Agrégale más y más agua a un vaso de buen vino y verás lo que queda del vino.
Café exprés es una bebida concentrada. Lo sabemos bien los
adictos a la cafeína. En la medida en que se le agrega agua va siendo menos concentrado,
menos café, más agua. Es lo que Scheler y otros pensadores llaman la desrealización.
Max Scheler Idealismo-Realismo.
Max Scheler Idealismo-Realismo.
Emerson se desrealizó
de su parroquia y se fue al mundo de las ideas universales, empezando por
Platón, le siguieron Plotino y Swedenborg. Sin llenar los requisitos estrictos
de un filósofo, iluminó al mundo con sus ideas más que veinte filósofos de
primer nivel.
Partiendo del materialismo “puro”, y yendo en dirección opuesta,
o de contraste, se va internando hacia el terreno de la esencia, del idealismo,
de lo no empírico. Lo material se va
diluyendo.
Igual, a lo ideal se le va quitando la categoría de esencia y
va quedando cada vez más lo material.
De estas dos condicione han nacido sendas teorías filosóficas
a lo largo de casi treinta siglos. ¡Y siguen!
¿Qué tiene que ver esto con el alpinismo? ¡Todo!
Permanezco más y más tiempo en la ciudad y me hago extraño
para los panoramas naturales. Muchos millones
de individuos, como 7,000 millones (en tanto escribimos esta nota ya se
duplicó el número), en el mundo ya nacimos “extraños”. Es decir, nacimos en la
ciudad y creemos que la ciudad es lo natural.
Como el patito que fue
incubado entre huevos de pollitos, se creyó que era pollito.
En tanto sea escalador de gimnasio o practique otro deporte
del valle, nada se encontrará fuera de lugar. Somos in situ. Este es nuestro lugar y que el planeta siga su curso.
Entonces ir a la montaña es desrealizarse
como citadino.
Muchos logran desrealizarse por años y fueron
alpinistas en toda la línea. Y algunos extraordinarios como escaladores. Conocí
a varios de ellos. Pero un día comprendieron que las montañas no era su
ambiente natural y descendieron para no salir ya jamás del valle. Hicieron del
alpinismo un deporte, no su modo de vida.
Ir la montaña, por siempre, es lo natural, es decir que no
debería ser nada extraño. Como antropoides del darwinismo nacimos a pleno cielo y vagamos desnudos durante milenios por continentes, montañas y valles.
También como individuos de la Creación anduvimos muchos siglos encuerados, antes de la fabulosa hojita de
parra.
Y ya, más acá, hubo regiones, como lo que ahora es México,
que tuvimos la inmensa suerte, de no emplear la rueda. La conocimos
(el monumental Calendario Azteca es una rueda. José Deseado Charnay, viajero francés, encontró en el siglo diecinueve carritos de juguete con cuatro ruedas, procedentes de la cultura tolteca, en un adoratorio de Tlamacazcalco, vertiente norte del Popocatépetl, en los 4 m.s.n.m. Este dato está consignado, con fotos, en la obra de José Luis Lorenzo, Zonas arqueológicas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia)
pero por algo que no está claro, no la utilizamos como herramienta de trabajo y trasporte. Mientras eso sucedía, no fuimos blandengues.
(el monumental Calendario Azteca es una rueda. José Deseado Charnay, viajero francés, encontró en el siglo diecinueve carritos de juguete con cuatro ruedas, procedentes de la cultura tolteca, en un adoratorio de Tlamacazcalco, vertiente norte del Popocatépetl, en los 4 m.s.n.m. Este dato está consignado, con fotos, en la obra de José Luis Lorenzo, Zonas arqueológicas de los volcanes Popocatépetl e Iztaccihuatl, editado por el Instituto Nacional de Antropología e Historia)
pero por algo que no está claro, no la utilizamos como herramienta de trabajo y trasporte. Mientras eso sucedía, no fuimos blandengues.
Manuel García (M:G:) luego de escalar El Colmillo, en la región de los Frailes, Actopan, Hidalgo, México (foto de Armando Altamira G.) |
Todavía hace apenas cinco siglos todo era caminando y
cargando sobre las espaldas. ¡Ni rueda ni animal de carga! Las grandes
caminatas, de niños, mujeres y hombres a lo largo de 500 o más kilómetros, para
el 12 de diciembre llegar a la Villa de Guadalupe, en la ciudad de México, en
la actualidad, es una reminiscencia de aquellas largas travesías desde
Centroamérica o de la Gran Chichimeca (unos 2 mil kilometro para finalmente
subir al adoratorio del monte Tláloc, 4,150 m.s.n.m.).
Llegó la civilización tecnológica occidental y nos encerramos
en el valle. Las piernas se nos hicieron flacas y la barriga nos creció. ¡Y
fuimos unos extraños para la montaña!
Un parangón con Séneca: Sé lo que debo hacer pero hago lo contrario. Naturaleza, bosques y ejercicio, mejor la dulce vida. Dibujo tomado de El País 15 diciembre de 2018 |
El argumento sustantivo, esencial, para el alpinismo como plan de vida, es que la voluntad está fuera de la fenomenología. Por lo mismo permanece tan integra a los cien años, o más de edad, como al nacer. La voluntad no envejece. La voluntad no sabe de viejitos quejumbrosos arrinconados en algún lugar de la casa mirando obsesionados el pastillero.
El argumento pragmático es que precisamente, brincando el medio siglo de edad, tanto los sistemas hormonales, a la par de un modo de vivir y de alimentación, que no siempre es el más adecuado, por carencias o por ignorancia, nuestro cuerpo físico cada día va para menos. Es una realidad.
Y es el ejercicio, no como mecanicismo del diario vivir, el que nos va a llevar adelante lo más humanamente posible.
Lo ideal es estar vigente siempre, hasta el último día que, como dice Epicteto, el capitán de la nave de la orden de partir. Hasta ese día hay que bajar la mochila de los hombros, antes no.
Hay modos de pensar, tanto religiosos como filosóficos, que
llevan a desconfiar de la naturaleza (de la naturaleza natural), en particular
en los tiempos de la civilización industrial, que vive del consumo y deshecho.
“No piense en los arbolitos, mejor vea este móvil de 23
megas. Sólo lo tiene el agente 007 y usted lo obtendrá por un precio módico
cada mes durante 28 años”
Lo que esto trae a la
larga sucede como cuando un lugar está mal ventilado y empiezan a proliferar bacteria
patógena por todos los rincones. En otro nivel lo vemos en cualquier ciudad del planeta:
EN EL DESIERTO DE SAMALAYUCA,CHIHUAHUA,MÉXICO,49 grados C. De la obra El rumor del desierto, 1983, de Armando Altamira G. |
“La auto-represión era uno de los rasgos distintivos de la religión
puritana, y la desconfianza en la naturaleza era algo impuesto a la
inteligencia y al corazón”: Emerson.
Empero, por eso que la vida tiene de extraño, quedan algunos rezagados que todavía van a la
montaña, o al desierto, de por vida, y que son tanto del valle, del desierto como de la montaña.
Son los que aprendieron a ser felices en todas las cotas del
relieve terrestre, a los que Emerson se refiere:
“En las altas regiones heladas del planeta nada hay que
desear de lo que existe en las latitudes más felices y podemos calentarnos al
sol como si nos halláramos en Florida o en Cuba”.
El pensamiento vivo de
Emerson, de Edgar
Lee Masters, 1945
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