Todo transcurre en esta calzada.
Se eleva, desciende, se eleva,
desciende, se eleva…
En el extremos sur de la Calzada es
la Tierra y en el norte el Cielo. La oscuridad y la luz.
El cielo y el inframundo son por sí,
o, como se dice en el pensamiento occidental, son "cosas en sí”, fuera del
tiempo y del espacio.
Pero en un sector de la calzada, al
que nos referimos, en esta nota, es donde tiene lugar la dialéctica, el
movimiento, donde la potencia deviene, se mueve.
¿Para qué se mueve?¿Para qué se sigue
ese principio de razón suficiente,
como diría Schopenhauer(el por qué).Para
tener un alejamiento de la fenomenología.
Pirámide del Sol, desde la Calzada de los Muertos Foto de Armando Altamira G. |
Que se logra con una manera de conducirse en la vida lo más
lejos que sea posible, del pensamiento del tener, más allá de las necesidades
básicas.
En el trato con los demás, que el ego
no se desborde hasta el solipsismo. Que tu riqueza material no dé por resultado la pobreza de los
otros…Todo esto está plasmado en la obra monumental de Fray Bernardino de
Sahagún: Historia General de las cosas de
la Nueva España.
Dibujo tomado de El País 23 Dic.2017 |
En el Popol Vuh el principio de razón suficiente es que los
hombres puedan ser tan evolucionados que sean capaces de adorar a los dioses
pronunciando correctamente sus nombres.
El principio de razón suficiente en Teotihuacán es otro. Que los
espíritus de los hombres también alcancen la categoría de dioses.
En el sur la oscuridad,
Mictlantecutli, dios del inframundo. En el norte Nanahuatzin convertido,
autoconvertido, en el Sol detrás del sol, que ilumina todo (pirámide del Sol).
Y Tecuciztecalt, el dios que ilumina la noche (pirámide de la Luna).
Pirámide de la Luna,vista desde el sur,en la Calzada de los Muertos Foto de Armando Altamira G. |
Hay una región, un segmento, intermedio,
en la Calzada, donde tiene lugar la batalla de la purificación para el humano,
ya espíritu, y así pasar al Cielo, al Tlalocan,
pues aquí no hay Infierno ni Purgatorio.
Hay caída y recuperación, o elevación,
pero, como en la banda sin fin que hay en la Basílica de la Virgen de
Guadalupe, de México, nadie se detiene,
todos pasan.
Una vez dejada la vida del tener humano, del ego, es imperativo
empezar a caminar por el submundo, el Mictlán, como un túnel en la oscuridad, (que empieza en la Ciudadela)
que no es nada temible, es también un cielo, el más bajo, de los cielos, en
sentido vertical del pensamiento náhuatl, que comprende los nueve cielos, hasta
arriba el Tlalocan.
Las excavaciones que aún se llevan a
cabo por la arqueología, en la zona conocida como la Ciudadela, descubren de
dónde partía el alma del recién muerto; de la pirámide de Tlaloc-Quetzalcoatl.
En Teotihuacán hasta los dioses
tienen la potencia de elevación, tal es la Leyenda
de los Soles mediante la hoguera transformadora. Aquí, en lo espiritual
teotihuacano, como en el universo fenoménico, nada está acabado. En otras
palabras, se busca siempre más perfección.
Y como ellos, los humanos, o sus
almas. En Teotihuacán ya nada es humano, todo es metafísico. Por eso es la
“ciudad donde los humanos (fallecidos) se hacen dioses”.
Originalmente se escribía: “donde los
hombre se hacen dioses”. Se trata de una redacción de la época porque en la
religión teotihuacana hay igual número de dioses como de diosas (son
matrimonios tales como Mictlantecutli con su mujer Mictlancihuatl, Tláloc, con su esposa Chalchiutlicue, etc. Aquí no
cabe la sospecha de misoginismo teológico.
Sabido es que en las etnias
mexicanas, hasta en la actualidad del siglo veintiuno, cuando los humanos tienen
vida, la abuela, la madre, no son figuras de segunda, por el hecho de ser mujer,
como la ciudad industrial ha hecho en la economía del liberalismo moderno.
Pasando el río San Juan, hacia el
norte, hay una zona de singular trazado, y es la que interesa en esta nota.
Lo regular de la Calzada que empezó
al sur del Río San Juan, de pronto se ve
interrumpido por un muro bajo escalonado
que hay que subir y del otro lado otros escalones para descender hacia otra vez
el terreno plano. Pero ya se ve que más adelante esto se repite varias veces.
Subir y bajar, subir y bajar. Como un prefigurar el reptar de una serpiente.
Una serpiente que intenta despegar del suelo y
remontar el vuelo.
Cuando este tramo haya terminado se desemboca
por fin otra vez a la horizontalidad continuada de la Calzada. Es ya la religión del Cielo, que llevará a Tepantitla, la pintura del Tlalocan, el Paraíso,
en el noreste dentro de la misma zona arqueológica.
En el segmento mencionado del subir y
bajar, es donde se da el ejercicio de
purificación antes de pasar al norte y ser ya parte de los dioses.
En Tepantitla los humanos, ahora, puro espíritu,
viven y conviven, juegan entre flores y mariposas solares. “Donde nunca faltan
los mantenimientos como el maíz, la calabaza, el frijol…” dice Fray Bernardino
de Sahagún.
En el pensamiento náhuatl todo es una
preparación en esta vida para el momento que empiece la otra vida. Está la
dialéctica por devenir entre los opuestos, que da movimiento, que permite ser
en el hacer, en el movimiento. De ahí el
glifo omnipresente del olin (movimiento),
que los occidentales llaman los contrarios.
De tal manera que si hay cielo hay tierra.
Si hay metafísica, hay fenómeno. Traducido a lo occidental sería pensamiento
lógico, la razón y su sinrazón, o lo material y la libertad, lo nouménico que
es extrafenomenal, etc.
La palabras Infierno, pecado, purificación,
son propios del cristianismo que, metidos con calzador por los frailes religiosos
del siglo dieciséis en México, causan
mucha confusión y lleva a consideraciones
hueras porque no se están delimitados los conceptos en sus respectivos
terrenos, o modos de pensar.
En el pensamiento náhuatl no hay caída, por lo tanto no hay pecado, como se entiende en Occidente. Tampoco Infierno ni Purgatorio. No hay Luzbel ni brujas como en el Aquelarre de Walpurguis de Goethe. Lo más que podría parecernos aterrador, ya con pensamiento occidental, sería Mictlantecuhtli, el dios del Mictlán, el Inframundo. Pero el Zompantli, el Muro de los Cráneos, omnipresentes en todos los pueblos civilizados del México Indio, es un recordatorio de algo inevitable para todo humano, no es nada punitivo. Es como en el pensamiento de Epicteto, un recordatorio que estamos de pasada en este mundo, que por lo tanto nada nos pertenece para siempre y es una absurdo el acumular cosas en lugar de valores esenciales.
Wallander el detective, de la serie policiaca del cine, le preguntó alguien que pasaba si tenía cambio para sacar algo de la máquina, de cosas en venta, en el interior de un hospital. El otro le contestó: "Voy a estar muerto en tres semanas, ¿para qué necesito dinero?"
En el pensamiento náhuatl no hay caída, por lo tanto no hay pecado, como se entiende en Occidente. Tampoco Infierno ni Purgatorio. No hay Luzbel ni brujas como en el Aquelarre de Walpurguis de Goethe. Lo más que podría parecernos aterrador, ya con pensamiento occidental, sería Mictlantecuhtli, el dios del Mictlán, el Inframundo. Pero el Zompantli, el Muro de los Cráneos, omnipresentes en todos los pueblos civilizados del México Indio, es un recordatorio de algo inevitable para todo humano, no es nada punitivo. Es como en el pensamiento de Epicteto, un recordatorio que estamos de pasada en este mundo, que por lo tanto nada nos pertenece para siempre y es una absurdo el acumular cosas en lugar de valores esenciales.
Wallander el detective, de la serie policiaca del cine, le preguntó alguien que pasaba si tenía cambio para sacar algo de la máquina, de cosas en venta, en el interior de un hospital. El otro le contestó: "Voy a estar muerto en tres semanas, ¿para qué necesito dinero?"
El humano en el cristianismo debe
luchar por hacerse un lugar en el cielo, o de lo contario, le espera la barca
de Caronte…
En el Purgatorio se vive una etapa de
purificación en espera de ver la luz verde que le dará acceso al Cielo.
Purificación es un término muy occidental, muy
cristiano, por lo del pecado, que no cuadra con el pensamiento náhuatl.
Recuerda a Virgilio y a Dante cuando
ascienden al Purgatorio qué es eso, como una estancia en la que lo impuro acaba
por filtrarse para después seguir al Paraíso.
Tlalocan, en Tepantitla. Nótese la vírgula voz, hablan, juegan, conviven. Y, entre todos, revoloteando, la mariposa solar, avatar de la divinidad. Divinidad en plural. Foto de Armando Altamira G. |
En Teotihuacán sería transformación. Como
hace la crisálida antes de emprender el vuelo como mariposa. Por eso el otro
avatar de lo divino, que mora en las representaciones en Teotihuacán, en
Tepantitla, es la mariposa solar.
Lo que tienen que resolver los pre-dioses, en este segmento de la Calzada de los Muertos, es lo que dejaron
de hacer en favor de los dioses cuando tenían vida biológica.
En la medida que lastimaron a sus semejantes, y pervirtieron
la obra de los dioses teotihuacanos, en esa medida ascenderán y descenderán,
ascenderán y descenderá, ascenderán…
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