De Joseph Conrad
Muerte asistida por la ciencia
es lo que se conoce buscan algunos enfermos terminales y acabar así con el
sufrimiento. También señalada como Eutanasia voluntaria o suicidio asistido.
Otros optan por el auto suicidio. Éste tiene
muchos modos. Uno de ellos es el que va a practicar Jim y es el hacerse matar.
Criminales de todos los
tiempos y lugares, si bien de una manera inconsciente, ¿también buscan hacerse
matar enfrentándose con los grupos rivales o con la policía?
Sócrates tiene la idea que la maldad es una
enfermedad “son malos a pesar suyo”, le dice a Callicles en la obra Gorgias.
Una tesis delicada nuestra es si el Estado, donde se practica la pena de muerte, lleva a cabo no un castigo sino ayudar al criminal acabar con su mal puesto que él no puede detenerse por sí mismo.
Recientemente en algunos estados de México han sido llevados a prisión individuos responsables de asesinar a varias mujeres. Uno de ellos no sólo las asesinaba(más de veinte) sino que las descuartizaba. En el momento de su captura sólo dijo: "Lo hecho, hecho está".
De alguna manera, como en el caso de la muerte asistida por la ciencia, ¿él estaría buscando su muerte a manos del Estado?
En la obra mencionada de
Platón, Gorgias, Sócrates le ofrece a
Callicles una alegoría que viene al caso.
Es sorprendente que un
filosofo de hace 24 siglos haya ya abordado entonces el tema que estamos
tratando. Pero se trata de Platón y de él dice Jean Wahl, en su gran obra El camino del filósofo: “Platón jamás
será’ superado.”
El capitán de un barco lleva a
buen fin su travesía por el mar y los viajeros descienden a tierra sanos y
salvos, como se dice. Pero el capitán no está satisfecho. Piensa que entre los
viajeros hay gente mala que mereció morir ahogada. Pero no murieron y deben
seguir sufriendo su enfermedad:
“ Si alguno, cuyo cuerpo esté
atacado de enfermedades graves e incurables, no se ha ahogado en el agua, es una desgracia para él no haberse muerto, y
no me debe ninguna consideración. Y si alguno tiene en su alma, que es mucho
más preciosa que su cuerpo, una multitud de males incurables, ¿es un bien para
él vivir y se hace un servicio a un hombre de esta clase, salvándole del mar, o
de las manos de la justicia o de cualquier otro peligro? Por el contrario, el
piloto sabe que no es ventajoso para el hombre malo vivir, porque necesariamente
ha de vivir desgraciado”.
Se aclara que en México no hay pena de muerte para los delincuentes.
Jim comete una falta y el
jurado lo absuelve, pero… él sabe que no podrá seguir viviendo, está consciente
que se encuentra enfermo del alma.
“Lord Jim es una novela
escrita por Joseph Conrad y publicada originalmente en la Blackwood's Magazine
entre octubre de 1899 y noviembre de 1900.”
El que lea con cuidado esta
novela de Conrad sabe que tanta integridad moral, como la de Jim, ciertamente
no abunda en nuestro mundo de la cultura industrial
Una sinopsis nuestra de esta
obra fue publicada en octubre de 2006 por el Sindicato de Trabajadores de la
Universidad Nacional Autónoma de México (STUNAM) con el título Letras inglesas y noruegas.
Edición de 1904
Esta obra trata de una virtud
que, lleva al extremo, queda convertida en una auténtica ruina moral. Para el
personaje no hay ciencia ni religión. No hay psicólogo ni sacerdote. En lugar
de buscar el remedio para su mal, practica la huida.
Lord Jim es el espíritu encarnado del puritanismo inglés. Inflexible consigo mismo ante una falta, viajará por esos puertos perdidos del archipiélago malayo confundiéndose con los parias del mundo. Joseph Conrad, el autor, lo investirá con las mejores galas del romanticismo aventurero y la crítica caminará tras esta versión estereotipada.
Pero éste personaje no será
diferente al inspector Javert de Victor Hugo. Tampoco será distinto a Hegel en
su concepción de la naturaleza llena de Dios. ¿Y cuando descubrió que en el
mundo también hay asesinos, tramposos, cínicos, ladrones y perversos?
Esta es la gran lección de
humanidad que sufre Jim en aquel barco llamado Patna. En medio de la tormenta este
viejo barco repleto de peregrinos, que van a la Meca, parece que de manera
inminente se hundirá. Llega el terror. Antes que eso suceda los oficiales, y
entre ellos Jim, abandonan el barco y en una lancha salvan la vida. De los
peregrinos no quedará ni rastro y su huida no se descubriría.
Son rescatados por otro barco
y, cuando llegan al puerto, se dan cuenta que el Patna no se hundió y sus
peregrinos alcanzaron sanos y salvos el puerto.
Esta acción deshonesta es la
que marcará el destino de Jim. El no es como sus tramposos compañeros de huida. La sociedad lo absuelve,
después de un juicio, pero él no se
absuelve.
La vida de Jim es una especie de hegelianismo. Vivir en la pureza de los ideales. Pero, cuando la naturaleza humana falla, cuando llega el miedo, cuando habla el instinto, no hay reconstrucción posible. Entonces hay que alimentar el gusanito morboso de la conciencia hasta conseguir la destrucción propia. Es una especie de soberbia estoica, pero que resultará de un peso tan apabullante que acabará aplastándolo.
Este puritano prefiere sucumbir a ser humilde y recurrir al cristianismo donde hay perdón y reconciliación. Es decir, reconocerse en el mundo destruido pero otra vez lleno de posibilidades de regeneración.
Tampoco busca la salvación en la ciencia médica. Cree que su enfermedad, de tipo moral, no tiene cura. La tiene, pero no la busca. Más bien le rehuye. Es como un gusano que roe en todo tiempo su pensamiento.
Es necesario pensar en la enfermedad. Una y otra vez rehúsa acudir al médico para que lo sane. ¡Podría suceder que lo curara! Mejor seguir pensando en la enfermedad.
Huye de la
sociedad. Busca los lugares más solitarios o inusitadamente cambiantes. Donde
sea un desconocido. Necesita estar él solo con su enfermedad. Ninguna sociedad,
ninguna amistad, ningún médico, ninguna mujer, es más importante que su enfermedad.
Su ejemplar moral de hombre
honrado, precisamente el enorme recurso
sobre lo que fue construida esta civilización greco cristiana, acabó
pudriéndose entre sus propias manos. Y entonces el inspector Javert tuvo que
arrojarse otra vez de cabeza a aquel
tenebroso remolino del Sena.
La cultura industrial del mundo moderno, en el que por alcanzar la prosperidad material, se ha vuelto tan ligero que recuerda las sombras de la cueva de La República de Platón. El mismo mundo que el gran filósofo marsellés Jean Wahl, lo cataloga como “un mundo de film, donde sólo se ven la superficie de las cosas” (Cap. XV de El camino del filósofo).
En un mundo así, el probo carácter moral de Jim no
encuentra su lugar.
Tras el romántico Jim está
todo el tinglado del mundo comercial que aprovecha a estos idealistas. Para Jim
todo este enredo es cuestión de honor. Pero para su patrón Stein sólo se trata
de una transacción financiera. Dueño de factorías en muchas partes del
archipiélago malayo en las que distribuye su mercancía. La de Patusán ya no
funciona. Un par de empleados llamados uno rajá Allang y el otro jerife Alí, se
ha apoderado de ella erigiéndose como dueños y señores. Hay que
quitarlos de en medio. Pero Stein no encuentra la manera de destruirlos y poner
de nuevo en su lugar a empelados fieles.
Es cuando encuentra a Jim. Se
da cuenta que éste romántico irá hasta el fin del mundo huyendo de sí mismo y
emprenderá todos los pleitos que sean necesarios con tal de entretener a su
maltratada conciencia. Lo contrata, le da suficiente pólvora y armas y lo envía
a hacer la revolución.
Al final Jim vence al enemigo
de Stein y recupera la factoría comercial de Patusán. Ha puesto en orden las
cosas de otro, pero sus asuntos de moralidad siguen tan enfermos como siempre.
Tiene a la mano el amor de una hermosa nativa que lo idolatra. Y él la ama,
pero ama más a su enfermedad.
Del libro La psiquiatría en la
vida diaria
De Fritz Redlich, 1968
En Patusán sus habitantes lo
ven como un dios que los ha salvado del maldito jerife Alí. Luego viene una
serie de acontecimientos, posteriores a la revolución, que lo ponen en la
disyuntiva de abandonar el lugar o morir a manos de uno de sus aliados. No
abandona. De esa manera Jim acabó con su
enfermedad.
El momento crucial es cuando Jim tiene que decidir entre exterminar a Brown y su banda de asesinos que también quieren esclavizara a la gente de Patusán o dejarles vía libre hacia el mar para que se alejen de ahí. Decide esto último.
¿Por qué hizo tal cosa? La gente de Patusán no entiende. Es
musulmana y sólo sabe del exterminio
para quien ha atentado contra ellos.
Pero Jim procede de la cultura greco
cristiana. Tal vez una voz del cristianismo ha hablado en él. Tal vez, no lo
sabemos, él no lo dice ni el autor tampoco. Sólo suponemos. Pero por dejarles
la vía libre hacia la vida, a los malvados, y quizá otra oportunidad para la regeneración, él
recibe el balazo mortal.
Este tipo de sacrificio supremo, de ofrendar
sus vidas por salvar la de otros, no es raro en escritores ingleses. Piénsese
en Cartone, personaje heroico de Dickens, en Historia de dos Ciudades, que
ofrenda su vida para que otro se salve de la guillotina, entre las llamas de la
Revolución Francesa.