Llegaron de la nada.
¿La nada? ¿Dónde está la nada?
La nada está antes que las cosas.
Nos perdemos entre las cosas, nunca
nos perdemos en la nada. Los novelistas dicen que los aventureros se perdieron en la nada del desierto.
¡Se perdieron en el desierto! La nada está ahora ocupada por las arenas y las dunas.
Heidegger se pregunta por lo que
había antes de las cosas, por la nada. ¿Por qué existe algo si podría, en su
lugar, no haber nada? “¿Por qué hay o
por qué no hay nada?”
Siglos atrás Leibniz se preguntaba ¿por qué hay Ser y por qué no hay No-ser?
Siglos atrás Leibniz se preguntaba ¿por qué hay Ser y por qué no hay No-ser?
Los dioses quichés hicieron a las cosas y a los humanos, en ese orden, pero
pudieron decidir no haberlos hecho, creado. La célula primordial de la
Evolución tampoco pudo haber existido.
De ahí, lo que sea la nada, partieron
los dioses quiches. A la nada la empezaron a llenar, primero, de cosas, no de seres.
Jurakán, el Corazón del Cielo, la
primera cosa que hizo fue el manifestarse. Lo hizo como rayo, de tres maneras.
Rayo grande, Rayo chico y Rayo hermoso.
Luego de manifestarse procedió a llenar
de cosas el vacío mediante el verbo hacer. Un fotógrafo se conoce como tal
porque hace fotografías, no porque dice yo soy fotógrafo.
Los alpinistas, los que cruzan la
llanura desértica y los balsistas, deben, debemos, estar encantados de la
manera que los dioses quiches empezaron su creación:
“Primero fue creada la tierra, los
montes y los llanos; dividieronse los
caminos del agua, y salieron muchos arroyos por entre los cerros y, en
algunas y señaladas partes, se detuvieron y rebalsaron las aguas y de este modo
aparecieron las altas montañas.”
Es el prime párrafo con el que
empiezo mi libro de Alpinismo Mexicano,
ECLALSA, 1972 (Creo que fue esa fecha, no estoy seguro, presté mi ejemplar y, como
en México no se regresan los libros prestados…).
¿Para qué los dioses quiches hacen
humanos? No para que los adoren. Ellos, los dioses, estarán ahí los adoren o no. Sólo los
políticos son, o no son, en la medida que tengan adoradores.
La misión de los humanos es cuidar la obra de los
dioses. Para cuidarla tienen que hacer. Si los humanos no hacen, no son.
Los Ajawab señores del Xibalba hacen este mandato por medio de la metáfora del ocote y el tabaco. Les dieron a cada uno de los héroes gemelos Junajpú e Xbalamqué, un ocote y tabaco, que deberían tener encendidos toda la noche y los devolverían enteros a la mañana siguiente. En otras palabras, servirse de la Naturaleza pero conservarla en buenas condiciones perennemente.
Los Ajawab señores del Xibalba hacen este mandato por medio de la metáfora del ocote y el tabaco. Les dieron a cada uno de los héroes gemelos Junajpú e Xbalamqué, un ocote y tabaco, que deberían tener encendidos toda la noche y los devolverían enteros a la mañana siguiente. En otras palabras, servirse de la Naturaleza pero conservarla en buenas condiciones perennemente.
La deidad del maíz renaciendo. A sus lados los héroes gemelos
Junajpú e Xbalamqué
Las eternas resurrecciones en las culturas nativas de Mesoamérica.
Tomado de la Revista Arqueología Mexicana Vol. IV. Núm. 20
La otra pregunta es por qué los
dioses quiches hicieron. La característica de los dioses quichés, al igual que
los dioses teotihuacanos, está en el verbo hacer.
Siempre, en las mitologías de los
pueblos americanos nativos, está la tautología del verbo hacer.
La abuela Xmucané dice, en el Popol
Vuh, o Libro del Consejo, como también se le conoce, que las tribus quiché
salieron de Tula.
Ya para entonces los dioses quichés les tenían
preparada una bella región, entre grandes ríos, selvas y dos mares, allá, de tres a cuatro
mil kilómetros al sureste.
Ahí los hombres, en agradecimiento hacia sus
dioses, construyeron Tikal. Una ciudad que, de tan bella, más parece una
Fata Morgana, que una realidad.
Tikal
Luego los héroes gemelos Junajpú e Xbalamqué emprenden
el camino, jugando a la pelota y tocando la flauta, hacia Xibalba, el infierno.
Junajpú, uno de los héroes gemelos
Tomado de revista citada.
No es el infierno, lleno de basura humana, que
huele a azufre en la cultura de Occidente.
Xibalba es la estancia previa para
arribar al Cielo. El equivalente al Mictlán, en la cultura del Altiplano
mexica. Un lugar oscuro pero que no deja de ser cielo. El noveno cielo, en el suelo, el primer nivel de los nueve que tiene la pirámide de Tikal.
Allá, en aquella dimensión, es donde
seguramente están los dioses quiches. Esto, como dice el personaje de una
película norteamericana “Algún día lo
sabremos”.
Entre tanto, como no se puede probar
la existencia del Xibalba, tampoco se puede probar que no existe.
Pero que exista o que no, tampoco
importa, por lo pronto. Lo nuestro es cuidar la obra de los dioses, la
Naturaleza, como lo quisieron los dioses del Quiché.
Es el deseo de la inmortalidad, por medio del amor, la sucesión de los hijos y el relevo de un cuerpo viejo por uno nuevo. Lo contario sería un mecanicismo en el copular, el solipsismo y sobre todo, el caos.
Es el deseo de la inmortalidad, por medio del amor, la sucesión de los hijos y el relevo de un cuerpo viejo por uno nuevo. Lo contario sería un mecanicismo en el copular, el solipsismo y sobre todo, el caos.
Para tal efecto, de cuidar a la
naturaleza, es necesario que los humanos no desaparezcan. Así es como Junajpú e
Xbalamqué mueren y resucitan.
Resucitar a otros, o resucitar ellos mismos, es frecuente para los héroes gemelos Junajpú e Xbalamqué, según está asentado en el Popol Vuh.
Si le creemos al Popol Vuh, o no, corresponde a lo que Jesús dijo, que nadie es profeta en su misma tierra. Por eso creemos lo lejano y ajeno a nosotros, pero no lo nuestro.
Resucitar a otros, o resucitar ellos mismos, es frecuente para los héroes gemelos Junajpú e Xbalamqué, según está asentado en el Popol Vuh.
Si le creemos al Popol Vuh, o no, corresponde a lo que Jesús dijo, que nadie es profeta en su misma tierra. Por eso creemos lo lejano y ajeno a nosotros, pero no lo nuestro.
Es la eterna tautología del pensamiento
indoamericano, morir y resucitar. Como eternamente el sol es vencido por la
noche y luego la noche por el sol.
La metáfora de la existencia
espiritual.
No hay comentarios:
Publicar un comentario