Comer el platillo original que
prepara el cocinero, o comer la regurgitación
que otros hace de esa comida original.
Conocer el pensamiento original de
los pensadores o leer la interpretación que otro hace de aquel pensador
original.
Así era el mundo de antes, en singular.
En el siglo veintiuno habla el presidente,
en la rueda de prensa, a veinte enviados de los medios de comunicación, y al
día siguiente el público tendrá veinte interpretaciones. Versiones diferentes
de lo que el presidente dijo. Lo mismo que si los reporteros saquen de sus
grabadoras o que tengan en sus manos, en papel, el comunicado oficial de la
presidencia.
Esto es así porque cada medio informativo,
sea periódico, revista o canal de televisión, tiene su modo de ver el discurso
del presidente.
Desde este principio nadie está
engañando al público, sólo está dando la manera en que ese medio ve la
situación que dijo el presidente.
Si el presidente leyera lo que veinte medios publicaron,
exclamaría alarmado ¡Todo eso dije!
Si la interpretación que se hizo fue
real o fue falseada, a propósito, es otra historia que no viene al caso. No es
la intención de esta nota.
Ese medio de información tiene su
público y le va creer “sin lugar a dudas”. Diario y lectores se retroalimentan.
La calle que ve el policía no es la calle
que ve el sociólogo. La calle que ve el geólogo no es la misma que ve el predicador
religioso que va de puerta en puerta
diciendo su verdad. La calle que ve el que vende tacos con lechuga sin
desinfectar, no es la calle que ve el médico de la Secretaría de Salubridad.
En el mundo no hay conspiraciones,
sólo existen abstracciones (sacar una parte del todo).
El hombre del costal que lleva sobre
el hombro su misteriosa carga sólo existe para el que quiera ver el hombre del
costal. Si otros le dice que sí existe el hombre del costal, y se la cree, es
que al crédulo le faltan vitaminas culturales.
Cada uno ve lo que quiere ver, no lo
que puede ver.
En el mercado de usado busco una chamarra color verde pistache, y no me interesan las otras cien opciones del aparador.
En el mercado de usado busco una chamarra color verde pistache, y no me interesan las otras cien opciones del aparador.
Para ver en el gran angular del
fotógrafo se requiere estar dotado de vitaminas culturales que la mayoría, al
noventa por ciento, no tenemos.
Y aun, así,
nosotros mismos podemos meternos un autogol. La Beatriz Portinari, mortal, puede parecernos la
bellísima Beatriz metafísica que vio Dante. O el chaparro feo que soy puedo
parecerle a aquella muchacha más galán que el mismo Robert Redford.
Así vamos por el mundo viendo lo que queremos
ver.
Particularmente en la cultura en la que estoy inmerso, a la
que pertenezco, o la que me pertenece.
Una
cultura tiene sólo una pierna
para moverse, otra tres, otra ocho. La cultura occidental tiene dos piernas,
que son razón y fe.
Sabemos que esto se inició en Europa
y sus remotas provincias que pudo conquistar. Pero razón y fe aparecieron también en América India, de manera completamente original. Y salvo sus
circunstancias, se puede hablar de una misma dualidad en el modo de pensar.
Algunos a la razón y a la fe le llaman causalidad
y “cosa en sí”, respectivamente.
El que hable nada más del fenómeno estará hablando de otra cosa, pero no de la occidental. Lo mismo es para el que sólo habla del noúmeno.
Al llegar al Tercer Circulo Dante no hizo abstracciones, ni estando en el infierno. Habló de fenomenología junto con espíritu.Describió al demonio Cerbero, terrible can de tres cabezas y cola de serpiente que, con sus garras, sacaba sangre de los espíritus.
El que hable nada más del fenómeno estará hablando de otra cosa, pero no de la occidental. Lo mismo es para el que sólo habla del noúmeno.
Al llegar al Tercer Circulo Dante no hizo abstracciones, ni estando en el infierno. Habló de fenomenología junto con espíritu.Describió al demonio Cerbero, terrible can de tres cabezas y cola de serpiente que, con sus garras, sacaba sangre de los espíritus.
Nos guste o no así es en occidente.
La materia necesita el espíritu para que siga su portentosa evolución que empezó
desde el mono. Y el ángel requiere de la materia para poder manifestarse.
Todos sabemos que si no hay platillo inteligente, es decir que si no está
balanceado, llegan los triglicéridos y la hipertensión, se tapan las coronarias y la barriga nos crece.
Dibujo tomado de El País 11 junio 2016 |
Así es en filosofía, que luego va a
colarse a la literatura, novela, poesía, a los medios de información y de estos
a la calle y a las fábricas. Esa es la ruta crítica.
Los políticos en campaña, en tiempo de elecciones, dicen que es al revés. Que todo empieza en la banqueta del barrio popular y luego va ascendiendo hasta conquistar a la academia.
Los políticos en campaña, en tiempo de elecciones, dicen que es al revés. Que todo empieza en la banqueta del barrio popular y luego va ascendiendo hasta conquistar a la academia.
Un intelectual, digamos, un buen intelectual,
no nace de generación espontánea. Tiene que conocer, como dice Jean Wahl, ese
gran filósofo francés, la tradición, empezando desde los Presocráticos.
Lo demás es, según anota Nietzsche en Aurora, puro periodismo sobre las rodillas. O como es el lugar
común: inventar el agua tibia.
En otras palabras, la cultura occidental está fincada en la
Evolución y en la Creación.
En el fondo esa antinomia sólo es otro hombre del costal. ¡No
hay tal antinomia!
Por comodidad para su estudio, o por ignorancia,
demostramos una fuerte inclinación por las abstracciones. Por eso tenemos al menos veinte diarios que circulan cada mañana por las ciudades del planeta.
Es motivo de felicitarnos que exista
tal libertad de expresión. En algunos países hay sólo una voz, a estas alturas
del siglo veintiuno. Otros tienen veinte diarios. ¡Ojalá tuviéramos cien!
Si bien, la falta de vitaminas
culturales no me permiten ver cuándo se pasa de la información a la
deformación, que otros llaman formación.
Lejos de atentar contra la tradición cultural, leer a los originales es observar que esa tradición, por medio de la regurgitación, no contenga aderezos que echen a perder la sopa.
Que tanto el carácter empírico(ciencia) como el inteligible (espíritu) sigan su propio camino, sin contaminarse uno y el otro, como los dos rieles de la vía del ferrocarril, que corren paralelas pero en la seguridad que ambos llegarán al mismo destino.
Lejos de atentar contra la tradición cultural, leer a los originales es observar que esa tradición, por medio de la regurgitación, no contenga aderezos que echen a perder la sopa.
Que tanto el carácter empírico(ciencia) como el inteligible (espíritu) sigan su propio camino, sin contaminarse uno y el otro, como los dos rieles de la vía del ferrocarril, que corren paralelas pero en la seguridad que ambos llegarán al mismo destino.
En todo caso yo decido, por ignorancia o por mi libertad, si
me gusta la regurgitación, o el platillo original.
A eso se refiere Schopenhauer cuando
habla de la teoría de lo Ideal y de los Real:
“Leer en lugar de las obras originales
de los filósofos exposiciones de sus teorías o, en general, historia de la filosofía,
es pretender que otro mastique la propia comida.”
Schopenhauer |
“Arthur Schopenhauer [ 'ʔatʰu:ɐ 'ʃo:pnhaʊɐ (?•i)] (Danzig, 22 de
febrero de 1788 — Fráncfort del Meno, Reino de Prusia, 21 de septiembre de
1860) fue un filósofo alemán. Su filosofía, concebida esencialmente como un
«pensar hasta el final» la filosofía de Kant, es deudora de Platón y Spinoza,
sirviendo además como puente con la filosofía oriental, en especial con el budismo,
el taoísmo y el vedanta.”Wikipedia
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