Eurípides y Medea

Medea, de Eurípides



Medea es de Colcos y se va a vivir a Corinto, siguiendo a su esposo Jasón, a quien ama y con  quien ha procreado dos hijos.

Si se odia en la medida  en  que se ama, entonces  es difícil creer que otra mujer haya superado a Medea en ambos sentidos. La terrible Fedra, también de Eurípides, decide la muerte de ella misma como medio para arruinar a terceras personas.  Medea supera a Fedra  y va más allá de sus propios límites.

Ovidio, en Las Metamorfosis,ofrece el caso de las hermanas Progne y Filomela.Por venganza,estas dos mujeres matan al hijo de una de ellas y se lo dan a comer a Tereo,el padre.

Ofrecemos una anécdota real para asomarnos a lo que una mujer ofendida puede hacer.  No se trata de traer una nota roja sino de una manera preventiva. En México, a mediados del siglo veinte, se puso de moda un danzón que se bailaba mucho. El danzón se llamaba “Olga”. Fue un hecho real. Olga era una mujer ofendida  por su marido, no sabemos de qué manera, hasta que ella decidió poner alto a esa situación. Mientras el marido comía Olga le asestó un terrible golpe de bate  por detrás de la cabeza y el marido murió al instante. Lo destazó, coció su carne, lo hizo en tamales y al día siguiente s e puso en la calle a venderlos. Pero Medea no quiere matar a su   marido. Matarlo no es suficiente. Jasón  necesita sufrir.

En Corinto Jasón decide casarse con la hija del rey del lugar. Cuando Medea lo sabe se manifiesta  en ella una potencialidad asesina a avasalladora. Dice: “Por naturaleza somos las mujeres las más incapaces de hacer el bien, pero artífices los más ingeniosos de todo linaje de males” Su estima está tremendamente lastimada: “Nadie s e reirá de mis dolores…Veremos quién es más fuerte”.

 Es probable que, conociendo a este personaje femenino, el Zaratustra de Nietzsche haya exclamado: "¿No es preferible caer en manos de un asesino que en los sueños de una mujer ardiente?"

Rechaza la idea del divorcio. Rechazar el divorcio es algo que se le relaciona con el cristianismo y en las sociedades laicizadas se le ponen la peyorativa etiqueta de “conservadores”. Evitar el divorcio en realidad es algo que está enraizado profundamente en la cultura occidental desde muchos siglos antes de Jesús. En un momento de desesperación Medea exclama: “No es honesto el divorciarse en las mujeres, ni posible repudiar al marido”. Necesario es cruzar juntos el mar embravecido o perecer juntos. Así lo decidieron ambos  desde el principio y así será. El cristianismo dirá: "Lo que Dios une que nadie lo separe jamás". Cinco siglos antes ya lo había escrito Eurípides.

Medea misma dice que en materia de venganza amorosa nadie se compara a las mujeres: “Cuando la injuria que recibe afecta al tálamo conyugal, no hay nadie más cruel”. Para empeorar la situación de Medea, Creonte, señor del país, la expulsa  por temor a que le cause  algún daño a su hija, la que será la nueva esposa de Jasón.

Sin embargo Medea dice en seguida algo que puede  servir de lema  a los movimientos feministas del siglo veintiuno: “la necesidad nos obliga a no poner nuestra esperanza más que en nosotras mismas”.

Eurípides es un gran observador no sólo de la conducta humana sino de su condición somática. En un momento Medea le jura a Creonte que si la deja vivir en Corinto se portará bien. Lo único que esta mujer necesita son una horas más en Corinto para poder vengarse. Jura que se portará bien invocando las dos cosas más apreciadas que son para Creonte: 1) su hija y, 2) las rodillas de Creonte. Los corredores, los atletas, de todos los tiempos, saben que las rodillas en buen estado valen dos o tres tesoros. Con rodillas lesionadas no se llega ni a la esquina de la calle. Por eso Medea le dice: Juro por tus rodillas  que me portaré bien.

Jasón ignora que está jugando con dinamita. Los maridos de todos los tiempos que maltratan a sus mujeres ignoran que están jugando con dinamita. Jasón desconoce por completo a esa Medea sencilla, enamorada y dispuesta a complacerlo en todo. Para un hombre quitar la vida puede ser una cosa terrible. Quizá para una mujer quitar la vida sea tan natural como darla. Sólo es una hipótesis nuestra.

Jasón  se horrorizaría si se pusiera a pensar en el perfil de su esposa. Veinticinco siglos más tarde W. Stekel haría la ruta crítica para que una esposa desesperada llegue al asesinato. Este psiquiatra alemán escribió, en el primer tercio del siglo veinte: “ El odio s e presenta siempre como una voluntad de poder y se combina con factores sexuales… Eros y Tanatos…El instinto vital y el instinto de la muerte s e disputan el alma humana…las potencias repulsivas que aspiran a la separación reaccionarán con mayor violencia…Hay pequeñísimas disonancias y un día tiene lugar la catástrofe. El odio explota con una violencia elemental. El odio aspira a la destrucción del individuo odiado”. (La mujer frígida).

Pero Medea está muy convencida que  no quiere destruir a Jasón. Quiere que sufra hasta lo indecible. Ni siquiera pasa por su mente ir con otro hombre y pagar con la misma moneda. Eso es estar enojadita. Medea  quiere destruir al objeto de su odio pero sin matar, para que más tiempo sufra.

Medea ya tiene antecedentes criminales. En su tierra Colcos  había dado muerte a su propio hermano: “¡Oh padre! A quienes abandoné torpemente después de matar a mi hermano”. También había dado muerte a otro hombre, al parecer por salvar a Jasón: “Y maté a Pelias, valiéndome  de sus mismas hijas, y te liberté de todo temor”.

Medea trama la manera de dar muerte a Creonte  y a la prometida de Jasón: “Lo mejor es matarlos con veneno, en cuyo arte soy maestra”. En un momento antes que descargue la tormenta el coro le dice a la Nodriza: “Ve pues  y sácala de su palacio, y dile que la amamos. Apresúrate, antes que descargue su furor en los que están dentro. Las lagrimas corren aquí con furia”.

En este momento Eurípides intenta el único antídoto contra el odio: el amor, dicho por el coro. Pero ya no es tiempo. Medea ha soltado amarras y ya no regresará a las playas de la cordura.

Lo que argumenta Jasón en su defensa es que el matrimonio con la hija del rey les reportará comodidades y seguridad para sus hijos con Medea. Medea le contesta: “dones de hombre malvado nunca aprovechan”.

Medea tiene expresiones que deben decir mucho a los trasterrados: “Muchos males trae consigo el destierro…No hay mayor mal que habitar lejos de la patria”.

Medea trama matar a sus propios hijos para más atormentar a Jasón: “Así atormentaré horriblemente a mi esposo”. Esto que parece increíble, y sólo posible en la mente de un poeta trágico como Eurípides, se da, no obstante, todos los días en todas partes. Las parejas en situación de divorcio quieren retener cada uno de ellos a sus hijos para hacer sufrir al otro con la ausencia de los mismos. Trata de atormentar al marido, no de matarlo. Hasta intentaría salvar la vida del cónyuge, del que quiere separarse, si estuviera en peligro de perderla, con tal de que siga sufriendo.

Medea  quiere matar a  la novia de Jasón. Envía una corona  y vestidos como regalo de bodas pero  envenenados. En efecto, así sucede. Creonte, el padre de la princesa, al ver el cadáver de  su hija la abraza, se contamina  y también muere envenenado. Cuando Medea se entera exclama: “Me anuncias gratísima nueva”

Medea no es filosofa para dejar que la vida siga y esperar que el tiempo recomponga el caos. Si pudo vivir antes de Jasón también podría vivir después de él. Una canción mexicana dice: “Viví sin conocerte, puedo vivir sin ti”. Medea es la antítesis de todo eso. Es la mujer de las pulsiones profundas y va por la vida prisionera de un amor excesivo hacia sí misma. Habla en nombre de Eros pero la historia de su vida demuestra que es en realidad una sacerdotisa de Tanatos.

La conducta de Medea ilustra que, ya desde aquellos antiguos tiempos, el matrimonio monógamo era para ambos cónyuges, no sólo para uno: en la  pieza de Eurípides la Nodriza dice: "...el lazo más fuerte del matrimonio es la completa sumisión de la esposa al esposo". Empero, Jasón empezó a jugar con otras reglas y Medea se sintió libre para hacer su propio juego. La Nodriza añade: " hoy todo le es hostil, e indecibles sus sufrimientos. Jasón faltando traidoramente a sus propios hijos y a mi dueña..."

Al conocer la muerte de Creonte y su hija exclama: “he resuelto matar cuanto antes  a mis hijos y huir de esta tierra”.
Nadie se reirá de mis dolores. Veremos quién es más fuerte.

 Finalmente el coro le comunica a Jasón: “Tus hijos han muerto a manos de su madre”. Cuando la tiene enfrente de él,  le dice: Eres una leona, no mujer”. Quería mucho a mis hijos, contesta Medea. Si pero los mataste, le dice Jasón. Ella responde: “Para ofenderte…Te he herido en el corazón como merecías”.

No hay que olvidar que Eurípides es el tatarabuelo de los misóginos. La moraleja que subyace en esta tragedia es que el hombre propone, Dios dispone y llega la mujer y todo lo recompone o lo descompone.

Un intento de entender a Medea.  A esta mujer se le está considerando fuera de su contexto social.Se recordará que ella es de Colcos, país tenido por bárbaro. Los bárbaros tiene otra escala de valores. Un civilizado mata y ya. Para los de la etnia chichimeca, del norte de México, era habitual que a un enemigo que apresaban lo ataran a un poste, le amarraran una cinta de cuero mojada y en la medida que se secaba la cinta le destrozaba el cráneo.Esí es como Medea quiere que muera Jasón:lentamente. En el sitio de México- Tenochtitlán, siglo dieciséis, algunos aztecas mataban a sus niños para que no cayeran en manos de los que los esclavizarían.Medea se resiste absolutamente de que sus hijos caigan en otras manos.



Eurípides ofrece al final de esta obra una conclusión que ha gustado a novelistas modernos, como es el caso de Paul Auster. La vida de los humanos está regida por lo imprevisto. Sucede lo que no se esperaba y con frecuencia los negocios de los humanos tienen un fin no pensado. Lo que rige es la casualidad, no la causalidad.

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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