Referencia:
Norman Mailer, Pontificaciones
“No hace mucho leí una crítica muy
generosa de Cannibals and Christian
en una revista católica llamada The
Critic; en un apartado decía que, "por cierto, las ideas de Mailer sobre el control de la natalidad son casi
absurdamente sentimentales". Resulta que ahora estoy a la derecha de la Iglesia
católica”. Mailer
Es por la manera que el novelista hace la defensa de la vida, propiamente contra el
aborto.
Por eso dice el autor de Los desnudos y los muertos, que, sin su
parecer, se le colocó más a la derecha de lo que la gente entiende por “derecha”.
Ya decir “derechas”, “izquierdas”, “mundo”,
“la gente”, “todos”, “progresista”, “fascista”, “burocracia”, “la multitud”, es
decir nada. Por ignorancia de la filosofía
de las doctrinas, o por
pereza, muchas de esas etiquetas son lugares comunes para salir del paso, insultar, desestimar o zaherir.
El pueblo conoce estas etiquetas en los posibles
legisladores en la etapa de campaña. Los
de izquierda se van para la derecha y estos para aquella y se inventó un
“centro” que igual se mueve para cualquier extremo según soplen los vientos…
Mailer a la derecha de la Iglesia es como decir que la
Iglesia se encuentra a la izquierda. ¡Casi un galimatías!
Lo que Mailer declara es que es un
hombre de fe. Pero que se le coloque más allá o más acá en la gráfica de las
creencias es una libertad que, indebidamente, otros se toman: “Soy un existencialista
que cree que hay un Dios y un Demonio en guerra uno con otro.”
Norman Mailer
Foto tomada de Internet
Mailer hace la semblanza de lo que en
un tiempo empezó a preocupar del aumento en la población mundial. Los límites del
crecimiento es un libro que expone una serie de investigaciones sobre este
constante crecimiento.
De alguna manera señalada fue en aumento la idea del aborto en el mundo. Se refiere a los
que se inclinan por destruir la vida: “Cuando decidamos que hay demasiada gente
sobre la tierra y debamos disminuir la población para sobrevivir, terminarán pidiendo que se electrocute a quienes se
atrevan a procrear sin autorización.”
Mailer contrasta la belleza del
matrimonio, del hogar, con su antítesis, como a ésta se le llame.
Los hijos, dice, acaban por dejar
fijado en la psicología de la pareja, el espíritu de la belleza, que no puede
ser otra cosa que el bien “Si el matrimonio se rompe se puede hablar de
fracaso. Se ha quebrado la visión que se corporizaba en ese niño. Sin contar el
daño que se le hace al niño”.
¿Se une la pareja con la idea de
formar un hogar con hijos, con todos los momentos felices y los no felices que
ello implica? Entonces dice Mailer “si no fuera por los niños, habría algo casi
agradable en la posibilidad de pasar de
matrimonio en matrimonio, tal como resulta excitante pasar cinco años en
Inglaterra y luego otro cinco en Francia.”
Individuos en la iconoclastia, o
cerca de ella, acaban por sensibilizarse
ante la presencia de los hijos: “Creo que si una mujer, se hace un aborto, aunque
sea legal, desciende al infierno”.
Mailer evita toda mención moral y lo explica
así (un símil nuestro, como aquel que ha disfrutado una deliciosa comida y luego va al baño a vomitarla):
“En algún momento se tiene que estar diciendo:
estas matando la memoria de una hermosa culeada…Pero la mujer que ha tenido una
gran encamada y luego tuvo que abortar no podrá evitar la amargura. Se trata de
una transacción profunda y horrorosa.”
Este modo de referirse al aborto,
lejos del modo ortodoxo de como lo hace la Iglesia, es lo que le valió a Mailer
haber sido colocado más a la derecha de Roma.
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