De aquel lado son traidores.
De este, héroes y se les recuerda, en ceremonia, cada año el 17 de marzo en México y el 12 de septiembre en Clifden, en el condado de Galway, Irlanda
CUADERNOS DE EDUCACIÓN
SINDICAL # 55
LA BALADA DE LOS
IRLANDESES
Armando Altamira Gallardo
SECRETARIO GENERAL: Agustín
Rodríguez Fuentes
SECRETARIA DE PRENSA y
PROPAGANDA: Guadalupe Gamboa Ortiz
EDITADO POR LA SECRETARIA DE
PRENSA Y PROPAGANDA DELSTUNAM
Agosto de 1998
Escenas de la guerra Estados Unidos-México
Las viñetas fueron tomadas de Internet.
LA TORTUGA
Los gringos
jóvenes se hacen viejos aquí
en sombreros de
paja con cintas de seda
como se usan en
los yates a miles
de millas de
cualquier parte, comiendo mariscos
bajo el viento
suave de la terraza
del restaurante
de La Tortuga
tomando pepsi al
son de los mariachis
con sus
gringuitas al lado
en toda su risa
güera
Los mexicanos
jóvenes se hacen viejos
en la azotea al
otro lado del callejón
con los pechos
desnudos al rayo del sol
subiendo por la
rampa
carretillas con
cargas de concreto
vaciándolo en la
rejilla de acero
y extendiéndolo
después
con la 2 x 4
grises. Se dice
que cada uno de
ellos nos debe billones
de dólares
americanos recién impresos.
John Oliver
Simon
(Más de Dos
Siglos de Poesía Norteamericana. tomo II)
La explotación del trabajador
manual, científico e intelectual, es la meta.
La labor de división entre
protestantes, católicos y racionalistas de todos los matices, ha dado
magníficos resultados hasta la presente para alcanzar aquel objetivo. Entre
menos se unan, mejor.
Esta acción de división contra
el pueblo comenzó hace varios siglos y, quién lo creyera, se dio en los niveles
de la religión y la filosofía europeas.
En la actualidad a la acción
de individualizar, o dividir, se le conoce con varios nombres. Entre otros:
neoliberalismo y modernidad. Parecen cuestiones aburridas de los intelectuales
pero que afectan directamente al bolsillo del proletario.
El "me importo sólo yo y
qué, impide la fraternidad" escribió Marcos ( el de Chiapas) en su larga
epístola "Máscaras y Silencios" de mediados de julio de 1998. Otro
siglo pero el mismo contexto.
Esto a la larga dividió la
lucha de los partidos políticos y vemos que ha repercutido en la cancelación de
contratos colectivos, desembocando a su vez en la contratación individual por
horas y destruyendo la seguridad en el trabajo, y también sus prestaciones
sociales, que el pueblo posiblemente no volverá a encontrar ni aun en la etapa
de las pensiones y jubilaciones. Desgraciada labor que ahora los sindicatos
tienen que ir reconstruyendo con grandes
esfuerzos.
¿Por qué traer a colación el
asunto tan incómodo de los cristianismos ortodoxo y liberal? Porque
precisamente eso fue lo que estuvo en el tapete de las acciones en la historia
que aquí relatamos. Pero se manejo como un fin cuando apenas era una mampara
que tenía el objetivo de velar el verdadero motivo que es la explotación de los
pueblos.
La salvaje lucha entre
católicos y protestantes irlandeses, ¡a lo largo de cientos de años!, es el
ejemplo más objetivo de la labor de división: mientras ellos se combaten en
nombre del cielo, hasta el exterminio, los mandos ingleses explotan a los
obreros ingleses e irlandeses.
El presente trabajo habla
concretamente de un episodio histórico entre México y Estados Unidos. Pero
dice, ¡quién lo sospechara!, sobre todo de una guerra que se echo a andar
precisamente para alcanzar, con el tiempo, la explotación del trabajador
estadounidense y del mexicano, según el modelo inglés -irlandés.
Los irlandeses a los que aquí
nos referimos eran parte del ejercito de invasión de los Estados Unidos en el
siglo pasado. En algún momento de la campaña por razones religiosas y sociales
análogas a las de los mexicanos, y sociales históricas entre Irlanda e
Inglaterra, se pasaron al bando del ejercito mexicano.
Con la experiencia nacional centenaria que
ellos tenían en Irlanda sabían que México no solamente iba a ser cercenado en
su territorio sino con el tiempo, igual que ellos, iban a quedar sus habitantes convertidos en
mano de obra barata y por lo mismo en presión muy ad hoc para el movimiento obrero estadounidense, como los
irlandeses lo eran, de manera involuntaria, para los trabajadores ingleses (ver
de Robert Coles: Irlanda: Dos Realidades. Revista Contextos. México. Año 2. Número 10. 12-18 de marzo de1981).
Hicieron la campaña con
valentía a lo largo de todos los
combates hasta el momento de la última batalla en Churubusco en que al mando de
Anaya, se perdió la guerra y, junto con los mexicanos, fueron hechos
prisioneros.
Semanas más tarde, después de
haber sido torturados y vejados. Los
irlandeses empezaron a ser ahorcados a manos de los soldados estadounidenses en
diferentes poblaciones del sur oeste del valle de México.
En recuerdo suyo, la plaza del ex convento de
Churubusco lleva su nombre: "Plaza de los irlandeses", así como una
calle que converge al mismo lugar.
A unos metros a la derecha de
la puerta de la entrada principal al ex convento cerca también a uno de los
cañones utilizados en esta guerra, se encuentra una placa metálica que dice:
"Plaza Batallón de San Patricio" y más abajo: "En memoria de los
mártires irlandeses de la guerra de intervención de 1847". Esta placa fue
puesta el 13 de septiembre de 1981 por el entonces presidente constitucional de
los Estados Unidos Mexicanos, José López Portillo. Y una calle que converge
directamente a esta plaza lleva el nombre de: "Capitán John O' Reilly,
comandante del Batallón de San Patricio". Según la tradición, este capitán
fue el primero que decidió pasarse al bando de los mexicanos y después lo
fueron siguiendo otros irlandeses.
Para entonces, en la
independencia, los católicos de pronto se habían encontrado en desventaja por
su asociación forzada de trescientos años con el poder virreinal español.
Pero por su experiencia
milenaria, en otras partes del mundo, sabían los católicos que el cristianismo
heterodoxo individualista, pecuniario y depredador (no demasiado diferente del
pensamiento nietzscheano en el fondo) manejaba con destreza a la distancia
cartas de la filosofía racionalista sin que apenas se sospechara su autoría y
desde entonces, para escapar al golpe de la doctrina Monroe, brazo secular
armado del teológico destino manifiesto de Polk, buscaron apoyo en Europa.
Por su parte los agnósticos
mexicanos estaban absortos tratando de descifrar lo del liberalismo, que les
hablaba de la libertad de espíritu.
En tanto los agrimensores angloamericanos
trazaban con todo espíritu previsor, exactamente en 1811, cuando todavía ni
sIquiera Hidalgo era apresado en Acatita de Baján, el Camino Nacional ( también
conocido como Camino Cumberland y Old Pike), que partiendo de Cumberland, en
Pensilvania, en el este, llegaba hasta Vandalia, en Illinois, cerca del
Misisipi (ver revista National Geographic, en español, vol. 2. número 1. marzo
de 1998) con lo que se facilitaban en gran manera el acercamiento de sus tropas
al norte mexicano, que para ellos sería desde entonces el oeste. Este Camino
Nacional fue terminado en 1838, dos años después que se declarara independiente
a Texas y diez antes de la anexión de los territorios mexicanos del norte.
Y en tanto los centralistas y
los federalistas mexicanos se destruían entre sí, los soldados profesionales de
West Point forjaban a ritmo acelerado el acero de sus espadas y el de sus
cañones. Estaban decididos a conquistar a México y al continente y a mover su
capital de Washington a Panamá y se prepararon con todo cuidado para lograrlo.
Ya Texas había caído desde 1836 y era el momento de movilizar a su ejército
para arrebatar los paralelos norteños mexicanos del 42 al 32. Entonces
Polk, el presidente de Estados Unidos,
le dio el toque supremo a tal empresa: dijo que lo hacía por mandato de Díos.
Eso empujaría a sus soldados a realizar esfuerzos más allá de lo humanamente
posible.
“La conquista
del oeste”, que dicen las películas, no fue tal. Las comunidades de
estadounidenses se desplazaron desde el este hacia el oeste con permiso del
gobierno mexicano. Por una cuota tenían derecho a construir sus casas y
haciendas. En esto jugó mucho la miopía y la corrupción de las autoridades
mexicanas. Una vez establecidas las comunidades anglosajonas simplemente se desligaron
de México. Como lo hizo Texas, la primera en independizarse.
Gentes de la cultura de la
categoría de Ralf Waldo Emerson y un número importante de legisladores se
opusieron y criticaron semejante proyecto de guerra manifestando que el pueblo
hermano mexicano no merecía eso, pero Polk siguió adelante.
Emerson, Thoreau y 60
legisladores estadounidenses condenaron el proyecto de anexión de Polk. Por lo
que es injusto satanizar al pueblo norteamericano en su conjunto.
En correspondencia, los
mexicanos podrían familiarizarse, al menos, con las luces intelectuales, de
dimensiones universales, de Emerson y Thoreau.
Ya para estas fechas tempranas
en la historia del México independiente, Estados Unidos disponía de una arma
más temible aun que la de su ejército. La información de la tierra en la que
habían puesto su atención. Ya conocía para entonces la debilidad de la naciente
sociedad mexicana a la que, por cierto, su primer embajador, Poinsett, había
contribuido mucho. Pero sobretodo ya sabía de los trabajos como los de Humboldt
y los de los gambusinos que PoIk había enviado con toda antelación, y que eran
en realidad geólogos, no gambusinos: en California, Texas y otros estados había
casi infinitos yacimientos de oro y petróleo, amen de otros recursos no
renovables y de los renovables (ver Humboldt, Ensayo Político sobre el Reino de
la Nueva España y el otro que es Viaje a las Regiones Equinocciales del Nuevo
Continente, así como una biografía sobre "Alejandro von Humboldt"
escrita por Hanno Beck, publicada por el Fondo de Cultura Económica, México,
1971).
Esto fue lo que hizo cambiar
de bandera a los irlandeses pues entendían que el encuentro entre
protestantismo angloamericano y el catolicismo romano de México eran como en su
país, una cortina de humo religioso para ocultar las verdaderas causas de la
invasión. Durante setecientos años Irlanda había sufrido para entonces la
dominación de Inglaterra y a esa explotación despiadada del obrero y el
campesino irlandés se le había hecho aparecer ( y en los medios de información
de cada día podemos constatar que aun hoy se le sigue haciendo aparecer) como
una guerra de antagonismos religiosos entre protestantes ingleses e irlandeses
del norte contra irlandeses católicos del sur.
De esta manera habían obtenido
por cientos de años mano de obra barata en Irlanda. Además eran utilizados para
presionar al propio obrero inglés. Cuando éste pedía incrementos salariales y
prestaciones sociales llevaban a obreros irlandeses que debido al subdesarrollo
impuesto debían conformarse con percepciones muy por debajo de las exigidas por
los obreros ingleses.
Con el tiempo los obreros de ambos países
hubieran llegado a ponerse de acuerdo de alguna manera.
Pero el argumento de
protestantismo contra catolicismo romano y viceversa era algo sobre el que
nadie iba a ponerse de acuerdo y la prueba está en que para este 1998, en que
escribimos el presente trabajo, aun no se ponen de acuerdo a pesar de los
grandes esfuerzos ecuménicos que ambas iglesias han hecho desde hace mucho.
A través de esos medios de
comunicación al mundo se le hace creer que es una cuestión de credos religiosos
cuando en el fondo se trata de explotación de obreros, y cuando ya están
poniéndose de acuerdo después de muchos esfuerzos, basta con que otro
protestante u otro católico aparezca muerto para que de nuevo se vicie el
ambiente y todo vuelve a retroceder.
Fueron clarividentes: nuestros
"braceros" y "mojados" mexicanos serian la equivalente mano
de obra barata frente al movimiento obrero norteamericano.
Moore dice que apenas medio siglo más tarde,
"Para el año 1900 ya se había definido al trabajador mexicano, en los medios
rurales y urbanos de Texas, como un ser inferior, miembro de una raza distinta,
sin derecho a igualdad social, educativa ni política" (ver Los mexicanos
de los Estados Unidos y el Movimiento Chicano, de Joan Moore, editado por el
Fondo de Cultura Económica. México, 1972).
¿Polk hablando en nombre de la
divinidad? Fue un visionario. Las guerras famosas que conoce la humanidad son a
las que se les ha dado el carácter de religiosas, o bien que se han hecho en
nombre de la divinidad. En todas partes los oráculos han hablado al pueblo de
parte del cielo.
James Knox Polk sabía bien que
si hablaba en nombre de Dios su pueblo enmarcaría sus palabras en una conocida
tradición religiosa más que laica.
Esto de que el enemigo se ocupe de profundizar
en las ideas filosóficas racionalistas en tanto el que habla en nombre de Dios
se ocupa en preparar sus barcos de guerra, es una estratagema que casi nunca
queda al descubierto por los pueblos y en muchas ocasiones ni siquiera por los
dirigentes políticos de esas naciones ni por su inteligencia.
Se lanza al aire el reto cultural entretanto
el pistolero más rápido del oeste desenfunda su arma. Se pierde el tiempo, se
distrae a medio mundo y las consecuencias son fatales.
No sucedió así en la segunda
guerra mundial. Adolfo Hitler también habló como todo un visionario en nombre
de la Providencia y de la Cultura pero habló a pueblos experimentados que ya
habían utilizado ese argumento a través de la historia.
El resultado fue que en ese momento los
racionalistas de la revolución bolchevique, y todos sus aliados, se pusieron a
fabricar cañones en la medida, o más, que el nazismo los fabricaba.
En el México al que nos estamos refiriendo se
estudiaba a Rousseau, la libertad, igualdad y esas cosas de la revolución
francesa, mientras Polk juntaba todo el azufre que pudo encontrar para fabricar
su pólvora.
Sí, en todas partes se habla
en nombre de la divinidad. Si al menos el pueblo del mundo supiera cuántas
veces lo han esclavizado en nombre del cielo de seguro se asustaría.
La película rápida de esta
cuestión serían las nueve destrucciones de Troya, o al menos la de Héctor
cantada por Hornero, Moisés y su destino manifiesto judío, Saladino lanzándose
contra los europeos en Jerusalén, llevando por delante el destino manifiesto
musulmán, las Cruzadas penetrando la península arábiga con su destino
manifiesto cristiano, Carlomagno defendiendo a la iglesia de occidente y al
reino de occidente, por la fe el desarrapado grupo chichimeca llamado
"mexica" con su destino manifiesto de Huitzilopochtli, Hernán Cortés
mostrando la espada y la cruz en México y su destino manifiesto español con
Santiago apóstol por delante, Polk presidente de los Estados Unidos y su
destino manifiesto anglo para civilizar a los pueblos del continente,
También ha habido grandes
penetraciones de pueblos en nombre del pensamiento racionalista como el griego
de la antigüedad con su guía Alejandro esparciendo este pensamiento por las
regiones del Cercano Oriente, Carlomagno defendiendo la iglesia pero ahora alfabetizando
al pueblo franco, las guerras napoleónicas procedentes de la revolución
francesa, la revolución soviética en
este siglo, la revolución mexicana, si es que a ésta en realidad le podemos
conferir algún tipo de filosofía propia que no se hubiera ya considerado por el
pensamiento federalista mexicano desde el siglo anterior.
En México en el siglo pasado
no había una ideología superior de guerra frente al extranjero que desde hacía
mucho tiempo ya se veía agresivo, Había de todo, pero poquito y en desorden.
No obstante nuestra actual
posición y composición democrática y de hermandad con todos los pueblos, la
verdad es que México tiene una antigua
actitud filosófica del hombre fuerte en el poder y por lo tanto ha conocido
épocas en que también ha sido expansionista.
Teotihuacán, Tollan. México-
Tenochtitlan, Mayapan y en realidad todas las civilizaciones mesoamericanas
fueron expansionistas durante miles de años.
México
sabe entonces, por experiencia propia, que en la guerra el triunfo y la derrota
corresponden no a intenciones de buena voluntad de logia, o de iglesia o de partido
político frente al enemigo sino a ecuaciones castrenses muy precisas.
Sabe que frente a los cañones
del ejército invasor cualquier situación que no hable el mismo lenguaje con la
misma o con mayor intensidad es preludio de esclavitud, y que por lo tanto el
invasor ante una actitud titubeante se mete hasta la cocina de la casa.
Así lo hizo el estadunidense
en el siglo pasado y llegó hasta el mismo Zócalo de la capital de la república
y bajó la bandera del águila solar e izó la bandera de las barras y las
estrellas y también hizo firmar a los mexicanos cuantos tratados se le antojó.
Y si ya los mexicanos estaban
tan occidentalizados al menos hubieran escuchado a Bakunin, el cual a la sazón
ya tendría unos 30 años de edad cuando dice sin miramiento alguno: "Por su
propia naturaleza el estado moderno es un estado militarista: y todo estado
militarista debe necesariamente convertirse en un estado conquistador e
invasor: para sobrevivir., debe conquistar o ser conquistado"
O si ya estaban en plena hermandad con las
naciones del orbe, pues al menos levantar un ejército defensivo a toda prueba
(ver El Pensamiento de Miguel Bakunin. de B. Cano Ruiz. publicado por Editores
Mexicanos Unidos. S. A. México. 1979), porque el concepto de hermandad en la
cultura occidental es de guerra, no de amor.
Si se cree que esto es un
recurso literario forzado de parte nuestra, entonces hay que recordar cómo
nuestros nuevos hermanos españoles, portugueses, ingleses y holandeses
asesinaron y vendieron por millones a habitantes originales americanos entre
los siglos dieciséis y el diecinueve.
Profundizando debemos decir
que la fortaleza de un Estado no está en la
cantidad y adelanto de armas que tenga en sus cuarteles, ni siquiera en su
economía así sea de punta, sino en la cantidad de PIB que dedique a la cultura de su pueblo.
En esa etapa del siglo diecinueve, y apenas
buscando liberarse del poder español, el 90 por ciento de los mexicanos era
analfabeta, ni escribir ni leer.
Los centros de educación
superior en México, construidos desde el siglo dieciséis, fueron para los hijos
de los conquistadores y para los hijos de los indígenas aliados.
Washington veía ya entonces todo esto con
mucha claridad pues sabía que en la guerra no gana el que canta victoria sino
el que logra recuperarse con más celeridad en la posguerra (véanse los casos de
Alemania y Japón como parte de las potencias perdedoras del Eje en la segunda
guerra mundial).
La imposición de los tratados corresponde a
esta idea de impedir al enemigo esa recuperación. A esto corresponde también,
en parte, la existencia eterna de nuestra deuda externa que viene ya desde los
tiempos de Miguel Hidalgo, como ayuda en dinero y armas para los insurgentes, y
después por el mismo concepto para todas las revoluciones que ha habido en este
país desde entonces.
Léase Endeudamiento de México, de Carlos Bosch García, tres tomos,
editado por la Universidad Nacional Autónoma de México, 1984, y lo que el
inglés Meter Calvert dice en su libro, La Revolución Mexicana
1910-1914,ediciones El Caballito, S.A. México,1985, respecto de un misterioso y
no menos bondadoso Edificio Hibbs, en la oficina de Hopkíns, en Washington).
Para los mexicanos, en cambio,
apenas eran tiempos en que se buscaba afanosamente inventar una nación (ver El
Liberalismo Mexicano, de Jesús Reyes Heroles, tres tomos, editado por Fondo de
Cultura Económica, México, 1974), lo cual empezaría a tomar forma con la
constitución de 1824.
¡Demasiado tarde! El anglo
tenía otros planes. Y faltó poco, como veremos más adelante, para que los
mexicanos se quedaran con la pura Constitución pero sin territorio dónde
aplicarla.
En los diarios de la época los
estadounidenses que ocuparon México hablaban de la gran corrupción de los
gobiernos del país merced a la cual los mexicanos estaban en peligro de ver a
su país en una completa disolución. Era propaganda de guerra pero a la que no
se le puede tachar de fantasiosa.
De nuevo es necesario
reconocerle a Polk que tuvo una idea clara del momento histórico por el que
pasaba México después de su reciente guerra con España por su independencia y
que, dados los recursos naturales que posee, al decir de Humboldt, Alamán y
otros, contaba desde entonces para proyectarse como una primera potencia no
sólo en el continente sino en el mundo.
Jesús Reyes Heroles (op cit Pág XVIII. T. II)
dice: “La guerra con Estados Unidos ocurre en el peor momento de nuestra
historia: cuando la lucha política interna tiene gran intensidad, cuando la
sociedad colonial está agonizante y la nueva aun no se levanta: cuando ya no
éramos lo que habíamos sido ni éramos aún lo que íbamos a ser, México fue el
botín de todo el que quiso meter mano en él, Francia, Gran Bretaña y España
estuvieron cediendo o vendiendo por dinero o por miedo territorio mexicano a
Washington desde 1803, 1818 y 1819, respectivamente”.
Corruptos y temerosos, como el
Moctezuma del siglo dieciséis, con
algunas excepciones, jamás pudieron los políticos mexicanos de ese siglo
descifrar que el programa de acción de los estadounidenses se encuentra
completo en el héroe legendario Robin Hood de las baladas populares inglesas,
que quiere desterrar al rey y a la
iglesia pero sólo para poner en su lugar otro rey y otra iglesia.
Esta práctica en América era
desconocida sobre todo en el estatismo
de los tres siglos de la colonia impuesto por
España, pero en Europa era una
técnica política ya muy vieja.
Un ejemplo, la revolución francesa de 1789
eliminó a la monarquía pero solamente para poner en su lugar a la burguesía.
Desde luego, dice Bakunin (op. cit.): "El pueblo ya no es llamado siervo.
Ahora han sido proclamados hombres libres, legalmente con los derechos de
ciudadanos que han nacido libres; pero de hecho, siguen siendo siervos en la
pobreza". Bakunin, que vivió en estos tiempos, pudo constatar que en 1848,
cuando la comuna de Paris, el pueblo francés seguía tan pobre como dentro de la
monarquía de Luis XVI. Los cuadros dirigentes ya habían cambiado, pero el
hambre del pueblo popular era la misma.
Con dificultad y sin éxito se
podría sostener el criterio que los mexicanos contaron en algún momento del
siglo pasado con ejercito moderno, oficial, real o federal, a la altura de los
tiempos para defender sus fronteras.
Cuantas veces quisieron los
estadounidenses meterse a México en plan de guerra lo hicieron (ver Las
Invasiones Norteamericanas en México, de Gastón García Cantú, editado por la
Secretaría de Educación Pública, número 57 de la serie Lecturas Mexicanas,
1986),y el mismo ejercito francés en el siglo pasado, aun con el disgusto de
los norteamericanos, llegó hasta el Bajío y allá permaneció durante mucho
tiempo.
Su ejército sirvió para
emprenderla, y eso a duras penas, contra sus propios campesinos de Jalisco,
Michoacán y Colima (ver a Jean Meyer, La Cristiada, tres tomos)
Y contra los indios mayos,
tarahumaras, huicholes, otomis, mayas, etc (ver La Frontera Nómada, de Héctor
Aguilar Camín, editado por Siglo XX 1, México, 1977).
En la misma guerra de
independencia jamás pudo ganarle al ejercito realista, con Calleja al frente,
una batalla decisiva y su acción debía quedar circunscrita a la actividad de
guerrillas. Ha habido, eso sí, militares profesionales brillantes como
Mondragón y Ángeles o más allá Leandro Valle por parte de los federalistas y
Miguel Miramón del bando centralista, ambos egresados del Colegio Militar, para
citar algunos ejemplos.
Pero lo que campea son
caudillos muy valientes con grados impresionantes hasta de
"generalísimo" que ellos mismos se han dado, ningún instituto
tradicional, y otros grados que ellos han repartido que corresponden a acciones
valiosísimas o valientísimas, pero por demás empíricas.
Francisco Villa, carnicero de
oficio, Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, profesores de enseñanza media,
Miguel hidalgo, sacerdote.
A esto hay que agregar que el
cuerpo de la tropa a actuado por lo general sin ideología duradera más allá de
dos o tres años, mal pertrechado, peor pagado que sólo espera el botín y que
con frecuencia ha sido agarrado de leva por lo que sólo atisba la primera
oportunidad para desertar, cuando no, organizarse por su cuenta y actuar de
forajidos no contra el soldado extranjero bien armado, con alimentos
suficientes y con buena y puntual paga, sino en contra de sus mismos pacíficos
y pobres connacionales.
José María Luis Mora, liberal, dice de los
ejércitos seguidores de Miguel Hidalgo no eran otra cosa que un
"paisanaje". Nadie le creyó. Lucas Alamán dice lo mismo en su
monumental historia de la guerra de independencia pero por ser conservador,
tampoco nadie le creyó.
Huberto Batis, en su artículo
de marzo de 1998, publicado en el diario capitalino Uno más Uno, escribe que
tanto la policía como el ejercito del siglo diecinueve se formaron enganchando
salteadores: "El Ejercito Mexicano mismo, en el periodo de Porfirio Díaz,
se había ido formando con el contingente de criminales que periódicamente entregaban
los estados de la República".
Este juicio duro en contra
nuestro instituto armado de entonces, sin embargo, es respaldado por la
novelística histórica del general Luis L. Urquizo cuando escribe de la
revolución mexicana (ver Tropa Vieja, del general Francisco L. Urquizo, editado
por La Prensa, México, 1974).
El enemigo extranjero poderoso
se acerca demasiado y ya no hay a la vista ni políticos ni generales ni
financieros ni policías ni forajidos asesinos y rateros.
Cuando ya todo eso ha desaparecido, entonces
queda el pueblo civil y pacífico, sin preparación para la guerra, y sin armas,
que sale a ofrecer su desprotegido e inexperto pecho a las bayonetas invasoras.
Y los asesinatos se dan con una bestialidad sin nombre contra hombres, mujeres
y niños.
Tan conmovedora es la escena
de inocente y suicida valentía por parte de los mexicanos, que en esta misma
guerra hay episodios en que el odiado enemigo gringo antes de atravesarles el
pecho mejor les ofrece víveres, o se hacía el desentendido como si las semillas
se les fueran saliendo de los costales rotos mientras sus carros transportan
víveres a través de la ciudad.
Francisco Zarco decía de este
pueblo en 1853: " ...es el que conserva muchas veces el orden, el que en
la capital abandonada por el ejercito y el gobierno, inerme y sin jefes,
luchaba con las huestes invasoras".
Enfrentar esta clase de
ejercito a los soldados de West Point era arriesgar todo sin la menor esperanza
de nada.
No porque ellos fueran invencibles sino porque
lo que malamente se puede llamar ejército mexicano de esa época se encontraba
en una completa falta de cohesión y modernización.
El general Mier y Terán así lo
entiende y se suicida antes de asistir a tan grotesco espectáculo. No se
suicida ante la fuerza del enemigo sino ante el sainete grotesco que
protagonizan los Montescos y los Capuletos del que él mismo es parte en la
capital de la república cuando deberían estar organizando un ejercito a la
altura de las necesidades.
No existe ejército que
obedezca al brillante Colegio militar, o lo que podría llamarse su antecedente.
Ni siquiera un mal ejército. Nada que se le parezca.
Lo que hay aquí es una
fantasía de los historiadores. O si lo dicen de buena fe es que no entienden lo
que es un ejército de guerra y lo están confundiendo con un ejército casero.
El mismo invasor así lo va a reconocer cuando
ya se ha apoderado del país en el que permanece nueve meses, de septiembre de
1847 al 30 de mayo de 1848.
Le convenía decir que acababa de derrotar a un gran
ejercito para aumentar el brillo de su triunfo, pero lejos de eso dice: "
Es verdad que no se ven aquí ejércitos ni aparato militar" (publicado en
el Daily American Star, periódico oficial del ejercito norteamericano de
ocupación en la ciudad de México y en exhibición en una de las salas del Museo
de las Intervenciones del ex convento de Churubusco).
La propia exhortación de José
Joaquín de Herreras (este pensamiento se encuentra en el mismo museo) ilustra
en este sentido de la improvisación: "Todo mexicano está obligado a hacer
la guerra al enemigo con todas las armas que estuvieran a su disposición. como
fusiles, carabinas, pistolas y espadas, pudiendo servirse de piedras que
arrojarán desde las azoteas, franqueándoseles las casas con ese objeto”.
Como contraste, véase en el museo un
daguerrotipo que muestra los enormes y modernos buques de guerra del ejército
invasor bombardeando el puerto de Veracruz en esa misma ocasión. Si alguien
hasta entonces dudara de su empuje expansionista ahí estaba la muestra de sus
bocas vomitando fuego contra unas casuchas desamparadas, que entonces era el
Puerto de Veracruz .
Se hacían realidad las
palabras de Alfred Thayer Mahan que había dicho cuando soñaba con una “nación
del mar": 'No teniendo por lo tanto establecimientos extranjeros, sean
colonial o militar, los barcos de los Estados Unidos en tiempo de guerra serán
como pájaros de tierra, incapaces de volar lejos de sus playas. Proveer sitios
de descanso para ellos, será una de las primeras tareas de la nación del mar”
(ver Los Intelectuales del Imperialismo Norteamericano en la Década de 1890, de
Daniel Rodríguez. editado por la Coordinación de Humanidades, del Centro de
Estudios Latinoamericanos, Facultad de Filosofía y Letras. De la UNAM.
Cuadernos de Cultura Latinoamericana. Número 91).
En la descripción que
Guillermo Prieto hace de la batalla del Castillo de Chapultepec (esa batalla
que el cine mexicano nos ha presentado como una epopeya), describe qué cuadros
conformaban el ejército mexicano de esos
días: "El tío Salcedo estaba a un lado tan fuertote con su pelo crespo,
sus ojos negros y sus labios gruesos. ..Del otro lado don Simón Alemán, el sastrecillo que parece que se va a quebrar
de la cintura, y Díaz, que más parece escribano de Palacio que zapatero, con su
nariz afilada, su calvita muy' limpia y sus políticas y su hablar como quien
canta" y más adelante: " En los Arcos y en medio de una confusión
espantosísima, aparece ordenado, valiente,
no valiente, heroico el batallón
Hidalgo, compuesto como se sabe de empleados de las oficinas y de la flor y
nata de las familias de México, lo mismo que el batallón Victoria (ver de María
del Carmen Ruiz Castañeda: La Guerra del 47 Vista por Guillermo Prieto, editado
por el Sindicato de Trabajadores del : INFONA VIT, colección: Luchas del
Pueblo, número 1, México, D. F. junio de 1976).
Este es el ejercito mexicano
oficial, a veces federal y a veces
centralista, pero sin que su tropa tuviera la menor idea de qué se tratará
siempre, que se va a enfrentar al
ejercito profesional de los estadounidenses formado con toda responsabilidad
y antelación en West Point.
El “ejército mexicano” que
caminará hasta Texas (unos dos mil kilómetros) es de peor pues se compone de gente desnutrida del
campo y si algo resiste es precisamente porque es del campo, descalza y sin
uniformes. Sin servicios médicos y la mitad de ella morirá de hambre y de infecciones
en el estómago antes de poder disparar el primer balazo.
Jean Meyer (op.cit), hablando de la
disposición de los campesinos para la guerra, dice lo siguiente:"Cabalgar
y disparar forman parte de la vida de los campesinos, en ciertas regiones; es
algo que quizá prepara para la guerra y suministra buenos reclutas, pero no
enseña la organización de una campaña ni la dirección de una batalla".
En 1792 el ejército realista (este sí tenía alguna formación europea) al
servicio de España en México fue organizado ante las muestras de descontento
generalizado.
Durante mucho tiempo, quizá cientos de años,
simplemente no existió ejercito dentro del periodo de la colonia, más allá de
algunos cuerpos de policía rural que iban surgiendo por todas partes.
El “ejército insurgente” de
Hidalgo es el que se le va a enfrentar al inicio del siglo diecinueve dándose
el choque en el que esas hordas sin disciplina comandadas por frailes y
sacerdotes, muy valientes pero carentes de conocimientos de la ciencia militar,
van a obtener increíbles victorias donde parecía imposible ganar y también
increíbles derrotas donde parecía increíble perder contra el sanguinario
Calleja.
Por supuesto, el ejército
insurgente va a sucumbir y hasta desaparecer. Si bien su mérito fue el destruir
la idea de invencible del ejército realista al que se le puede seguir haciendo
daño por medio de las guerrillas.
También destruye la idea de
intocabilidad de la clase explotadora española. Esta crisis de confianza fue el
principal logro de los insurgentes mexicanos. Fue precisamente este nerviosismo
que se apoderó de las clases dominantes españolas el que produjo ese ejercito
simbiótico conocido más tarde como ejercito Trigarante" pero que no va a
seguir siendo otra cosa en realidad que esa mezcla de masas improvisadas mitad
asesinos sin Dios y sin patria y mitad gente sencilla y bella pero paupérrima
agarrada de leva.
Del cuerpo insurgente, fue el Ejército
del Sur, el del padre María Morelos y Pavón, el único que casi llegó a merecer
este nombre (ver José Maria Morelos, de Baltasar Dromundo, editado por
Tezontle, México, 1970.
Pero el exitoso ejército trigarante,
el que empezó a quebrar el poderío
español en México, pronto va a perderse a su vez entre las numerosas asonadas y
cambios alternativos de poder que se van a producir, entre centralistas y
federalistas.
Una salvaje contienda que se dio entre ellos
después de conseguida la independencia, en una carrera por la obtención del
poder: ( setenta presidentes en sesenta años y hasta hubo una vez en que por
palacio nacional desfilaran siete presidentes en un año y más acá, Portes Gil,
duraría 29 minutos de presidente)
¿Qué comentario se puede hacer
ante esto que no parezca ocioso?.¿O que no haya sido dicho ya? Un corrido del
siglo pasado relata este ambiente:"...estábamos en la lucha de sucesión,
la danza de las monedas así apuró a los dioses de la guerra y la corrupción”.
En semejante caos todo era
improvisación, desde cuadros políticos hasta cuadros militares. Casi todos eran
"generales". Unos generales inclinándose por apoyar a este bando y
otros generales al bando contrario y otros generales más ¡ya que tenían en las manos la fuerza de las
armas!, saltándole al poder que consiguen para ellos sólo para ser barridos
tres semanas más tarde por otro general, o por otro político.
Ante este desastre de ambiciones
desatadas Patricia Cox exclama: "¿acaso
estaban locos?” (ver El Batallón de San Patricio, editado por La Prensa,
México, 1963).
Cuando Rómulo Gallegos
pronuncia su discurso en el Palacio de las Bellas Artes de la ciudad de México,
con motivo de la clausura del Congreso por la Libertad de la Cultura, el gran
escritor John Dos Pasos le dice que ellos, los estadounidenses. "no
tenemos la culpa de sus males, los dictadores son creados por ustedes los
latinoamericanos", Gallegos contesta: "cierto!, pero ustedes son los
que los amamantan" (ver Rómulo Gallegos, La Libertad y la Cultura,
Cuadernos de Cultura Latinoamericana, número 26, editado por la UNAM, México,
1978).
Eran los tiempos en que las
jerarquías (los historiadores dicen siempre que el pueblo) mexicanas creían que
las soluciones de los problemas del país estaban en el exterior. Los españoles
y los criollos trajeron la masonería del rito escocés y andando el tiempo con
ellos llegaron los escuadrones franceses de Napoleón III. Poinsett, el
estadounidense extraordinariamente hábil para convencer con su oratoria y con
su oro a los mexicanos de influencia, trajo la masonería del rito yorkino para
los federalistas y tras de Poinsett llegó el ejercito estadounidense para
llevarse el 51 por ciento del territorio mexicano.
En tanto Europa y Estados Unidos chocan en México para
ver quién implanta su soberanía en el continente, el pleito entre centralistas
y federalistas mexicanos se vuelve vulgar: "La polémica de los grupos
masones escoceses y los yorkinos cae muy bajo, tanto en el tipo y naturaleza de
los ataques, como en su estilo. La diatriba y el insulto dominan; escasamente
aparece el ingenio" (Jesús Reyes Heroles, op. cit. Vol. II ) Y los masones
de ambos ritos ensucian tanto la atmósfera política que el Congreso Veracruzano
envía al Soberano Congreso General el 7 de enero de 1828 una iniciativa de ley
para que cese en la república toda clase de reunión secreta masónica sea cual
fuere su rito, denominación y origen".
La actual literatura de Michel
Ende, por ejemplo en "Momo", es retrato fiel de lo que pasaba
entonces con nuestros pensadores: la secta de los hombres de gris quiere
eliminar a la secta de los soñadores seguidores de la niña Momo, pero ésta se
las ingenia de tal manera que logra eliminar a los hombres de gris.
Así los centralistas y los
federalistas tenían en el siglo pasado cada bando por su cuenta un hermoso
edificio intelectual pero cuyo punto número uno comprendía, igual que en el
pensamiento de Momo o de Miguel Bakunin. la eliminación total del de diferente
modo de pensar, toda vez que eran mundos que jamás conocieron la síntesis de
los opuestos para poder aspirar el nivel dialéctico. Nivel que mal que bien la
sociedad estadounidense ya había alcanzado para entonces bajo las palabras de
Raf Waldo Emerson:
“¿Por qué los
opuestos tienen que destruirse siempre?"
La solución dialéctica, es
decir, el haber alcanzado esta meta intelectual, fue lo que les abrió las
puertas a los estadounidenses para la superación política, económica y militar.
Y, a la vez, conocedores de la importancia de
este aspecto, fue lo que les hizo enviar a México a Poinsett que cumplió con
creces su misión neoliberal,
como ahora se dice, que no es
otra cosa que parcializadora con miras a la desintegración en la sociedad de
mando y decisión del México de ese siglo.
No bastaba que ellos
alcanzaran la cima de la montaña, ahora
era urgente estorbar todo lo posible que los otros la alcanzaran.
Siempre se ha creído en México
que el ejército que sirve para enfrentar de manera casera la asonada, o a la delincuencia organizada, sirve lo mismo para enfrentar al
extranjero.
O que los guerrilleros
triunfantes frente al gobierno nacional también pueden pelear contra los de
fuera. Francisco Villa decía: "sí vienen los gringos a invadir México nos
los chingamos'"
Esto hace que las fronteras sigan tan endebles
como en los días del general Mier y Terán. No es que el ejército de los
estadounidenses fuera el mejor ejercito del mundo de ese tiempo y hasta pudo tratarse
de un ejército mediocre. Pero bastaba que fuera un ejército formal, cohesionado
y científico para que se situara muy por encima del paisanaje heroico pero
improvisado y por lo mismo altamente vulnerable de los mexicanos.
Es cierto que Benito Juárez
establecerá más tarde el H. Colegio Militar, pero en las revoluciones, como en
el caso de la independencia, o en las múltiples revueltas a finales del siglo
diecinueve, el pueblo se subleva, sus caudillos son apoyados desde el exterior
(“por los duros caminos clandestinos debemos encontrar otros padrinos"
dice Eugenia León en una de sus canciones), se prepara de manera autónoma y se
arma lo mejor que puede, con los eternos traficantes de armas a través de la
frontera norte, y aniquila al ejército federal.
A los otros dos grupos de la sociedad,
asimismo, les faltó empuje. Los comerciantes (para no llamarles empresarios ni
capitalistas) trataban de llenar los lugares vacíos que iban dejando los
españoles y no vieron al gran potencial financiero del norte angloamericano que
venía por ellos.
En su conferencia del mes de junio de 1998.
Fernando Carmona, investigador emérito del instituto de investigaciones
Económicas de la UNAM. dijo que .. El capitalismo mexicano nunca fue y no tiene
cualidades de independencia económica, sino al contrario: se ha caracterizado
por su dependencia, la cual no sólo la reproduce, sino también la
ramifica" (ver Gaceta UNAM. 4 de junio de 1998).
Bajo este programa de expansionismo de los
angloamericanos, los gobiernos mexicanos de entonces con frecuencia tuvieron
que ceder terreno bajo la presión que Estados Unidos les solicitaba con el
argumento de una especie de democracia religiosa. Raúl Olmedo escribe que
"Las iglesias que tienen sus matrices en Estados Unidos podrán tener
activos patrimoniales que les permitan avanzar en su competencia con la iglesia
católica. Para aumentar su competitividad y su influencia, las diversas
iglesias solicitan al gobierno mexicano tener acceso- e incluso la propiedad- a
los medios de comunicación masivos"(ver El Vaticano y la Transformación
del Mundo". de la revista ANALICIS VEINTIUNO, marzo de 1998. México, año
2, número 0).
Los intelectuales mexicanos
también reaccionaron demasiado lentos y a última hora. Estaban a la sazón
enfrascados en una labor meramente académica estudiando el latín, a los griegos
clásicos y a los pensadores de la revolución francesa. Pero no encontraron
tiempo de producir filósofos de avanzada y sólo iban apareciendo en la
literatura los pensadores de repetición de ecos europeos, Entretanto Whitman.
el gran poeta, encabezó a los intelectuales de Estados
Unidos que sí creyeron en el
destino manifiesto de Polk (ver Walt Whitman, de Mauricio González de la Garza.
editado por Málaga. S. A. México, 1971
Desde luego no desconocían el
gran papel que ellos, los intelectuales estadounidenses, tendrían en estos
programas expansionistas. "Expansionismo" era una palabra en boga que
se decía con fruición entonces. Durante mucho tiempo se habló del norte de
México como el Lejano Oeste y después de 1848 se empezó a hablar del Lejano
Oriente y más adelante pensaron en Asia y finalmente en las estrellas”.
Era una nación que nacía
vigorosa en tanto los mexicanos nos regodeábamos en nuestro odio al tlaxcalteca
y al español. En aquel país angloamericano procuraban tener el mismo peso los
temas de política, industria, finanzas, religión, cultura, ejército y ciencias
y tecnología aplicadas. Es decir que tenía todo para nacer moderno.
En México la política era la que dominaba el
horizonte, día tras día y si podía hacerlo en sacrificio de las otras disciplinas,
tanto mejor.
La producción de un país agrícola a quién le importaba.
Los de la escolástica querían que todos fueran teólogos y los positivistas que
nadie más creyera de manera diferente a la de ellos.
¿Mientras tanto de dónde iba a
salir dinero para el gasto público? ¿Cobrando impuestos por puertas y ventanas
a un pueblo demasiado empobrecido que se apresuraba a cerrarlas y a brincarse
en lo sucesivo por el corral?
Bueno, ahí estaba Washington
para pedirle prestado. Con excesiva frecuencia, en los diferentes gobiernos,
fueron días en que no había dinero ni para solventar los gastos indispensables
inherentes a los del aparato político y el diplomático de palacio nacional, o
Castillo de Chapultepec. ¿La necesidad material y cultural y científica del
pueblo?, a quién le importaba.
En esta euforia de
expansionismo fue cuando políticos e intelectuales estadounidenses tuvieron una
conciencia más exacta de que en México había, después de todo, en el nivel
intelectual, algo que se podía rodear y hasta brincar pero no desarraigar.
Entonces hicieron planes, en consecuencia, a mediano y largo plazo.
Toda gran potencia que empieza
necesita una iglesia suya que le conquiste conciencias y vaya desplazando a las
iglesias que ahí y en otras partes existen. La historia abunda en ejemplos. Si
se cotejan las fechas en que las diversas iglesias empezaron en Estados Unidos
se verá que coinciden en la época.
Algunas decididamente se
apoyaron en el antiguo testamento pero igual dijeron que eran cristianas. Se
empezó a hablar de extender el cristianismo por el mundo como si el
cristianismo no tuviera a la sazón más de dieciocho siglos y estuviera ya
esparcido por todo el mundo.
Las iglesias cristianas
heterodoxas históricas traídas de Europa por los padres, en el Mayflower, tampoco
fueron ajenas al nuevo impulso que tomaba la nación y actuaron precedidos por
sus iglesias cristianas heterodoxas.
Bakunin, que rechazaba por
igual al Papa que a Marx, y que a los científicos (no a la ciencia), tampoco
Lutero era santo de su devoción, dice:" Sabido es que la propaganda
protestante, la de Inglaterra y de América sobre todo, va estrechamente Unida a
la propaganda de los intereses materiales, comerciales, de ambas naciones; y
sabido es también que esta última propaganda no tiene por objeto el
enriquecimiento y la prosperidad material de los países en que penetra en
compañía de la palabra de Dios, sino la explotación de dichos países en pro del
enriquecimiento de ciertas clases, que, en su propia comarca no viven de otra
cosa que de la explotación y el pillaje" ( Miguel Bakunin, op.cit.).
En esto también fueron
visionarios. En tanto en México se hacían esfuerzos por laicizar todo, los
estadounidenses, persiguiendo sin descanso su sueño del gran imperio, prestaron
mucha atención en fortalecer los argumentos espirituales, aunque, como dice
Bakunin, fueran para su utilidad práctica en apuntalar a sus iglesias, en
insistir una y otra vez que ellos eran los favoritos del cielo, en privilegiar
el pensamiento epistemológico pero también defendiendo a sotavento a ultranza,
un pensamiento sino estrictamente escolástico si al menos algo muy cercano al
panteísmo.
Josiah Strong, uno de los
ideólogos del expansionismo encargado de llevar Adelante lo que se llamó la
"frontera misionera", decía en la década de 1890:"EI mundo
tienen que ser cristianizado y civilizado. Hay cerca de 1, 000, 000, 000 de la
población mundial que no gozan de una civilización cristiana. Doscientos
millones de éstos hay que sacarlos del salvajismo" ( ver a Daniel
Rodríguez, op. cit.).Esta última palabra se parecía a las escritas por Domingo
Faustino Sarmiento, el pensador argentino, cuando se refería a los pueblos de
origen indígena del continente: "En América iba a verse lo que produciría
una mezcla de españoles puros, de elementos europeos, con una fuerte porción de
raza negra, diluido el todo en una enorme masa de indígenas, hombres
prehistóricos de corta inteligencia" (ver Leopoldo Zea, "Negritud e
indigenismo" de la serie Latinoamérica número 89 editado por la UNAM,
México. 1979 , Y en el número 27 de esa misma serie:"Conflicto y Armonía
de las Razas en América, del propio Domingo Faustino Sarmiento dice que la
colonización española "absorbió en su sangre una raza prehistórica servil".
De todas maneras hay que ir a
hacer frente al insolente y bien preparado ejercito de los estadounidenses y
alguien tiene que hacerlo pero nadie se mueve para hacerlo. Todos hablan
exponiendo su utopía de cómo debería ser el México perfecto. Se habla entonces,
de racionalismo y de metafísica, o de federalismo y centralismo, cuando
deberían estar hablando de guerra.
En la Cámara de Diputados se
debate fuerte y aparecen a cada intervención frases de Rousseau por parte de una
bancada y los nombres de Brissot y Condorcet por la otra. Cada grupo pone sobre
el tapete su idea de cómo será el mejor de los mundos.
Nadie da dos pasos hacia el
frente del norte. Para que esta situación pueda entenderse mejor citaremos un
ejemplo más cercano a nosotros y es el de la guerra de España de 1936 donde
habiendo ganado un país las izquierdas, mediante el voto popular, perdían días
y más días entre ellas tratando en los auditorios de que prevaleciera su
particular punto de vista grupal, en tanto Franco había Iniciado ya su marcha
incontenible. Así eran los Montescos y Capuletos mexicanos de entonces frente a
Estados Unidos.
La iconografía sincrética de
ese siglo no puede ser más ilustrativa del feroz pleito que entonces se estaba
dando. Los centralistas quitaron el águila solar y sobre el nopal pusieron a la
Virgen de la Santísima Concepción. Los federalistas dejaron intacto al conjunto
simbólico del descubrimiento que serviría para fundar México -Tenochtitlan,
pero en cambio sobre la cabeza del águila pusieron el gorro frigio de la revolución
francesa que todavía se puede ver en las bancas metálicas de los parques de
recreo de todo el país.
Es el momento en el que hace
su aparición el Imperdonable. Santa
Anna, la figura más venerada y más maldecida de nuestra historia (once veces
mandatario de la nación unas como presidente y otras como dictador y casi
siempre solicitado por tirios y troyanos para que les hiciera el favor de
conducir al país (ver Santa Anna de Rafael F. Muñoz, editado por el Fondo de
Cultura Económica, México, 1984 ). se pone a la cabeza de varios miles de
hombres y marcha a enfrentarse a los invasores y también a enfrentarse con su
extraña inmortalidad.
Los rijosos de la cámara de
Diputados saben que se trata de una guerra perdida y nadie quiere ser padre del
fracaso. El Imperdonable se decide y marcha hacia el norte. Cien llevan
uniforme y armas. El resto es el paisanaje descalzo, analfabeta, hambriento y
armados sólo con machetes y cuchillos.
La vieja perogrullada es que
la fortaleza de un Estado no está en la cantidad y adelanto de armas que
tenga en sus cuarteles, ni siquiera en
su economía que puede ser de punta, sino
en la cantidad de su PIB que dedique a la cultura de su pueblo. Todo eso, armas
modernas, economía y PIB no existe en el México que estamos relatando.
(En el momento que leemos esto
(19 de agosto del 2022) para para
meterlo al blog, los medios por televisión dicen que una marcha de maestros de educación primaria,
media y media superior, marchan del Monumento a la Revolución, en la capital
del país, hacia el primer cuadro de la ciudad para exigir mejoras en sus
salarios y prestaciones)
Sería hasta el 25 de julio de
1921, que el presidente Álvaro Obregón decretó la creación de la Secretaría de
Educación Pública (SEP).
En esta guerra los Estados
Unidos atacan primero por el norte y más tarde, ya el ejercito a las ordenes de
Wilfield Scott. desde el oeste, es decir entrando por el puerto de Veracruz
(ver Los Orígenes de la Guerra con México. de Glenn W. Príce, editado por Fondo
de Cultura Económica, México, 1974).
No hay carreteras ni vías de
ferrocarril ni barcos de guerra. Sólo los viejos caminos reales por los que los
españoles sacaban el oro o bien a través de los milenarios senderos indígenas.
Literalmente hay que caminar. Seiscientos kilómetros al paralelo de la capital
de Zacatecas y casi otros dos tantos más a través de la llanura desértica y de
las dunas de arena con temperaturas arriba de los 40 grados.
Este ejercito no cuenta en la realidad con
vías de aprovisionamiento ni con servicios
sanitarios ni con tropas de repuesto ni con tropas de reserva ni con guerrillas
que le protejan los flancos y acosen al
enemigo en una maniobra de desgaste ni cuenta tampoco con tesorería.
No es una guerra a profundidad
la que han emprendido sino un "raid" de una multitud de paisanaje
valiente y bien intencionado y casi sin armamento que no sea otro y escaso que conservan de la guerra de independencia. Descalzo, mal
vestido y pésimamente alimentado. Dos mil kilómetros de marcha a pie en la llanura
desértica sin agua, donde las temperaturas normales, vale insistir, del día son
de 48 grados centígrados y algunos grados bajo cero por las noches.
Junto a esto el famoso cruce
de Napoleón por los Alpes europeos viene siendo como un paseo de comadres en
día de mercado. Cuando el “ejército mexicano” llega al lugar donde debe
presentar su primera batalla, la mitad de ese ejercito ya ha muerto por
enfermedades intestinales, por hambre, por deshidratación y otros han
desertado.
Los estadounidenses los esperan
en sus mismos lugares, frescos, descansados, bien avituallados, cerca de sus
vías de aprovisionamiento y se puede decir,
con toda una nación unida por la propaganda de guerra bien llevada por
el presidente Polk. Lista e impaciente y ambiciosa, espera para apoyar a su
ejercito hasta las últimas consecuencias contra los bárbaros mexicanos, indios
de piel cobriza, asesinos de mujeres, ancianos y caníbales comedores de niños.
Para los estadounidenses Polk debe ser uno de los tres hombres más grandes de su
historia. Su propaganda de guerra ha unido para entonces a toda una nación y al
mismo tiempo su diplomacia, su intriga y su oro ha dividido en su mismo seno a
México. Sus ejércitos de tierra y de mar y sus guerrillas están listas desde
hace ya varios años no sólo para esperar al ejército mexicano sino para
derrotarlo y penetrar hasta el mismo Zócalo de la ciudad de México.
La batalla de Buenavista es el
tercer enfrentamiento con las fuerzas invasoras del general Zachary Taylor. Los
mexicanos comandados por Santa Anna se batieron valerosamente obteniendo tres
triunfos en el que no dejan sobreviviente alguno de los soldados
estadounidenses. Hasta los oficiales y el general responsable en cada sitio es
pasado por las armas. Para salvarse algunos se hincan y juran que también ellos
son católicos. De todos modos mueren.
“La Batalla de El Álamo fue un
conflicto armado después de un asedio que duró 13 días, desde el 23 de febrero
de 1836 hasta el 6 de marzo del mismo año, en donde se dio el enfrentamiento
final, llamado justamente “Batalla del Álamo”, en donde sale victorioso el
ejército mexicano”.
Pero esos triunfos no son la
victoria final. En realidad eso fue todo. El parque se ha agotado. las
provisiones ya no existen, las tropas de repuesto no llegan. La historia dirá
que los conservadores y los liberales se peleaban y que por esto el ejército de
Santa Anna no recibió refuerzos.
En parte es cierto pero era un
grupo reducido el que se peleaba y que en el fondo carecía de base de
sustentación consciente en el pueblo. Todos van a hablar en nombre de él pero
la verdad serán puros discursos. Los historiadores oficialistas han magnificado
este pleito ideológico entre centralistas y federalistas y resulta una de las
sublimaciones más grandes de nuestra historia.
Historiadores serios
extranjeros han seguido inocentemente esta versión y luego otros historiadores
mexicanos han seguido a los historiadores extranjeros y así el error se va
repitiendo y con el tiempo agarra visos de verdad.
En el fondo es una cortina de humo que quiere
ocultar el gran asesinato masivo que los gobiernos mexicanos del siglo pasado
cometieron en contra de poblaciones indígenas, principalmente de los mayos,
tarahumaras, huícholes y demás. La cortina intelectual también ocultará la
indolencia respecto que cuantas veces quisieron los estadounidenses entrar a
México en plan de guerra lo hicieron (ver Gastón García Cantú, op. cit.).El
mencionado pleito entre centralismo y federalismo servía para todo. Como en la actualidad el argumento
del narcotráfico.
Los historiadores propios y
externos, desde los empíricos hasta los de Harvard nos han hecho creer que la
mitad de la población mexicana de entonces era centralista y la otra mitad
federalista. Es un error de enfoque inocente o deliberado.
Cuando en el Estadio Azteca juega el
Guadalajara contra el América 50 mil aficionados son americanistas los otros 50 mil son "chívas". Sí,
pero nada más juegan 22, no juegan los 100 mil. Y aun aquí, en este ejemplo nos
encontramos que esos 100 mil saben lo que está sucediendo allá abajo en la
cancha, entienden, critican, toman partido.
El 90 por ciento de los étnicos (se considera
que para el siglo veintiuno existen unas cincuentas etnias en el país) ni
siquiera entendían el idioma español menos acceso tenían a las ideas de
centralismo y federalismo que se ventilaban sólo en círculos demasiado
reducidos.
Las palabras de uno de
los libros de Desmond Morris parece que hayan sido escritas para nuestro
propósito: “Entre estos dos extremos, todavía hay millones de personas que
desarrollan las sencillas vidas de los primitivos agricultores, labrando la
tierra en forma muy semejante a la de nuestros antepasados. En unas cuantas
zonas sobreviven primitivos cazadores".
Así es México al finalizar el siglo veinte,
por lo que era un absurdo, como dicen los historiadores, que el vulgo (pues el
vulgo era la carne de cañón que moría en las revoluciones) al mediar el siglo
diecinueve supiera de las ideas de la revolución francesa o de los principios
del absolutismo europeo o como dice Jesús Reyes Heroles (op.cit.. Vol l. Pág.
30), que "Las ideas de la Constitución de Apatzingan vinieron de la
revolución francesa y muy secundariamente de la Constitución de Cádiz de 1812
etc.
¡El más puro
intelectualismo el de los centralistas y conservadores frente a los cañones del
enemigo!
Fue un grupo demasiado pequeño
en el poder que asesinaba a poblaciones enteras y borraba pueblos completos
trasladándolos desde el norte hasta Yucatán para quedarse con sus tierras.
Las etnias jamás conocieron
enemigo más despiadado que los mexicanos mestizos en el poder y casi llegaron a
exterminarlos (ver para este efecto los trabajos citados de Héctor Aguilar
Camin y de Jean Meyer). Los mexicanos aztecas conquistaban pero dejaban Intacta
su estructura política, religiosa y cívica.
¡Pero los mexicanos mestizos
hacían todos los esfuerzos para borrarlos para siempre de ese lugar jNo eran
por cierto las mulas daltónicas de Faulkner! Si hay escepticismo al respecto estúdiese la
historia de los mayos, huicholes, tarahumaras y 52 etnias más a partir de la
independencia.
En las mesas redondas sobre
"Nuestro Racismo" que tuvieron lugar en los meses de marzo y abril de
1998 en El Hijo del Cuervo, Coyoacan, de la capital de la república. Juan
villoro ofreció el dato que al principio de este siglo (veinte) la población
indígena era del 70 por ciento, y es de presumir, creemos nosotros que en el
tiempo al que nos estamos refiriendo, seria del 90 por ciento.
Cuando se le acaban las balas
a Santa Anna es la hora, el día preciso,
en que los Estados Unidos van a empezar a crecer en la medida que México se
hunde. Su cuidadosa visión de años apenas empieza a echarse a andar para
dominar al resto del continente más allá de México y después extender su
influencia militar, económica y cultural por todo el mundo. El conde de Aranda,
español con elevado cargo en el gobierno de España, ya había advertido con
respecto a Estados Unidos con toda antelación en el memorial de 1783 :"!
Vendrá un día que será gigante, un coloso temible en esas comarcas", pero
ni españoles ni mexicanos le hicieron caso.
Atacan los estadounidenses por
tres rumbos de manera simultánea que comprenden varios puntos de la frontera
norte, por el Pacífico en sus enormes y modernos barcos de guerra y por el
puerto de Veracruz en el Golfo. Nada puede pararlos.
Los pueblos del continente guardan un
precavido silencio con excepción de Honduras que protesta por la invasión a
México. Los países hegemónicos de Europa protestan pero no por la suerte de los
mexicanos sino porque ven que una nueva potencia acaba de saltar a la palestra
y es ahora un potencial enemigo que puede ir arrebatándoles colonias como
efectivamente, pronto lo hará con España
en todo el continente americano al tiempo que advierte mediante la doctrina
Monroe, que nadie meta las manos en estos países y todos aquellos que de alguna
manera permanecen hasta ese momento irán siendo sacados gradualmente (ver La
Guerra Secreta en México. de Friedrich Katz. dos tomos. editado por ERA. 1983).
Ante la endeblez de los “ejércitos
mexicanos” la población civil heroica del puerto de Veracruz (ver La Ciudad de
Veracruz, de Leonardo Pasquel, editado por Citlaltepetl México. 1960), la de la
ciudad de México, de Monterrey y la de Matamoros, les hacen frente con escobas,
arrojándoles piedras desde las azoteas. Hombres, mujeres y niños, tenderos,
sastres, albañiles, campesinos defienden su patria y tratan de revertir lo que
los políticos, los economistas y los militares no pudieron hacer (ver La Guerra
del 47 y la Opinión Pública, de Jesús Velasco Márquez, editado por SepSetentas.
México. 1975).
Los irlandeses combatieron
hasta el fin. Estuvieron peleando con afán y "testarudez irlandesa" y
como solamente los hijos de la bella Irlanda sureña saben hacerlo aun a través
de los siglos cuando de causas justas se trata.
Lucharon entre los bosques de Padierna, en el lado norte de los contrafuertes de la
montaña Ajusco, arriba de Tlalpan.
Los mexicanos de Influencia y
mando siguieron peleando entre ellos y después ya no supieron qué hacer y se
perdió la guerra.
El pueblo 'bajo". empero continúo
peleando como pudo. O tal vez sería correcto decir que se siguió suicidando
conservando la esperanza que podía modificar el resultado de esta guerra. Desde
las azoteas con ladrillos o en las bocacalles intercambiando palos contra
bayonetas. En las calles del actual Correo Mayor, atrás de Palacio Nacional las
turbas del pueblo civil lograban aislar a soldados estadounidenses y
prácticamente los desmembraban. Pero luego el ejercito de ocupación hacia
fusilamientos de escarmiento.
Los mexicanos se replegaron al
ex convento de Churubusco, con sus valientes generales Pedro María Anaya y
Manuel Rincón a la cabeza, donde se hizo una defensa con actos de mucho valor.
Aquí Juan B. Argüelles fue comandante de artillería. Había sólo siete piezas de
artillería (algunas se conservan en el lugar), pocas municiones que tuvieron
que repartirse entre 800 defensores para enfrentar a 8 mil invasores. Estaban
participando en la resistencia los batallones Independencia, Bravos y Tlapa,
las compañías de San Patricio y fracciones de tropas en retirada que se habían
ido agrupando en aquel lugar pertenecientes a los batallones de Chilpancingo y
Galeana.
Fue la tercera vez en la
historia de este país, después del sitio de México- Tenochtitlan en 1521,y el
de los 83 días del sitio de Cuautla en 1812, que un grupo reducido de mexicanos
vendía cara su libertad frente a un mundo todopoderoso que los sitiaba para esclavizarlos.
Pelearon aun después que se
les terminaron las municiones, a bayoneta calada, con la verdadera furia que da
la impotencia, pero el enemigo era abrumador y el 20 de agosto de 1847 Anaya
rindió la plaza para evitar que se siguiera con aquella carnicería inútil.
Se perdió la guerra, se perdió
el país. Pero más grave que perder los territorios fue la pérdida de la fe de
que alguna vez las cosas pudieran
hacerse como tendrían qué hacerse en el bien material del pueblo y en la
conservación de su cultura, incluidos los aspectos espirituales.
A este escepticismo (así le llama Kant al
relativismo) en la actualidad se le ha llamado posmodernidad. Esto es el origen
de la expresión que todos hemos oído que ojala México pasara a ser otra
estrella de Estados Unidos, cuya magnitud no debe ser achacada tanto a los que
la pronuncian como a quienes la provocaron.
Si no Llevaron a cabo los
estadounidenses la anexión total en esa ocasión fue debido a condiciones
políticas internas entre ellos que no es el lugar aquí para analizar.
Pero sí hubo la advertencia
que si se negaban a firmar los mexicanos un tratado de paz jamás se les
permitiría a los cuerpos Legislativos reunirse en parte alguna, por lo que de hecho la advertencia de
disolución total estaba en la puerta.
Entonces firmaron el documento Guadalupe-Hidalgo.
“La firma estuvo a cargo de
Nicolás Trist, comisionado de Paz de los Estados Unidos, y Bernardo Couto,
Miguel Aristáin y Luis Cuevas, quienes no tuvieron opción para negociar: tomada
la capital…”
Patricia Cox nos da una
postrer visión de los "colorados", como se les decía a los
irlandeses, debido al color rojo de su cabello, cuando los norteamericanos
hacen prisioneros a los que ahí se encontraban. A los irlandeses los condenan a
muerte:" Tiraron lo caballos de los carros y los cuerpos de treinta y dos
hombres se balancearon sin apoyo bajo sus pies en horribles contorsiones".
EI pueblo presenciaba la última escena de aquel drama, su propio drama.
También nos describe a ese
pueblo por el que ellos habían dado su vida, Era como siempre en esta lucha,
gente casera y menuda: '.EI pueblo presenciaba la última escena de aquel drama,
su propio drama. En carne extranjera. No podía hacer nada, impotente y
desarmado. Algunas mujeres que acompañaban a fray Román y a los carmelitas de
San Ángel rezaban con lagrimas en los ojos, mientras los pies descalzos de los
frailes se afirmaban sobre la tierra desnuda".
En el Diccionario
Enciclopédico de México, de Humberto Musacchio. 2 tomos. Editado por Andrés
León, México. 1990. encontré el siguiente postrer dato y es que de los 260
irlandeses que se habían unido a las fuerzas mexicanas para cuando se da la
batalla de Churubusco, ya sólo quedaban con vida 72: "Quedaron 72 que
fueron condenados a muerte por los invasores con excepción de su capitán (John 0'
ReilIy) Y otros soldados que, se dice lograron escapar y en los combates fueron muriendo en tanto el
Frente de batalla retrocedía hacia el sur.
En el Museo de las Intervenciones hay una
placa, de unos dos metros de alto por uno y medio, que contiene 71 nombres de
estos irlandeses con el capitán John O Relly al principio y el de Lewis Preifer
al final y dice:"En memoria de los soldados irlandeses del heroico
Batallón de San Patricio, mártires que dieron su vida por la causa de México,
durante la injusta invasión norteamericana de 1848".
De los prisioneros irlandeses fueron
torturados y ejecutados 16 en San Ángel 16 en Mixcoac y los demás en Tacubaya.
Cerca de la plaza de San Jacinto en San Ángel, se encuentra una lápida que
señala el sitio donde fue ejecutado un grupo de ellos".
“Pese a la derrota, en el
Convento de Santa María aún se honra el valor que tuvieron los soldados
irlandeses para defender a México. Por eso, cada 17 de marzo, mexicanos e
irlandeses nos unimos y celebramos a San Patricio y la expulsión de algunos
duendes, brindando con cerveza verde y tréboles.
Angélica Navarro
Si vives en la Ciudad de
México o vas de visita, puedes echarle un vistazo al busto de O’Riley,
monumento dedicado a John y al Batallón de San Patricio, ubicado en la Plaza
San Jacinto, colonia San Ángel.”
Como reconocimiento a la labor
de John y del Batallón de San Patricio, el gobierno mexicano donó una escultura
al gobierno irlandés. Dicha estatua fue colocada en el pueblo que vio nacer a
John: Clifden, situado en el condado de Galway, Irlanda.
En Clifden se recuerda al
Batallón de San Patricio los días 12 de septiembre.
En el arte
Se han escrito por lo menos
dos novelas acerca del tema: Los del San Patricio del autor italiano Pino
Cacucci y Batallón de San Patricio de la mexicana Patricia Cox.
Se han producido por lo menos
dos películas respecto al Batallón de San Patricio, una es One man´s hero
(1999), traducida al español como “Héroes sin patria”, en la que actúa Daniela
Romo, Joaquín de Almeida y Tom Berenger. La segunda es El cementerio de las
águilas (1939), en la cual actúa Jorge Negrete y Manolo Fábregas.
Esta nota del blog es apenas es una balada que
canta el valor de los irlandeses en tierras mexicanas. pero, estamos seguros,
algún día alguien escribirá otra historia épica o mucho mejor, una novela, de
estos "colorados" que se sume al bello trabajo de Patricia Cox y
ambos sean leídos de hijos a nietos, en las generaciones que están por venir,
en México y en Irlanda. Estas jóvenes y valientes vidas y el dolor de las
madres de estos irlandeses que jamás regresaron al país de San Patricio, se lo
merecen.