Marco Aurelio
Vivimos en el más equilibrado
de los mundos posibles. Lo dijo Leibniz hace siglos.
50 mil individuos gritan al
unísono en el estadio cuando anota su equipo de futbol. Cinco minutos después
otros 50 mil también gritan, en el otro lado del estadio, cuando su equipo mete
el gol del empate.
Nuestra democracia también
cuenta con fuerzas equilibradas. Los de la Ilustración ganan la votación en la
Cámara Baja y, en la siguiente semana, los del Romanticismo remontan y, a su
vez, ganan la votación.
Leibniz:
“Sucede, por una aparente
maravilla, que si se desacordaban expresamente los movimientos de ambos
péndulos, pronto volvían a convenir, como dos cuerdas que están al
unísono...Sólo resta mi hipótesis, es decir, la vía de la armonía preestablecida por artificio divino previsor el cual desde
un principio ha formado cada una de ambas sustancias de manera tan perfecta y
tan bien dispuesta, con exactitud que, sin seguir otras leyes que las que ha
recibido con el ser, concuerdan siempre con la otra, como si hubiera influjo
mutuo, o como si Dios pusiera de continuo su mano además de su concurso
general” (Godofredo G. Leibniz, Sistema
de la naturaleza).
Platón, en dialogo con Glauco
y otros filósofos griegos, ven de otra manera las cosas al redactar leyes para su hipotética República. La cultura que describirá Leibniz es a su modo de ver
muy blandengue. Y cómoda al dejar a la divinidad que haga la tarea.
Hay leyes porque hay pillos y en
tal cantidad que los buenos no se encuentran con facilidad:
Los hombres
astutos y sospechosos, acostumbrados a la injusticia, serán hábiles y
cautelosos cuando se encuentran con sus semejantes, porque su propia
experiencia les avisa que deben estar atentos y en guardia. Pero cuando se
topan con hombres de bien, de edad avanzada, su incapacidad se verá reflejada
en la desconfianza y la sospecha, pues es evidente que no saben qué son la
honestidad y la virtud, pues nunca siguieron su modelo.
No sólo señala Platón el mal
sino que piensa cómo evitarlo: ponerse en guardia lo mismo contra la pobreza
que contra la riqueza:
Nuestros
gobernantes deben evitar que estas dos cosas entren a la república. Pues la
opulencia da origen a la avaricia, la ociosidad y el amor a lo novedoso, y la
pobreza también genera amor a lo novedoso, a la vileza y al mal
Alexis Carrel se pregunta sobre la
cultura que tan bonitamente se nos presenta como la máxima conquista del hombre
moderno que un día salió de la cueva (de Platón) para conquistar las estrellas:
De la cueva salió para conquistar la energía y con ella el universo.
Mural La conquista de la energía, de José Chávez Moardo,auditorio Alfonso Caso, en cuidad universitaria de la Cuidad de México.
¿Cuál será el
verdadero progreso realizado cuando los aviones nos lleven de Nueva York a
Europa o a China en pocas horas? ¿Es verdaderamente necesario aumentar
incesantemente la producción para que los hombres deban consumir cantidades
cada vez mayores de cosas inútiles?
Esa misma pregunta se hizo
Sócrates y en respuesta el Estado le hizo beber
la copa de veneno.
Carrel sigue:
La sociedad
moderna ignora casi por completo el sentido moral. En efecto, hemos suprimido
sus manifestaciones. El ambiente nos ha inspirado a todos la irresponsabilidad.
Aquellos que disciernen lo bueno de lo malo, que son trabajadores y previsores,
permanecen pobres y se les considera inferiores. La mujer que tiene varios
hijos, que se consagra a su educación en lugar de consagrarse a su propia
carrera, es considerada tonta. Si un hombre ahorra algún dinero para su mujer y
para la educación de sus hijos, se lo roban los financieros emprendedores. O se
lo quita el Gobierno, que lo distribuye entre aquellos que se han visto reducidos
a la necesidad por su propia imprevisión
y por la falta de perspicacia de los fabricantes, los banqueros y los
economistas. Los artistas y los sabios proveen a la comunidad de belleza, salud
y riqueza. Pero viven y mueren en la miseria. Los ladrones disfrutan de paz y
prosperidad. Los gangsters están
protegidos por los políticos y son respetados por los jueces. Son los héroes
que los chiquillos admiran en el cine y que imitan en sus juegos. Un hombre
rico tiene todos los derechos. Puede repudiar a su mujer envejecida, abandonar
en la penuria a su anciana madre, robar a quienes le han confiado su dinero, sin
perder la consideración de sus amigos… Del mismo modo, el descuido de la individualidad por nuestra instituciones
sociales es responsable de la atrofia de los adultos.
¿Dónde pueden encontrar la individualidad, la soledad los habitantes de la moderna ciudad?, se pregunta Carrel lleno de escepticismo.
Adaptarse parece ser la solución. ¡El que no se adapta, perece!
¿Adaptarse a la influencia patógena de este ambiente?
¿Ciudad moderna fuertemente darwinizada, escasa cultura y con moralidad
reiteradamente negada?
A nadie
le importa si naciste honrado
dice Enrique Santos Discépolo,
filósofo, gran compositor de memorables tangos argentinos.
La psiquiatría ( y
los políticos) siempre han desconfiado
de los que se apartan.
¡No se debe huir! No entiendo por autosuficiente lo que basta
para un hombre solo que lleva vida apartada. Incluyo a los padres, a los hijos,
a la esposa, y, en general, a los amigos y conciudadanos, porque el hombre ha
nacido para la ciudadanía, escribe Aristóteles, el hijo cultural de Platón y nieto de Sócrates. (W.K,C.Guthrie,
Los filósofos griegos)
Pero ni Aristóteles se cree
enteramente lo que dice porque Guthrie agrega:
Pero hasta el
filósofo encontraba difícil proseguir sus especulaciones si su existencia
corporal se desenvolvía en una comunidad mal gobernada y de individuos
indisciplinados
No se puede aislar de su comunidad el
ser humano, dice Carrel en alguna parte de su libro (La incógnita del hombre) pero después anota, en el capítulo IV:
El aislamiento es la única esperanza de salvación
No para huir de nosotros sino para encontrarnos a nosotros.
La ciudad en su origen fue para protegerse la comunidad de los peligros exteriores. Ahora hay que buscar salir de la ciudad para protegerse de los peligros interiores.
Pero estamos tan adaptados al confort de la cultura industrial que nos da horror la idea de ir a los bosques, a las montañas y a los desiertos. Todo eso fue poblado de brujas y demonios cuando llegó el cristianismo.
En algunas regiones de México el subsuelo contiene grandes cuevas y cavernas que, antaño, eran recorrido por las almas de los muertos como un camino que conducía al Tlalocan o Paraíso. En el siglo dieciséis fueron satanizados por los frailes. Ahora sólo lo espeleólogos se atreven a entrar en esos lugares.
Hay tantas exóticas ideas, y charlatanismo, en eso de la individualidad y el retiro a la soledad terapéutica, que por lo general se acaba en el escepticismo y de ahí se brinca al relativismo ( algunos en los paraísos artificiales) y a la nada.
Carrel ha observado que la civilización ha creado nuevos estímulos contra los que no tenemos defensa. Que en vano trata nuestro organismo de adaptarse a los ruidos de las grandes ciudades y de las fabricas, a la agitación de la vida moderna, a las preocupaciones y a la multiplicidad de ocupaciones de nuestra era y, aunque parezca extraño, nos ajustamos sin sufrimiento a la mayor parte de estas condiciones. Agrega que no es seguro que las costumbres estandarizadas de la vida moderna conduzcan al desarrollo óptimo de los seres humanos. Dice que el ascetismo va haciéndose más ajeno al habitante de la ciudad en la medida que va familiarizándose con los perniciosos efectos de la riqueza y la ociosidad.
Marco
Aurelio, aquel sabio emperador romano tuvo mucha claridad en la solución ( al
igual que Séneca y Epicteto)
Puedes recogerte dentro
de ti mismo cuando lo desees
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