JASPER POSITIVO CONTRA LA DISOLUCIÓN INAUDITA


 

“Aprendo de la tradición que va desde los pitagóricos, pasando por los estoicos y los cristianos, hasta Kierkegaard y Nietzsche, con su requerir a la autorreflexión y a hacer la experiencia de que es inacabable.” Jasper

¿La justicia y la libertad? ¡Solamente en la solidaridad!

Pero casi nunca ha existido esa solidaridad voluntaria, más que en pequeños grupos.

Los intereses propios, la ignorancia, o el miedo, nos hace ajenos  a unos de otros, cuando no enemigos.

Ese es el panorama que lleva a la disolución, al presente, dice Jasper en su obra La Filosofía, es una disolución inaudita.

Lo dijo hace 70 años, cuando la primer impresión en alemán de su obra citada (1949). De vivir, Jasper de seguro habría dicho que se quedó muy corto con lo de “inaudita”.

Los alpinistas están familiarizados con los efectos de la denudación que pasan las rocas por las que suben. Roquedales o “acarreaderos” que presentan algunas zonas del talud inestable. Sureste del Pico de Orizaba hacia los 4,500m.El noroeste del Nevado de Toluca, en los 3,500m, Aconcagua ladera ruta “normal”, hacia los 6,600 y Peñón Martínez, etc.

 
A la vista los efectos de la denudación.
Refugio de Ayoloco,4,500 m.
Flanco occidental de la Iztaccihuatl, México.
Foto de Armando Altamira 
 
 
Antes eran rocas sólidas, compactas sobre la arista. Pero agentes atmosféricos fueron penetrándola y con ello llegó la erosión. El viento, los constantes cambios de temperatura que las contraen por la noche y las dilatan en el día. Pero sobre todo el agua que se filtra durante el día entre las fisuras más finas. Con la noche de la baja temperatura esa agua se congela, se expande y hace presión interna que acaba por fragmentar y destruir al que fuera bloque sólido.

Esa denudación geológica es lo que en la sociedad se llama disolución. Agentes diversos la van penetrando. Uno de ellos es el relativismo. Cuando todo se vuele relativo, ya tenemos el equivalente al talud inestable de la montaña. Todo entra en el proceso de disolución.

El patrón hace como que me paga y yo hago como que trabajo. En el gobierno, como en la Iglesia, hay ovejas negras y yo me estoy viendo muy inocente…Los ignorantes llamando Don Goyo al Popocatépetl. Menudean los deportistas, en nivel de competencia, que se dopan y nadie mirará hacia acá si yo también hago lo mismo. La policía es una institución respetable y, no obstante sus bajos salarios, cumplen admirablemente con su labor( dan  su vida por un salario mínimo) pero, si puedo, yo daré una mordidita de vez en cuando…

 
Dibujo tomado del libro
La psiquiatría en la vida diaria
de Fritz Redlich, 1968
 
 
Dineros del erario público para obras de ayuda social que no llegan a sus destinos…Ayuda internacional para los afectados de los sismos que se queda en el camino…

El tango Cambalache, de Santos Discípulo, es vigente desde el 510 hasta el 3 mil también…

Karl Jasper no se queda en el victimismo ni se vuelve acomodaticio oportunista. Contra la disolución recuerda a los ancestrales valores que le dan consistencia a la etnia:

Madre azteca
Códice Florentino
 
En el mundo hay lo digno de fe, lo que despierta la confianza, hay el fondo en que todo se apoya; el hogar y la patria, los padres y los antepasados, los hermanos y los amigos, la esposa.
 
 
“Pero en contra de esta total desconfianza que merece el mundo habla este otro hecho. En el mundo hay lo digno de fe, lo que despierta la confianza, hay el fondo en que todo se apoya; el hogar y la patria, los padres y los antepasados, los hermanos y los amigos, la esposa. Hay el fondo histórico de la tradición, en la lengua materna, en la fe, en la obra de los pensadores, de los poetas y artistas…Aprendo de la tradición que va desde los pitagóricos, pasando por los estoicos y los cristianos, hasta Kierkegaard y Nietzsche, con su requerir a la autorreflexión y a hacer la experiencia de que es inacabable.”

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Justificación de la página

La idea es escribir.

El individuo, el grupo y el alpinismo de un lugar no pueden trascender si no se escribe. El que escribe está rescatando las experiencias de la generación anterior a la suya y está rescatando a su propia generación. Si los aciertos y los errores se aprovechan con inteligencia se estará preparando el terreno para una generación mejor. Y sabido es que se aprende más de los errores que de los aciertos.

Personalmente conocí a excelentes escaladores que no escribieron una palabra, no trazaron un dibujo ni tampoco dejaron una fotografía de sus ascensiones. Con el resultado que los escaladores del presente no pudieron beneficiarse de su experiencia técnica ni filosófica. ¿Cómo hicieron para superar tal obstáculo de la montaña, o cómo fue qué cometieron tal error, o qué pensaban de la vida desde la perspectiva alpina? Nadie lo supo.

En los años sesentas apareció el libro Guía del escalador mexicano, de Tomás Velásquez. Nos pareció a los escaladores de entonces que se trataba del trabajo más limitado y lleno de faltas que pudiera imaginarse. Sucedió lo mismo con 28 Bajo Cero, de Luis Costa. Hasta que alguien de nosotros dijo: “Sólo hay una manera de demostrar su contenido erróneo y limitado: haciendo un libro mejor”.

Y cuando posteriormente fueron apareciendo nuestras publicaciones entendimos que Guía y 28 son libros valiosos que nos enseñaron cómo hacer una obra alpina diferente a la composición lírica. De alguna manera los de mi generación acabamos considerando a Velásquez y a Costa como alpinistas que nos trazaron el camino y nos alejaron de la interpretación patológica llena de subjetivismos.

Subí al Valle de Las Ventanas al finalizar el verano del 2008. Invitado, para hablar de escaladas, por Alfredo Revilla y Jaime Guerrero, integrantes del Comité Administrativo del albergue alpino Miguel Hidalgo. Se desarrollaba el “Ciclo de Conferencias de Escalada 2008”.

Para mi sorpresa se habían reunido escaladores de generaciones anteriores y posteriores a la mía. Tan feliz circunstancia me dio la pauta para alejarme de los relatos de montaña, con frecuencia llenos de egomanía. ¿Habían subido los escaladores, algunos procedentes de lejanas tierras, hasta aquel refugio en lo alto de la Sierra de Pachuca sólo para oír hablar de escalada a otro escalador?

Ocupé no más de quince minutos hablando de algunas escaladas. De inmediato pasé a hacer reflexiones, dirigidas a mí mismo, tales como: “¿Por qué los escaladores de más de cincuenta años de edad ya no van a las montañas?”,etc. Automáticamente, los ahí presentes, hicieron suya la conferencia y cinco horas después seguíamos intercambiando puntos de vista. Abandonar el monólogo y pasar a la discusión dialéctica siempre da resultados positivos para todos. Afuera la helada tormenta golpeaba los grandes ventanales del albergue pero en el interior debatíamos fraternal y apasionadamente.

Tuve la fortuna de encontrar a escaladores que varias décadas atrás habían sido mis maestros en la montaña, como el caso de Raúl Pérez, de Pachuca. Saludé a mi gran amigo Raúl Revilla. Encontré al veterano y gran montañista Eder Monroy. Durante cuarenta años escuché hablar de él como uno de los pioneros del montañismo hidalguense sin haber tenido la oportunidad de conocerlo. Tuve la fortuna de conocer también a Efrén Bonilla y a Alfredo Velázquez, a la sazón, éste último, presidente de la Federación Mexicana de Deportes de Montaña y Escalada, A. C. (FMDME). Ambos pertenecientes a generaciones de más acá, con proyectos para realizare en las lejanas montañas del extranjero como sólo los jóvenes lo pueden soñar y realizar. También conocí a Carlos Velázquez, hermano de Tomás Velázquez (fallecido unos 15 años atrás).

Después los perdí de vista a todos y no sé hasta donde han caminado con el propósito de escribir. Por mi parte ofrezco en esta página los trabajos que aun conservo. Mucho me hubiera gustado incluir aquí el libro Los mexicanos en la ruta de los polacos, que relata la expedición nuestra al filo noreste del Aconcagua en 1974. Se trata de la suma de tantas faltas, no técnicas, pero sí de conducta, que estoy seguro sería de mucha utilidad para los que en el futuro sean responsables de una expedición al extranjero. Pero mi último ejemplar lo presté a Mario Campos Borges y no me lo ha regresado.

Por fortuna al filo de la medianoche llegamos a dos conclusiones: (1) los montañistas dejan de ir a la montaña porque no hay retroalimentación mediante la práctica de leer y de escribir de alpinismo. De alpinismo de todo el mundo. (2) nos gusta escribir lo exitoso y callamos deliberadamente los errores. Con el tiempo todo mundo se aburre de leer relatos maquillados. Con el nefasto resultado que los libros no se venden y las editoriales deciden ya no publicar de alpinismo…

Al final me pareció que el resultado de la jornada había alcanzado el entusiasta compromiso de escribir, escribir y más escribir.

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