La triple cuerda es la manera en que se sube el equipo de vivac para dejar libertad de movimientos al escalador durante la ascensión. |
En el valle, en el refugio de montaña, en el albergue o en la pared, durante la escalada, el vivac (llámese campamento o pernoctar) implica permanecer en la montaña más de una jornada. Una travesía por las sierras, una ascensión prolongada o una escalada de cierta altura y dificultad que exige más tiempo que un día.
Requiere preparativos de equipo para tal fin. Si bien, antes que la cosa, está la idea. Anímicamente se enfrenta un proceso. Las consideraciones objetivas y subjetivas entran en juego. Aun un montañista de medio siglo de experiencia, en estos menesteres alpinos, ve con nostalgia ponerse el sol tras las montañas lejanas y siente llegar la noche entre los árboles.
Los europeos, que tiene una larga experiencia en vivacs, hasta hablan de “expediciones verticales” Un vivac se lleva cabo desde la incómoda posición de emergencia colgando sobre los estribos, hasta auxiliándose de material moderno que para el efecto se ha fabricado, tales como arneses de paracaídas, hamacas, tiendas especiales, etc.
Hace cinco mil años dormir en la montaña era completamente familiar y natural. Después nos fuimos encerrando en la ciudad. La vida rural se fue trasformando en citadina. Y en esa medida de tiempo, gradualmente, la “naturaleza natural” ya no fue tan natural. Ahora lo “natural” era la ciudad. Los amados dioses representativos de las fuerzas naturales fueron combatidos por la nueva religión que los satanizó y los bosques se llenaron de criaturas demoniacas. Sin exagerar la nota decimos que hay miles y más miles de ciudadanos que no conocen la orilla de su ciudad. Nacen en la ciudad y mueren en la ciudad. Así pues, dejar la última calle y adentrarse en el bosque, es toda una proeza. En todo caso se hará en automóvil y con los vidrios subidos.
Si alguien tuvo la fortuna de haber sido llevado al campo, llanura, bosque o montaña, desde temprana edad, debe considerarse afortunado. Ese proceso subjetivo no será ningún obstáculo mental, todo lo contrario. Encontrará una delicia caminar o dormir bajo las estrellas, o la bruma o la lluvia o la nieve. Ya sólo hay que estudiar qué clase de vivac será necesario hacer. Verano, invierno, 3 mil metros sobre el nivel del mar, 5 mil, valle, arista, a sotavento, barlovento, cielo despejado, nieve, lluvia, etc. Con base en eso se planea llevar el equipo adecuado.
Pero sí, por necesidad, o requerimiento alpino, o como experiencia filosófica o terapéutica, un vivac siempre es recomendable. Cuando vuelva a descender al valle encontrará que, ese invento llamado ciudad, no es una maldición sino una cosa verdaderamente maravillosa. Igual sus habitantes como sus incesantes inventos tecnológicos y de confort. Ahora él estará en la envidiable “posición anfibia” por así decirlo. Es de la ciudad y vuelve a ser de la “naturaleza natural”. Ahora la travesía por la ladera, el desierto, la pared o la arista bien puede durar dos días o más
Estas limitantes de tiempo marcaban el estilo de las escaladas en México. Se vio de manera palpable en la conquista de la norte del Abanico, en el Popocatépetl, y en la oeste del Centinela, cañada de Milpulco, lado suroeste de la Iztaccihuatl. Se escalaba lo que se pudiera avanzar hasta determinada hora de la tarde. Después era necesario instalar las cuerdas para el rappel. Conforme s e iba abriendo camino y colocando clavos en algunos pasos, al día siguiente era posible avanzar otro poco después de subir lo ya conocido. Pero en la tarde de nuevo a descender. Debido a ello la conquista del Abanico se fue logrando por partes.
L a ruta original del Centinela fue por la ruta de Las Terrazas. L a llevaron a cabo Ubaldo Martínez y escaladores del club Quetzales, de la ciudad de México. En cierta ocasión, cuando por fin consiguieron arribar al reborde de las terrazas, se les hizo de noche. Ya no tuvieron tiempo de descender ni tampoco de salir hacia arriba. Al día siguiente superaron el obstáculo y lograron así realizar la conquista de esa pared. Esa fecha abrió el camino para abordar escaladas que requerían más tiempo que un día.
Al año siguiente logramos abrir la directa en esa misma pared del Centinela. La escalada, a través de un extra plomo, en el último tercio de la ascensión requirió de mucho trabajo de doble cuerda y nos vimos precisados a efectuar dos vivacs.
Después realizamos vivacs, como un fin, en escaladas ya conocidas: repisa superior de la norte de la pared Rosendo de la peña, repisa en la ante cima de la Pezuña, cumbre de La Colorada, cumbre de Los Panales, etc.
Los dibujos que ilustran esta nota fueron realizados por Manuel Sánchez. Y publicados en 1978 en el libro Técnica Alpina, editado por la Dirección General de Actividades Deportivas y Recreativas, de Universidad Nacional Autónoma de México. Permiten vislumbrar algunas posibilidades para vivaquear, en diversas condiciones de terreno. Contienen estos excelentes dibujos una buena dosis de buen humor.
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