“Soy
ser humano sin saber leer ni escribir?”
Lejos
de los valles frecuentados por los montañistas y escaladores, instalamos
nuestro campamento de cinco tiendas individuales. Valles altos cerrados a todos,
escaladores y turistas, por lo de la pandemia mundial. Ante tal prohibición
buscamos el rincón más apartado del grupo de Las Monjas, arriba del pueblo de
Chico.
Lejos de la pandemia
Del
libro Técnica alpina
De
Manuel Sánchez y Armando Altamira
Editado
por la UNAM 1978
Los
centros de trabajo permanecen cerrados, así como las escuelas y todo comercio.
¿Qué hacemos aquí, en la ciudad, enjaulados en las cuatro paredes de la casa? dijo
alguien del grupo. ¡Vamos a las montañas!
Tenemos cuatro días escalando y hemos traído
víveres como para otra semana. Nos apartamos de los senderos tradicionales y
nos escabullimos descendiendo por un pequeño valle cerca del Mirador de La
Blanca.
La Blanca y su vía de subida. Trazada en los años cuarentas, siglo veinte, por Raúl Revilla, de Pachuca.
Fotos de Armando Altamira
Las tiendas individuales las ocupamos sólo al
caer la noche. En el día estamos en la enorme tienda comedor. Celulares en
manos se la pasan buenos ratos hablando. Luego escalamos en los recovecos del
lado sur de las paredes del grupo de Las Monjas. Regresamos a la tienda comedor y por las
tardes vemos alguna película, o serie de Netflix, en la pequeña pantalla plana que hemos traído.
Grupo
de Las Monjas, en el camino a Capula.
Pueblo
mineral de El Chico Hidalgo, México
Foto
de Armando Altamira
Estas
paredes norte conocieron una época, mediados del siglo pasado, (durante unos
veinte años) de intenso escalar tanto por escaladores de la ciudad de México
como de Pachuca.
Después quedaron solas. Los escaladores abordaron otras montañas, algunos
murieron escalando y otros fueron conquistador por la ciudad...
Por mi parte evoco al tirolés Walter von der Vogelwede
(1170-1230) en aquello de: "¡Como han desaparecido todos mis años! ¿He
soñado mi vida o fue verdadera?".
El
quinto día, después de la cena, alguien se puso a comentar una película del
cine norteamericano. Empezó de esta manera:
“Soy
ser humano sin saber leer ni escribir?” preguntó Stanley- Robert de Niro, a Jane Fonda, en la película
Stanley & Iris, del director Martín Ritt,1990.
Stanley
no sabe leer. La contrapregunta sería: ¿Sé leer
y escribir y sigo siendo humano?
Porque
con frecuencia personajes del más alto nivel de la sociedad, y la política, suelen
ocupar las notas rojas de los periódicos.
La
respuesta va a ser que Stanley tenía el conocimiento que da la intuición antes
de poder conocer el alfabeto.
-¿Qué
es la intuición?
-Para Bergson es el instinto más la inteligencia.
-¿De dónde viene la intuición?
- Es otra historia. Tendríamos que remontarnos hasta Plotino y eso nos llevaría muy lejos a Aristóteles y a Platón. El caso es que Stanley no leía libros, y ni siquiera podía abordar el autobús porque no sabía qué ruta llevaba y tenía que preguntar. Pero en cambio sabía leer en la naturaleza y podía inventar artefactos de utilidad práctica. “Así, según Bergson-dice Jean Wahl-, está el mundo entero abierto a alguna forma de conocimiento, siendo conocida la materia por la física, las cosas por la pura percepción, los seres vivos por el instinto y nosotros mismos por la intuición.” Sin la intuición no hubiéramos llegado ni a la esquina de la calle, ni empezar a razonar, ni inventar el abecedario ni escribir La Ilíada.
-La composición literaria, dice Bergson, igual que la validez de una religión, necesita vérselas con la inteligencia,la moral y la emoción. El que está ayuno de conocimientos puede, por la intuición (ese conocimiento antes del razonar) y la emoción, llevar una vida de calidad en cuanto a moral se refiere.
-Pero debido a tal empirismo también puede perderse en cualquiera sendero que no lleva a parte alguna creyendo que es el camino.
- El intelectual, en cambio, acostumbrado a
soltar amarras en cuanto a costumbres de la sociedad, y con la capacidad de
argumentar, puede también irse alejando de la moral en la medida que se abstrae
para circunscribirse en su solipsismo.
-
¿Puede alguien que no sepa leer y escribir, considerarse humano?-,se insiste.
-Bergson
responde que no se trata de inteligencia argumentativa: “La inteligencia no
puede reconocer la superioridad de la moral
que se le propone, ya que no puede apreciar diferencias de valor, sino
por comparación con una regla o un
ideal, y el ideal y la regla los suministra necesariamente la moral que se
encuentra vigente. Por otra parte una concepción nueva del orden del mundo parece que no podría ser otra cosa que una
filosofía más que agregar a las que conocemos. “Tampoco se trata de morales
nuevas o morales viejas, sino de la
calidad de esa moral:”
- Suele decirse que si una religión aporta una
moral nueva, la impone por la metafísica que implica, por sus ideas sobre Dios
y el universo y sobre y la relación entre ambas.
-A
lo cual se ha contestado que, al
contrario, una religión gana las almas y las abre a una cierta concepción de
las cosas por la superioridad de su moral. “La equivalencia en la literatura es
la emoción."
Como puede haber mil iglesias sin moral o
con una moral nueva,libresca, pero que deja mucho
que desear, así el dominio técnico de las letras puede ser nada más derroche de imaginación pero ayuno de
emoción.
- ¿Qué es esto?
-La antigua respuesta, pero siempre valedera, es que arrojemos al viento las letras del abecedario, en la esperanza que el resultado será el Quijote de la Mancha, la Ilíada o el Popol Vuh… Falta la intervención emocional del escritor. “Por lo general, la obra genial es producto de una emoción única en su género que se hubiese creído inexpresable y que ha querido expresarse. Quien se dedique a la composición literaria habrá podido comprobar la diferencia que hay entre la inteligencia entregada a sí misma y la que consume con su fuego la emoción original, única nacida de la coincidencia entre el autor y su sujeto, es decir, la intuición.”
-El
caso es que Stanley tuvo que conocer que, sin abecedario, no hay prosperidad
económica. Pero que la prosperidad económica no siempre quiere decir humanidad.
Con no poca frecuencia es inhumanidad.
-Algunos
resuelven felizmente la antinomia: Prosperidad económica y humanidad. Para la mayoría prosperidad económica y
humanidad son cuestiones antitéticas.
-Para
Jesús también eran antitéticas. Dijo que si no se sabe conciliar, hay que decidirse por
lo uno o por lo otro.
-
Como en el cuento de Graham Greene, Del
otro lado del puente, que tuvo que escoger entre ser millonario o salvar a
un perro.
Tal
vez fue por la somnolencia, propia de la digestión (¿o por lo aburrido del tema?),
pero el cronista se quedó hablando solo. Yo fui el último en quedarse dormido.
Recuerdo haberle escuchado vagamente:
“Cuando
Stanley aprendió a leer mejoró radicalmente su condición económica y unió su
vida con la hermosa Iris, que es la viuda que le enseño a leer. Pero no era eso
lo que preguntaba. Stanley preguntaba por lo humano, no por el dinero…”
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