LOS GRANICEROS DE MÉXICO
Están ahí, contra toda lógica, y proceden de muchos siglos atrás. Su nombre es teciuhtlazque pero la gente les dice “graniceros”. Su actividad consiste
en pedir agua, pero no en alguna oficina del gobierno. Se lo solicitan a la
divinidad.
Antaño su oraciones, y ritual,
consistía en ofrecerle como ofrenda lo más valioso y es la vida humana. De manera
señalada la de los prisioneros de
guerra, la de niños y la propia de los oficiantes o sacerdotes. Los auto sacrificios
se llevaban a cabo con navajillas de obsidiana.
Quemaban copal y a la representación
de la divinidad, mayormente antropomorfa, se le llevaban los bastimentos
después de la cosecha, como agradecimiento por la lluvia que había enviado y
hecho germinar a la semilla.
Nuestra manera de razonar occidentalizada no puede
entender a los graniceros. En el cristianismo, la religión de la cultura
occidental, ya cuesta trabajo creer en los milagros, que va contra toda
causalidad científica de esta cultura.
Menos entendemos a los graniceros
llevar a cabo algo que nos parece inusitado pero que para ellos no es nada de
milagro, sino dentro de la lógica de su pensamiento.
Una verdad para un contexto social.
En ocasiones, pese a los ruegos de los teciuhtlazque, de
todas maneras no llega la lluvia. Entonces los solicitantes van y le reclaman a
la divinidad. Esto se puede comprobar en el templo católico de San Juan
Chamula, Chiapas. “Me hubieras dicho que
no mandarías la lluvia. Ahora qué vamos a hacer mi familia y yo”.
“Hágase tu voluntad” aquí no existe.
Los dioses (en el Altiplano Mexicano como en el Popol Vuh) son los creadores de
la vida y los hombre sus colaboradores en
conservar la Naturaleza, la obra del cielo. Por eso los humanos les
piden agua pero también le reclaman si eso no se da. No fueron hechos para adorar
a los dioses sino para cuidar su obra.
Cualquiera puede adorar a los dioses, pero cuidar su obra, pocos.
Cualquiera puede adorar a los dioses, pero cuidar su obra, pocos.
Si la lluvia llegó, en agradecimiento se le lleva a la
divinidad femenina del catolicismo, santo o una virgen, un vestido que se lo
ponen sobre el vestido de la temporada
pasada.
Dibujo de Javier Osorio B. |
Ahora se le llevan vestidos de tela. En
tiempos anteriores al siglo dieciséis se desollaba la sacrificada y la piel se
la ponían a la representación de la divinidad, generalmente esculpida en
piedra, tallada en roca, madera o formada con semillas (amaranto, maíz…)
amasadas con sangre del, o de la sacrificada (caso de Xipe Totec, por ejemplo).
Las criaturas divinas del
cristianismo, del templo de San Juan, para
los teciuhtlazque son la representación
pero sus ancestrales deidades aztecas (nahuas)
son la esencia, la realidad que no se ve. Esto se vive ahora no de manera
consciente sino en el inconsciente colectivo.
Los teciuhtlazque en el siglo veintiuno
siguen pidiendo agua y distribuyéndola.
Por si le faltara algo a nuestra
incredulidad se agrega otra circunstancia: la distribución del agua. Hay
campesinos que piden más agua de la necesaria y es necesario poner orden.
Enviarla para donde se necesita.
Chimalphain relata que en el año
12-Casa, que corresponde al año gregoriano de 1,335, hubo una gran sequía en Chalco
(pueblo en el sureste del Valle de México ( los historiadores le llamaron reino),
que duró cuatro años (Chimalphain nació en Amecameca, al pie de los volcanes,
vertiente oeste, en el año 1579).
Se dio la siguiente circunstancia, que los de Chalco,
muy cerca de los volcanes, no tenían agua de lluvia pero los de Coyoacán, 40
kilómetros más al oeste, sí tenían agua del cielo.
Esta situación, que caiga el agua tan
lejos y no caiga tan cerca de sus fuentes (monte Tláloc, glaciares de la vertiente oeste de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl) Chimalphain, siguiendo el pensamiento de los teciuhtlazque, anota que tal fenómeno
atmosférico tuvo lugar por intervención de Tezcatlipoca.
No hay que olvidar que el pueblo de
Coyoacán (los historiadores le llamaron reino),
es donde se adora a Tezcatlipoca, dios supremo del cielo mexica. Uno de los
naguales, o avatares de Tezcatlipoca, es
el coyote. De ahí el nombre de Coyoacán, lugar de coyotes.
Los historiadores, ya colonizados,
dicen, por ignorar el dato, o por esconder el dato, que se llama así porque había coyotes.
Avanzado el siglo dieciséis, que es cuando
Chimalphain, ya plenamente colonizado también, por el pensamiento de los
europeos, llama diablo a Tezcatlipoca, anota:
“Año 12-Caña.1335.Este fue el cuarto
año en que no llovió en el país de los chalcas, no obstante, en las sementeras
de los tlacochalcas (Coyoacán) caía la lluvia, a pesar de que estos se hallaban
situados por en medio de las sementeras de los chalcas. Estos cuatro años de
sequía y hambre pusieron gran temor por causa de las obras del demonio
Tezcatlipoca…Año 13- Pedernal.1336.Este año tuvo y 5 de estar refugiado en
Yacapichtlan (es el otro nombre del pueblo de Coyoacán) el diablo Tezcatlipoca,
con los tlacochalcas”
Chimalphain, Cuarta Relación.
Esta misma distribución del agua de
lluvia fue la que escuchamos de uno de los
teciuhtlazque del monte Teocuicani, norte inmediato del pueblo Tetela del
Volcán, lado sur del Popocatépetl. En 1979, en ocasión de nuestra segunda
ascensión a esta cumbre sagrada.
Los teciuhtlazque, del monte Teocuicani, pidiendo agua de lluvia |
El teciuhtlazque nos dijo que el adoratorio en la cumbre de la montaña
Teocuicani tiene un vigilante permanente o que con frecuencia sube a vigilar el lugar.
En los 3,150 metros de altitud, pegado a la
ladera sur del Popocatépetl y un tanto retirado del pueblo de Tetela del Volcán, nos pareció extraño. ¿Por qué un
vigilante? La respuesta nos recordó al Chimalphain de cinco siglos atrás:
“Porque hay gente mal intencionada que viene a
girar los brazo de la cruz y de esa manera cae agua en su pueblo y no en el
pueblo que la necesita”
“La tradición-comentó uno de nuestro
grupo- no se ha alterado un ápice de como lo manda el rito mexica a través de los siglos”.
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