Escaladores
de primera línea y montañistas muy resistentes para caminar aun en las cotas
altas de los volcanes nevados del Valle de México, son los rasgos del alpinismo
del Estado de Nuevo León, propiamente de la ciudad de Monterrey.
Travesía
del Corredor Superior oeste del Pecho de la Iztaccihuatl. Una de las
ascensiones llevadas a cabo por la preselección.
Foto
de Armando Altamira.
Siempre
lo supe. Lo confirmé cuando Francisco
tomó parte de la preselección para subir al Aconcagua, República Argentina,
programada para el verano de 1974.
Una
observación que guardé desde el principio, y me dio la medida de la fuerza de
voluntad de Francisco, es que en tanto los otros eran de la ciudad de México,
Del Estado de México y uno de la cercana
Puebla, él debía trasladarse desde el lejano norte, hasta el Valle de México, ¡cada fin de semana!,
comprendido su regreso a Monterrey después de cada agotadora (en verdad
extenuante),lo que esto significa ya en la práctica es algo fuera de lo común.
Era
una expedición oficial de la Federación Mexicana de Montañismo y, desde luego,
de la CODEME. Con recursos económicos suficientes
que hasta entonces no se había visto en el país.
Más
si se toma en cuenta que el alpinismo es
un deporte en el que las masas ni
participan ni ven, como si es en el fútbol o el box, y que por lo tanto el dinero, de procedencia de medios oficiales, no va a “hacer ruido” en los
medios de comunicación.
La
Transversal de la pared norte del Abanico otra práctica de la preselección,
realizada por Salvador Alonso Medina y otros integrantes de la preselección.
Foto
de Armando Altamira
Las
expediciones alpinas de los mexicanos al extranjero en su mayoría contratan guías
o bien son integrantes de alguna expedición ya organizada por terceros. Y con frecuencia
van por vías de ascenso en la, que de tramo en tramo, hay refugios construidos de manera fija, lo que quiere decir que esa expedición no necesitan desarrollar toda la estrategia de instalación de campamentos.
Lo
que caracterizó a nuestra expedición fue
que ninguno de nosotros conocía la República Argentina, no sabíamos con exactitud
dónde estaba el Aconcagua ni contratamos guías.
Con
un plano de la región, ya en los Andes, una brújula y un altímetro, llevamos a buen fin todo el trabajo de la ascensión,
contemplado, desde luego todo el mecanismo de la instalación, aprovisionamiento
de equipo y víveres, de los cuatro
campamentos, uno base y tres de altura.
Un dato que puede dar una idea de la
vastedad de los mencionados recursos es el que Jorge Rivera
voló hasta Anchorage, Alaska, para traer equipo de primera para quince.
Para el famoso mal tiempo del Aconcagua, ese
que desbarata expediciones y deja cadáveres en sus laderas, tiene 7 mil metros
de altitud y con temperaturas bajas en
los 30 grados o más, Jorge trajo
sleeping para los 8 mil.
Así
el resto del equipo. Entre otras cosas, un impermeable tormenta que, como luego
veremos, sería clave en el momento que
la tempestad sobre el Aconcagua hace
crisis y los montañistas, ya cerca de la cumbre, uno de ellos Francisco,
deben conocerse a sí mismos de qué temple están
hechos.
Nadie conoce sus potencialidades alpinas hasta que tiene un pie metido en la eternidad.
Plano
del lado noreste del Aconcagua y la ruta que siguió la expedición, partiendo de
la aldea Punta de Vacas.
Dibujo
de Javier Osorio B.
Dado
que entonces no había relaciones diplomáticas entre México y Chile (el monte
Aconcagua está muy cercano a la frontera con Chile) nos vimos obligados ir
hasta Buenos Aires y de ahí hoteles y aviones llevando nuestra tonelada de excelente equipo hasta Mendoza,
ciudad en la precordillera.
Nadie gastó un peso de su dinero. Alguien, al
regreso, hizo el comentario que a la ida llevaba 130 pesos en su bolsillo y
regresó a México con sus 130 pesos. Al final
de la expedición todavía regresamos 200 mil pesos (de aquellos pesos) o
algo, así que nos sobraron. El tesorero de la expedición fue Agustín Tagle.
Los
primeros mexicanos llegando al emplazamiento del campamento base, al fondo
la pared sur del monte Ameghino
Foto
de Armando Altamira
El
programa de selección comprendía ocho salidas en la Iztaccíhuatl, el Popocatépetl
y montañas del Estado de Hidalgo. Serían llevadas a cabo cada fin de semana,
sin interrupción. Expertos montañistas de la ciudad de México apostaban que no se podía llevar a cabo tal programa, dada
lo intenso de cada una de las salidas (40 kilómetros por la sierra de las
Navajas de Real del Monte a Tulancingo, Estado de Hidalgo, o la vuelta a la
Iztaccihuatl en la cota 4, 200m, la Transversal
de la pared norte del Abanico, de roca, nieve y hielo en el Popocatépetl,
también en los 5 mil, etc.), y que a la mitad de las fechas acabarían abandonando por agotamiento físico.
Algunos de estos buenos y resistentes alpinistas mexicanos,de los que más tarde oiríamos hablar que ascendieron a las cumbres del Himalaya, se abstuvieron de participar en la preselección desde el momento en el que conocieron las ocho salidas que, queda dicho,fueron consideradas imposibles de llevar a cabo, en parte por las dificultades técnicas de algunas de estas ascensiones (la pared Este del Pecho de la Iztaccihuatl, por ejemplo) y en parte por lo extenuante que resultarían.
Empero,
el alpinismo mexicano envió en esta ocasión a lo mejor de sus estados de
importancia alpina.
Dos
de aquellos fueron Juan José Oñate y
Senén Martínez ( a 47 años de distancia no
conservo con exactitud su apellido de éste último). Ellos dos, y cuatro más, se
precipitarían en caída mortal, apenas al año siguiente, el 2 de noviembre de
1975, al subir por el flanco Occidental
del Pecho de la Iztaccihuatl, misma que se conoce con el nombre de “Rampa de
Oñate”.
Un año antes, con motivo de la preselección, yo le había puesto su nombre a esa parte de la Iztaccihuatl pues era un excelente montañista.
No
obstante a su innegable calidad de montañistas, algunos hacían esfuerzos por asegurarse el lugar en la
selección a base de conductas poco ortodoxas, en el sentido de hacerse notar,
algo de intrigas, etc.
Francisco no entraba en este juego. Era
callado, y tenía la enorme cualidad de todo buen expedicionario, tal como hacer
labores de campamento para el grupo, en tanto otros se limitaban a lo suyo: su mochila, su comida, su tienda,
sus plato, su foto…
En
la expedición iban Mario Campos Borges y Salvador Alonso Medina, escaladores de
mucha experiencia y habilidad, probada en las difíciles escaladas de la Sierra
de Pachuca,3 mil metros de altitud, tales como al norte de la pared Benito
Ramírez y la pared norte del Abanico, en el Popocatépetl, en los 5 mil de
altitud, de roca nieve y hielo, así como la norte de las Inescalables, Cabeza de la
Iztaccihuatl, también en los 5 mil.
Nuestro
campamento base, en los 4 mil.
Foto
de Armando Altamira
Eran
nuestra carta escondida por si el Aconcagua presentaba sus dificultades, de escalada en roca, con
sus inestables condiciones atmosféricas y rechazaba nuestros primeros intentos.
Francisco
fue, con otro de la ciudad de México, la primera cordada que enviamos a la cumbre. Yo
personalmente vigilaba estos movimientos en el campamento 3, en los 6, 300 metros sobre el glaciar. En caso de
no lograr la cumbre, o que ya no regresan, enviaría otra cordada y otra. Ellos
lo sabían. Íbamos por todo sin importar…
Justo es reconocer que todos eran decididos y estaban
con esa idea. No movernos de los Andes hasta conseguir la cumbre por esa ruta.
Teníamos recursos al menos para un sito de dos meses, en caso de mal tiempo. Y,
de ser necesario, enviaríamos por víveres para más tiempo.
El baquiano de Punta de Vacas que con su recua
de mulas llevó nuestro equipo hasta el emplazamiento del campamento base, nos
había provisto de kilos de carne seca y Jorge trajo de Anchorage muchas bolsas de comida
deshidratada, además estaba el campamento base a sólo tres metros de distancia
donde corría un arroyuelo de agua de deshielo del Glaciar de los Ingleses,
adyacente al nuestro, es decir, el Glaciar
de los Polacos. Nada nos faltaba. Sólo hacer lo nuestro y, en caso
necesario, resistir.
¡Pero regresaron! Aun antes de llegar al
campamento 3, entre la oscuridad de la madrugada, y todavía con la nieve y el hielo
colgándoles hasta en las pestañas, me mostraron los trofeos recogidos en la
cumbre.
El
mal tiempo los alcanzó ya muy arriba (el mal tiempo, aire huracanado lanzando
nieve con una fuerza tremenda, casi a los 7 mil, es algo tan violento que en la
ciudad no podemos siquiera imaginar, y en la ciudad de Monterrey,donde prevalecen las altas temperaturas, ¡menos!).
Hicieron alto,
conformaron una plataforma en el hielo, a base de golpes de piolet, se envolvieron en
sus impermeables-tormenta y esperaron
soportando la violencia con que los
golpeaba el huracán de nieve. Sus botas dobles especiales contra
tormenta los salvan del peligro de congelamiento en los pies. Era su voluntad
la que estaba a prueba.
El
mal tiempo en esas cotas puede durar días y hasta semanas. Con esa violencia y
con temperaturas arriba de los 30 grados sólo se puede sobrevivir unas cuantas
horas. Después quedarán sepultados
dentro de su capsula de hielo. Ellos lo sabían.
Lado
noreste del Aconcagua. Se ve la distribución de los campamentos, a partir del
campamento base. El campamento 3 en los 6,300 m.
Foto
de Armando Altamira
Nada
nuevo. Esta montaña abunda en historias
de esa naturaleza. En la ladera de la ruta normal del Aconcagua algunas de esas
cápsulas de hielo han tenido que esperar hasta diez o quince años que un verano
cálido las descongele para dejar al descubierto los cuerpos de los alpinistas
que durante tanto tiempo fueron inútilmente buscados por familiares, amigos y
cuerpos alpinos de rescate.
Era
la oportunidad que llevarían grabada por siempre en su vida. El poco oxígeno,
propio de esas alturas que acaba con la vida de los humanos, hasta en pocas
horas, también podía hacerlos desistir.
No
dieron un paso atrás y siguieron resistiendo. De cuando en cuando quitaban la
nieve que se acumulaba sobre sus cabezas y espaldas (empezaba a formarse la cápsula de hielo). ¡Resistieron cinco horas, inmóviles,
al heladisimo viento huracanado!
Una
expedición anterior a la nuestra por ese glaciar se había visto obligada a retirarse sin haber
podido llegar a la cumbre. Y por el camino de regreso a Punta de Vacas,
encontraríamos en el Río de las Vacas (ver plano) otra expedición, esta de norteamericanos, qué
subía hacia el Aconcagua por el mismo
Glaciar NE, también se verían obligados renunciar a la cumbre por el mal tiempo y uno de sus integrantes,
lesionado, sería sacado de la montaña en helicóptero. Ver en el informe que
rendiremos al regreso, el dato que este mismo mal tiempo había acabado con la
vida de dos militares que habían subido la ruta normal en una acción de rescate
de cadáveres.
Los militares de Punta de Vacas son los que llevan, de tiempo en tiempo, la labor de búsqueda y rescate de cadáveres en las laderas del Aconcagua. En el campamento 2 el cadáver de una alpinista norteamericana, estaba a unos diez metros de distancia de nuestras tiendas y ya tenía ahí varios años.
Nuestra cordada finalmente, a la primera señal
de menos violencia del tiempo, no pensó en bajar y salvar así la vida, sino
que siguió hacia arriba.
¡Se
acabó!¡ A desmantelar los tres campamento de altura y concentrar todo el equipo,
y todos, en el campamento base!
Gran
decepción. Todos querían ir a la cumbre
¡Estaban capacitados para tal empresa! Ellos lo veían lógico. Los responsables
de la expedición lo veíamos como si en un partido de fútbol todos los del
equipo quisieran meter su gol…Empezó la revolución. Los alpinistas mexicanos si
no alcanzamos el triunfo hacemos la revolución, si lo alcanzamos también
hacemos la revolución…
El
señor Eduardo Sosa, de la ciudad de Monterrey, me hizo saber por Internet, el 4 de agosto de 2021, la
noticia que Francisco falleció ocho meses atrás, en diciembre del 2020.
Huyendo
del coronavirus he vivido más de un año
en aldeas entre montañas del Estado de Hidalgo donde no hay Internet. Fue hasta el 5 de agosto del 2021 que
encontré la noticia. Hasta hoy, 31 de agosto, es que puedo publicar esta nota
en mi blog.
Francisco Martínez E, en la cumbre del Aconcagua, el 8 de febrero de 1974 El señor Sosa me solicita en el comunicado un ejemplar del libro que entonces escribí de los trabajos de la expedición. Fue un libro muy buscado y pronto se agotó su circulación. No sé dónde quedaron los mil ejemplares y yo mismo presté mi ejemplar y jamás me lo regresaron. Hasta Monterrey llevamos personalmente 50 ejemplares de Los mexicanos en la ruta de los polacos. Por lo visto también se perdieron de vista. Hago este relato como una especie de síntesis del contenido de ese libro.
Un
libro que suscitó mucha polémica por su enfoque
nada ortodoxo. En otras palabras, como un experimento de conductas humanas en ese contexto aislado de las montañas, que
relata, relato, el lado humano, demasiado humano, de los integrantes de la
expedición.
La
idea es que otras expediciones se sirvieran de nuestros aciertos, pero sobre todo de nuestros errores, para ahorrarse incurrir en ellos.
Última
observación: La expresión: “recursos económicos que hasta entonces
no se había visto en el país”, con la que fue financiada esta expedición, puede
parecer ampulosa.
Yo le doy otra lectura: tanto esfuerzo en las
montañas mexicanas durante los trabajos de la preselección, tanto dinero
invertido en la expedición, merced a circunstancia políticas y económicas muy especiales de ese momento en México, muchos trabajos de la expedición, de 15 expertos
alpinistas de diferentes estados del país, ya sobre los Andes, la sensibilidad de las
autoridades deportivas de la FMM y la CODEME.
Al final todo eso fue puesto, en su momento, a disposición de Francisco, un alpinista de Nuevo
León, para que se midiera con la montaña
más alta de América, y por una ruta hasta entonces ajena a nosotros
lo mexicanos, ¡y lo supo aprovechar llegando a
su cumbre!
Al
regreso de la expedición a México rendimos un informe (en trabajo de imprenta)
al presidente de la república, Luis
Echeverría Álvarez. Esto porque él personalmente entregó el cheque para
financiar la expedición al entonces presidente de la FME, en una entrevista que
nos concedió a él y a mí en Los Pinos.
En
otras palabras, las finanzas para la expedición no procedieron del presupuesto
de la CODEME, hacia la FME, como es el curso normal sino que, como se apunta,
fue entregado personalmente por el presidente de la república.
A
continuación reproduzco parte de este informe. Con los años se me han
extraviado las paginas 13, 14,19 y 20. Empero, como se puede apreciar, lo
medular está contenido en lo que se ha
podido rescatar: entrenamientos en México, ruta de acercamiento en el lado
sureste del Aconcagua, instalación de campamentos y foto de la cumbre.
Considero que es un documento de
valor porque, en cierta manera, aunque tardíamente
(¡47 años!, es también un informe que hacemos al montañismo de Nuevo León en el que Francisco Martínez E., participó
y vivió intensamente, cada una de las etapas que aquí se ilustran.
¡El reconocimiento más grande que a Francisco
se le puede hacer es que, por su destreza técnica en la montaña, y su valor frente la
tempestad, se ganó el lugar de
pasar a ser un paradigma del alpinismo mexicano!
Armando Altamira G.
NOTICIAS RECIENTES DEL MONTE ACONCAGUA
El 19 de septiembre del 2021
fue publicada en Internet una nota referente al mal de montaña en el monte
Aconcagua, en esta ocasión por la ruta considerada como la clásica o “normal”,
es decir, la que va por Plaza de Mulas.
“Otro muerto en el Aconcagua
Drama: el andinista sufrió
mal de altura en un refugio a 5400 metros y perdió la vida antes de que pudiera
ser rescatado; es la séptima víctima fatal del año.
27 de enero de 2000
MENDOZA.- Fue la séptima víctima fatal en lo que va del 2000. Flavio Lisi, un ingeniero salteño de 37 años, se sumó ayer( El 18 de septiembre del 2021) a la trágica lista de los que quedan en el camino a la cima del cerro Aconcagua, al sufrir una grave descompensación por el llamado mal de altura.
Lisi era el jefe de una
expedición de siete personas del Club Amigos de la Montaña, de Salta, que
transmitía por radio sus vivencias a miles de personas que seguían con
entusiasmo el ascenso, tal como informó
La Nación en su edición de ayer.
El montañista se descompuso
y comenzó a sentirse mal anteanoche, en el refugio Nido de Cóndores, a 5400
metros. Estaba desorientado, tenía cefaleas y pérdida de conciencia por una
insuficiente oxigenación de la sangre, que se debe a la falta de adaptación del
organismo a la altura.
La expedición se comunicó en
la mañana de ayer con los guardaparques para informar que Lisi estaba enfermo.
Un médico preguntó los síntomas y les indicó que lo bajaran de inmediato porque
el estado del deportista era preocupante.
Horas más tarde llegó al
refugio una patrulla de rescate de alta montaña y constató que Lisi había
fallecido, al parecer a causa de un edema pulmonar agudo.
La patrulla de rescate de
alta montaña informó que el cuerpo fue trasladado hacia el campamento base de
Plaza de Mulas, mil metros más abajo. Hoy sería llevado a un hospital para
practicarle la autopsia.
Lisi es la persona número 99
que muere en el Aconcagua desde 1926, fecha en que se comenzó el registro, y la
séptima en lo que va de esta temporada de ascención. Este año también murieron
en el cerro la mejicana Justina Julia Martínez, el japonés Yshigli Tamiharu y
los argentinos Daniel Morales, Germán Brena, Walter Toconás y Gustavo Martín.”