Referencias
La expulsión de los españoles de México
(1821-1828).
Harold
D.Sims, Fondo de Cultura Económica, Secretaria de Educación Pública, 1985,
Lecturas Mexicanas número 79.
Pontificaciones, Conversaciones con
Norman Mailer. Editorial Gedisa, S.A. Buenos Aires Argentina.1983
Apuntes de filosofía, Bernal Martínez Gutiérrez,
Editorial Digital, Imprenta Nacional, Costa Rica.
Con sus
particularidades regionales la historia de México es la misma de todo el
continente americano, a partir del siglo dieciséis, con la conquista europea y
sus guerras de independencia en el siglo diecinueve.
SINOPSIS:
Historia
de 4 siglos que comprende 4
momentos:1-conquista del coatepantli azteca por aliados europeos e indígenas en
1521,2-Grito de libertad en Dolores, por el padre Hidalgo en 1810,3-la
expulsión de los españoles en 1828,4-levantamiento general el 20 de noviembre
de 1910.
Una
historia que el pueblo común conoce como cuatro historias casi desvinculadas
una de otra. La realidad es que cada evento dejó secuelas que dieron lugar a la
segunda, a la tercera y ésta a la cuarta, conocida como revolución mexicana.
Esta nota
se centra en la tercera etapa que es la expulsión de los españoles.
El
Teniente Coronel Bernardo Tello recibe, de parte del gobierno mexicano, su
pasaporte de expulsado y en ese momento cae muerto.
Le
seguirán en el proceso de expulsión unos mil 700 españoles. Se quedarán en el
país, por lo pronto, otros 4 mil.
El
episodio de Tello nos da una idea del estrés, como ahora se dice al extremo
sentimiento de angustia, que vivían los que
estaban en situación de ser expulsados.
Quince
años vivieron estos españoles de México un ambiente que se les había vuelto muy violento.
De lo que se conoce como el abrazo de
Acatempan, cuando cesó la guerra entre españoles e insurgentes, en 1821, y el
reconocimiento de España en 1836.
Fue el
tiempo en el que España aceptara por fin reconoce la independencia de México.
Violencia que en momentos cobraba más intensidad por las noticias que llegaban
de que España intentaría la reconquista. O bien por los movimientos pro
españoles internos que buscaban con las
armas volver a retomar la hegemonía, entre ellos, el alto clero de la Iglesia
católica, en oposición del bajo clero que, en numerosos casos, encabezaba en el
campo de batalla esa independencia: Hidalgo,
Morelos, Matamoros…
Este
éxodo comenzó a principios de 1828 por disposición de la ley
del 20 de diciembre de 1827:
“Es mucho el número de coches salidos (de la
ciudad de México) hoy con gachupines, no se tiende la vista por ninguna calle
que no se vea uno o dos carrages cargadas.”
¿Qué
había sucedido en una ciudad, y en un inmenso territorio, en la que por
trescientos años ellos fueron los amos, en la que habían destrozado toda una
cultura milenaria náhuatl, haciendo añicos los edificios del hermoso
coatepantli azteca y en su lugar erigido sus edificios de arquitectura
europea e impuesto con violencia, sus modos de conducta a su antojo y su
religión.
Era algo
más que “un inmenso territorio”.
Eran amos
de dos millones de kilómetros cuadrados de terreno, en lo que va de Yucatán, en
el sur o seis millones si consideramos Guatemala, Honduras, hasta los actuales
estados de Arizona, Nuevo México, Utah, Colorado y Texas. Para no mencionar el
caso de Florida.
Para dar
una idea, la Unión Europea es en la actualidad de 4 millones de kilómetros
cuadrados.
Un solo hacendado
se consideraba dueño de tal cantidad de terrenos, poseía tales riquezas, y
gente esclava, que dos o tres reyes juntos de Europa en esa época.
¿Qué
había sucedido? Era tarde para considerarlo y más para remediarlo. Ahora había
que agarrar el camino del éxodo.
La
historia en el planeta para entonces ya era otra. España había perdido la
fuerte presencia que tenía en países de Europa y los Estados Unidos hacían lo
suyo para acabar con los últimos bastiones del poderío español en América.
El conde
de Aranda, preclaro español con elevado cargo en el gobierno de España, ya
había advertido con respecto a Estados Unidos con toda antelación en el
memorial de 1783:"! Vendrá un día que será gigante, un coloso temible en
esas comarcas", pero ni españoles (en su tiempo) ni mexicanos (estos llegado su tiempo) le
hicieron caso.
España,
no obstante, se cerraba al reconocimiento de esta nueva realidad. Se considera
que de haber enviado el reconocimiento
de la independencia de México (como lo haría quince años más tarde, ver Madam Calderón de la Barca, Editorial
Porrúa, México), el asunto de los españoles, no obstante el resentimiento que
con su vesánica actitud provocaron durante tres
siglos, las aguas no se levantarían más allá de un oleaje.
Por lo
general la nobleza del mexicano supera a su bestialidad.
En el
camino del destierro hacia el puerto de
Veracruz sufrieron de sobresaltos no ya por los contarios
políticos sino por los ladrones comunes que los despojaban de sus pocas
pertenecías que habían logrado llevar:
“Las desgracias de los españoles que partían
eran muchas. No era raro que alguno de ellos fuera robado o hasta asesinado en
el camino de Veracruz…Algunos españoles que lograron abordar su barco, no
llegaron a su destino. Por ejemplo, los 82 pasajeros y tripulantes que se
encontraban a bordo de la corbeta francesa Paquet
N° 3,que zarpó de Veracruz el 3 de abril, fueron sanguinariamente
asesinados por el pirata Pájaro Verde mientras navegaban rumbo a
Burdeos.”
Para recorrer
los caminos de la ciudad de México,
hacia el este, a lo largo de 500 kilómetros, hasta el puerto de Veracruz, debían
cruzar, la elevada cadena montañosa nevada
por el poblado de Río Frío (2,980 metros, 9,777pies o por Ituhalco 3,687 metros,
12, 096 pies) entre los volcanes Iztaccihuatl y Popocatépetl, cumbres nevadas de
más de cinco mil.
Iztaccihuatl (5,230m) y Popocatépetl (5,426m), vistos desde la Ciudad de México.
El puerto entre las dos montañas se llama Ituhalco (3,600m).
Era uno de los caminos hacia el Puerto de
Veracruz. El otro va por Río Frío, a la
izquierda de la Iztaccihuatl.
Foto de
Notimex, tomada de Internet
Pillaje, resentimientos
y sed de venganza por mil atropellos sufridos contra las poblaciones indígenas,
violencia racial y política, se desataron a lo grande contra los expulsados. Ya
desde los días de Hidalgo en Jalisco jóvenes españoles eran llevados a una
barranca y acuchillados como animales en el silencio de la noche.
Se
confirmó una vez más la antigua lección de historia que los excesos de la primera generación de
conquistadores la paga, y con creces, la
última generación de sus connacionales cuando esa conquista llega a su fin.
Todo lo
que oliera a conquista quedó grabado en el inconsciente del pueblo mexicano,
incluidos Cristóbal Colón e Isabel la Católica. Carente de toda disposición de
dialogo, y a la sombra de la vesania, la conquista religiosa, como veremos,
adolece también de graves faltas.
En
octubre de 2021 América latina (también parte de la población anglo en Estados
Unidos) se decidió a derribar estatuas de Cristóbal Colón. Incluido México. Una
nota de Diego Flores, aparecida en Internet el 13 de octubre del 2021, resume
lo que a la sazón apareció publicado en los medios
“El 12 de
octubre se conmemora la llegada de Colón al continente Americano, ese día su
estatua se verá en cenizas por haber masacrado y esclavizado brutalmente a los
Indigenas.
Ira
desatada contra las estatuas de Cristóbal Colón en América latina han sido
derribadas, decapitadas y pintadas de rojo que simboliza la sangre derramada de
Indigenas en diferentes ciudades que fueron brutalmente asesinados y apropiados
sus recursos naturales”
Viñeta
publicada en los medios el 9 de octubre de 2021.Dias después, en efecto, sería
derribada.
El mar de los Sargazos, del Océano Atlántico, se le conocerá como la Ruta del Éxodo Español. Un siglo más tarde (111 años) cientos de españoles cruzarán de nuevo estos paralelos oceánicos en otro éxodo tan penoso como este, pero ahora en dirección contraria, del este hacia México, expulsados de España por sus mismos connacionales.
Sin
embargo de todas las barbaridades que se cometieron contra los expulsados, es
una perversa distorsión de algunos historiadores
comparar este suceso del siglo
diecinueve, en México, con la revolución francesa. Es querer meter con
calzador el águila azteca dentro del
gorro frigio. ¡Esos historiadores!
Ya Norman
Mailer había advertido cuando dice que
si quieres saber de historia leas novelas y si te interesa la novela leas
historia. De tres mil notas sobre su escritorio, dice, escogen treinta y así arman su historia pintada de un solo color.
Lo hemos
dicho con mesura.
Mailer no
se anda por las ramas: “Cuando uno conoce los vacíos y arreglos con los
cuales los historiadores escriben su
historia, trabajan sobre diez mil hechos y seleccionan trescientos que les parece bastantes
para ilustrar las cosas, por mucho que a eso se le llame historia todos sabemos que es ficción. La señal del gran
historiador es su capacidad como gran
escritor de ficción…La historia no es historia, sino una serie de novelas inmensamente sobrias que han escrito unos hombres
que no suelen disponer de gran
talento literario y tiene mucho menos
que decir del mundo real que los novelistas. Se trata de un descubrimiento
perturbador: los historiadores no tratan con los hechos
sino con las hipótesis que desarrollan
en relación a una serie de datos
aislados”.
Schopenhauer
coincide en todo con Mailer en esto de la historia y los historiadores,
escribió dos siglos antes: “Los modernos, con
pocas excepciones convierten casi siempre la historia en un montón de basura o
en una guardilla trastera, donde se amontonan objetos inútiles.” Libro
Tercero, Cap.LI, El mundo como
voluntad y representación)
George
Santayana, el filósofo español-estadounidense, luego de hacer una serie de
consideraciones sobre la dudosa labor de los historiadores, anota: “ Todo esto
es descarada ficción; y su valor, si alguno tiene, está exclusivamente en la
elocuencia, la sabiduría o la información incidental que encontramos en el
historiador. Tal historia puede escribirse con ventaja en verso, o llevarse a
escena, su virtud no es de ningún modo
ser verídica, sino estar bien inventada”. (Diálogos
en el Limbo)
¿Guillotina
en México? Aquí el “corte de cabezas” lo sufrieron no los de hasta arriba
sino los españoles pobres que no tenían
recursos para moverse hacia otros estados donde el sentimiento antiespañol era
menos fuerte.
Un “corte
de cabezas” entre comillas porque las familias de los desplazados no fueron
abandonadas por completo por los mexicanos. Sims relata el caso del gobierno de
Oaxaca:
“El
gobierno de Oaxaca, y su legislatura dominada por los escoces (logia pro
española) sentían compasión por las esposas e hijos de los españoles forzados a salir por las
leyes locales y federales de expulsión.
El 31 de enero de 1828 la legislatura
ordenó al gobernador que elaborara una
lista de las familias que vivían en la pobreza
como resultado de las expulsiones, y que pagara una pensión diaria de
dos reales(a las esposa sin hijos o con uno solo) cuatro reales (a las que
tuvieran tres o más descendientes).
¡Imaginemos
a los jacobinos de la revolución francesa pensionando a las familias, en
Francia, de los aristócratas en el
exilio! ¡O a los dirigentes del Frente Popular español, de 1937, ayudando con
despensas y pensiones a las familias de los
fascistas caídos en combate!
Eso de
Oaxaca ni Edipo, gran descifrador de enigmas, podría explicarlo.
Los
españoles ricos (sucede con los ricos en todos los tiempos y en todos los
paralelos y lo vimos en las dos guerras mundiales del siglo veinte) con toda
anticipación agarraron sus fortunas y volaron para Europa o para Nueva Orleans
(todavía no de Estados Unidos).Dejaron tras de sí un caos que se le vino encima
a sus connacionales pobres. Luego esos mismos ricos, ya a salvo en el exterior,
hablaran de las barbaridades que los mexicanos cometieron con los españoles
pobres.
Sims pone
como ejemplo de lo anterior de los ricos
que se ponen a salvo:
“el
conspirador Aviraneta y el comerciante Rivas pagaron cada uno cien pesos por
pasaje de primera clase de Veracruz a
Nueva Orleans en el barco ingles Hibernia,
a principios de 1828.”
“Muchos
barcos estadounidenses, británicos y franceses se dirigían a Veracruz para
llenar sus cabinas con españoles que partían al exilio en Nueva Orleans, La
Habana o Europa. Los barcos extranjeros preferían llevar pasajeros que carga:
podían tener mayores utilidades llevando españoles a los Estados Unidos o a La
Habana que trasportando mercancía a Europa.”
Nueva
Orleans, por quedar tan lejos de la ciudad de México, se había convertido en el
punto de reunión de los conspiradores que preparaban con las armas en la mano
la reconquista:
“Los
funcionarios españoles emprendieron entonces una campaña efectiva cuyo centro
fue Nueva Orleans para reclutar y trasportar a La Habana (todavía de España) a
los emigrados españoles, como preparación para un futuro intento de reconquista de México.”
Y más
adelante:
“Los
españoles refugiados en Nueva Orleans se
convirtieron en una nueva fuente de
conjuras y por ello, en un nuevo problema para el gobierno de México. En 1828
existan proyectos entre los
exiliados en el extranjero para realizar
expediciones filibusteras contra la costa texana (todavía de México), y se
hicieron intentos de establecer una cabeza
de puente española sobre la costa
del Golfo de México y de apoderase de la fortaleza de San Juan de Ulúa una vez más.
Santa
Anna, “el maldito innombrable” de la historia mexicana”, había logrado
desalojar a los españoles de su hasta entonces
conquistada “banderita de Flandes”. Ahora querían recuperarla
Este
intento de reconquista, en efecto, se
llevaría a cabo. Pero, el contexto ya era otro. En comparación con el encuentro
de los conquistadores del siglo dieciséis, con armas modernas para ese tiempo,
cañones, pólvora, arcabuces, caballos, virus letales, miles de indígenas incondicionales,
peleando contra lanza y macanas de los aztecas.
Ya para la guerra de reconquista los mexicanos tenían las mismas
armas que los españoles, el soldado español montado sobre un caballo había
dejado de ser un dios centauro , poseían
resistencias virales contra lo traído por los españoles, ya no contaban con
tribus incondicionales.
Ya el
romance con los españoles se había acabado cuando los aliados indígenas, destructores de su misma
cultura ancestral, de su religión y de sus pirámides, fueron convertidos en
esclavos de las tiendas de raya de los hacendados.
El intento fracaso muy desafortunadamente a manos
de Antonio López de Santa Anna. Tan vergonzosamente que el general español, que
dirigía el ataque, se fue a vivir a Estados Unidos y jamás regresó a España.
No
obstante este descalabro, españoles del
estatus medio encontraron muchos de ellos el medio de defenderse no sólo de
permanecer en México sino buscando la manera de recuperar la hegemonía militar,
política y económica.
En tanto
el congreso de la capital se ponía de
acuerdo con los términos de expulsión en una ley general, cada estado elaboraba
su propia ley, unas muy virulentas contra los españoles y otras protectoras.
Los que
pudieron se desplazaron hacia otras provincias del país. Recurriendo a
políticos contrarios a la idea de expulsión. Y teniendo a algunos periódicos de
la logia escocesa que protestaban contra
los yorkinos, que era la logia que buscaba a toda costa sacarlos de México:
“El
gobierno estaba seguro que los españoles
apoyaban a los revolucionarios con su dinero y consecuentemente, en la
ciudad de México se hicieron entonces esfuerzos extraordinarios para expulsar a
los peninsulares.”
Durante
tres lustros, a partir de 1821, España
no hizo nada, deliberadamente no hizo nada,
por buscar paliar el golpe de los
españoles en México sino, como anotamos, todo lo contrario. Que reinara el
caos para encontrar tierra fértil de
apoyo a la reconquista. Entretanto, quedaron estos españoles, como se dice, siendo la
carne del sándwich: triturados entre el gobierno español y los yorkinos. Por lo
mismo, gran parte de la sangre española que corrió entonces en México se le debe imputar a España.
“los
expulsados españoles que llegaban a Filadelfia tenían grave urgencia de obtener
ayuda de alguna fuente. El cónsul general de Francia informó en marzo que
numerosos exiliados españoles, después de haber sido abandonados por su propio
cónsul se dirigían al consulado francés en busca de ayuda”.
Los
yorkinos sin duda que cometieron excesos por ese deseo (aquí si a semejanza de
la revolución francesa: quitarles el mando político, el militar y quedarse con
los mejores contratos y puestos burocráticos
manejados hasta entonces por el gobierno español) de desquite que bullía
en el inconsciente colectivo del pueblo en revancha por todas las carnicerías y
persecuciones de que fueron objeto los grupos étnicos a partir de la conquista
en el siglo dieciséis.
Sin embargo
los españoles del estatus medio que
ocupaban los mejores puestos en la política y en el ejército ( y que no había
tomado parte en algunas de las conspiraciones contra el gobierno), fueron
removidos pero en tanto España no reconociera la independencia de México sus
sueldos se les seguirían pagando. Si era expulsado pero dejaban familia en el
país con mexicanas, podían cobrar en el extranjero medio sueldo.
Además
los españoles casados con mexicanas en general no fueron objeto de persecución
ni de expulsión.
¿No está
por demás insistir: ¿podemos imaginar a los jacobinos de la revolución francesa
enviando sus sueldos a los aristócratas en el exilio? ¿O a los bolcheviques
procurando paliar la pobreza de los familiares de los zares ya depuestos?
Son universales
normas de convivencia del espíritu del
mexicano, ajenas al entendimiento del historiador que se va por los lugares comunes como cualquier
diletante.
El
movimiento de independencia consignado en Los Tratados de Córdova, de tono
católico, pronto se volvió secular y en momentos jacobino. Y los sacerdotes
españoles peninsulares fueron reemplazados, a señalamiento del obispo, por
sacerdotes americanos:
“Entre
las ordenes que eran menos “españolas” se encontraban los agustinos, que eran
mexicanos en un 92.5 por ciento, y los mercedarios, en cuyas filas sólo había
un español.”
En
realidad fue el momento, con el argumento de expulsar a los sacerdotes
peninsulares, en que el proceso de secularización empezaría en la vida de México.
Medida sana como recurso dialectico con lo religioso. Pero que en ocasiones
perdería la tolerancia.
El movimiento
levantaba una polvareda que envolvía a los activistas escoceses y yorkinos, a
los representantes de los gobiernos
extranjeros en México y al alto clero.
Sims hace
notar “la hostilidad que existía entre los diplomáticos europeos y el
plenipotenciario (Poinsett) de los Estados Unidos.”
Empero, todo
esto fue menos que inútil. Con el tiempo, los que lograron escapar al éxodo y
se quedaron a vivir en México, no aprendieron la lección de historia. Mejor
dicho, hicieron una mala lectura de esa lección.
A la
nobleza de espíritu la consideraron miopía. Y es lugar para considerar el
esfuerzo que el mexicano tuvo que desarrollar entonces para no liberar sus
instintos bestiales que, insistimos, también forman parte de su ser.
Así es
como termina el libro de Sims. Se reagruparon de la mejor manera para no volver
a ser sorprendidos y en cambio defender la tradición.
¿Pero
cuál tradición? ¡La de su estatus! La tradición del darwinismo social. La que
había empezado con los conquistadores del siglo dieciséis: la tradición de la
destrucción y la esclavitud por medio de las tiendas de raya de las haciendas.
En las que se practicaba, como un credo, todo lo contrario de lo que se conoce
desde la antigüedad griega con Sólon, su autor, como la ley sisactia (sisactia
significa condonación de las deudas).
“Los que
quedaban pronto, muy pronto aceptaron el desafío y buscaron el modo de defenderse.
Los que en el decenio de 1830-40 surgieron como defensores de los fueros
tradicionales y de las propiedades de la
Iglesia, eran gente decidida a impedir en el futuro cualquier ataque sobre los
derechos y privilegios heredados de la tradición.”
No la
tradición del pueblo mexicano con su cultura milenaria y sus necesidades enormes
de comida, vestido, educación y cultura.
Rescatar
una tradición que legitimaba la conquista haciendo aparecer las practicas, reales o inventadas, del pueblo
conquistado como asesinos y caníbales. Adjetivos que aparecen en las Cartas de
Relación que Cortés escribía y enviaba a su rey refriéndose al modo de vivir de
los aztecas.
Los frailes, buscando desterrar la “idolatría”
para imponer el cristianismo, respaldaban lo que Cortés decía y agregaban que
las tales imágenes de los dioses mexicas eran representaciones del demonio.
Sahagún y Durán lo repiten. Así pues, los mexicanos eran asesinos, caníbales y
satánicos.
Tiempo
después, en el siglo dieciocho, nacería en el seno del mismo pueblo europeo, el
que sería uno de los más grandes pensadores de la cultura occidental. Él diría
lo siguiente, hablando de los valores morales y de la virtud, tan caros al cristianismo:
“El mismo
grado de perversidad puede demostrarse en una nación groseramente entregada al
asesinato y al canibalismo que en otra que cultive la fina intriga cortesana,
las persecuciones e infamias de todas clases disfrazadas elegantemente; el
fondo es el mismo en ambos casos.” Schopenhauer, Libro Cuarto, Cap. LXVI El mundo como voluntad y representación
El
sacerdote azteca levantaba el cuchillo de obsidiana para abrir el pecho y sacar
el corazón del prisionero de guerra. Los españoles y frailes quemaban en la
hoguera a gente pacífica bajo el cargo de idolatría. ”Por esta cruz te
salvaras” le decían al moribundo ya entre las llamas.
Kant al
principio del prólogo de la Crítica de la
razón pura, la de 1781, refiriéndose a la metafísica:
“Su dominio empezó siendo despótico bajo la
administración de los dogmáticos”.
Y tanto
que al tiempo que el poder civil hacia morir en las fauces de los perros al que
se resistía a creer en la cruz, los frailes los hacían perecer en la hoguera.
Para los
escépticos: En el lado sur de la Alameda Central, de la Ciudad de México
(oficialmente se escribe con mayúscula para indicar que se trata de la capital
del país para distinguirla de las otras ciudades), hay una placa que indica el lugar
exacto donde tenían lugar estas cremaciones. Se le conoce como El Quemadero.
Primeramente quemaban mexicanos que
persistían en adorar, según el nombre y
el avatar icnográfico, de Tezcatlipoca, como venían haciendo desde tiempos
antiguos.
Posteriormente
también se quemarían ahí a judíos que se aferraban a su creencia en la Torá.
La
perversidad, de la fina intriga cortesana, como escribe Schopenhauer, que a la sazón llenaba los corredores de la
Corte de España, y parte de ello los príncipes de Roma, la pone de patente la
misma persona de Cortés que vivió un calvario para que se le reconociera sus
méritos de la conquista de México-Tenochtitlan (a esa altura de los tiempos, de
los tlaxcaltecas ni mención).
Al final
obtendría el título de consolación de Márquez del Valle de Oaxaca, valle que nunca
conocería siquiera. Y un escudo de armas. Lo que no salvó de morir de hambre a la misma madre de Cortés
aherrojada en el pueblo de Texcoco como prisión.
Un
estatus social, solipsista, es solo una pequeña parte del todo. Es jugar
su peligroso juego al margen de los
demás estatus o, como ahora se dice, clases. Muy pronto se vería en México cuan
peligroso es ese juego.
Ahora
recién tenían los mexicanos dos grandes y bellas culturas, la suya de los soles teotihuacanos y
la de la Paideia griega. ¿Pero de qué servía si ni siquiera sabían leer por
carecer de escuelas públicas para el pueblo?
Sería
hasta el 25 de julio de 1921, que el
presidente Álvaro Obregón decretó la creación de la Secretaría de Educación
Pública (SEP), “medida que fue aprobada por unanimidad en la Cámara de
Diputados. Posteriormente, el 3 de octubre del mismo año, fue publicada en el
Diario Oficial de la Federación (DOF).”
Exactamente a 400 años de la conquista y a 100
años de la independencia. ¡Tiempo en
que, por extraños y por propios, a la
educación del pueblo no se le dio ninguna atención o se le combatió con la
indiferencia! ¡Un pecado de omisión muy grave de los políticos de entonces, y
de la Iglesia, que pronto pagarían caro!
Eurípides,
Cicerón, Epicteto, Shakespeare, Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Domingo
de Guzmán, San Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Francisco de Asís,
Cervantes y otros, eran absolutamente
desconocidos para esta gente.
Ni qué
decir de las corrientes de filosofía que
estaban en su apogeo en ese siglo diecinueve en Europa: Kierkegaard, Montaigne,
Schopenhauer, Goethe…¿Cómo se puede alimentar al espíritu así? ¿Cómo se nutre
el espíritu alejado por la fuerza de sus representaciones propias de la Divinidad
Nanahuatzin-Tezcatlipoca y Chicomecoatl? ¡La espada y la cruz lo habían
mutilado todo en el siglo dieciséis!
Ahora
tenían una gran religión pero por haber sido impuesta a la fuerza por los
conquistadores y por los frailes, siempre fue mal comprendida y peor
practicada. Para los católicos mexicanos, que creen que estamos exagerando,
tenemos la siguiente nota que se refiere a conceptos expresados en estos días por el papa:
Una nota
del otoño de 2021:
“El papa
admite errores en evangelización por imponer solo un modelo cultural
Agencia
EFE
mié, 13
de octubre de 2021 3:54 a. m.
Ciudad
del Vaticano, 13 oct (EFE).- El papa Francisco admitió que se cometieron
"errores en la historia de la evangelización queriendo imponer un solo
modelo cultural" que llevaron incluso a guerras, durante su catequesis de
la audiencia general celebrada hoy en el aula Pablo VI del Vaticano.
Reconoció
que "son muchas las tentaciones de querer imponer el propio modelo de vida
como si fuera el más evolucionado y el más atractivo" y admitió:
"¡Cuántos errores se han realizado en la historia de la evangelización
queriendo imponer un solo modelo cultural!".
"A
veces, no se ha renunciado ni siquiera a la violencia para que prevalezca el
propio punto de vista, incluso guerras. De esta manera, se ha privado a la
Iglesia de la riqueza de muchas expresiones locales que llevan consigo la
tradición cultural de enteras poblaciones", reconoció Francisco asegurando
que esto es "lo contrario de la libertad cristiana".
En breve,
solo noventa años más adelante, la
Iglesia pagaría el precio de no haber enseñado, en esos tres siglos de la
colonia, filosofía y teología al pueblo (a ese pueblo, 90 por ciento de la
población, compuesto, como dice Fray Bernardino de Sahagún, de “maceguales y
gente baja”).
Las masas
de esclavos de las tiendas de raya de las haciendas, sólo conocían, mal conocían, el catecismo de
Ripalda. Eso es lo que la Iglesia, y los centros de investigación académica, incluso
universitarios, llaman “la evangelización de América”. Se refieren al diez por
ciento de la población, no al noventa por ciento.
Ya a
pocos años de caído México –Tenochtitlán los frailes festejaban el triunfo de
la cruz por haber convertido al
cristianismo a millones de indígenas. Una reflexión: Esos millones de indígenas
ni entendían el idioma español ni los españoles, salvo excepciones, habían
aprendido a hablar como los naturales (más de cincuenta etnias con sus
diferentes dialectos).Se publicaron algunos
catecismos en lenguas nativas para los hijos de los caciques indígenas
burócratas al servicio de los hacendados.
Bernal
Martínez Gutiérrez en su obra Apuntes de
filosofía, menciona esta doble labor de destrucción y reconstrucción de la
Iglesia. Se refiere al papel dominante
de la Iglesia en el periodo europeo de la Edad Media, en el contexto social del
feudalismo:
“La
Iglesia católica, en franca alianza con el Imperio, dominarán las vidas de los pueblos,
sometiéndolos algunas veces al avasallamiento y a la tortura.” Para en seguida
anotar:
“Pese a
todo, aquella centralización divina favorecerá instituciones como el monacato,
la vida contemplativa, las ordenes mendicantes y el nacimiento de no pocas
órdenes religiosas que intentan una reforma espiritual de la institución desde
dentro.”
En otras palabras el pueblo del 90 por ciento
carecía de vitaminas culturales para saber convivir, con el sano laicismo, y prevenir el jacobinismo que después se vino encima.
Ya desde
entonces el cierre de las iglesias, en el país, y la prohibición de la
religión, tocaban a sus puertas.
Como
resultado de esa analfabetismo muchos
serían lanzados a la guerra a favor del jacobinismo sin saber de qué se trataba
éste y otros muchos a defender lo
religioso sin tener conciencia de lo que estaba defendiendo sino movidos, ambos
bandos, por el ciego fanatismo.
Para
filosofar se necesita la duda a través de la cual se busca la certeza. Para
creer en la Divinidad se requiere una fe que es dotada desde el cielo mismo, no
porque se tiene enfrente una presencia punitiva. Pero nada de esto, Filosofía y
Teología, caben donde se hace todo para
que no haya libertad para pensar.
En rigor,
laicismo no es una meta en si. Más bien se trata de un camino para llegar a un
fin. Este fin es el Humanismo. Humanismo es donde el individuo puede vivir con
toda libertad de pensamiento en el universo de las ideas y las artes tales como
la filosofía, el teatro, la literatura... Cómo se anotó, aquí solo se mal conocía
el catecismo de Ripalda.
Ya en
pleno siglo veinte, cuando las naciones habían agarrado el pulso de los nuevos tiempos, los mexicanos seguían de esclavos de la tienda de
raya de las haciendas, analfabetas y descalzos.
Era la
evidencia que el discurso prerrevolucionario, que insiste en la igualdad de los
hombres, ya en la praxis posrevolucionaria, esta igualdad queda como antes de la
revolución.
En
realidad, insistimos, a la postre todo
quedó colgando de un hilo. La expulsión
de los españoles fue muy a la mexicana. Los odiaban, pero en algunas provincias
adyacente al Valle de México, no tanto.
La gran
cultura occidental que trajeron los españoles y los grandes centros de
enseñanza que fundaron recién la conquista (Tlatelolco, San Ildefonso en la
ciudad de México, Colegio San Nicolás Obispo de Valladolid, Michoacán y cuya
literatura llena las bibliotecas universitarias) fueron pensando en los hijos de los
conquistadores y en las familias de los grandes caciques indígenas al servicio
de los españoles. Pagando así los servicios que habían prestado en la guerra de
conquista y destrucción de México-Tenochtitlán.
“Quinientos
años de Resistencia indígena” es el slogan oficial y popular que se oye en
septiembre del 2021 en México.
Si todas las etnias (excepto las etnias del
norte que combatieron durante un siglo todo intento de conquista dirigida por
españoles y ejecutada por sus incondicionales aliados del principio) se unieron
al español contra México-Tenochtitlan, en el siglo dieciséis, la lectura del
slogan es un reconocimiento a que los
mexicas fueron los únicos en el centro-sur que resistieron contra la invasión
europea.
La
esclavitud sufrida durante trescientos años hicieron que se reconociera el error
y ahora los otrora enemigos del azteca
se arropan bajo el gentilicio de los
mexicas, mexicanos. Arropamiento que
viene siendo un reconocimiento al heroísmo
azteca que cayó en defensa de la original y milenaria cultura náhuatl.
Todas
estas etnias adversas fueron utilizadas de inmediato por el español para que
destruyeran las pirámides del centro
ceremonial azteca que estaba rodeado por el gran coatepantli o muro de las serpientes, muro de
Quetzalcóatl.
¡Y también las propias pirámides de los
aliados de Cortés con cuyas piedras y losas
construyeron las iglesias católicas conservando la fachada la
orientación solar hacia el poniente! Acto seguido vendría la explotación de las minas para cargar los
barcos de oro y plata rumbo a España, fenómeno que, sabido es, dio pie a la aparición de piratas, bucaneros y
corsarios.
Aquí
empezó la resistencia indígena, hace quinientos años.
Coatepantli
de los aztecas
La
traumática situación vivida ochenta años atrás no fue suficiente como para
enmendar la actitud hacia el pueblo de los maceguales.
Al contrario, se dio un acercamiento
entre los altos mandos mexicanos, ya independientes de España, y el alto clero, con los hacendados que había logrado evadir la
expulsión.
Ese
“borrón y cuenta nueva”, dicho en otras palabras, era hacerse cómplice esos
mexicanos del genocidio sufrido por las etnias durante tres siglos por los
españoles, decir: “Hicieron bien en casi
exterminarlos, esclavizarlos y marcarlos con hierro candente en la cara
y en llevarse todo el oro y la plata que
pudieron, y quemar vivo al que se resistía creer en Jesucristo” o ser devorado
vivo por los perros de los españoles.”
Todo eso,
la existencia de las tiendas de raya en México, para los primeros años del
siglo veinte, es una realidad patente que tanto esa influencia de Rousseau que
influyó en el desarrollo de la ideas de los héroes mexicanos de la
Independencia, como por otra parte el cristianismo que ya llevaba siglos, todo
eso yacía a buen resguardo en los anaqueles de los intelectuales. El campesino
seguía de esclavo de las haciendas.
Es posible que las revoluciones de emancipación de España, en otros países de América, tengan su maternidad en la revolución francesa. Es el caso, por ejemplo, que Martínez apunta de tres pensadores distinguidos (uno de ellos, considerado el primer filósofo de ese hermoso país, Fray José Antonio De Liendo y Goicoechea) costarricenses "bebieron" de las fuentes de la Ilustración y el enciclopedismo de Rousseau y Voltaire, lo mismo que se adelantaron a los "aires" del liberalismo en América."
En México se trata de una labor
de pastillaje (técnica muy estudiada en arqueología que consiste en ir
adhiriendo elementos a una pieza de cerámica ya hecha) que los historiadores
han ido agregando a la autenticidad de lo mexicano.
De aquí
parte el mito, muy socorrido por algunos historiadores, que tanto la guerra de
Independencia, como la revolución mexicana, alimenta sus raíces de la
Ilustración europea. ¡Un colonialismo cultural más sobre el mexicano!
Cinco
millones de adoradores de la Virgen de Guadalupe que llegan, cada 12 de
diciembre, a su basílica en el norte de la Ciudad de México, cifra no superada
por los devotos que van a Roma, Fátima, y Lourdes, juntas, nos hablan de otra historia. Son halitos de
vida y espiritualidad que vienen desde muy lejos en el tiempo con el códice de Chicomostoc, Chicomecoatl. Pero esta es otra historia. No apta para católicos
del catecismo de Ripalda.
Un
acuerdo, una actitud dialéctica, entre
los antagónicos de poder, siempre es bienvenido en nombre del bienestar del
pueblo. Esa fue, al menos la intención, del famoso abrazo de Acatempan, en el
que realistas e insurgentes se dieron la
mano para dar por terminada una lucha que ya llevaba
dos décadas. Ese sería la actitud de España cuando tres lustros más tarde al
fin decidió reconocer la independencia
de México.
Y esa es
la misión de los príncipes de la Iglesia católica, estar en el mundo, en otras
palabras, cerca de los poderes, ser parte de los poderes, con la misión de paliar
el sufrimiento de los pueblos y, en la
posibilidad de las circunstancias, hacer por desterrar su pobreza económica. Si eso no se
da…
Cuando
ese acercamiento es en perjuicio del pueblo, es cuando recibe el feo
calificativo arriba anotado.
Cincuenta
etnias en México siguen viviendo, para
2021, sus costumbres y sus ritos ancestrales a lo largo de todo el país. Lo que
se conquistó en el siglo dieciséis
fueron los grandes centros de poder, cultura y población y el más
importante de todos México-Tenochtitlán.
En otras
palabras, el México precristiano no fue borrado. Sigue vivo. Pero también en el
abandono por extraños y propios, “por los siglos de los siglos”.
Y hubo periodos, en el siglo diecinueve, de los gobernantes mexicanos, que persiguieron
con saña a etnias del norte con la misma vesania que tres siglos atrás lo
hicieron los españoles. Despojar las
tierras y agua a las tribus y
“blanquear” la piel de los étnicos era la idea. Su ejército sirvió para emprenderla
contra los campesinos de Jalisco, Michoacán y Colima o contra los indios mayos, tarahumaras,
huicholes, otomís, mayas, etc. (ver La
Frontera Nómada, de Héctor Aguilar Camín, editado por Siglo XX 1, México,
1977).
Sí, dos
genocidios. El primero ejecutado por los conquistadores y el segundo por
algunos gobiernos de mexicanos ya independientes de España.
Si bien
la antropología social profesional e institucionalizada nació en México en 1917
con Manuel Gamio, sería hasta el
3 de febrero de 1939, por mandato del
presidente Lázaro Cárdenas, que se fundaría el Instituto Nacional de
Antropología e Historia. Una
dependencia del gobierno federal de los Estados Unidos Mexicanos.
A ochenta
años de gobiernos ya mexicanos, y de aquel sangriento 1828, el noventa por
ciento de los mexicanos eran analfabetas, andaban descalzos y vivían en chozas.
Los hijos heredaban la deuda que el español hacendado había anotado en las
tristemente tiendas de raya que cada hacienda tenia, esto, como se ha anotado,
con la venia de gobernantes mexicanos y
con el silencio de la Iglesia.
Texto original de esta fotografía: "Durante el Porfiriato se extendieron las llamadas tiendas de raya, lugares donde los obreros y campesinos estaban obligados a comprar e incluso se endeudaban para siempre."
Foto tomada de Internet
El niño mexicano recién nacido en esos tiempos
ya tenía que pagar dos deudas: una deuda en la tienda de raya del
hacendado y otra deuda en la
iglesia con el nombre de “pecado
original”. Dos deudas que, obvio, él no había contraído, pero se las habían
endosado. ¡Y a su vez, las heredarían sus hijos y sus nietos y, por lo pronto, hasta más allá de la quinta generación!
De la
primera no había modo de librarse o iría dar a la prisión del San Juan de Ulúa,
de donde ya no se regresaba y al morir, o si ya estaba muy enfermo, se arrojaba a los tiburones.
El que
conoce esas celdas sabe que los presos no tardaban mucho tiempo en enfermar.
Las celdas fuero diseñadas para ser inundadas a medias cuando sube la marea.
Las terribles mazmorras, de las prisiones europeas durante la Edad Media, serían un hotel de lujo en comparación con
estas celdas de “la muerte rápida” de San Juan de Ulúa.
De la
segunda, si el individuo se alejaba de
la Iglesia, al morir iría a dar al infierno. De modo que era ineludible cumplir
con la hacienda y con la Iglesia.
Labor de pastillaje porque en la cosmovisión del
pensamiento étnico mexicano tal “pecado original” no existe.
Palabras
de Rousseau:
“Aun
admitiendo que el hombre pudiera
enajenar su libertad, no pude enajenar la de sus hijos, nacidos hombres y libres.
Su libertad les pertenece, sin que nadie
tenga derecho a disponer de ella.”
A siglo y
medio de haberse publicado el Contrato
Social (1762) toda esa influencia de Rousseau, que dicen los historiadores,
aquí no se veía por ningún lado. Citar a Rousseau como historiador da tono pero
en la realidad es una pura fantasía que llenan esos sendos escritos.
Las
luminosas palabras de: todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, para
nada tomaban en cuenta a los mexicanos del noventa por ciento. Las ardientes
proclamas, de ecos rousseaunas habían sido inclementes para atacar al
despotismo de la monarquía española, pero ahora, ya independientes de España,
políticos emanados de las Leyes de Reforma, y prelados de la Iglesia, tomaban
chocolate y comían tamales en la mesa de los hacendados.
Mañana la
Ilustración levantará la espada contra el Romanticismo (Cristiada) y éste
responderá de igual manera a la Ilustración. Se volverá a leer a Juan Jacobo
Rousseau por un lado y, por otro lado,
el ideario de San Ignacio de Loyola. Por lo pronto, María, sirve más chocolate a los señores y trae otra
fuente de tamales. Mañana, después de la hecatombe, que los historiadores
escriban sus respectivas novelas.
Lo grave
de esta indolencia hacia el pueblo, vendría en los tiempos que estaban por
llegar. Unas masas así, carentes de todo, se precipitan a la primera
oportunidad, a la prosperidad, al tener, que lleva la consumismo. Seguirán
ignorando el progreso, que apunta hacia la evolución universal.
Evolución
en la que el Romanticismo y la Ilustración caben, para bien, dialécticamente en
el alma del individuo. Pues el alma universal del hombre tiene dudas respecto
la existencia del cielo y, a la vez, sabe que el principio de razón es
perecedero a tal grado que vuelve a
levantar los ojos al cielo.
”Negociar”
es la solución dialéctica que en el primer tercio del siglo veintiuno emplean
los sindicatos, y los partidos políticos. ¿Por qué el hombre no podría hacer lo
mismo con todo lo controversial que bulle
en su cerebro? Después de todo, la cultura occidental, el pensamiento europeo,
desde los Presocráticos, es bella porque está hecha a base de tesis y
contratesis.
Para mejor decirlo, se llenaría el desván de
la casa con trebejos y no el alma con las luces de la cultura.
Trabajos
de la antropología académica mexicana de esta época da la impresión que este
atraso es responsabilidad del 90 por ciento de los mexicanos (en especial de
los étnicos y de los mestizos) y no de las condiciones impuestas por los
hacendados. Menudean los adjetivos y la solución es el saber científico,
precisamente cuando no se tenían escuelas.
Así, con
ese bagaje histórico, llegamos al siglo veinte.
Uno del
pueblo se encontraba en la calle a un español, o a un catrín (mexicano cerca
del poder), debía bajarse de la banqueta y no levantar la vista bajo riesgo de
ser escupido o golpeado en la cara por
insolente. O enviado al presidio de San
Juan de Ulúa, islote en el mar, de donde,
dijimos, jamás regresaba.
Y se daba
por hecho, bajo el silencio de la Iglesia, lo que se llamó el derecho de
pernada: en situación de casamiento el primero que se acostaba con la novia era
el hacendado.
La
División del Norte, cruzando el desierto de Samalayuca, en el camino de librar
la batalla final en Zacatecas.
El 20 de
noviembre de 1910, con la toma de Ciudad Juárez, por Francisco Villa y Pascual
Orozco, a las órdenes de Francisco I Madero, empezó el movimiento
revolucionario que se ha considerado como la primera gran revolución popular
del siglo veinte en el mundo.
La prudencia, y el miedo al caos, habían llegado
a su fin. Se desataron las fuerzas bestiales reprimidas durante cuatro siglos en el alma noble del mexicano. En
adelante, parafraseando a Goethe: ¡Ningún crimen me es ajeno!
Niña
guerrillera. La praxis un siglo antes
que en México empezarán las luchas por la igualdad de género. Miles de mujeres
se fueron a los frentes de batalla y en los servicios de apoyo. Se les conoció
como “Las Adelitas”
Francisco
Villa, Pascual Orozco y Maclovio Herrera no eran militares. Eran gente del
campo de la infinita llanura norteña que conocía las montañas, sabían
montar caballos y disparar en plena
carrera, y tenían muy desarrollada la
intuición del guerrillero.
El pueblo del 90 por ciento, vejado durante tres siglos, ahora iba contra los corruptos mexicanos en el poder y sus compadres los hacendados.
Los de la segunda línea no disponen de armas. Esperan...Para pasar al frente.
En tanto los once generales de división del viejo orden huertista, que comandaban la
impresionante columna de trenes del ferrocarril con soldados del gobierno,
trazaban un plan de batalla para controlar el norte del país, la División del
Norte de Villa, compuesta de campesinos,
ya había tomado la ciudad de Torreón, hasta entonces en manos de los
huertista, penetraba las defensas de Paredón y preparaba el ataque decisivo que tendría
lugar en Zacatecas.
Entretanto,
Rodolfo Fierro, de las huestes villistas, para “matar el tiempo”, mataba
prisioneros, personalmente, uno por uno, hasta quedar imposibilitado de la mano
de tanto disparar la pistola. ”Si logras brincar esa barda, quedas a salvo” les
decía, de cientos, solo uno lo logró.
Zacatecas era el último bastión del gobierno federal, y la batalla decidía el resultado de la revolución. Se terminaba o se
prolongaba.
Lo que
siguió, por casi dos décadas, se le
conoce como “Lucha de facciones”, pero esta también es otra historia.
Propiamente
la revolución duró cuatro años, del 20 de noviembre de 1910 al 23 de junio de
1914.
Madero, Villa, Natera y Herrera, iban en
Zacatecas contra los corruptos mexicanos
en el poder y sus compadres los
hacendados.
La
revolución mexicana casi barrió con todo
esa perniciosa connivencia. Casi…
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