Lo que es el diclofenaco para
sobrellevar los dolores del cuerpo, es la filosofía para la condición anímica
del individuo.
Imaginemos un mundo sin diclofenaco.
Ahora imaginemos al mundo sin filosofía.
La filosofía es como la paleontología
o cualquiera de las disciplinas académicas. Primero hay que leerla con
atención, después ir al campo a ponerlas en práctica.
Como hacen los príncipes de Las mil y una noche, disfrazarse de
mendigo, mezclarse entre la gente del mercado para conocer de primera mano qué
es lo que necesita el pueblo de su reino o de qué defectos adolece. Si ya
perdió el rumbo reorientarse con la brújula metafórica de los viejos libros de
filosofía.
Sus colaboradores cercanos, por
ignorancia o por intereses propios, pueden estarle falseando la realidad. O por
adularlo y hacerle creer que es un gobernante sabio.
Esos príncipes se encontraban conque
tanto las leyes civiles, como los cánones de
la Iglesia, hablaban en imperativos categóricos. Esto porque en el
pueblo hay mil necesidades y otras
tantas aspiraciones genuinas que
resolver. Pero otros malandrines que
detener.
La Bruyére, Los caracteres:
“Quien se mezcle entre el pueblo y
escudriñe en la provincia, hace presto, si tiene ojos, extraños
descubrimientos, ve cosas que son nuevas para él, y las cuales ni siquiera
remotamente podía sospechar; avanza por medio de continuas experiencias en el
conocimiento de la humanidad.”
El príncipe más sabio encontraba en
sus indagaciones de “infiltrado”, como ahora se dice, que todo eso que había
observado era él. En otras palabras, que lo que había leído en los libros no
eran descubrimientos sino una descripción de cómo es el príncipe. Si el
príncipe era corrupto o si era sabio….Como fuera, él era el paradigma a emular.
El Estado, o el reino, que él quería
gobernar con sabiduría era él. Ahora ya conoce qué hacer para conocerse él mismo: leer y leer los viejos libros de filosofía.
¿Por qué los viejos libros de
filosofía? Porque cuando lea los nuevos
encontrará que se parecen en mucho a los
viejos. Pero que todos, nuevos y viejos,
buscan la manera que el humano sea feliz a través de conocerse y, en
consecuencia, poner el remedio.
¿Filosofía? ¡La gente va a decir que eso es ridículo? Pregúntales: ¿Es ridículo
tomar diclofenaco?
“Muy lejos de asustarnos ni de sufrir
el más leve bochorno porque nos llamen filósofos, reflexionemos que a todas las
personas conviene una fuerte dosis de filosofía; su práctica es útil a todas las
edades, sexos y condiciones: Ella nos consuela de la dicha ajena, de las indignas
pretensiones, de los fracasos, de la decadencia de nuestras energías o de la
perdida de nuestra belleza; nos vigoriza contra la pobreza, la vejez, la enfermedad
y la muerte, contra los necios y los chistosos de aviesa intención: y nos
enseña a vivir sin una mujer, o nos hace soportar a aquella con quien vivimos.”
Sobre todo conviene a la mujer leer
de filosofía. Así sabrá que el mundo real, que los hombres construimos, no es el mejor de los mundos.
La mujer de la etnia había logrado
ese mundo casi idílico permanente, pero llegó el liberalismo moderno y se lo
descompuso, al grado de considerar a la mujer como un producto desechable.
La Bruyére |
Jean de La Bruyère (París, 16 de
agosto de 1645-Versalles, 10 de mayo de 1696) fue un escritor y moralista
francés.
La Bruyère se hizo célebre con una
sola obra: Les Caracteres ou les Moeurs de ce siècle (1688). Compuesta por un
conjunto de piezas literarias breves, constituye una crónica esencial del
espíritu del siglo XVII. La Bruyère fue uno de los primeros escritores en servirse del estilo literario, desarrollando una frase rimada en la cual los efectos de ruptura son preponderantes. Este estilo invita a la lectura del texto en voz alta, otorgando a esta actividad un estatus de juicio moral. Muchos escritores siguieron el camino estilístico iniciado por La Bruyère: Marivaux, Balzac y Proust, pasando por André Gide.
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