Que nadie abra el libro de las obras de Eurípides sino tiene el ánimo, lo suficientemente fuerte, para soportar que el espejo le devuelva una imagen que no es de su agrado. Eurípides es un poeta trágico y, según fama, es el más trágico de los poetas de su tiempo. Sus temas tocan lo más profundo del humano. El que lo lea, sea hombre o mujer, debe esperar una revelación que acaso le repugne. Pero parece que es haciendo, y no eludiendo, como se llega a la cura.
Todos los días alguien abandona un niño recién nacido o se decide por algo peor antes de que el niño nazca. Puede ser una recomendación legítima de la ciencia médica luego de estudios muy especializados, o bien puede deberse por uno y mil argumentos de orden social o económico. Como sea, ese recuerdo ya no abandonará a la madre ni al padre. En algún momento del ajetreado día, o de la silenciosa noche, el recuerdo volverá. El recuerdo, materializado en alguna patología, lo llevará, un cuarto de siglo más tarde, al confesionario religioso o ante el sillín laico del psiquiatra. O bien engrosará la bolsa del vendedor de drogas prohibidas tratando de aplacará lo que yace allá, en el subconsciente.
Este es el drama de Creusa, la mujer que tuvo relacione ilícitas, quedó embarazada, abandonó al niño y, andando el tiempo, a su esposo, con el que no ha podido tener hijos, se le hizo creer que es hijo suyo. Todo se mueve en la esfera en la que mucho tiene que ver ese dios todo poderoso, Zeus, que jamás pudo controlar su deseo de poseer a las mujeres humanas. Pero si quitamos la presencia de Zeus, ¿acaso hay asunto más humano que éste? ¿Cuántas madres viven el secreto del niño no nato o ver todos los días al padre cuidar a un niño del que no es padre? Eurípides no trata de apedrear a estas mujeres sino comprender la dimensión de su secreto. Creusa lo dice. “¡Él afrenta y ella se atormenta…Ella que padeció tan dura suerte!” Y aun queda la situación del niño que jamás conoció las caricias y los cuidados de una madre y, de una madre que tampoco pudo tener entre sus brazos al niño.
En todo caso todavía no sabemos por qué suceden las cosas. Si son programadas o son producto de la causalidad. Y quién sabe si de algo sirve rogar al cielo esto o aquello. Ion exclama: “Sacar de un dios un bien por la violencia infecundo resulta. Son provechosos sólo los que a su placer nos otorgan”.
Es a través de los sentimientos otra manera en que los inmortales hablan a los mortales. Creusa era una virgen de Atenas que fue forzada sexualmente por el dios Febo (en el relato se le llama Zeus, Febo, Loxias, Apolo) Cuando el niño nació Creusa lo abandonó en una gruta, depositado en un canasto. El dios Febo pidió a un hermano suyo que fuera por el niño y lo depositara a la entrada de su propio santuario. La profetiza del lugar al entrar al recinto vio la canasta en la que estaba el niño. De momento pensó ordenar que lo quitaran de ahí y lo llevaran lejos pero, en ese momento intervino Apolo, el padre del niño, y cambió los sentimientos de la profetiza: “De compasión vencida, quedó inmóvil. ¡Era que el dios venía en ayuda de su hijo para que no fuera echado de su propia casa. Toma al niño y lo salva ella!”. Ahí creció el niño jugando en el santuario y con el tiempo los de la ciudad de Delfos lo hicieron guardián de los tesoros del dios.
Entre tanto Creusa se casó con el guerrero Xutos. Por años el matrimonio no tuvo hijos. En determinado momento se vieron impelidos en ir al santuario de Apolo. Eurípides dice: “Él mismo los llevaba. A su destino los encaminaba”. Xutos y Creusa piden al dios que les de descendencia y Apolo les da a Ion, su propio hijo. Por medio del oráculo tienen la respuesta que a su casa regresarán con un hijo: “Dijo que ni tú ni yo volveríamos a casa sin tener un hijo”. Le hace creer que Ion es de Xutos. De esa manera el niño forma parte de un hogar y la paternidad del dios queda encubierta.
Al dirigirse al dios Creusa no puede evitar hablar a la divinidad con resentimiento, al punto que Ion lo nota y dice: “¿Y por qué esta extranjera con cripticas palabras siempre se dirige al dios con vituperios?”
Como sea, llega un momento en que Ion no entiende qué sucede con la conducta del dios que tiene hijos con las mujeres humanas y después los abandonan: “Hace fuerza a las vírgenes y luego las desdeña. Tiene hijos a hurtadillas, y luego los deja perecer” (el mismo Jesús exclamará en la cruz: “padre por qué me has abandonado”.
Con profunda y lastimosa nostalgia el coro exclama: “¡Son los hijos que acogen sus padres la grata riqueza que, a su vez, a otros hijos habrán de trasmitir!” Hay aquí toda una proposición de temas para la sociología. Y que aun la política de Estado debiera de atender. La consistencia de estas relaciones familiares o la flojedad de las mismas, repercutirán en la suerte de la nación. ¡Por qué preocuparse de un todo si la parte que le toca está erosionada o, a la inversa ¿por qué no? Estos hijos bien recibidos por sus padres “En la desgracia son el apoyo. En la dicha son amor. Cuando la patria esté en peligro, el brillo de su lanza la salvará”.
Más que registros para la sociología es una buena estratagema de guerra al servicio del enemigo: pervertir previamente a la juventud de la nación a vencer y se ahorrarán después muchas vidas y municiones en el campo de batalla. Era un recurso de guerra que los aztecas ya había descubierto. Rezaban a Tezcatlipoca, su dios tutelar, de esta manera, refiriéndose a sus enemigos: “¡Vuélvelos borrachos!”
Xutos sale de consultar al oráculo y está feliz pues le ha revelado que Ion es su hijo.
La intención de Creusa es consultar al oráculo y tener noticias si el niño sobrevivió o murió cuando ella lo abandonó en la caverna. Pero pregunta en tercera persona: “Dicen que se unió con Febo cierta amiga mía”. Hablar en tercera persona, un canasto para el niño abandonado, abandonar al niño a la puerta de un santuario y la figura de la caverna, son imágenes que nos viene desde aquella remota etapa de la cultura griega y que de alguna manera siguen vigentes.
Creusa se entera que su marido Xutos tiene un hijo, y ya crecido, entra en una confusión enorme. Por un lado está la traición de su marido que se acostó con otra mujer, que sería la madre de Ion. Además ese hijo heredará con el tiempo el palacio y el reino de Xutos. Así, el advenedizo un día la desplazará. Una anciana le aconseja que mate a ambos: “hazlos que mueran, tu esposo y su hijo, y no esperes que ellos te den a ti la muerte. Si no te atreves, perdida estás. Dos enemigos bajo un mismo techo, jamás”.
Creusa se decide dar muerte a los dos. Sería en ocasión de un festín que ofrece Xutos para celebrara que tiene un hijo. Creusa le dice a un anciano:” Cuando llegue la hora de hacer las libaciones toma el veneno, escóndelo en tus ropas, viértelo en la copa del joven” En el festín el viejo vierte veneno en la copa de Ion. Pero su padre Febo no lo abandona.
La manera que impide es que en ese momento uno de los invitados lanza un grito. Ion, acostumbrado desde niño, en el santuario, a convivir con los oráculos, interpreta que el grito es una señal de advertencia. Ordena que todos los asistentes arrojen el vino de sus copas al suelo, que estas se laven y las vuelvan a llenar con otro vino. En eso entran volando muchas palomas y, descendiendo, beben del vino esparcido por el suelo. De todas las palomas, sólo una muere y es la que bebió del vino que arrojó Ion. Este sujeta al viejo que le sirvió la copa y lo obliga a decirle el nombre de quién lo envió a matarlo por medio del veneno. El viejo le dice que fue Creusa la que tramó lo de la copa envenenada.
Las autoridades de Delfos deciden que Creusa, aun siendo reina, debe morir por el intento de asesinato. Creusa, al ser descubierto su plan, huye, pero la única manera de salvarse es refugiándose en el santuario del dios Febo. Hasta ahí la sigue Ion para matarla. Cuando la va a herir con su espada nuevamente interviene el dios Febo, por medio de la sacerdotisa. Ésta le entrega el cesto en el que un día fue abandonado Ion. A pesar de haber trascurrido los años se conservan bien, incluso una hoja de olivo no ha perdido su verdor. Creusa se da cuenta que Ion es el hijo que ella abandonó y que creía había sido devorado por las fieras. Creusa le dice que es su madre. Ion piensa que es una estratagema más de Creusa para salvarse de la muerte. Antes de pasarla con la espada la pone a prueba y le pregunta qué con tiene el cesto. Sin verlo Creusa le va diciendo detalle por detalle las cosas del cesto, como un listó bordado por ella pero que no terminó, etc.
Ion se convence que ella es su madre. Se reconcilian, se reconocen madre e hijo y son felices por fin. Pero queda algo pendiente. Creusa ha emprendido el camino de la sanación integral y dice que necesita decirle la verdad a su esposo Xutos, que el hijo no es de él y sí del dios Febo. Porque hasta ahí Xutos cree que Ion es su hijo. También Ion cree que Xutos es su padre, pero Creusa le revela: “Me uní con Febo en secreto enlace”. Ion se siente feliz al saber que también es hijo del dios Febo.
Reconciliados, Ion le pide a su madre que, con toda confianza, le diga la verdad. Porque hay mujeres que conciben de un hombre y luego dicen que un dios la poseyó (o el viento o la luna, o durante un sueño, etc.) . Creusa le dice: “Tu padre es el dios que aquí te ha nutrido. ¡Tu padre es Loxias!”. Ion tiene todavía otra pregunta: “¿Y cómo Loxias, siendo yo su hijo, me da a otro padre? ¿No ha dicho que por Xutos fui engendrado?” Creusa contesta: “No dijo que te engendrara él. Te dará a él solamente”.
Creusa recapacita y le pide a Ion que no se le diga a Xutos el secreto y que éste siga en la creencia que él es el padre de Ion. Y da sus argumentos: “Si te declaran hijo de un dios, nunca pudieras ser acreedor a la herencia, ni siquiera llevar un nombre paterno”. Están en esa indecisión cuando Eurípides introduce en el relato el deu ex machina que resuelve lo que parece que no tiene solución. Aparece la diosa Atena y les impone que guarden el secreto. Eso es necesario porque el dios Febo le tiene reservado a Ion el destino de ser padre de descendencia que gobernará las cercanas y las lejanas naciones de la Tierra. Y esos hijos “Pasarán más tarde a las llanuras de ambos continentes, Asía y Europa, una frente a otra. Y se han de llamar jonios, por el nombre de éste. Y su renombre ha de invadir el mundo”.
Como se ve, esta es una tragedia que no a acaba en tragedia. La tragedia se desarrolló en el corpus de la obra y nos reveló los mil recovecos en los que suelen vivir, en silencio, los mortales. Y sobre todo las mortales. Empero, y esta es otra de las lecciones de la obra, tanta angustia no necesariamente tiene que desembocar en tragedia. Eurípides dice: “Aunque los hombres miren desencadenarse las tormentas del infortunio en su casa, tengan ánimo firme y valiente… ¡Tardía puede ser la justicia de los dioses, pero al fin se realiza!”.
" Los primeros filósofos propiamente dichos aparecieron, como hemos apuntado, en Grecia hacia el siglo VI a.d.C., y se llaman ‘jónicos’ porque surgieron en las colonias griegas de Jonia, en la costa de Asia Menor.
TALES DE MILETO (~ 585 a.d.C.):
Es el primer pensador jónico de que se tiene noticia, y la única fecha que se conoce de él con cierta seguridad es el año 585 a.d.C., en que, según cuentan, predijo un eclipse de Sol. Como todos los filósofos jónicos, Tales se interesaba por el ‘ARJÉ’, o ‘principio de todas las cosas’, tal vez por influencia de aquella idea de unidad universal presente ya, como hemos visto, en las religiones orientales. Igual que en aquéllas, los filósofos querían encontrar una ‘necesidad o ley que lo gobierne todo’. Las ideas de Tales, se han conservado a través de muy pocos fragmentos que citan autores griegos posteriores".
No hay comentarios:
Publicar un comentario