayana, ilustre pensador
norteamericano, que alzó su voz contra el liberalismo moderno toda su vida de
filósofo, mejor dejó todo por la paz y
se fue a vivir sus últimos años en un convento de Italia.
Relata que en su tiempo tuvo lugar el fallecimiento de una artista famoso y los medios se ocuparon de él hasta dos meses día y noche. También murió un distinguido hombre de letras, de toda su vida, y sólo una vez se le mencionó en las noticias de media noche. Fue cuando Santayana compró su boleto a Roma, sólo de ida, sin retorno.
Relata que en su tiempo tuvo lugar el fallecimiento de una artista famoso y los medios se ocuparon de él hasta dos meses día y noche. También murió un distinguido hombre de letras, de toda su vida, y sólo una vez se le mencionó en las noticias de media noche. Fue cuando Santayana compró su boleto a Roma, sólo de ida, sin retorno.
Aristóteles, es el gran pionero de la
ciencia en varios campos (se consideraba
así mismo, antes que nada, como biólogo), ya con sistema, por su disposición al pensamiento lógico, y su
idea de someter todo al experimento.
Aristóteles |
Sin embargo, este filósofo dice que primero
está lo perfecto, el alma, de la cual puede derivarse el conocimiento. Guthrie
lo anota así: “Los dos (Platón y
Aristóteles) insisten igualmente en que lo perfecto precede a lo imperfecto,
tanto cronológicamente como en la escala de valores”.
Así, la vida no empezó a partir de la
célula primordial. La vida estaba antes que la materia. “La actualidad de la
vida es anterior aun en el tiempo a la materia (que es potencialidad) así como
le es superior en importancia o valor.”
Aristóteles concluye que el alma y el
cuerpo hacen una unidad. Un alma para un cuerpo. De esta manera
Aristóteles encuentra que se ha metido
en una situación de complicada solución, si es que la tiene. Y es la siguiente:
si el alma y el cuerpo hacen una unidad, ¿qué le sucede al alma cuando el
cuerpo muere? ¿Dónde quedó la inmortalidad del alma?
Siglo más tarde el cristianismo creyó
encontrar la solución: en el juicio final cuerpo y alma volverán a estar
juntos.
No obstante la dimensión enorme del
asunto, Aristóteles no espera que la posteridad encuentre la solución, y lanza
la hipótesis del noux, un alma de
diferente especie, que es imperecedera: es espíritu e intelecto.
“Dios es el noux”, dice Jaeger (Paideia)
“En la Antigua Grecia, el Nous,
intelecto o Noos, correspondía al Espíritu, la parte más elevada y divina del
Alma.” Wikipedia
Guthrie, siguiendo a Aristóteles: “el
noux, manifestación la más alta de la razonadora, era de un orden diferente a
los otros principios vitales, y que realmente podía ser por sí mismo una
sustancia independiente.”
El famoso justo medio de Aristóteles
es virtud, no la mediocridad que señalan Nietzsche y José Ingenieros. Ese justo
medio está lejos de lo perverso, por ser
diabólico, no humano y, lejos también de la santidad, porque tampoco es ya
humana.
El justo medio requiere conocimiento
de lo material y de lo esencial. Y es en este punto donde conscientemente se
hace ecuménico para investigar del tema de la Creación y de la Evolución.
Pero estar en el medio requiere
formar costumbre. Es una realidad de todos los días a la que se refiere
Aristóteles.
¿Cuestiones académicas y aburridas? Piénsese
qué cerca está de nosotros este tema del término medio con el siguiente ejemplo: es
obvio y sabido que la mayoría de la humanidad sufre enfermedades graves,
crónicas, por el sobre peso corporal.
La solución es “sencilla”:
mantenerse, en lo particular, en la debida proporción de carbohidratos
ingeridos. Ni escasos ni pasados.
Me miro en el espejo, me subo a la
báscula. Y ya de entrada veo que es más
fácil ascender al Matterhorn que poder privarme del exceso de las harinas
durante las comidas. Las estadísticas de la Secretaria de Salud, del mundo, OMG, así lo dicen.
“La costumbre nos hace
perfectos…Somos potencialmente buenos, tenemos en nosotros la dynamis de la virtud y podemos
convertirla en eidos adquiriendo
hábitos virtuosos.” Eidos o realidades eternas en el mundo de lo inteligible.
Para Aristóteles el humano está en el
punto medio entre la bestialidad y la divinidad. Es noux frente a las
categorías inferiores. Pero el hombre comparado con categorías superiores resalta
sus limitaciones y su apego a las cosas materiales.
Y en esta posición, entre lo divino y
lo terreno, el hombre común se encuentra otra vez al parecer, en una aporía, en un callejón sin salida aparente.
Para Aristóteles el hombre necesita
abrirse camino en la vida guiado por la razón. Pero la razón no puede alcanzar al noúmeno, que es el alma:
“Constituía para el alma especie de concepción religiosa, y por lo tanto, difícil
de encerrar en los límites de una filosofía que
aspiraba a ser puramente racional.”
El ergón (trabajo) es, en otras
palabras, dar lo mejor de cada uno en lo particular. Esto, que parece misterioso,
o léxico chocante de filósofo, es de una
validez insospechada en nuestro siglo.
Cuando Aristóteles dice que la meta de la
mente es la vida, quiere decir hacer de la
meditación ininterrumpida un hábito.
¿Meditación ininterrumpida? Imaginemos lo que eso significa en nuestro siglo veintiuno,
de cambalaches, a lo Santos Discépolo, de medios con noticias todas ruidosas,
celulares en la mano, y los cien recursos del liberalismo moderno en el laberinto
de inanidades.
Guthrie en su obra sobre Aristóteles
dice: “El desamparo del hombre ante
poderes exorbitantes produjo filosofías
de tipo diferente. Trajo un individualismo intenso y un concepto de la
filosofía no como ideal
intelectual sino como refugio contra la impotencia y la desesperanza.”
Por eso insiste que todo conocimiento ya está dado a los humanos por el cielo desde antes del comienzo de los tiempos.
Pero no hay que esperar, tirado en la hamaca, que caigan los cocos, es necesario subir por ellos...
Por eso insiste que todo conocimiento ya está dado a los humanos por el cielo desde antes del comienzo de los tiempos.
Pero no hay que esperar, tirado en la hamaca, que caigan los cocos, es necesario subir por ellos...
William K. Guthrie Los filósofos griegos. Fondo de Cultura Económica,
México, 2014
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