“Tales de Mileto 624 a. C -
546 ) fue un filósofo, matemático, geómetra, físico y legislador
griego. Vivió y murió en Mileto, polis griega de la costa jonia (hoy en
Turquía). Aristóteles lo consideró como el iniciador de la escuela de Mileto.
Desde el siglo v a. C., se le atribuyen importantes aportaciones en el terreno
de la filosofía, la matemática, la astronomía, la física, etcétera, así como un
activo papel como legislador en su ciudad natal.”
Tales. Amaba la soledad, no que huyera hacia
la soledad
Es lo mismo estar vivo que
estar muerto, dijo Tales, el de Mileto. Alguien le pregunto: si da lo mismo,
¿por qué no te mueres? Tales contestó: ¡Porque da lo mismo!
Muchas cosas dijo Tales que
otros dijeron antes, y otros dijeron, como suyo, mucho de lo que Tales dijo
suyo. Todos ellos se redijeron, lo que en la actualidad se conoce en la
industria discográfica como cover.
Esto nos da idea del contexto
de gente pensante en el que Tales vivía. La carrera era por el saber, no
(tanto) por el tener.
Otro de los pasajes que se
destaca de ese tiempo y lugar es el del famoso trípode de oro que unos
pescadores con sus redes sacaron del mar.
Este trípode va a ser una especie de caballo
de Troya que erosiona al individuo o grupo que lo posee. No por el trípode,
cosa inanimada, sino por las pasiones en los individuos, hasta entonces
potenciales, que después se desatan.
Todos estuvieron de acuerdo en
que, por ser el más sabio, Tales debía quedarse con el. Pero Tales lo pasó a
otro sabio y éste a otro sabio (entonces eran sólo siete sabios).
Por ese ir y venir del trípode y la
inclinación por poseerlo, empezó el malestar en la comunidad y Tales acabó
arrojando el trípode al mar.
Esto nos recuerda el relato que John Steinbeck
hace en su novela La Perla. O entre nosotros a las herencias o a los puestos de
dirección. En general a todo lo que huele a darwinismo social, del que no se salvan ni las iglesias ni los
partidos políticos.
El trípode de oro de Tales es
y será de una vigencia imperecedera en tanto el liberalismo moderno pondere la
cultura material sobre la cultura intelectual.
Cliton, un filósofo de su tiempo,
refiere que Tales amaba la soledad, no que huyera hacia la soledad. No rehuía
el trato con la gente, sino que huía de lo vacuo.
La importancia que eso puede tener
en nuestros días de programas de pantalla y espectáculos con escasa calidad.
Tiempo de las massmedia y de las fake
news o noticias falsas qué llenan el aire.
José Ortega y Gasset, ese gran
filósofo español de nuestros tiempos, parece agarrar la estafeta de Tales con
su definición que da a la palabra “masas”. No se trata ya del proletariado como
único depositario de la cultura folk
o popular, sino de la carencia de cultura
intelectual que puede ir desde el mercado del barrio hasta el jet set.
Uno de los versos de Tales que
han llegado hasta nuestro tiempo dice:
Indicio y seña de ánimo
prudente
Nos da quien habla poco.
Alguna cosa sabia,
Alguna cosa ilustre elige
siempre:
Quebrantarás así locuacidades
A Tales se le reconocen
méritos en el terreno de la astronomía, como lo del “Carro del Sol”, que ahora
conocemos como “trayectoria solar anual”, el haber señalado los 365 días del
año, etc.
El Carro del Sol
De ahí su muy conocida
anécdota que por andar viendo las estrellas, cayó en un pozo, lo que suscitó la
burla de una mujer vieja: “! ¡Oh Tales, tú presumes ver lo que está en el cielo
cuando no ves lo que tienes a los pies!”
¿Las cosas son algo más que
materia inanimada? ¿Tienen alma? Podemos empezar por el animismo. Esa vida que
de niños damos a nuestros juguetes. Ya de grandes sentimos igual pero ahora el
pensamiento lógico nos hace negar, como Pedro, tres veces antes de que cante el
gallo.
Cuando nuestro juguetes (muñecas y canicas) no eran sólo cosas
Foto tomada de Internet
"Hay en cada alma un "yo" ideal, indestructible, que dirige una parte de nuestra personalidad a menudo contra nuestra inteligencia"
W. Stekel, La mujer frígida
Más tarde Nietzsche diría que
la realidad es como es, y no hay por qué andar buscando cosas debajo de las piedras.
Otro pensamiento de Tales, que
también se le atribuye a Sócrates, es el famoso “Conócete a ti mismo”. Esto
inspiró para que un filósofo mexicano de nuestro tiempo, José Farreras, maestro
por muchos años en los planteles universitarios de la UNAM, desarrollara y
publicara una idea que tituló “la filosofía del chisme”.
(“José Castillo Farreras 1930-2008).
Realizó estudios de licenciatura en la Facultad de Derecho y en la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Posteriormente cursó estudios de posgrado de derecho y filosofía en la
Universidad Central del Ecuador (1960), en el Goethe Institute en Iserlohn y en
las universidades de Bonn y de Hamburgo en Alemania (1965).”)
Aquella inclinación que
tenemos de señalar lo torcido que hay en el mundo, como un recurso ingenioso de esconder nuestros
propios trapos sucios.
“Conócete a ti mismo” que ya
en el siglo primero de C. llevó a Epicteto a decir: lo único que te pertenece
eres tú. Ni idea. Y si no lo sé cómo puedo saber lo del exterior, lo que está
fuera de mí. Mejor vuelve a preguntarte: ¿Quién eres tú? Y, diría Farreras,
deja el chisme.
Muchas otras cosas dicen que
dijo Tales.
Por ejemplo, Tales aseguraba
que el mundo está lleno de dioses. Nadie veía esos dioses, pero él sí los veía.
Nadie veía el hongo Penicillium Notatum, pero Fleming si lo veía. Nadie ve que las rocas sobre las que camina todos los días son ígneas pero el geólogo sí las ve. Nadie media
la longitud de onda y su velocidad de las ondas electromagnéticas, pero Marconi
si las midió.
¿Tales veía dioses en todas
partes? Mi limitación niega la capacidad de otros. El monoteísmo sólo puede ver
un dios. Tales si tenía esta capacidad de ver los 360 grados del círculo.
El pensamiento de Tales se
proyecta a que lo verdaderamente real es independiente del tiempo, por lo que
siempre se es, más allá de los procesos de la fenomenología. Algo así como un
antecedente de la cosa en si del idealismo
trascendental kantiano.
Con los años nos llenamos de arrugas,
caminamos encorvados, se nos caen los dientes, el pelo se pone blanco y, sin
embargo, hay algo en nosotros que no envejece. Somos perecederos y a la vez no
estamos en el dominio del tiempo. Es la frase de Tales: Es lo mismo estar vivo
que estar muerto,
Hay algo en nosotros que no
envejece.
Huehueteotl dios del tiempo. Cultura Arcaica, suroeste del Valle de México.
Foto de Armando Altamira
En otro aspecto Tales es un paradigma.
Se tiene la idea que, por andar tras la verdad y la libertad, los filósofos no se casan, ni se arrejuntan.
Hay excepciones. Sócrates tuvo dos mujeres,
una muy chismosa y la otra muy filósofa. San Agustín, antes de convertirse al cristianismo,
era filósofo por vocación y por profesión, vivía con una mujer y hasta tuvieron
un hijo.
Pero la idea es que una esposa
gruñona y unos niños ruidosos y traviesos cortan el hilo y el pensamiento pierde
de vista a la verdad y la libertad.
Schopenhauer debió agarrar
ejemplo de Tales, pues nunca se casó. Se pasó su vida buscando la libertad y la verdad entre tanta hojarasca que algunos filósofos de
su tiempo esparcieron, particularmente, dice, Schiller, Fichte y, sobre todo,
Hegel, contra el que no ahorra los peores adjetivos: “Hegel es el cabecilla de esa banda de
sofistas, pervertidores de la cultura alemana” (Parerga y Paralipómena).
Cuando la madre de Tales lo instaba
a que se casara, Tales respondía: “¡Es muy temprano!” Los años pasaron y la madre
seguía insistiendo en que se casara, Tales respondió: ¡Ya es muy tarde!
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