Lejos de los valles frecuentados por los montañistas y escaladores, instalamos nuestro campamento de cinco tiendas individuales. Valles altos cerrados a todos, escaladores y turistas, por lo de la pandemia mundial.
Ante la prohibición mundial, buscamos el rincón más apartado del grupo de Las Monjas, en los 3 mil metros sobre el nivel del mar, arriba del pueblo de Chico, Hidalgo, México.
Grupo Las Monjas, en el camino a Capula
Foto de Armando Altamira
Finaliza el primer mes de otoño y ya la temperatura empieza a anunciar el invierno. En los tres mil hace mucho frío.Al atardecer la niebla es tan helada, cerrada y pegajosa, que no vemos los árboles más allá de cinco metros. Nos reunimos en la tienda-comedor y, metidos en nuestros confortables sacos de dormir, tomando café negro casi hirviendo, escuchamos a Salvador que ha recordado algo de Ibsen. Dice:
Un mundo viejo y un mundo nuevo. De
todos los días, acaso muy cerca de
nosotros.
Uniones matrimoniales equivocadas,
amores verdaderos que no llegaron a realizarse.
Sueños de grandeza apoyados en la trapacería.
Todo en una época que se cierra con la muerte de Juan Gabriel Borkman.
El tiempo nuevo marcado abiertamente
por otra pareja, en que ella, la señora Wilton, es la que decide cómo van a ser
las cosas. Es siete años más grande que él y a él no le importa eso de la edad
en la mujer que ama.
Juan Gabriel Borkman es el director
de un banco, enviado a prisión por robar a la institución para la que trabaja,
o por el mero intento, no se pone en claro.
Tres años estuvo en prisión
preventiva y cinco años más para acabar de cumplir la sentencia.
Al salir se recluyó voluntariamente
en una parte de su casa y permaneció, prácticamente encerrado por voluntad
propia, ocho años lejos de la gente y casi incomunicado con su esposa Gunhild,
la que, por su parte, tampoco hacia mucho por verlo.
Dieciséis años soñando que, con el
tal dinero, podría revolucionar el país y el mundo, extrayendo plata y oro de
las minas, levantando fábricas para miles, para millones de obreros.
¡Y de pronto! Salta de su morbosa
postración y dice que se levantará de nuevo y realizara esos proyectos. Pero en
seguida todo sigue quedando en sueños.
Entretanto aparece Ella, la hermana
de su esposa Gunhil. Fue en un tiempo, antes de ir a prisión, la mujer que
amaba. Ella, soltera y sin hijos, llega
a disputar el amor de Erhart, hijo de Juan Gabriel y de Gunhil.
Desde niño Ella lo ha tenido pero ahora quiere que lleve su apellido, con
la idea de dejarle su fortuna. En adelante se llamaría Erhart Rentheim y ya no
Erhart Borkman.
Desde luego Gunhild, la madre se pone
y buena parte de la obra se pasa en disputarse al hijo que, la madre, poco en
realidad tuvo que ver con su educación. Juan Gabriel Borkman casi no interviene
en esa enmarañada situación.
Él
sigue soñando en su mundo revolucionado. Finalmente decide escapar de su
casa e invita a Ella a que lo siga. Juntos cristalizarán por fin todos aquellos
sueños que un día tuvieron. Ella lo sigue.
Pero no llegan muy lejos, al superar
una colina entre el bosque llegan a una banca de madera donde antaño ambos se
sentaban a soñar…En ese lugar idílico Jan Gabriel Borkman, muy delicado de salud y con la bajísima
temperatura del momento, muere.
Por
su parte, y con anticipación, Erhart el
hijo, le dice adiós a la familia manifestando que él quiere
vivir. Agarran el trineo cerrado él, Fanny, que así se llama la señora Wilton y
una jovencita llamada Frida Foldal, cuya vocación es la ejecución de música.
Y
aquí el toque muy bergsoniano. Ese modo de pensar que, desde el siglo
diecinueve, conquistó el corazón de muchas mujeres:
La señora Wilton lleva a la joven Frida para
que estudie música y, para cuando Erhart se canse de ella, y ella de Erhart…le
dice sus planes a la señora Borkman:
“Los
hombres son tan volubles, señora Borkman. Y las mujeres también. Cuando Erhart
se canse de mí…y yo de él…entonces será muy bueno para ambos que tenga,
¡pobrecillo “alguien con quien reemplazarme.”
en el puerto de Skien,Noruega
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