EL PUNTO DE VISTA DE SÉNECA

 


Bibliografía:

Séneca, Tratados filosóficos.

Ibsen, Peer Gynt.

Jean Wahl, Introducción a la filosofía.


Si eres feliz no tienes necesidad de la felicidad, es el tema de esta nota

 

“Marchitase la virtud sino tiene adversario”

Con estas palabras Séneca me está diciendo que busco un mundo calcopiritico, de cosas temporales, en lugar de valores de trascendencia.

Los buenos padecen penuria y los malos tienen abundancia.

¿Misterio indescifrable,  o modo de enseñar de la divinidad?

Es lo que se han preguntado los pensadores religiosos, y filósofos en general, de todas las épocas.

Extraviados en el laberinto,  acaban por remitirse  al Deus ex machina, que es dejar todo en manos de Dios.

Y Dios, que lo sabe todo, tampoco es claro cuando se dirige a los humanos, sólo dice: “De los pobres es el reino de los cielos”. ¿Y, entretanto?

La pregunta es para esta vida, para la otra ya Dante fue bastante claro...y mucho antes Séneca había anotado en la misma dirección:

 “Dios endurece, reconoce y ejercita a los que ama; y al contrario, a los que parece que halaga, y a los que perdona, los reserva para venideros males."

Estamos hablando de una misma Providencia pero de dos modos distintos de verla: la pagana, de Séneca, y la cristiana que para los tiempos de Séneca no existía. Séneca nació 4 años antes que Jesús y murió 64 año más tarde, cuando el cristianismo aún se escondía en las catacumbas.

Para entonces empezaba, apenas, a extenderse en las capas bajas de la sociedad romana, llamada por algunos escritores, como la “plebe”. En tanto la aristocracia culta poseía desde siglos atrás el rico legado de la Paideia griega, que es a la que Séneca pertenecía.

El Deus ex machina es una forma de decir que una cosa es la razón divina, ininteligible para los humanos, y la otra, la razón humana.

Séneca no entra en el laberinto,  tiende un puente para poder penetrar en la clave del misterio: se trata de un modo didáctico de la “divinidad pagana” para educar a sus criaturas.

Y decir, como Peer Gynt: “Así, pues, amigo, has de ser fundido de nuevo.”

El borracho de la cuadra, ese que se queda tirado en la banqueta a plena luz del día, es la mejor lección propedéutica que tenemos a la vista para no hacer lo mismo. Pero nos metemos de  críticos en lugar de ponernos en la posición de aprender del error.



No descifraron el método didáctico de la divinidad para educar a sus criaturas, que propone Séneca.

Dibujo tomado del libro La Psiquiatría en la vida diaria, de Fritz Redlich 1968

De la misma manera disponemos de, al menos,  cien lecciones objetivas, de la praxis, en el plano lejano y en el de junto.

El padre, que debe ser cercano y positivo para el hijo, se comporta como un padrastro (respetamos las excepciones de los padrastros positivos).Es una excelente lección de la vida para que ese niño, aprenda la fea lección y,  andando el tiempo, actúe en contrario y sea un buen padre.

Lo quebrado de algunas sociedades actuales es señal  patente que ese padre, castigador,  fue para el niño un paradigma a emular, no un mal ejemplo para evitar. El misoginismo y el feminicidio no están lejos de esta conducta.

La riqueza en metálico, mal empleada y peor adquirida, es a la postre la ruina psicofísica del que la posee. Panteones, cárceles y hospitales pueden dar testimonio de tal situación.

“Una de las metas de Sócrates y Platón  fue mostrar la posibilidad del error, pues sólo si es posible el error, es posible el auténtico conocimiento, en oposición a él.” Whal.

En concordancia con lo anterior, aquí la propuesta didáctica de Séneca:

“El mejor medio de que Dios usa para desacreditar las cosas deseadas, es dársela a los malos y negarlas a los buenos.”

Séneca tiene otra manera de presentar el mismo pensamiento pero ahora  desde el punto de vista de alguien que ha caído de rodillas ante la adversidad.

Nosotros lo presentamos  así: el viajero del desierto busca el agua cuando tiene sed. Si está satisfecho no busca el agua.

Séneca:

“Tu felicidad consiste en no tener necesidad de la felicidad.”

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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