Platón y el camino para evitar las revoluciones sociales

La República o el Estado (libro Octavo)
Platón
Ed. Gernika, México, tercera edición, 2006

Hay que apresurarse a decir que Platón no busca el origen de las revoluciones en la pobreza de las multitudes sino en el despilfarro de la oligarquía. Lo demás va a ser una consecuencia de esto. La riqueza es el origen del gobierno oligárquico. Cuando viene el despilfarro y la  quiebra de los oligarcas, entonces es cuando se anuncia en el horizonte otra revolución. Llega la democracia. Y cuando en la democracia se acumulan grandes fortunas, entonces vuelve a aparecer la tentación del regreso a la oligarquía.

Sócrates y otros trazan los lineamientos de conducta  para fundar una ciudad. La ciudad necesita de leyes para llevar una vida, sana, concertada, entre sus habitantes. Pero las leyes se hacen  sobre todo pensando en la gente de mal vivir.

Con el regreso de la oligarquía regresa la inseguridad. Pero no  se piense en  el  raterillo que espera, emboscado entre las sombras, con su cuchillo de hoja destemplada a la vuelta de la esquina para asaltarnos.  El libro octavo de esta obra versa sobre el origen de las revoluciones. Sócrates se dirige a Adimato, uno de los filósofos que componen el grupo en la casa de Polemarco, cerca de Atenas.




Las revoluciones, se dice en la reunión, surgen, ciertamente,  de la  pobreza económica de la gente pero, ¿de dónde surge la pobreza? No por falta de dinero. De los gobiernos que se llenan de gente rica y mala. Hay varias maneras de gobernar como la oligárquica y la tiránica. Sócrates cree que la mejor es la democracia. Dice que los cambios de todo gobierno político tienen su origen en el partido gobernante y esto sucede  cuando en el seno del mismo hay una escisión. En parte eso genera el cambio. De otra manera es imposible que se produzca innovación alguna en el Estado. Persiste el estancamiento, no hay devenir.

Hay  mucho riesgo para la estabilidad  donde los ricos ejercen el mando sin que los pobres participen en él. Sigue una consideración que ha sido el fundamento para que Platón, tratando de esta materia, sea satanizado  por los siglos de los siglos amen, sin importar el tipo de gobierno: “Es claro que en todo Estado en que veas pobres hay ladronzuelos, rateros sacrílegos y malvados de todas las especies”.

Pero a la vez también  hay mucho riesgo  para los pobres en la medida que van formando parte del gobierno de los ricos. Pueden perder su alma y olvidarse de los pobres. Por eso todo Estado tiene en su seno la metafórica figura de una balanza con pesos opuestos en cada platillo que son el oro y la virtud: “No puede subir el uno sin que el otro baje”.

En una republica donde  se persiguen más las riquezas, y los hombres de bien son menos estimados, es señal que ese Estado está enfermo. Otra señal  patológica la dice Sócrates: “Hay algo de blandura  con la que estos  gobiernos tratan a algunos criminales. Sentenciados a muerte s e les ve  pasear por las calles”.

Todo esto sucede, dice Sócrates,  porque hay deseos necesarios y deseos superfluos. Cuando predominan estos viene el desequilibrio en la sociedad. Sin olvidar que en todos los tiempos esa ciencia llamada mercadotecnia s e ha encargado de explotar el gusto por el consumismo. En otro trabajo Sócrates exclama: ¡La ciudad está llena de cosas que no necesito!”. El caso es que nadie quiere pasar por obsoleto y en breve  sus tarjetas están endeudadas. Entonces es cuando parece oportuno pensar en otra revolución.

Así las cosas, si ese Estado tuviera que entrar en guerra contra otro Estado, si encontraría  en un grave dilema porque tiene que armar  a multitudes descontentas que se pueden volver en contra de su propio Estado. La pregunta que se hacen  en casa de  Polemarco no es por qué hay pobres,  sino por qué hay malhechores armados de aguijón. Y Sócrates contesta que: “ha sido la ignorancia, la mala educación y el vicio mismo del gobierno”.

Y avanzando más en el análisis  se refiere a una especie de individuo ahorrativo a tal punto que, por el afán  de guardar su dinero, se priva de cuestiones, sino primarias, sí necesarias como el arte, el viajar etc. Pero, “cuando se trata  de gastar bienes ajenos entonces descubrirás  en los hombres de esta condición deseos  propios de la naturaleza de los zánganos...Su plan es comprarle sus bienes  a los demás ( a los ricos pues los pobres no tienen bienes)y hacerles prestamos con crecidos intereses”. Y cuando los irresponsables oligarcas han sido despojados de su dinero, por otros más astutos que ellos, entonces  sólo “aspiran a promover  una revolución contra el Estado… Así el estado no tarda en ser presa de sediciones y guerras intestinas”.

 Así es como la democracia, por medio de las armas, se establece”. Y substituye al anterior gobierno  oligárquico o tiránico.

Al  final Platón acaba diciendo cosas bellas de la democracia: “Esta traza  de gobierno tiene traza de ser la más bella de todas”. Pero, cuidado, dice,  porque también es la puerta por donde puede volver cualquiera de las otras maneras de gobierno…

Aristóteles, sabido es, después estuvo en desacuerdo con algunas cosas que había aprendido de su maestro Platón. Una de ellas es precisamente la que concierne al tema del mejor gobierno para el pueblo y, en el libro XII de su Metafísica, dice: "El mando de muchos no es bueno, basta un solo jefe. " 

La pregunta que se hacen al final es  si será posible que un Estado ideal, libre de todas las lacras mencionadas, pueda existir algún día o sólo quedará en la imaginación, donde ellos se han movido durante el diálogo. Y alguien  responde: “lo cierto es que el sabio no se avendrá jamás  a gobernar otro que no sea este”.

Pero la democracia presenta una antinomia. Es sin duda el mejor sistema de gobierno en donde el individuo puede encontrar oxigeno para poder vivir en la libertad de expresión y acción.

Si es tan sabio como para evitar el libertinaje. Porque en seguida le caería encima la dictadura.

Si bien,  la democracia requiere que ese país tenga solvencia económica.Los cuerpos parlamentarios,tanto el federal como estatales, requieren de inmensas cantidades de dinero, principalmente para sueldos tan elevados y demás jugosas prestaciones que se auto-autorizan diputados y senadores. Que un país pobre no puede solventar.Esa es la antinomia, casi aporía.

Esta semana, segunda de junio de 2015,el canal Trece televisivo, sigue dando cifras (a propósito de las "elecciones intermedias" realizadas en México para elegir gobernadores, diputados y senadores) de cuánto se gasta en todo el proceso por el INE (Instituto Nacional Electoral) por cada voto(una larga lista de gastos llevados a cabo por funcionarios del INE, consejeros, asesores, etc. Se dice en este programa noticioso que se gasta más del doble que, por el mismo concepto, se gasta en Estados Unidos.

En la antigüedad mediterránea hubo un hombre que puso en orden las cuestiones de su reino,sin cobrar un centavo y después,voluntariamente,dejó el poder y regresó a sus  originales faenas del campo.

Pero eso ahora, como están las cosas en el mundo, más que una aporía, es una utopía.

  En todo caso, para no perder la brújula entre los diferentes  tipo de gobierno, y su eterno retorno al poder, queda la metáfora de la balanza y sus pesas de oro y virtud: “ No puede subir el uno sin que el otro baje”.

 Ahora que si somos de los que no creen en la virtud, pues no queda más que correr tras el oro...





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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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