La muerte en México es altamente
integradora de la sociedad.
“La cultura de la muerte” no es lo
mismo aquí que en el pensamiento
occidental.
No hay que ir tan lejos para
encontrar la respuesta. En occidente la muerte es el resultado de una falta que
se cometió por desobedecer a la divinidad.
En México la muerte es completamente natural. ¿Nacemos? , bueno, ¡hay que morir! No morimos porque hayamos cometido falta alguna, morimos porque nacimos.
En México la muerte es completamente natural. ¿Nacemos? , bueno, ¡hay que morir! No morimos porque hayamos cometido falta alguna, morimos porque nacimos.
El final de estos caminos también es
diferentes. Uno incierto, lleno de tinieblas patológicas, y la auditoria de mi vida me señalará el camino que debo
seguir: un arriba luminoso, un abajo lleno de tormentos y poblado de
criaturas infernales. Si bien me va, quedaré retenido por un tiempo metafísico
en un lugar intermedio, en tanto me purifico lo suficiente.
En otros países la muerte se trata de un ente
erosionador del individuo, de la familia y de la sociedad. Ya sea por el tipo
de religión, muy individualista, o bien por inclinación materialista. O si
corresponde al esfuerzo de diluir lo más posible el recuerdo que se vuelve lastimoso.
Liberarse para poder seguir adelante con la vida. O mercantilista que ahora
bellamente se le dice “liberalismo moderno”.
En México cuando alguien fallece
acuden a su velorio familiares que en vida estuvieron distantes y los amigos
del muerto. Si esto tiene lugar en una barriada acuden vecinos de al menos
media calle y llevan a sus niños y niñas. Son los que van a continuar con la
tradición. Cien personas como promedio. A todos se les ofrece café o té y pan y
en ocasiones comida formal. Se contrata a un mariachi o conjunto musical para
que cante “las canciones que le gustaban en vida.”
El liberalismo moderno combate esta
tradición, milenaria del pueblo mexicano, por medio de las sectas protestantes.
Dibujo tomado de
El País
23 de diciembre de 2017
Al día siguiente, en el sepelio, de
regreso del panteón, igual. Los nueves días que siguen son de un rosario
diario, café, té, sándwiches o tortas. Algunas
familias acostumbran “decirle” una misa cada mes. Cada aniversario, al año otra vez reunión de
la gente después de la misa.
En México, como es natural, hay una profunda tristeza cuando muere alguien a quien queremos. Pero no se le teme al poder destructor de la muerte. La muerte tiene un poder limitado. Destruye al individuo pero no destruye a la etnia. El individuo es inmortal en la etnia.
En México, como es natural, hay una profunda tristeza cuando muere alguien a quien queremos. Pero no se le teme al poder destructor de la muerte. La muerte tiene un poder limitado. Destruye al individuo pero no destruye a la etnia. El individuo es inmortal en la etnia.
El 1 y 2 de noviembre algunos
sindicatos los tienen pactado como días no laborables en sus contratos colectivos. De hecho se trata de una
fiesta nacional.
Esta fecha de noviembre también es particular en México. Es cuando los
dioses (los humanos fallecidos ahora ya como parte de la divinidad) regresan a
convivir con los familiares. Para tal efecto se les pone una mesa con la comida
y bebida (incluso las espirituosas) que al muerto le gustaban, sin olvidar los cigarros de la marca que fumaba el ahora
muerto.
En la religión de occidente el humano
fue creado para adorar a la divinidad.
En México el hombre fue creado también, pero para cuidar la labor de los dioses, que es la naturaleza. Así está escrito en el Popol Vuh, el libro más bello de los países centroamericanos de la actualidad, y que se conoce a esta región como Mayapan.
Pero igual se piensa, con relación a la familia, en las etnias del Altiplano Mexicano y de la árida y no menos bella inmensa llanura de la chichimeca norteña.
El pensamiento "pagano" ( sin dejar de lado lo espiritual) coincide en su inclinación a la naturaleza. Marco Aurelio dice en Soliloquios: " No desprecies la muerte; antes bien, recíbela con gusto, como que ésta es una de aquellas cosas que quería la naturaleza. Porque es tal y tan natural el separarse el alma del cuerpo, cual es el ser uno joven y envejecer..."
En México el hombre fue creado también, pero para cuidar la labor de los dioses, que es la naturaleza. Así está escrito en el Popol Vuh, el libro más bello de los países centroamericanos de la actualidad, y que se conoce a esta región como Mayapan.
Pero igual se piensa, con relación a la familia, en las etnias del Altiplano Mexicano y de la árida y no menos bella inmensa llanura de la chichimeca norteña.
El pensamiento "pagano" ( sin dejar de lado lo espiritual) coincide en su inclinación a la naturaleza. Marco Aurelio dice en Soliloquios: " No desprecies la muerte; antes bien, recíbela con gusto, como que ésta es una de aquellas cosas que quería la naturaleza. Porque es tal y tan natural el separarse el alma del cuerpo, cual es el ser uno joven y envejecer..."
Por eso en occidente se cuida más lo
espiritual y se descuida, o deliberadamente se avasalla, a la naturaleza. Se dispone de un formidable sofisma:Dios
puso al hombre en la tierra y puede servirse de toda la creación para
sobrevivir. Es el centro de la naturaleza, del universo mismo.
Entre los mexicas no, ellos sólo son una parte de la naturaleza y por eso
hay que cuidarla.
Ni siquiera de muerto el mexicano
pierde contacto con la figura familiar. Las divinidades tutelares del Mictlán,
como se le llama al inframundo, Mictlantecutli
es el dios que rige el Mictlán y Mictlancihuatl es su esposa.
El Mictlán es un lugar, como ríos subterráneos o bóvedas
oscuras, pero no tenebrosas porque sigue siendo un cielo. El final está en el
Tlalocan, paraíso. Nadie se queda por ahí atorado, todos llegan al Tlalocan.
Una parte del canto a Tláloc dice:
“Con sonajas de niebla
es llevado al Tlalocan”
Esto es tan fabuloso o tan verdadero
como lo puede ser cualquier religión de tantas que hay en el planeta. Después
de todo, todos los grupos étnicos, chicos y numerosos, tienen su religión
revelada.
Así como el poeta náhuatl dice: “No
para siempre en la tierra”, así es también en la muerte: “No para siempre en el
Mictlán”
¿Qué pasa con los malos?
En el cristianismo la pagan caro,
según consta en la Biblia, que Dante explica con más detalle y Doré ilustra en
abundancia de detalles.
En el pensamiento náhuatl los malos se castigan ellos mismos. No hay peor castigo que una conciencia torturada.
Para seguir viviendo hay que anestesiarse con opiáceos, para decirlo de manera
educada.
Sócrates ya lo había advertido desde
entonces pero por conveniencia, o por ignorancia, no se le prestó atención. Lo
dijo con una manera que después los apóstoles dirían algo análogo: “el que
hiere, se hiere a sí mismo”.
Como sea, los cientos de pueblos
étnicos que hay en América, desde Alaska hasta la Tierra del Fuego, ya se
afanan en hacer los tamales, el pozole y extraer el pulque, para ofrecerlo a
los dioses, que antes fueron humanos. Ya que
estos 1 y 2 de noviembre volverán y se reanudará el milagro de reunir a
la familia.
Porque en tiempos del liberalismo
moderno reunir a la familia ya es un milagro.
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