Referencias:
La expulsión de los españoles
de México (1821-1828).
Harold D.Sims, Fondo de
Cultura Económica, Secretaria de Educación Pública,
1985, Lecturas Mexicanas
número 79.
Pontificaciones,
Conversaciones con Norman Mailer. Editorial Gedisa, S.A. Buenos Aires
Argentina.1983
Apuntes de filosofía, Bernal
Martínez Gutiérrez, Editorial Digital, Imprenta Nacional, Costa Rica.
Con sus particularidades regionales la
historia de México es la misma de todo el continente americano, a partir del
siglo dieciséis, con la conquista europea y sus guerras de independencia en el
siglo diecinueve.
SINOPSIS:
En la realidad la lucha de los
españoles por no dejar el poder, y recuperarlo una vez ya perdido, duró un
siglo completo. Lucha que comenzó Hidalgo y la culminó Francisco I Madero.
Es la historia de 4 siglos que
los mexicanos conocemos como fragmentos sin relación uno con otro.
Historia de 4 siglos que comprende 4 momentos:1-conquista
del coatepantli azteca por aliados europeos e indígenas en1521,2-Grito de
libertad en Dolores, por el padre Hidalgo en 1810,3-la expulsión de los
españoles en 1828,4-levantamiento general el 20 de noviembre de 1910.
El desfile cívico-militar del
16 de setiembre (1810), así como el del 20 de noviembre (1910), en México se
les presenta como episodios desvinculados unos de otros.
Le revolución mexicana fue,
hasta entonces, 1910, el fin de una
opresión que ya duraba cinco siglos.
Tres de la Colonia y dos con el México ya independiente. Un “independiente”
entre comillas, como veremos, en el que los españoles supieron conservar la
hegemonía sin tener ya el poder absoluto,
como antaño.
Una historia que el pueblo
común (mal) conoce como cuatro historias casi ajenas una de otra. La realidad
es que cada evento dejó secuelas que dieron lugar a la segunda, a la tercera y
ésta a la cuarta, conocida como revolución mexicana.
Miguel Hidalgo
En 1810 Hidalgo dio lo que se
conoce como “El Grito de Dolores” contra el poder de España en México.Es lo que
se celebra el 16 de septiemtiembre en todo México y con un desfile militar en
el Zocalo,plaza del primer cuadro de la Ciudad de México.
Once años duró la lucha que
desembocó con la firma de los
“Tratados de Córdoba,
celebrados en la Villa de Córdova el 24 de agosto de 1821, entre don Juan
O´Donojú, teniente general de los ejércitos de España, y don Agustín de
Iturbide, primer jefe del ejército imperial mexicano de las tres garantías.
Villa de Córdova, 24 de agosto de 1821”.
Iturbide
Pero sería hasta El 28 de diciembre de 1836, a través del
tratado Santa María Calatrava, que España finalmente reconocería a México como nación libre, soberana e
independiente.
Lo que aquí se relata es la
culpa que España tuvo de tanta sangre española que se derramó durante esos 26
años en el país en la que buscó
la reconquista de México.
Y Más adelante, con el país ya
independiente, la corrupta connivencia del resto del poderío español con
gobiernos mexicanos y que provocaría la primera gran revolución popular del
siglo veinte.
Esta nota se centra en la
tercera etapa que es la expulsión de los españoles.
El Teniente Coronel Bernardo Tello recibe, de
parte del gobierno mexicano, su pasaporte de expulsado y en ese momento cae
muerto.
Le seguirán en el proceso de
expulsión unos mil 700 españoles. Se quedarán en el país, por lo pronto, otros
4 mil.
El episodio de Tello nos da
una idea del estrés, como ahora se dice al extremo sentimiento de angustia, que
vivían los que estaban en situación de
ser expulsados.
Quince años vivieron estos
españoles de México un ambiente que se
les había vuelto muy violento. De lo que
se conoce como el abrazo de Acatempan, cuando cesó la guerra entre
españoles e insurgentes, en 1821, y el reconocimiento de España en 1836.
Fue el tiempo en el que España
aceptara por fin reconoce la independencia de México. Violencia que en momentos
cobraba más intensidad por las noticias que llegaban de que España intentaría
la reconquista. O bien por los movimientos pro españoles internos que buscaban con las armas volver a
retomar la hegemonía, entre ellos, el alto clero de la Iglesia católica, en
oposición del bajo clero que, en numerosos casos, encabezaba en el campo de
batalla esa independencia: Hidalgo,
Morelos, Matamoros…
Este éxodo comenzó a
principios de 1828 por disposición de
la ley del 20 de diciembre de
1827:
“Es mucho el número de coches salidos (de la
ciudad de México) hoy con gachupines, no se tiende la vista por ninguna calle
que no se vea uno o dos carrages cargadas.”
¿Qué había sucedido en una
ciudad, y en un inmenso territorio, en la que por trescientos años ellos fueron
los amos, en la que habían destrozado toda una cultura milenaria náhuatl,
haciendo añicos los edificios del hermoso coatepantli azteca y en su lugar
erigido sus edificios de arquitectura europea
e impuesto con violencia, sus modos
de conducta a su antojo y su religión?
Era algo más que “un inmenso
territorio”.
Eran amos de dos millones de
kilómetros cuadrados de terreno, en lo que va de Yucatán, en el sur o seis
millones si consideramos Guatemala, Honduras, hasta los actuales estados de
Arizona, Nuevo México, Utah, Colorado y Texas. Para no mencionar el caso de
Florida.
Para dar una idea, la Unión
Europea es en la actualidad de 4 millones de kilómetros cuadrados.
Un solo hacendado español se
consideraba dueño de tal cantidad de terrenos, poseía tales riquezas, y
gente esclava, que dos o tres reyes juntos de Europa en esa época.
¿Qué había sucedido? Era tarde
para considerarlo y más para remediarlo. Ahora había que agarrar el camino del
éxodo.
La historia en el planeta para
entonces ya era otra. España había perdido la fuerte presencia que tenía en
países de Europa y los Estados Unidos hacían lo suyo para acabar con los
últimos bastiones del poderío español en América.
El conde de Aranda, preclaro
español con elevado cargo en el gobierno de España, ya había advertido con
respecto a Estados Unidos con toda antelación en el memorial de 1783:"!
Vendrá un día que será gigante, un coloso temible en esas comarcas", pero
ni españoles (en su tiempo) ni mexicanos
(estos llegado su tiempo) le hicieron caso.
España, no obstante, se
cerraba al reconocimiento de esta nueva realidad. Se considera que de haber enviado el reconocimiento de la
independencia de México (como lo haría quince años más tarde, ver Madam
Calderón de la Barca, Editorial Porrúa, México), el asunto de los españoles, no
obstante el resentimiento que con su
vesánica actitud provocaron durante tres siglos, las aguas no se
levantarían más allá de un oleaje.
En esta sangrienta lucha veremos
que, por lo general, la nobleza del mexicano supera a su bestialidad.
En el camino del destierro hacia el puerto de
Veracruz sufrieron de sobresaltos no ya por los contarios
políticos sino por los ladrones comunes que los despojaban de sus pocas
pertenecías que habían logrado llevar:
“Las desgracias de los españoles que partían
eran muchas. No era raro que alguno de ellos fuera robado o hasta asesinado en
el camino de Veracruz…Algunos españoles que lograron abordar su barco, no
llegaron a su destino. Por ejemplo, los 82 pasajeros y tripulantes que se
encontraban a bordo de la corbeta francesa Paquet N° 3,que zarpó de Veracruz el
3 de abril, fueron sanguinariamente asesinados por el pirata Pájaro Verde mientras navegaban rumbo a
Burdeos.”
Para recorrer los caminos de la ciudad de México, hacia el
este, a lo largo de 500 kilómetros,
hasta el puerto de Veracruz, debían cruzar,
la elevada cadena montañosa nevada por el poblado de Río Frío (2,980
metros, 9,777pies o por Ituhalco,3,710m
La ancestral ruta que los pueblos nahuatlacas
del valle de México caminaban rumbo al sureste, partiendo de Amecameca, en el
noroeste, en los 2,500 m, ascendían (a pie por no contar con animales de carga y monta) a los 3,710,
en Ithualco, el gran puerto (de unos 5 kilómetros de amplitud en su eje norte
sur) entre la montaña Iztaccíhuatl y el Popocatépetl (que los turistas llaman
paso de Cortés) para descender hacia
Cholula, en los 2,170 m. Un total de 60 kilómetros, aproximadamente. Y
seguir descendiendo hasta el todavía lejano puerto de Veracruz.
En este camino, del lado este
del volcán, están los pueblos de Xalitzintla, San Nicolás de los Ranchos, San
Buenaventura, Nealtican, Acuexcomac. El más próximo es Xalitzintla, en los
2,600 m, 2,836 metros de desnivel bajo
el cráter del Popocatépetl (5, 436m).
Iztaccihuatl (5,230m) y
Popocatépetl (5,426m), vistos desde la Ciudad de México.
El puerto entre las dos
montañas se llama Ituhalco (3, 710 m.s.n.m.).
Era uno de los caminos hacia el Puerto de
Veracruz (Amecameca-Ituhalco-Cholula). El otro va por Río Frío, a la izquierda de la
Iztaccihuatl.
Foto de Notimex, tomada
de Internet
Pillaje, resentimientos y sed de venganza por
mil atropellos sufridos contra las poblaciones indígenas, violencia racial y
política, se desataron a lo grande contra los expulsados. Ya desde los días de
Hidalgo en Jalisco jóvenes españoles eran llevados a una barranca y
acuchillados como animales en el silencio de la noche.
Se confirmó una vez más la
antigua lección de historia que los
excesos de la primera generación de conquistadores la paga, y con creces, la última generación de sus
connacionales cuando esa conquista llega a su fin.
Todo lo que oliera a conquista
quedó grabado en el inconsciente del pueblo mexicano, incluidos Cristóbal Colón
e Isabel la Católica.
Carente de toda disposición de
dialogo, y a la sombra de la vesania, la conquista religiosa, como veremos,
adolece también de graves faltas.
En octubre de 2021 América
latina (también parte de la población anglo en Estados Unidos) se decidió a
derribar estatuas de Cristóbal Colón. Incluido México. Una nota de Diego
Flores, aparecida en Internet el 13 de octubre del 2021, resume lo que a la
sazón apareció publicado en los medios
“El 12 de octubre se conmemora
la llegada de Colón al continente Americano, ese día su estatua se verá en
cenizas por haber masacrado y esclavizado brutalmente a los Indigenas.
Ira desatada contra las
estatuas de Cristóbal Colón en América latina han sido derribadas, decapitadas
y pintadas de rojo que simboliza la sangre derramada de Indigenas en diferentes
ciudades que fueron brutalmente asesinados y apropiados sus recursos naturales”
Viñeta publicada en los medios el 9 de octubre
de 2021.Dias después, en efecto, sería derribada.
El mar de los Sargazos, del
Océano Atlántico, se le conocerá como la Ruta del Éxodo Español. Un siglo más
tarde (111 años) cientos de españoles cruzarán de nuevo estos paralelos
oceánicos en otro éxodo tan penoso como este, pero ahora en dirección
contraria, del este hacia México, expulsados de España por sus mismos
connacionales.
Sin embargo de todas las
barbaridades que se cometieron contra los expulsados, es una perversa
distorsión de algunos historiadores
comparar este suceso del siglo
diecinueve, en México, con la revolución francesa. Es querer meter con calzador el águila azteca dentro del gorro frigio.
¡Esos historiadores!
Ya Norman Mailer había
advertido cuando dice que si quieres
saber de historia leas novelas y si te interesa la novela leas historia. De
tres mil notas sobre su escritorio, dice,
escogen treinta y así arman su historia pintada de un solo color.
Lo hemos dicho con mesura.
Mailer no se anda por las
ramas: “Cuando uno conoce los vacíos y arreglos con los cuales los historiadores escriben su historia,
trabajan sobre diez mil hechos y seleccionan trescientos que les parece bastantes
para ilustrar las cosas, por mucho que a eso se le llame historia todos sabemos que es ficción. La señal del gran
historiador es su capacidad como gran
escritor de ficción…La historia no es historia, sino una serie de novelas inmensamente sobrias que han escrito unos hombres que no suelen disponer de gran talento literario y tiene mucho
menos que decir del mundo real
que los novelistas. Se trata de un descubrimiento perturbador: los
historiadores no tratan con los
hechos sino con las hipótesis que desarrollan en relación a una serie de datos aislados”.
Schopenhauer coincide en todo
con Mailer en esto de la historia y los historiadores, escribió dos siglos
antes: “Los modernos, con pocas excepciones convierten casi siempre la historia
en un montón de basura o en una guardilla trastera, donde se amontonan objetos
inútiles.” Libro Tercero, Cap.LI, El mundo como voluntad y
representación)
George Santayana, el filósofo
español-estadounidense, luego de hacer una serie de consideraciones sobre la
dudosa labor de los historiadores, anota: “ Todo esto es descarada ficción; y
su valor, si alguno tiene, está exclusivamente en la elocuencia, la sabiduría o
la información incidental que encontramos en el historiador. Tal historia puede
escribirse con ventaja en verso, o llevarse a escena, su virtud no es de ningún modo ser verídica, sino estar bien
inventada”. (Diálogos en el Limbo)
¿Guillotina en México? Aquí el
“corte de cabezas” lo sufrieron no los de hasta arriba sino los españoles pobres que no tenían recursos
para moverse hacia otros estados donde el sentimiento antiespañol era menos
fuerte.
Un “corte de cabezas” entre
comillas porque las familias de los desplazados no fueron abandonadas por
completo por los mexicanos. Sims relata el caso del gobierno de Oaxaca:
“El gobierno de Oaxaca, y su
legislatura dominada por los escoces (logia pro española) sentían compasión por
las esposas e hijos de los españoles
forzados a salir por las leyes locales y
federales de expulsión. El 31 de enero
de 1828 la legislatura ordenó al gobernador que elaborara una lista de las familias que vivían en la pobreza
como resultado de las expulsiones, y que pagara una pensión diaria de
dos reales(a las esposa sin hijos o con uno solo) cuatro reales (a las que
tuvieran tres o más descendientes).
¡Imaginemos a los jacobinos de
la revolución francesa pensionando a las familias, en Francia, de los aristócratas en el exilio! ¡O a los
dirigentes del Frente Popular español, de 1937, ayudando con despensas y
pensiones a las familias de los
fascistas caídos en combate!
Eso de Oaxaca ni Edipo, gran
descifrador de enigmas, podría explicarlo.
Los españoles ricos (sucede
con los ricos en todos los tiempos y en todos los paralelos y lo vimos en las
dos guerras mundiales del siglo veinte) con toda anticipación agarraron sus
fortunas y “volaron” para Europa o para Nueva Orleans (todavía no de Estados
Unidos).Dejaron tras de sí un caos que se le vino encima a sus connacionales
pobres. Luego esos mismos ricos, ya a salvo en el exterior, hablaran de las
barbaridades que los mexicanos cometieron con los españoles pobres.
Sims pone como ejemplo de lo
anterior de los ricos que se ponen a
salvo:
“el conspirador Aviraneta y el
comerciante Rivas pagaron cada uno cien pesos por pasaje de primera clase de Veracruz a Nueva Orleans en el barco
ingles Hibernia, a principios de 1828.”
“Muchos barcos estadounidenses,
británicos y franceses se dirigían a Veracruz para llenar sus cabinas con
españoles que partían al exilio en Nueva Orleans, La Habana o Europa. Los
barcos extranjeros preferían llevar pasajeros que carga: podían tener mayores
utilidades llevando españoles a los Estados Unidos o a La Habana que
trasportando mercancía a Europa.”
Nueva Orleans, por quedar tan
lejos de la ciudad de México, se había convertido en el punto de reunión de los
conspiradores que preparaban con las armas en la mano la reconquista:
“Los funcionarios españoles
emprendieron entonces una campaña efectiva cuyo centro fue Nueva Orleans para
reclutar y trasportar a La Habana (todavía de España) a los emigrados
españoles, como preparación para un futuro
intento de reconquista de México.”
Y más adelante:
“Los españoles refugiados en Nueva Orleans se convirtieron en una nueva fuente de conjuras y por ello, en un
nuevo problema para el gobierno de México. En 1828 existan proyectos entre los exiliados en el extranjero para realizar expediciones
filibusteras contra la costa texana (todavía de México), y se hicieron intentos
de establecer una cabeza de puente española
sobre la costa del Golfo de México y de
apoderase de la fortaleza de San Juan de
Ulúa una vez más.
Santa Anna, “el maldito innombrable” de la
historia mexicana, había logrado desalojar a los españoles de su hasta
entonces conquistada “banderita de
Flandes”. Ahora querían recuperarla.
Este intento de reconquista,
en efecto, se llevaría a cabo. Pero, el
contexto ya era otro. En comparación con el encuentro de los conquistadores del
siglo dieciséis, con armas modernas para ese tiempo, cañones, pólvora,
arcabuces, caballos, virus letales, miles de indígenas incondicionales,
peleando contra lanza y macanas de los
aztecas.
Ya para la guerra de reconquista los mexicanos tenían las
mismas armas que los españoles, el soldado español montado sobre un caballo
había dejado de ser un dios centauro ,
poseían resistencias virales contra lo traído por los españoles, ya no
contaban con tribus incondicionales.
Ya el romance con los
españoles se había acabado cuando los
aliados indígenas, destructores de su misma cultura ancestral, de su
religión y de sus pirámides, fueron convertidos en esclavos de las tiendas de
raya de los hacen
El intento fracaso muy
desafortunadamente a manos de Antonio López de Santa Anna. Tan vergonzosamente
que el general español, que dirigía el ataque, se fue a vivir a Estados Unidos
y jamás regresó a España.
No obstante este
descalabro, españoles del estatus medio
encontraron muchos de ellos el medio de defenderse no sólo de permanecer en
México sino buscando la manera de recuperar la hegemonía militar, política y
económica.
En tanto el congreso de la
capital se ponía de acuerdo con los
términos de expulsión en una ley general, cada estado elaboraba su propia ley,
unas muy virulentas contra los españoles y otras protectoras.
Los que pudieron se
desplazaron hacia otras provincias del país. Recurriendo a políticos contrarios
a la idea de expulsión. Y teniendo a algunos periódicos de la logia escocesa que protestaban contra los
yorkinos, que era la logia que buscaba a toda costa sacarlos de México:
“El gobierno estaba seguro que
los españoles apoyaban a los
revolucionarios con su dinero y consecuentemente, en la ciudad de México se
hicieron entonces esfuerzos extraordinarios para expulsar a los peninsulares.”
Durante tres lustros, a partir
de 1821, España no hizo nada,
deliberadamente no hizo nada, por
buscar paliar el golpe de los españoles en México sino, como anotamos, todo lo
contrario. Que reinara el caos para
encontrar tierra fértil de apoyo a la reconquista. Entretanto, quedaron estos españoles, como se dice, siendo la
carne del sándwich: triturados entre el gobierno español y los yorkinos. Por lo
mismo, gran parte de la sangre española que corrió entonces en México se le debe imputar a España.
“los expulsados españoles que
llegaban a Filadelfia tenían grave urgencia de obtener ayuda de alguna fuente.
El cónsul general de Francia informó en marzo que numerosos exiliados
españoles, después de haber sido abandonados por su propio cónsul se dirigían
al consulado francés en busca de ayuda”.
Los yorkinos sin duda que
cometieron excesos por ese deseo (aquí si a semejanza de la revolución
francesa: quitarles el mando político, el militar y quedarse con los mejores
contratos y puestos burocráticos
manejados hasta entonces por el gobierno español) de desquite que bullía
en el inconsciente colectivo del pueblo en revancha por todas las carnicerías y
persecuciones de que fueron objeto los grupos étnicos a partir de la conquista
en el siglo dieciséis.
Sin embargo los españoles
del estatus medio que ocupaban los
mejores puestos en la política y en el ejército ( y que no había tomado parte
en algunas de las conspiraciones contra el gobierno), fueron removidos pero en
tanto España no reconociera la independencia de México sus sueldos se les seguirían
pagando. Si era expulsado pero dejaban familia en el país con mexicanas, podían
cobrar en el extranjero medio sueldo.
Además los españoles casados
con mexicanas en general no fueron objeto de persecución ni de expulsión.
¿No está por demás insistir:
¿podemos imaginar a los jacobinos de la revolución francesa enviando sus
sueldos a los aristócratas en el exilio? ¿O a los bolcheviques procurando
paliar la pobreza de los familiares de los zares ya depuestos?
Son universales normas de
convivencia del espíritu del mexicano,
ajenas al entendimiento del historiador que
se va por los lugares comunes como cualquier diletante.
El movimiento de independencia
consignado en Los Tratados de Córdova, de tono católico, pronto se volvió
secular y en momentos jacobino. Y los sacerdotes españoles peninsulares fueron
reemplazados, a señalamiento del obispo, por sacerdotes americanos:
“Entre las ordenes que eran
menos “españolas” se encontraban los agustinos, que eran mexicanos en un 92.5
por ciento, y los mercedarios, en cuyas filas sólo había un español.”
En realidad fue el momento,
con el argumento de expulsar a los sacerdotes peninsulares, en que el proceso
de secularización empezaría en la vida de México. Medida sana como recurso
dialectico con lo religioso. Pero que en ocasiones perdería la tolerancia.
El movimiento levantaba una
polvareda que envolvía a los activistas escoceses y yorkinos, a los
representantes de los gobiernos
extranjeros en México y al alto clero.
Sims hace notar “la hostilidad
que existía entre los diplomáticos europeos y el plenipotenciario (Poinsett) de
los Estados Unidos.”
Empero, todo esto fue casi inútil.
Con el tiempo, los que lograron escapar al
éxodo y se quedaron a vivir en México, no aprendieron la lección de historia.
Mejor dicho, hicieron una mala lectura de esa lección.
A la nobleza de espíritu la
consideraron miopía o cobardía. Y es lugar para considerar el esfuerzo que el
mexicano tuvo que desarrollar entonces para no liberar sus instintos bestiales
que, insistimos, también forman parte de
su ser.
Así es como termina el libro
de Sims: Se reagruparon de la mejor manera para no volver a ser sorprendidos y
en cambio defender la tradición.
¿Pero cuál tradición? ¡La de
su estatus! La tradición del darwinismo social. La que había empezado con los
conquistadores del siglo dieciséis: la tradición de la destrucción y la
esclavitud por medio de las tiendas de raya de las haciendas. En las que se
practicaba, como un credo, todo lo contrario de lo que se conoce desde la
antigüedad griega con Sólon, su autor, como la ley sisactia (sisactia significa
condonación de las deudas).
“Los que quedaban pronto, muy
pronto aceptaron el desafío y buscaron el modo de defenderse. Los que en el
decenio de 1830-40 surgieron como defensores de los fueros tradicionales y de
las propiedades de la Iglesia, eran
gente decidida a impedir en el futuro cualquier ataque sobre los derechos y
privilegios heredados de la tradición.”
No la tradición del pueblo
mexicano con su cultura milenaria y sus necesidades enormes de comida, vestido,
educación y cultura.
Rescatar una tradición que
legitimaba la conquista haciendo aparecer
las practicas, reales o inventadas, del pueblo conquistado como asesinos
y caníbales. Adjetivos que aparecen en las Cartas de Relación que Cortés
escribía y enviaba a su rey refriéndose al modo de vivir de los aztecas.
Oswald Spengler se refiere a México-
Tenochtitlán como parte del grupo de las
grandes culturas antiguas: “china, egipcia, babilónica, mejicana”.(La
Decadencia de Occidente Vol.II,Cap.I-B ,Pág. 58).
Los frailes, no obstante, buscando desterrar
la “idolatría" para imponer el cristianismo, respaldaban lo que Cortés
decía y agregaban que las tales imágenes de los dioses mexicas eran
representaciones del demonio. Sahagún y Durán lo repiten. Así pues, los
mexicanos eran asesinos, caníbales y satánicos.
Distintivo de nuestros tiempos
modernos es crear una necesidad y, enseguida, vender el remedio de esa
necesidad. Gran cultura original, dice Spengler, de México indio, espiritual,
arquitectura, astronomía, sociedad, tradición, etc. No necesitaba más que
seguir desarrollándose. Pero asesinos, caníbales y satánicos, el cuadro
perfecto para ser salvados de tal barbarie. Se necesitaba un Salvador…
Cortés golpeaba con su
cinturón a los que no querían ir a misa.
Otros, por lo mismo, hicieron
famoso el "aperreamiento", muerte en las fauces de los perros . O los marcaban con hierro candente en la cara.
Tlaxcalteca y español marcan a un mexica
Así empezó lo que se conoce
como: La Evangelización de América.
Tiempo después, en el siglo
dieciocho, nacería en el seno del mismo pueblo europeo, el que sería uno de los
más grandes pensadores de la cultura occidental. Él diría lo siguiente,
hablando de los valores morales y de la virtud, tan caros al cristianismo:
“El mismo grado de perversidad
puede demostrarse en una nación groseramente entregada al asesinato y al
canibalismo que en otra que cultive la fina intriga cortesana, las
persecuciones e infamias de todas clases disfrazadas elegantemente; el fondo es
el mismo en ambos casos.” Schopenhauer, Libro Cuarto, Cap. LXVI El mundo como
voluntad y representación
El sacerdote azteca levantaba
el cuchillo de obsidiana para abrir el pecho y sacar el corazón del prisionero de guerra. Los españoles y
frailes quemaban en la hoguera a gente pacífica
bajo el cargo de idolatría. ”Por esta cruz te salvaras” le decían al moribundo
ya entre las llamas.
Kant al principio del prólogo
de la Crítica de la razón pura, la de 1781, refiriéndose a la metafísica:
“Su dominio empezó siendo despótico bajo la
administración de los dogmáticos”.
Y tanto que al tiempo que el
poder civil hacia morir en las fauces de los perros al que se resistía a creer
en la cruz, los frailes los hacían perecer en la hoguera.
Para los escépticos: En el
lado sur de la Alameda Central, de la Ciudad de México (oficialmente se escribe
con mayúscula para indicar que se trata de la capital del país para
distinguirla de las otras ciudades), hay
una placa que indica el lugar exacto donde tenían lugar estas cremaciones. Se
le conoce como El Quemadero.
Primeramente quemaban mexicanos que
persistían en adorar, según el nombre y
el avatar icnográfico, de Tezcatlipoca, como venían haciendo desde tiempos
antiguos.
Posteriormente también se
quemarían ahí a judíos que se aferraban a su creencia en la Torá.
No aceptar el cristianismo el
precio era que tlaxcaltecas y españoles
marcaban al azteca en la cara con hierro candente, lo quemaban o moría
en las fauces de los perros.
La perversidad, de la fina
intriga cortesana, como escribe Schopenhauer,
que a la sazón llenaba los corredores de la Corte de España, y parte de
ello los príncipes de Roma, la pone de patente la misma persona de Cortés que
vivió un calvario para que se le reconociera sus méritos de la conquista de
México-Tenochtitlan (a esa altura de los tiempos, de los tlaxcaltecas ni
mención),aunque se seguían sirviendo de ellos, como “carne de cañón”, para
someter a los pueblos originales que se oponían a la conquista.
Al final obtendría el título
de consolación de Márquez del Valle de Oaxaca, valle que nunca conocería siquiera.
Y un escudo de armas. Lo que no salvó de
morir de hambre a la misma madre de Cortés aherrojada en el pueblo de Texcoco
como prisión.
Un estatus social, solipsista,
es solo una pequeña parte del todo. Es jugar su
peligroso juego al margen de los demás estatus o, como ahora se dice,
clases. Viene al caso porque muy pronto
se vería en México cuan peligroso es ese juego.
Ahora recién tenían los
mexicanos dos grandes y bellas culturas,
la suya de los soles teotihuacanos y la de la Paideia griega. ¿Pero de qué
servía si ni siquiera sabían leer por carecer de escuelas públicas para el
pueblo?
Sería hasta el 25 de julio de 1921, que el presidente Álvaro
Obregón decretó la creación de la Secretaría de Educación Pública (SEP),
“medida que fue aprobada por unanimidad en la Cámara de Diputados.
Posteriormente, el 3 de octubre del mismo año, fue publicada en el Diario
Oficial de la Federación (DOF).”
Exactamente a 400 años de la conquista y a 100
años de la independencia. ¡Tiempo en
que, por extraños y por propios, a la
educación del pueblo no se le dio ninguna atención o se le combatió con la
indiferencia! ¡Un pecado de omisión muy grave de los políticos de entonces, y
de la Iglesia, que pronto pagarían caro!
Eurípides, Cicerón, Epicteto,
Shakespeare, Platón, Aristóteles, San Agustín, Santo Domingo de Guzmán, San
Alberto Magno, Santo Tomás de Aquino, San Francisco de Asís, Cervantes y otros, eran absolutamente desconocidos para
esta gente.
Ni qué decir de las corrientes
de filosofía que seguían en su apogeo en ese siglo diecinueve en
Europa: Kant, Kierkegaard, Montaigne, Schopenhauer, Goethe, Séneca, Averroes,
Suarez, Gracián…¿Cómo se puede alimentar al espíritu así? ¿Cómo se nutre el
espíritu alejado por la fuerza de sus representaciones propias de la Divinidad
Nanahuatzin-Tezcatlipoca y Chicomecoatl? ¡La espada y la cruz lo habían
mutilado todo en el siglo dieciséis!
Ahora tenían una gran religión
pero por haber sido impuesta a la fuerza por los conquistadores y por los
frailes, siempre fue mal comprendida y peor practicada. Para los católicos
mexicanos, que creen que estamos exagerando, tenemos la siguiente nota que se
refiere a conceptos expresados en estos
días por el papa:
Una nota del otoño de 2021:
“El papa admite errores en
evangelización por imponer solo un modelo cultural
Agencia EFE
mié, 13 de octubre de 2021
3:54 a. m.
Ciudad del Vaticano, 13 oct
(EFE).- El papa Francisco admitió que se cometieron "errores en la
historia de la evangelización queriendo imponer un solo modelo cultural"
que llevaron incluso a guerras, durante su catequesis de la audiencia general
celebrada hoy en el aula Pablo VI del Vaticano.
Reconoció que "son muchas
las tentaciones de querer imponer el propio modelo de vida como si fuera el más
evolucionado y el más atractivo" y admitió: "¡Cuántos errores se han
realizado en la historia de la evangelización queriendo imponer un solo modelo
cultural!".
"A veces, no se ha
renunciado ni siquiera a la violencia para que prevalezca el propio punto de
vista, incluso guerras. De esta manera, se ha privado a la Iglesia de la
riqueza de muchas expresiones locales que llevan consigo la tradición cultural
de enteras poblaciones", reconoció Francisco asegurando que esto es
"lo contrario de la libertad cristiana".
En breve, solo noventa
años más adelante, la Iglesia pagaría el
precio de no haber enseñado, en esos tres siglos de la colonia, filosofía y
teología al pueblo (a ese pueblo, 90 por ciento de la población, compuesto,
como dice Fray Bernardino de Sahagún, de “maceguales y gente baja”).
Las masas de esclavos de las
tiendas de raya de las haciendas, sólo
conocían, mal conocían, el catecismo de Ripalda. Eso es lo que la
Iglesia, y los centros de investigación
académica, incluso universitarios, llaman “la evangelización de América”. Se refieren
al diez por ciento de la población, no al noventa por ciento.
Ya a pocos años de caído
México –Tenochtitlán los frailes festejaban el triunfo de la cruz por
haber convertido al cristianismo a
millones de indígenas. Una reflexión: Esos millones de indígenas ni entendían
el idioma español ni los españoles, salvo excepciones, habían aprendido a
hablar como los naturales (más de cincuenta etnias con sus diferentes
dialectos).Se publicaron algunos
catecismos en lenguas nativas para los hijos de los caciques indígenas
burócratas al servicio de los hacendados.
Bernal Martínez Gutiérrez en
su obra Apuntes de filosofía, menciona esta doble labor de destrucción y
reconstrucción de la Iglesia. Se refiere
al papel dominante de la Iglesia en el periodo europeo de la Edad Media,
en el contexto social del feudalismo:
“La Iglesia católica, en
franca alianza con el Imperio, dominarán las vidas de los pueblos,
sometiéndolos algunas veces al avasallamiento y a la tortura.” Para en seguida
anotar:
“Pese a todo, aquella
centralización divina favorecerá instituciones como el monacato, la vida
contemplativa, las ordenes mendicantes y el nacimiento de no pocas órdenes
religiosas que intentan una reforma espiritual de la institución desde dentro.”
En otras palabras el pueblo del 90 por ciento
carecía de vitaminas culturales para saber convivir, con el sano laicismo, y prevenir el jacobinismo que después se vino encima.
Ya desde entonces el cierre de
las iglesias, en el país, y la prohibición de la religión, tocaban a sus
puertas.
Como resultado de ese
analfabetismo muchos serían lanzados a
la guerra a favor del jacobinismo sin saber de qué se trataba éste y otros muchos a defender lo religioso sin
tener conciencia de lo que estaba defendiendo sino movidos, ambos bandos, por
el ciego fanatismo.
Para filosofar se necesita la
duda a través de la cual se busca la certeza. Para creer en la Divinidad se
requiere una fe que es dotada desde el cielo mismo, no porque se tiene enfrente
una presencia punitiva. Pero nada de esto, Filosofía y Teología, caben
donde se hace todo para que no haya
libertad para pensar.
En rigor, laicismo no es una
meta en si. Más bien se trata de un camino para llegar a un fin. Este fin es el
Humanismo. Humanismo es donde el individuo puede vivir con toda libertad de
pensamiento en el universo de las ideas y las artes tales como la filosofía, el
teatro, la literatura... Cómo se anotó, aquí solo se mal conocía el catecismo
de Ripalda.
Ya en pleno siglo veinte, cuando
las naciones habían agarrado el pulso de
los nuevos tiempos, los mexicanos
seguían de esclavos de la tienda de raya de las haciendas, analfabetas y
descalzos.
Era la evidencia que el
discurso prerrevolucionario, que insiste en la igualdad de los hombres, ya
en la praxis posrevolucionaria, ésta “igualdad” queda como antes de la
revolución...
En realidad, insistimos, a la postre todo quedó colgando de un hilo.
La expulsión de los españoles fue muy a
la mexicana. Los odiaban, pero en algunas provincias adyacente al Valle de
México, no tanto.
La gran cultura occidental que
trajeron los españoles y los grandes centros de enseñanza que fundaron recién
la conquista (Tlatelolco, San Ildefonso en la ciudad de México, Colegio San
Nicolás Obispo de Valladolid, Michoacán y cuya literatura llena las bibliotecas
universitarias) fueron pensando en los
hijos de los conquistadores y en las familias de los grandes caciques indígenas
al servicio de los españoles. Pagando así los servicios que habían prestado en
la guerra de conquista y destrucción de
México-Tenochtitlán.
“Quinientos años de
Resistencia indígena” es el slogan oficial y popular que se oye en septiembre
desde 2021 en México.
Si todas las etnias (excepto las etnias del
norte que combatieron durante un siglo todo intento de conquista dirigida por
españoles y ejecutada por sus incondicionales aliados del principio) se unieron
al español contra México-Tenochtitlan, en el siglo dieciséis, la lectura del
slogan es un reconocimiento a que los
mexicas fueron los únicos en el centro-sur que resistieron contra la invasión
europea.
La esclavitud sufrida durante
trescientos años hicieron que se reconociera el error y ahora los otrora
enemigos del azteca se arropan bajo el gentilicio de los mexicas, mexicanos.
Arropamiento que viene siendo un reconocimiento
al heroísmo azteca que cayó en defensa
de la original y milenaria cultura
náhuatl.
Todas estas etnias adversas a los aztecas fueron utilizadas de inmediato por el español para que destruyeran las
pirámides del centro ceremonial azteca
que estaba rodeado por el gran
coatepantli o muro de las serpientes, muro de Quetzalcóatl.
¡Y también las propias pirámides de los
aliados de Cortés con cuyas piedras y losas
construyeron las iglesias católicas conservando la fachada la
orientación solar hacia el poniente! Acto seguido vendría la explotación de las minas para cargar los
barcos de oro y plata rumbo a España, fenómeno que, sabido es, dio pie a la aparición de piratas, bucaneros
y corsarios.
Aquí empezó la resistencia indígena, hace
quinientos años.
Coatepantli de los aztecas
Réplica de la pirámide a Huitzilopochtli (conocida ahora como el Templo Mayor).Se erige cada año por orden de Andrés Manuel López Obrador, Presidente de la Republica Mexicana.
La traumática situación vivida
ochenta años atrás no fue suficiente como para enmendar la actitud hacia el
pueblo de los maceguales. Al contrario,
se dio un acercamiento entre los altos mandos mexicanos, ya
independientes de España, y el alto
clero, con los hacendados que había
logrado evadir la expulsión.
Ese “borrón y cuenta nueva”,
dicho en otras palabras, era hacerse cómplice esos mexicanos del genocidio sufrido
por las etnias durante tres siglos por los españoles, decir: “Hicieron bien en
casi exterminarlos, esclavizarlos y
marcarlos con hierro candente en la cara y en llevarse todo el oro y la plata que pudieron, y quemar vivo
al que se resistía creer en Jesucristo” o ser devorado vivo por los perros de
los españoles.”
Todo eso, la existencia de las tiendas de raya
en México, para los primeros años del siglo veinte, es una realidad patente que
tanto esa influencia de Rousseau que influyó en el desarrollo de la ideas de
los héroes mexicanos de la Independencia, como por otra parte el cristianismo
que ya llevaba siglos, todo eso yacía a buen resguardo en los anaqueles de los
intelectuales. ¡Brillantes proclamas desde la ilustración y sublimes promesas espirituales
del romanticismo! El campesino seguía de esclavo de las haciendas.
Es posible que las
revoluciones de emancipación de España, en otros países de América, tengan su
maternidad en la revolución francesa. En México se trata de una labor de pastillaje
(técnica muy estudiada en arqueología que consiste en ir adhiriendo elementos a
una pieza de cerámica ya hecha) que los historiadores han ido agregando a la
autenticidad de lo mexicano.
De aquí parte el mito, muy
socorrido por algunos historiadores, que tanto la guerra de Independencia, como
la revolución mexicana, alimenta sus raíces de la ilustración europea. ¡Un
colonialismo cultural más sobre el mexicano!
Cinco a ocho millones de adoradores de la Virgen de
Guadalupe que llegan, cada 12 de diciembre, a su basílica en el norte de la
Ciudad de México, dicen otra historia. cifra no superada por los devotos que
van a Roma, Fátima, y Lourdes, juntas,
nos hablan, hay que repetirlo, de otra historia. Son halitos de vida y
espiritualidad que vienen desde muy lejos en el tiempo con el códice de Chicomostoc, Chicomecoatl. Pero esta es
otra historia. No apta para católicos del catecismo de Ripalda.
Un acuerdo, una actitud
dialéctica, entre los antagónicos de
poder, siempre es bienvenido en nombre del bienestar del pueblo. ¡Lo que en la
actualidad se dice “negociar”! Esa fue, al menos la intención, del famoso
abrazo de Acatempan, en el que realistas e insurgentes se dieron la mano
para dar por terminada una lucha
que ya llevaba dos décadas. Ese sería la actitud de España cuando tres lustros
más tarde al fin decidió reconocer la
independencia de México.
Y esa es la misión de los
príncipes de la Iglesia católica, estar en el mundo, en otras palabras, cerca
de los poderes, ser parte de los poderes, con la misión de paliar el
sufrimiento de los pueblos y, en la
posibilidad de las circunstancias, hacer por
desterrar su pobreza económica. Si eso no se da…
Más aun, cuando ese acercamiento
es en perjuicio del pueblo, es cuando recibe el feo calificativo arriba
anotado.
Cincuenta etnias en México siguen viviendo, para 2021, sus
costumbres y sus ritos ancestrales a lo largo de todo el país. Lo que se
conquistó en el siglo dieciséis fueron
los grandes centros de poder, cultura y población y el más importante de
todos México-Tenochtitlán.
En otras palabras, el México
precristiano no fue borrado. Sigue vivo. Pero también en el abandono por
extraños y propios, “por los siglos de los siglos”.
Y hubo periodos, en el siglo diecinueve, de los gobernantes mexicanos, que
persiguieron con saña a etnias del norte con la misma vesania que tres siglos
atrás lo hicieron los españoles. Despojar
las tierras y agua a las tribus y
“blanquear” la piel de los étnicos era la idea. Su ejército sirvió para
emprenderla contra los campesinos de Jalisco, Michoacán y Colima o contra los indios mayos, tarahumaras,
huicholes, otomís, mayas, etc. (ver La Frontera Nómada, de Héctor Aguilar
Camín, editado por Siglo XX 1, México, 1977).
Sí, dos genocidios. El primero
ejecutado por los conquistadores y el segundo por algunos gobiernos de
mexicanos ya independientes de España.
Si bien la antropología social
profesional e institucionalizada nació en México en 1917
con Manuel Gamio, sería hasta el
3 de febrero de 1939, por mandato del
presidente Lázaro Cárdenas, que se fundaría el Instituto Nacional de
Antropología e Historia. Una
dependencia del gobierno federal de los Estados Unidos Mexicanos.
A ochenta años de gobiernos ya
mexicanos, y de aquel sangriento 1828, el noventa por ciento de los mexicanos
eran analfabetas, andaban descalzos y vivían en chozas. Los hijos heredaban la
deuda que el español hacendado había anotado en las tristemente tiendas de raya
que cada hacienda tenia, esto, como se ha anotado, con la venia de gobernantes mexicanos y con el silencio de la Iglesia.
El niño mexicano recién nacido en esos tiempos
ya tenía que pagar dos deudas: una deuda en la tienda de raya del
hacendado y otra deuda en la
iglesia con el nombre de “pecado
original”. Dos deudas que, obvio, él no había contraído, pero se las habían
endosado. ¡Y a su vez, las heredarían sus hijos y sus nietos!
Una tienda de raya.
¡Brillantes proclamas desde la ilustración y sublimes promesas espirituales del romanticismo! El campesino seguía de esclavo de las haciendas. En otras palabras, ni teísmo ni ateísmo hicieron algo por superar esas maneras de esclavitud trascendente.
De la primera no había modo de librarse o iría
a dar a la prisión del San Juan de Ulúa, de donde ya no se regresaba y al
morir, o si ya estaba muy enfermo, se arrojaba
a los tiburones.
El que conoce esas celdas sabe
que los presos no tardaban mucho tiempo en enfermar. Las celdas fuero diseñadas
para ser inundadas a medias cuando sube la marea. Las terribles mazmorras, de
las prisiones europeas durante la Edad Media,
serían un hotel de lujo en comparación con estas celdas de “la muerte
rápida” de San Juan de Ulúa.
Una celda de San Juan de Ulúa.
La marea alta las inundaba hasta media altura.
Irónico pero el "corte" de la guillotina de la revolución francesa y la "descarga" de la silla eléctrica de los norteamericanos, para sus sentenciados a la pena capital, después de todo no carecen de buena dosis de humanidad.
Aquí los presos de San Juan de Ulúa tenían que morir pronto pero no tan pronto. Era necesario que conocieran el poder vesánico español. Y tiempo después, del poder mexicano porfirista). Horas entre el oleaje de la marea alta y otras horas en la humedad de la cueva sin sol. Con el sólo decir, o mostrar, que se encontraban enfermos, eran arrojados a los tiburones (testimonio de un ancestro del autor de este blog).
De la segunda, si el individuo se alejaba de la Iglesia, al morir iría a
dar al infierno. De modo que era ineludible cumplir con la hacienda y con la
Iglesia.
Labor de pastillaje porque en
la cosmovisión del pensamiento étnico mexicano tal “pecado original” no existe.
Palabras de Rousseau:
“Aun admitiendo que el
hombre pudiera enajenar su libertad, no
pude enajenar la de sus hijos, nacidos hombres y libres. Su libertad les
pertenece, sin que nadie tenga derecho a
disponer de ella.”
A siglo y medio de haberse
publicado el Contrato Social (1762) toda esa influencia de Rousseau, que dicen
los historiadores, aquí no se veía por ningún lado. Citar a Rousseau como
historiador da tono pero en la realidad fue en México una pura fantasía.
Las luminosas palabras de:
todos los ciudadanos somos iguales ante la ley, para nada tomaban en cuenta a
los mexicanos del noventa por ciento. Las ardientes proclamas, de ecos
rousseaunas habían sido inclementes para atacar al despotismo de la monarquía
española, pero ahora, ya independientes de España, políticos emanados de las
Leyes de Reforma, y prelados de la Iglesia, tomaban chocolate y comían tamales
en la mesa de los hacendados.
Mañana la ilustración
levantará la espada contra el romanticismo (Cristiada) y éste responderá de
igual manera a la ilustración. Se volverá a leer a Juan Jacobo Rousseau por un
lado y, por otro lado, el ideario de San
Ignacio de Loyola. Por lo pronto, María,
sirve más chocolate a los señores y trae otra fuente de tamales. Mañana,
después de la hecatombe, que los historiadores escriban sus aburridas y
descoloridas novelas.
Lo grave de esta indolencia
hacia el pueblo, vendría en los tiempos que estaban por llegar. Unas masas así,
carentes de todo, se precipitan a la primera oportunidad, a la prosperidad, al
tener, que lleva la consumismo. Seguirán ignorando el progreso, que apunta
hacia la evolución universal.
Evolución en la que el
romanticismo y la ilustración caben, para bien, dialécticamente en el alma del
individuo. Pues el alma universal del hombre tiene dudas respecto la existencia
del cielo y, a la vez, sabe que el principio de razón es perecedero a tal grado
que vuelve a levantar los ojos al cielo.
"Negociar” es la solución
dialéctica que en el primer tercio del siglo veintiuno emplean los sindicatos,
y los partidos políticos. ¿Por qué el hombre no podría hacer lo mismo con todo
lo controversial que bulle en su
cerebro? Después de todo, la cultura occidental, el pensamiento europeo, desde
los Presocráticos, es bella porque está hecha a base de tesis y contra tesis.
Trabajos de la antropología
académica mexicana de esta época da la impresión que este atraso es
responsabilidad del 90 por ciento de los mexicanos (en especial de los étnicos
y de los mestizos) y no de las condiciones impuestas por los hacendados.
Menudean los adjetivos y la solución es el saber científico, precisamente
cuando no se tenían escuelas.
Así, con ese bagaje histórico,
llegamos al siglo veinte.
Uno del pueblo se encontraba
en la calle a un español, o a un catrín (mexicano cerca del poder), debía
bajarse de la banqueta y no levantar la vista bajo riesgo de ser escupido o golpeado en la cara por insolente. O
enviado al presidio de San Juan de Ulúa,
islote en el mar, de donde,
dijimos, jamás regresaba.
Y se daba por hecho, bajo el
silencio de la Iglesia, lo que se llamó el derecho de pernada: en situación de
casamiento el primero que se acostaba con la novia era el hacendado.
La División del Norte, cruzando el desierto de
Samalayuca, en el camino de librar la batalla final en Zacatecas, a 1500
kilómetros de distancia.
El 20 de noviembre de 1910,
con la toma de Ciudad Juárez, por Francisco Villa y Pascual Orozco, a las
órdenes de Francisco I Madero, empezó el movimiento revolucionario que se ha
considerado como la primera gran revolución popular del siglo veinte en el
mundo.
Francisco I, Madero
La
prudencia, y el miedo al caos, habían llegado a su fin. Se desataron las
fuerzas bestiales reprimidas durante cuatro
siglos en el alma noble del mexicano. En adelante, parafraseando a
Goethe: ¡Ningún crimen me es ajeno!
Niña guerrillera. La
praxis un siglo antes que en México
empezarán las luchas por la igualdad de género. Miles de mujeres se fueron a
los frentes de batalla y en los servicios de apoyo. Se les conoció como “Las
Adelitas”
Adelita, la mujer que inspiró el más guerrero de los corridos de esta revolución.
Francisco Villa, Pascual
Orozco y Maclovio Herrera no eran militares. Eran gente del campo de la
infinita llanura norteña que conocía las montañas, sabían montar caballos y disparar en plena carrera, y tenían muy desarrollada la intuición del
guerrillero.
La sociedad de entonces los
había puesto al margen de la ley: eran nada, pura escoria social, bandidos,
salteadores de caminos, roba vacas.
Fueron la nada que acabó con siglos de perversa practica de poder de extraños y de propios.
En honor de esa "nada" Andrés Manuel López Obrador, presidente de la republica mexicana, hizo lo que nadie antes pudo, quiso o se atrevió a hacer: Nombró 2023 el "Año de Francisco Villa"
Foto tomada de Internet
El pueblo del 90 por ciento, vejado durante
tres siglos, ahora iba contra los
corruptos mexicanos en el poder y sus compadres los hacendados. Los de la
segunda línea carecen de armas. Esperan...
En
tanto los once generales de división
del viejo orden huertista, que comandaban la impresionante columna de
trenes del ferrocarril con soldados del gobierno, trazaban un plan de batalla
para controlar el norte del país, la División del Norte de Villa, compuesta de campesinos, ya había
tomado la ciudad de Torreón, hasta entonces en manos de los huertista, penetraba las defensas
de Paredón y preparaba el ataque
decisivo que tendría lugar en Zacatecas.
Entretanto, Rodolfo Fierro, de
las huestes villistas, para “matar el tiempo”, mataba prisioneros, personalmente,
uno por uno, hasta quedar imposibilitado de la mano de tanto disparar la
pistola. ”Si logras brincar esa barda, quedas a salvo” les decía, de cientos,
dice la leyenda, solo uno lo logró.
Zacatecas era el último bastión del gobierno federal, y la batalla decidía el resultado de la revolución. Se terminaba o se
prolongaba.
23 de junio de 1914. La batalla final de la
revolución. Asalto al cerro de La Bufa,
Zacatecas, por los revolucionarios, en posesión del ejercito federal.
Mal vestidos, descalzos o con
huaraches y con un taco de frijoles en el morral.
Foto tomada de Internet
El gobierno mexicano porfirista agarraba de leva a los niños( del pueblo "bajo") y los obligaba a pelear contra la revolución.
Revolucionarios y soldados
federales (todos campesinos pobres)
después de la batalla, camino de la hoguera
Propiamente la revolución duró cuatro años, del 20 de noviembre de 1910 al 23 de junio de 1914.
Lo que siguió, por casi dos
décadas, se le conoce como “Lucha de
facciones”, esta es otra historia, y le siguió la persecución religiosa, conocida como la Cristiada, pero esta también es otra historia.
La revolución mexicana casi
barrió con todo esa perniciosa
connivencia que ya duraba cinco siglos, empezando con los cacique indígenas burócratas al servicio de los españoles, del siglo dieciséis, hasta los mexicanos del régimen porfirista. Casi…
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