Los errores en alpinismo, y en el
desierto, como los errores en la investigación científica, son más valiosos si
se les publica que si se les oculta.
En el primer caso se trata de una
valiosa aportación de la que otros pueden beneficiarse. En el segundo sólo es
esconder la basura debajo de la alfombra.
La idiosincrasia de los mexicanos (quién sabe
cómo serán en este sentido los otros pueblos indoamericanos) es que reaccionamos mal contra los errores de una
expedición. En lugar de estudiarlos y aprovecharlos.
El resultado debe ser luminoso,
heroico, retocado. Todos sabemos cómo subir montañas pero no todos sabemos
lidiar con el error en tratamiento terapéutico.
"La crítica-escribe P.B. Medawar en su libro Consejos a un joven científico- es el arma más poderosa de toda metodología de las ciencias; es la única seguridad que tiene el científico de que no persistirá en el error."
Pero la autocrítica es más difícil dado que no tiene enfrente quien se oponga a su modo de ver las cosas.
La autocrítica es hablar de los aviones que jamás pudieron volar o que por defecto cayeron en tanto volaban. Pero que gracias a estos errores los otros si pudieron volar y progresar.
"La crítica-escribe P.B. Medawar en su libro Consejos a un joven científico- es el arma más poderosa de toda metodología de las ciencias; es la única seguridad que tiene el científico de que no persistirá en el error."
Pero la autocrítica es más difícil dado que no tiene enfrente quien se oponga a su modo de ver las cosas.
La autocrítica es hablar de los aviones que jamás pudieron volar o que por defecto cayeron en tanto volaban. Pero que gracias a estos errores los otros si pudieron volar y progresar.
En nuestras travesías efectuadas en
los desiertos, de Sonora y Chihuahua (NW y N de México), cometimos errores, unos
buscados y otros inconscientes. De tal índole fueron esos errores que son de
los que no permiten ver la otra orilla de las arenas.
Hay que apresurarse a decir que las
travesías, a las que aquí nos referimos, fueron realizadas a pie, caminando,
con mochilas al hombro.
La primera vez que tuvimos
conocimiento del desierto fue en Altar, Sonora. Deliberadamente fue en la
última semana de la primavera ¡La peor época en el hemisferio norte para los desiertos calientes!
Queríamos aprender los problemas que nos planteaban las altas temperaturas con mucho sol, sin sombras y sin agua y cómo reaccionaríamos nosotros que vivimos en lugares con temperaturas de 20-10 grados C. del Valle de México.
Queríamos aprender los problemas que nos planteaban las altas temperaturas con mucho sol, sin sombras y sin agua y cómo reaccionaríamos nosotros que vivimos en lugares con temperaturas de 20-10 grados C. del Valle de México.
Este recorrido solar nos dice cuáles son las condiciones menos calientes y cuáles las tórridas para cruzar desiertos en México. |
Esas temperaturas elevadas del
desierto nos hacían consumir mucha agua y la marcha no era tan ligera.
Sudábamos a chorros, literalmente, y eso nos obligaba a beber más agua. Pronto
nuestras cantimploras se encontraron vacías.
La segunda vez, en este mismo
desierto, fue en la primera semana de diciembre. Todo fue diferente. Encontramos 15 grados menos en el
cenit que la vez anterior, las reservas de agua duraron más (de todas maneras
se nos agotaron) y avanzamos mayor distancia de terreno en un
día.
Necesario tomar en cuenta que 50 grados en la ciudad no es lo mismo que 50 grados en el desierto. No para el humano. En la ciudad la gente tiene( sin mencionar la calefacción artificial) al menos dos recursos para luchar contra ese calor tan elevado.1-la sombra de las casas.2- líquidos para rehidratarse y bajar la temperatura corporal.
En el desierto no hay nada de eso.
Necesario tomar en cuenta que 50 grados en la ciudad no es lo mismo que 50 grados en el desierto. No para el humano. En la ciudad la gente tiene( sin mencionar la calefacción artificial) al menos dos recursos para luchar contra ese calor tan elevado.1-la sombra de las casas.2- líquidos para rehidratarse y bajar la temperatura corporal.
En el desierto no hay nada de eso.
Otro error. Fue en Altar, este también
conscientemente en el sentido que sabíamos que estábamos cometiendo el error de caminar en la noche.
El agua se había agotado desde la mañana y para el anochecer el horizonte
parecía seguir sin fin
¡Y nada de oasis, riachuelos ni vegas verdes como aparecen en las películas!
¡Y nada de oasis, riachuelos ni vegas verdes como aparecen en las películas!
Caminamos durante cuatro horas en la
noche para aprovechar que la temperatura en los desiertos baja mucho, con
respecto del día. De esa manera pensábamos acercarnos más al final del desierto
y, dadas las temperaturas bajas, la sed, la deshidratación, sería menos
intensa.
Dos errores hay en esta situación:
A-Está la fauna nocturna,
especializada, muy activa, para buscar comida en el frío de la noche. El
caminante casi pierde toda visibilidad del terreno que va pisando y queda así a
merced de cualquier peligro, en especial de las víboras que pueden atacar aun
cuando estemos en movimiento.
En Altar lo que se ve cruzar en todas direcciones es el pinacate, en Samalayuca las hormigas.
En el día las víboras, y los
monstruos de gila, buscan protegerse del sol bajo las pocas sombras que puedan
encontrar entre los bajos matorrales, o en las dunas enterrándose en las
arenas. Pero en las noches frías no tienen por qué buscar refugio y andan (se
arrastran) por todos lados.
B-En el día se orienta la brújula en
dirección de una duna lejana y hacia allá se dirige la marcha.
En la noche toda visibilidad es limitada.
El recurso de emergencia, que encontramos, fue escoger una estrella (de entre
millones que se ven en las noches en el desierto) grande que estuviera cerca de
la línea del horizonte arenoso en la dirección que íbamos siguiendo y hacia
allá nos íbamos.
Pero nuestro planeta, es sabido,
gira. Aunque lo que se ve que gira es nuestro
cielo luminoso teniendo como fondo
la impresionante, casi
aterradora, Vía Láctea.
"Nuestros ojos sólo alcanzan a ver dos mil" dijo Robert Redford a su amigo de aventura, mirando el cielo en su travesía por el sendero de los Apalaches, en la película Grandes Amigos, señalando un cielo llenísimo de estrellas. Y agregó: " ¡Somos pequeños!"
"Nuestros ojos sólo alcanzan a ver dos mil" dijo Robert Redford a su amigo de aventura, mirando el cielo en su travesía por el sendero de los Apalaches, en la película Grandes Amigos, señalando un cielo llenísimo de estrellas. Y agregó: " ¡Somos pequeños!"
Pero seguir “nuestra” estrella por más tiempo es ir a dar a un rumbo que no era el nuestro y quedar así extraviados.
Lo que hacíamos era cambiar de estrella, por otra que correspondiera en nuestra brújula con la dirección que seguíamos. Y en esto todavía juega lo que se conoce como efecto coriolis. Una cierta desviación debido al eje magnético.
Lo que hacíamos era cambiar de estrella, por otra que correspondiera en nuestra brújula con la dirección que seguíamos. Y en esto todavía juega lo que se conoce como efecto coriolis. Una cierta desviación debido al eje magnético.
Luego sigue lo que podríamos llamar
no el peligro de la fauna sino el multipeligro porque se trata de al menos
cuatro “personajes”, mortales cada uno de ellos. A saber, las víboras, los
escorpiones, las arañas y los monstruos
de gila.
Lo sensato en el desierto es parar de
caminar en el atardecer, con el tiempo suficiente para levantar las tiendas,
cenar, y salir por la noche sólo para
atender alguna urgencia fisiológica.
O bien no retirarse más allá de unos metros si es que se decide por la clásica fogata frente a las tiendas.
Siempre hay la suposición de caminar en la noche para aprovechar las bajas temperaturas. Es posible, nosotros lo hicimos, como acabamos de mencionar, por necesidad, pero, más vale adelantar que es un riesgo que no vale la pena correr.
El error fue no llevar sueros anticrotálicos y anti lo demás. Preguntamos y buscamos pero no encontramos respuestas y así nos fuimos con la impresión que en esos años, de los setentas, del siglo pasado, que es el tiempo del que estamos hablando, había carencias en ese sentido en el país. Esperamos que con el paso del tiempo eso sea más accesible para los que vayan al desierto con la idea de caminar y cargando su mochila, no en jeep ni en motocicleta.
O bien no retirarse más allá de unos metros si es que se decide por la clásica fogata frente a las tiendas.
Siempre hay la suposición de caminar en la noche para aprovechar las bajas temperaturas. Es posible, nosotros lo hicimos, como acabamos de mencionar, por necesidad, pero, más vale adelantar que es un riesgo que no vale la pena correr.
Monstruo de gila del desierto de Altar |
El error fue no llevar sueros anticrotálicos y anti lo demás. Preguntamos y buscamos pero no encontramos respuestas y así nos fuimos con la impresión que en esos años, de los setentas, del siglo pasado, que es el tiempo del que estamos hablando, había carencias en ese sentido en el país. Esperamos que con el paso del tiempo eso sea más accesible para los que vayan al desierto con la idea de caminar y cargando su mochila, no en jeep ni en motocicleta.
Además los sueros de entonces tenían
que permanecer en temperaturas bajas y no soportarían en buenas condiciones las
elevadas del desierto. Nos preguntábamos cuánto tiempo podía durar una caja con
hielo seco. El asunto nos pareció impracticable caminando por un terreno que, sin ánimo de
exagerar la nota, es como un campo minado dada su peligrosa y activa fauna.
Otra cosa para tomar en serio,
pensarlo con detenimiento, es que el desierto, como la alta montaña, requiere
de un proceso de adaptación para acercarse a él.
En la montaña los habitantes de cotas
bajas necesitan subir gradualmente (cosa que nadie hace) para propiciar
positivamente la nivelación de glóbulos rojos y blancos requeridos en esas
altura. Se previene así lo que se tiene
como “mal de montaña” que puede ir, en cosa de pocas horas, desde un ligero
malestar hasta la muerte del alpinista. ¡Y esto no es ninguna fabula!
Para meterse al desierto, los que
vivimos en lugares de temperaturas que oscilan entre los 20 y 10 grados C.,
necesitamos un acercamiento gradual (que tampoco nadie hace).
Permanecer al menos un día en cada
ciudad o población en tanto marchamos en
dirección al desierto. De esa manera nuestros sistemas de adaptación tendrán el
tiempo suficiente para no resentir los efectos adversos de los 45 -55 grados
que encontraremos en el desierto.
Como anécdota recordamos la vez que
fuimos, por primera vez al desierto de Samalayuca, en nuestra travesía
Samalayuca-Sapelló- Ciudad Juárez(el último tramo en ferrocarril) partiendo de
la Ciudad de México,(20-10 grados)donde vivimos, llegamos al lugar de descenso
en la calefacción artificial del autobús (20 grados).Al abrirse la puerta del
trasporte para descender recibimos un golpe (literalmente) de 30 grados más de lo que
estábamos acostumbrados.
Ignoramos cómo funcionaros nuestros sistemas de adaptación de manera tan brutalmente violenta, para salir bien del paso, pero desde luego no aconsejamos que alguien se exponga de esa manera.
Ignoramos cómo funcionaros nuestros sistemas de adaptación de manera tan brutalmente violenta, para salir bien del paso, pero desde luego no aconsejamos que alguien se exponga de esa manera.
Para los habitantes de esas latitudes, aunque
la sufren cotidianamente, no es nada excepcional. Para nosotros es algo no solo
de tomar precauciones empíricas, sino de estudiar tales procesos, y
trasmitirlos a los que después tendrán que ir a los desiertos bajo la
concepción de deportiva.
Las crónicas detalladas de las dos
travesías al desierto de Altar se encuentran en este mismo blog con los títulos
“Desierto de Altar” y “Segunda travesía al desierto de Altar”.
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