BORRACHO: ESTA NAVIDAD NO
SALTES A LAS VÍAS DEL METRO, MEJOR LEE A CARL JUNG EN LA HISTORIA DEL ALCOHOLISMO
Fentanilo, alcohol, etc.=
narcisismo
Referencia: Libro AA llega a la mayoría de
edad
Jung ni siquiera se dio cuenta
que fue pieza clave en la historia del movimiento
que ha salvado a muchos de la patología del alcoholismo.
Es en realidad una antiquísima
labor filosófica de los griegos pero
trasladada al terreno de la psicología del siglo veinte. Cirenaicos=
hedonistas, estoicos= disciplinados y, al final, Anaxágoras, impotente de
encontrar la solución, recurriendo por vez primera, documentada, al deus ex
machina. Es la ruta de la cultura occidental.
Hubo una vez, como en los
relatos fantásticos, allá por el primer tercio del siglo veinte (no se
conserva la fecha exacta), que un hombre
rico, pero muy borracho, fue a ver al Dr. Jung, en la ciudad de Zúrich, Suiza,
para que le ayudara contra el habito de embriagarse. Ya los días de poder,
vino, rosas y mujeres, habían sido
seguidos por amaneceres propios de la Casa de Usher.
Dibujo tomado del libro La psiquiatría en la vida diaria de Fritz Redlich, 1968
Había visitado a otros
psiquiatras pero él seguía bebiendo. Ya tenía la suficiente información que
arrastraba una carga muy pesada de
narcisismo. Le dijeron que Jung era de los mejores médicos y se puso en
tratamiento.
Pero después de algún tiempo
seguía bebiendo. Con toda honradez Jung dio por terminado el asunto, diciéndole
que ya había puesto todos los recursos
de su saber y que no volverían a verse
más. Desesperado el borracho exclamó, preguntó, ¿cómo era posible que eso le
sucediera si él era un hombre de fe.
Las últimas palabras de Jung
fueron”Si es un hombre de fe, aférrese a ello.”
De haberse tratado de un
psiquiatra epistémico, laico y ortodoxo,
como era la situación que corría en la psiquiatría en esa época en Europa, no sólo
lo hubiera corrido a patadas de su consultorio sino que le habría puesto una
camisa de fuerza y enviado al manicomio, por creer en esas cosas ilógicas.
Enfrentado a su aporía, a su alcoholismo sin
solución, no obstante, el borracho no olvidó las palabras de Jung: “Aférrese a
su fe”.
Carl Jung
Jung no volvió a saber nada de
este borracho. Fue como un grito desgarrador que se pierde en la noche, como
una borla que se lleva el viento.
Muchos años después, cuando el
movimiento de Alcohólicos Anónimos se había consolidado y se extendía por toda
la Unión Americana y más allá de sus fronteras, Bill W, uno de sus fundadores,
le escribió a Jung. Refiriéndose a aquel borracho le dio las gracias por lo que
ello significó en el arranque del movimiento para alejarse de la enfermedad del
alcoholismo. Por la respuesta Bill W. se dio cuenta que muy vagamente Jung
recordaba al borracho motivo de la carta.
De alguna manera aquel
borracho, del que ni siquiera se ha conservado el nombre, se dio cuenta que la
Iglesia no era un museo sino una especie de hospital al que acude la gente para
buscar llevar una vida de mejor calidad,
según el caso personal de cada quien.
Puede llevar ese camino de
calidad por el camino de la ciencia médica, y de la ética filosófica, laica,
que son asuntos muy de la fenomenología, pero si la botella es más fuerte que
la ética…¡kaput!
Se infiere que las escuetas
palabras de Jung lo llevaron hacia las regiones donde la conducta tiene que rendir la plaza. Y empieza a restablecer puentes que antes su
solipsismo había destruido. Como haya sido, dejó de beber.
Este borracho le platicó su
experiencia a otro alcohólico, al cual se le conoce como “Ebby, que también dejó de beber. Pero no por otra
cuestión sino porque habían hecho el
trascendental descubrimiento, propio, empírico, que al hablar dos alcohólicos, sin que medie bebida
de por medio, dejan de beber.
“Ebby” tenía un amigo, de los
tiempos de la escuela, con el que se emborrachaba. Se llamaba Bill W. Supo que Bill
estaba metido hasta el cuello en problemas de alcoholismo y, dice la historia,
un día le habló por teléfono (se conserva la foto de la cabina de dicho
teléfono). Le preguntó si podían platicar.
“En este sitio del salón del
Hotel Mayflower en Akron, se tomó la decisión histórica para el futuro de A.A.
Aquí uno de los cofundadores rechazó la idea de tomarse una copa y prefirió
hacer una llamada telefónica que lo condujo al otro cofundador, y de ahí a la
gran cadena de recuperación que se ha extendido por todo el mundo”
Unos meses antes Bill había
caído hasta lo más hondo imaginable del alcoholismo. Después de relatar como
amanecía tirado en la calle, cerca de su casa, recordaría más tarde.”Volvía a
beber, una, dos, tres botellas diarias de ginebra casera. Yo no podía parar y
lo sabía.” Los que lo veían tomar de esa manera
le preguntaban: está usted loco, y él contestaba, desafiante: “Sí, lo
estoy.”
Bill aceptó gustoso de volver a platicar con
su amigo que hacía años que no veía. Con la desconfianza que su amigo ahora
fuera uno de esos afanosos lectores de la Biblia que van por el mundo
anunciando que mañana se acabará todo.
Recuerda:”yo había sido
educado en una maravillosa facultad de ingeniería donde había obtenido la
impresión de que el hombre era Dios”. Para su alivio “Ebby” no hizo nada de
eso. Sólo platico un rato, habló de su antigua vida de alcohólico y regreso a
Nueva York. El resultado fue que Bill
también dejó de beber, con sólo platicar sin la botella.
La primera reflexión que Bill
se hizo del asunto fue esta: “Ebby” se tomó la molestia de hablar por teléfono
y luego viajar desde Nueva York hasta mi casa en Brooklyn. Todo eso requirió de
su parte gastar tiempo y dinero. Fue la
primera vez que Bill, que había sido corredor de bolsa, tuvo la conciencia que
el dinero y la espiritualidad pueden convivir “en el sombrero”.
Luego la historia de AA
arranca de manera decisiva cuando el propio Bill decide buscar a otro
alcohólico, un médico al que se conoce como “Dr. Bob”. A regañadientes éste aceptó
platicar con Bill. Porque platicar significaba dejar de beber aunque fuera por
media hora. Pensó “sólo estaré unos minutos y buscaré dar por terminada la
plática”.
Cuando Bill s e marchó de la casa del Dr. Bob
se había hecho de noche y las horas habían trascurrido sin apenas darse cuenta.
También dejó de beber. Así empezó esta
historia, que se empeña por no ser historia, y sí permanecer por siempre anónima.
En la realidad este movimiento
no arrancó de cero. El pueblo norteamericano tiene a William James, gran pensador, al que se le
ubica tanto en la filosofía como en la psiquiatría, y que de alguna manera su
obra rebota por todos los rincones de Estados Unidos y del mundo y, de lejos o
de cerca, fue permeando el panorama cultural de Norteamérica. Cuando salta el
nombre de Carl Jung, y su labor psiquiátrica, no resulta de
todo ajeno.
El gran Williams James
Y lo que interesa para nuestro relato es que
James, como Jung, no era un psiquiatra epistémico ortodoxo. Su obra, muy
conocida, lleva por título Variedades de la experiencia religiosa.
Sin embargo, tratándose de la
salvación de la patología del alcoholismo, no toda cura es en automático, como en la fenomenología, a
la que una causa sigue un efecto y luego éste en otra causa que va a provocar otro efecto. Lo
lógico es que en el alcoholismo se muere
de alcoholismo. Lo ilógico es que se
evada ese desastroso final.
Aquí también hay una especie
de determinismo con el que los griegos
de la antigüedad socrática ya se habían enfrentado. ¿Por qué unos son virtuosos
y otros nacen provistos de colmillos con su bolsa de veneno? ¿Quién reparte
esas inclinaciones? En el caso del alcoholismo sólo uno, de mil, se queda en
AA.
Por eso se piensa que aquí
también la causalidad se rompe para dar
paso a lo aleatorio. Dicho con una metáfora, AA es como una panadería. Se
necesita que la masa esté en su punto para hacer el pastel. En la medida que el
individuo se aleje de su solipsismo tendrá lugar el milagro…
“Carl Gustav Jung (AFI: ˈkarl
ˈgʊstaf ˈjʊŋ) (26 de julio de 1875, Kesswil, cantón de Turgovia, Suiza - 6 de
junio de 1961, Küsnacht, cantón de Zúrich, id.) fue un médico psiquiatra,
psicólogo y ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del
psicoanálisis; posteriormente, fundador de la escuela de psicología analítica,
también llamada psicología de los complejos y psicología profunda.”
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