Agudeza y arte de ingenio
Baltasar Gracián
Universidad Nacional Autónoma de México
1997
Será un
ejercicio-dice Gracián-que busque tener contenido.
Con
frecuencia el no -contenido de los libros es deliberado para que la gente no
encuentre el contenido. El contenido despierta y abre los ojos de la gente y
eso no conviene a las leyes del mercado. Incluido el negocio de los libros que
vende más diciendo nada.
Pocas
editoriales en el mundo tiene colecciones de alta calidad literaria a precios
que pueden ser adquiridos por el que gana el salario mínimo. En México una de
ellas es Porrúa. S.A, en su colección Sepan Cuantos…
Vale el
esfuerzo leer a los clásicos, de todas las épocas, y en especial a los griegos
de la antigüedad, porque de ellos arranca la gran cultura occidental.
Baltasar Gracián |
Son ejemplos
o paradigmas que hay en el mundo de la cultura. Por Santayana sabemos que hubo
un Ortega y Gasset, éste habló de Schopenhauer, el que a su vez dijo de Hegel
que comentó a Descartes el cual se refirió a Séneca y por éste que antes hubo
un Platón que decía de Sócrates y por Sócrates
de los que le antecedieron…
Del
conocimiento de textos de calidad lo que puede producir, en el lector, es que
sea un individuo que con el tiempo se afane por realizar, a su vez, sus cosas
originales también con calidad.
Lo que
Gracián desaprueba son las lecturas que dicen nada. Por carencia de cultura o que no dicen nada para no decir algo.Se refiere, hablando de la historia, o de algunos historiadores, y su monótono recurso de decir lo que nos hicieron para callar lo que hicimos.Ingenioso recurso de justificación pero nada dialéctico.
”Frecuento estos grandes autores en los ejemplos, porque dan alma de agudeza a lo que dicen; los que no propongo a la imitación, no es por haberlos visto casi todos, sino porque los hallo sin espíritu de concepto; forman muchos libros, cuerpos, pero sin alma conceptuosa.”
”Frecuento estos grandes autores en los ejemplos, porque dan alma de agudeza a lo que dicen; los que no propongo a la imitación, no es por haberlos visto casi todos, sino porque los hallo sin espíritu de concepto; forman muchos libros, cuerpos, pero sin alma conceptuosa.”
Mucho se
escribe para justificar el presupuesto. Son escritos sin alma que los mueve la
intención pecuniaria. Otros, en cambio, se conservan y se releen, como Gracián
se refiere al príncipe Don Manuel, autor del Conde Lucanor cuya lectura: “siempre agradable, aunque siete veces
se lea.”
Gracián
resalta el requisito de la erudición en un escritor. La cultura no conoce
atajos. Es un camino largo y escabroso y
al que nunca se le ve el final. Más que dinero, premios y reconocimientos bajo los reflectores, se trata de un modo de vida.
Porque: “Sin
la erudición, ni tienen gusto ni sustancia los discursos, ni las
conversaciones, ni los libros.”
En otras
palabras, si no comes no tienes que vomitar. En el mejor sentido. Porque hay
comida que no nutre y sí descompone el estómago: “No está la eminencia en la cantidad
de silabas, ni en la cadencia de ellas, que eso es muy material; no pasa del
oído, sí en la sutileza del pensar, en la elegancia del decir, en el artificio
del discurrir, en la profundidad del declarar.”
Los medios,
sobre todo los electrónicos, como los televisivos, encuentran su modus vivendi en el modo de
divertir a la gente y así es como se
llega a niveles de banalidad que resultan patológicas para el pueblo.
Llevan a la neurosis, como en el caso de las
telecomedias para las abuelitas, que impiden soñar paradigmas para realizar.
Así sucede con el universo de los libros. Gracián recomienda aprender a nadar en el inmenso mar del mercado
de los libros, para encontrar los clásicos, porque ellos: “No tiene palabra que
no encierre un alma; todo es viveza y espíritu.”
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